I'm
your man, Leonard Cohen
I'm
coming down to reward them
La
trayectoria de Leonard Cohen llama la atención por su vocación
de navegar ignorando las tendencias y las modas musicales en los
años en que se desarrolla. Su origen canadiense, su inserción
en los círculos literarios de ese país y su entrada
accidental y un tanto tardía en el mundo de la música
han contribuido, sin ninguna duda, a su especificidad y su resistencia
a cualquier tipo de catalogación. Y la rara avis que ha constituido
desde siempre Cohen ha sido una incomodidad en la industria, hasta
tal punto que su productora discográfica, la Sony, no ha
sabido nunca muy bien cómo tratarlo, si confiar en sus discos
o no, si ofrecerle una importante campaña de lanzamiento
o bien dejarlo en los círculos minoritarios a los que, en
principio, irían destinados sus canciones.
Nada
más lejos de la realidad, Cohen sigue grabando discos porque
sigue vendiéndolos bien, y en los últimos años
se han multiplicado sus recopilatorios oficiales ante la demanda
de un público ávido de su música que no soportaba
ver el retiro espiritual al que se había apartado el canadiense
durante toda la década de los 90.
Porque
la biografía de Cohen también es curiosa: viajes misteriosos
a la Cuba del primer castrismo, exilio interior en Grecia, amores
y desamores con personajes como Janis Joplin o Rebecca De Mornay
y curas de desintoxicación del mundo de la producción
musical que le han hecho alejarse de su público justo en
su momento de mayor popularidad. Estos viajes interiores los ha
ido acompañando de sus discos, tras el formidable debut en
1968 de "Songs of Leonard Cohen", un disco grabado sin
demasiadas pretensiones ni demasiado convencimiento por parte de
Cohen en sus cualidades como cantante, en que figuran grandes temas
como "Suzanne", "Sisters of Mercy" o "Hey,
That's No Way to Say Goodbye".
Los
años 70 mantendrán el estilo de Cohen, su tono monótono
y pesado, su poso melancólico y el profundo intimismo que
transmite su voz acompañada de un mínimo ropaje musical
(siempre con la guitarra acústica como elemento imprescindible,
pero una guitarra serena y armoniosa, alejada de los golpes de la
canción protesta). Se suceden sus discos y se amplía
su repertorio: "Songs from a Room" (con su manifiesto
pro libertad que es "Bird on the Wire"), "Songs of
Love and Hate" (recomendamos especialmente la tristeza de "Famous
Blue Raincoat"), "New Skin for the Old Ceremony"
(con su desgarrado homenaje/ajuste de cuentas a Janis Joplin), etc.
Cohen
es en esos años un cantante original, con un estilo personal,
que se desmarca de las tendencias pop y rock con unas propuestas
únicas:
- Las
canciones de Cohen son de una introspección extrema, compuestas
a modo de confesión, que logran sintonizar con su público
en unos conciertos en los que más que asistir a un espectáculo
musical, parece que se asiste a un acto religioso.
- De
hecho, la religión es un elemento muy importante en la obra
de Cohen. Pero lejos de pontificar, Cohen usa la iconografía
religiosa del cristianismo como elementos de purificación
o exorcismo de las heridas provocadas por la desesperación
y el desamor. En una época, los 70, en que la música
rock se electrificaba cada vez más y en que los conciertos
eran ritos pseudo-satánicos (The Doors o los Rolling Stones,
por ejemplo), Cohen se consolida como una voz única y apartada
de estas tendencias dominantes.
Con
todo, Cohen llega a los 80 con ganas de renovarse. A pesar de que
por todo lo anterior se podría pensar que es un purista,
los hechos demuestran lo contrario y desvelan a un Cohen con voluntad
de modernidad, que sabe encarar y dominar una década en la
que muchos grupos naufragaron sin remedio. Tras una leve transición
en su disco de 1984 "Various Positions", en que los sintetizadores
y las nuevas tecnologías aparecen ya como elementos nuevos
en sus canciones, es en 1988 cuando Cohen alcanza su máximo
punto creativo y su mayor éxito con "I'm Your Man",
un LP que hace que muchos descubran a un nuevo Cohen que, de todos
modos, no renuncia a sus viejas inquietudes. El disco contiene algunos
temas que se convierten en singles superventas. Las canciones pasan
inmediatamente a contarse entre lo mejor de Cohen.
- First
We Take Manhattan. Uno de sus temas más populares, que marca
la pauta musical del disco. La letra es una reivindicación
de su obra y un ajuste de cuentas a la Sony (que no quería
en un primer momento producir el disco, tras veinte años
de contrato con Cohen) en tono metafórico: "Me sentenciaron
a veinte años de aburrimiento / por tratar de cambiar el
sistema desde dentro / ahora vengo a recompensarles"). Los
coros de su fiel Jennifer Warnes, que adquieren en este disco una
presencia especial, sirven de un perfecto contrapunto a la voz de
Cohen, que llega a su máxima sonoridad justo antes de empezar
a quebrarse por el tabaco.
- Ain't
No Cure for Love. Maravilloso tema de amor, con un estribillo un
poco manido, pero que vuelve sobre su búsqueda espiritual
del amor: "Entré en esta iglesia vacía / no tenía
otro lugar al que ir / cuando la voz más suave que nunca
he escuchado / me susurró al alma / No es necesario que me
perdonen / por amarte tanto".
- Everybody
Knows. Parábola pesimista sobre la sociedad del momento que
anticipa lo que será su próximo trabajo, "The
Future", un disco con un mensaje desalentador y carente de
toda posibilidad de esperanza.
- I'm
Your Man. El amor como sumisión extrema y ridícula.
Una canción con un sentido del humor muy grave y que muestra
las bajezas del ser humano ante el deseo de reciprocidad en las
relaciones amorosas. En sus actuaciones en directo, Cohen solía
enfatizar el tono paródico de la canción con comentarios
sarcásticos.
- Take
This Waltz. Una de las mayores influencias reconocidas por Cohen
es García Lorca (una de sus hijas, de hecho, se llama Lorca
Cohen). Aquí le rinde el homenaje largo tiempo acariciado,
realizando una versión del "Pequeño vals vienés"
de "Poeta en Nueva York". Ana Belén hizo unos años
después una revisión infumable y oportunista de esta
canción de Cohen.
- Jazz
Police. De nuevo tonos fúnebres en una canción con
una importante presencia de la percusión.
- I
Can't Forget. Sensible tema que suena a despedida ("Te he amado
durante toda mi vida / y así es como quiero acabarla")
y con un poder de evocación y sugestión muy fuerte.
- Tower
of Song. Cohen acaba el disco como lo empezó, con un tema
sobre la condición de su oficio y las pocas perspectivas
de futuro del mundo que contempla con sus ojos de poeta melancólico.
Tras
el éxito agotador de "I'm Your Man", Cohen no volverá
a ser el mismo. Su aspecto físico se derrumba, su voz se
rompe y sus próximas canciones se vuelven más desesperadas.
El hartazgo vital hace que se refugie durante siete años
en un monasterio "zen" de Los Ángeles, llevando
una vida totalmente apartada del mundanal ruido. Cuando sus admiradores
ya le daban por perdido, Cohen reapareció, dejó su
cura espiritual y volvió con un nuevo disco, "Ten New
Songs", tan sencillo como tímido. Aunque no parece haberse
reenganchado a la dinámica de giras y promociones, tenerle
de vuelta siempre es alentador en un panorama musical tan necesitado
de voces originales que no se arrugan a los vientos de la moda.
El hermoso vencido vuelve a estar entre nosotros.
Manuel
de la Fuente
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