The
Beatles (1968)
Haz
el amor y no la guerra
Tanto
a neófitos como a conocedores profundos de los chicos de
Liverpool puede resultar extraño el genérico de este
artículo. Aclaración: se trata de comentar el disco
sin título que publicaron los Beatles en el año reseñado
(1968), un álbum que se ha dado a conocer como el "doble
blanco", que explica, pues eso, que el LP es doble y que la
portada es un fondo totalmente en blanco en el que sólo se
lee: "The Beatles".
Esta portada no crean que ha quedado exenta del análisis
sesudos de los aún más sesudos estudiosos de la vida,
música, revueltas y contrarrevueltas de los Fab Four. Al
contrario; esta presentación daría cuenta, según
estos análisis, del retorno a sus orígenes, de la
huida de la parafernalia psicodélica y de la búsqueda
de la sencillez como planteamiento de conceptos tanto musicales
como vitales y estéticos.
Llama la atención, hay que decirlo ya, la intocabilidad de
los Beatles, de la misma manera que no se puede hablar mal de la
monarquía o del Papa. Los Beatles siempre son vistos como
genios insuperables, que lo hicieron todo bien, y que se disolvieron
por un díscolo John Lennon vampirizado por Yoko Ono, una
pseudo-artista de performances que, para más inri, es oriental.
Acabáramos. En el asunto de la disolución de los Beatles
pocas veces (o más bien nunca) se comenta:
- que tanta culpa tuvo Yoko Ono como Linda Eastman, la multimillonaria
esposa de Paul McCartney, una mujer posesiva que, no obstante, siempre
vivió, de manera consciente e interesada, a la sombra de
la popularidad de su marido, a quien introdujo en causas como la
defensa ecológica y animal (eso sí, sin dejar de lucir
ambos ropas de cuero y piel en infinidad de conciertos y actos públicos).
Si vemos el film "Let It Be" (el testimonio más
palpable de lo que ocurrió en las últimas semanas
de los Beatles como grupo), comprobaremos que la presencia de Eastman
es tan presente e inquietante como la de Yoko Ono.
-
que Ringo Starr estaba hasta las narices del resto de la banda (tenía
un fuerte complejo de inferioridad) y que amenazó seriamente
en varias ocasiones con dejar a sus compañeros. McCartney
intentó aliviar esta tensión que se venía produciendo
desde hacía tiempo con algún regalito (como convertirle
en el cantante de su Yellow Submarine), a pesar de que todos sabían
que Starr era un tipo muy majo pero un pésimo batería.
-
que George Harrison también estaba hasta el moño del
ego de McCartney, el bajista zurdo que poco a poco se iba convirtiendo
en lo que más deseaba: ser el líder de la banda, guerra
de la que huía Lennon (el líder natural de la banda
desde su fundación), puesto que pasaba de entrar en peleas
(ni siquiera en contacto) con el susodicho.
-
que los Beatles empezaban a cosechar rotundos fracasos comerciales
(por ejemplo, la película "Magical Mistery Tour"
un capricho íntegramente concebido por McCartney) para los
que no estaban preparados la cohorte de tramoyistas que se ocultaban
tras el montaje de los Beatles.
-
y que, en definitiva, los británicos no tenían propuestas
musicales novedosas, que no podían competir con todo el movimiento
cultural que se había generado ya en Nueva York y que eclosionaría
en los primeros años 70. Los Beatles no sabían hacer
ni siquiera un buen solo de guitarra, y para esa labor tenían
que recurrir a los servicios prestados de Eric Clapton.
A
todo esto, dos puntualizaciones: evidemente, Lennon quería
dejar a los Beatles, pero esa responsabilidad no se le puede atribuir
únicamente a él, ya que la mala gestión de
McCartney y su ego que le llevaba a pensar que el grupo no podía
llegar a sus magníficas propuestas, fueron determinantes
para la disolución de los de Liverpool, que no debe verse
como un hecho triste, sino como una salida digna a un grupo que
no alargó su vida más de lo debido, error del que
son catedráticos los Rolling Stones. Segundo: los Beatles
hacían buenas o malas canciones, pero en los últimos
años 60 se movía una inquietud musical en el rock
en la que la propuesta de los Beatles era repetir su fórmula,
eso sí, añadiendo más instrumentación
en las grabaciones, para dar la sensación de evolución.
De
todo esto es buena muestra el doble blanco, un disco que refleja
una ironía ya en su portada: se puede leer "The Beatles",
cuando en 1968 los Fab Four eran sólo cuatro individuos que
sólo se reunían para grabar a toda leche el material
que tenían (incluso pasaban de acabar algunos bocetos de
canciones que tenían), y que no se preocupaban ni de idear
una portada imaginativa, tras el derroche de imaginación
que habían mostrado los artistas gráficos de carátulas
como las de "Revolver" o el "Sgt. Peppers",
éste último, por cierto, un disco muy sobrevalorado,
pero éste es otro tema. Así que dejemos ya de escuchar
sus canciones al revés, sus letras ocultas y reivindiquemos
una lectura histórica alternativa a los Beatles: ni sencillez
ni nada, fractura de un grupo y poco más.
Lo grave e importante es que esta fractura se lee en cada canción
del doble blanco: Lennon, McCartney, Harrison (e incluso Starr)
cantan las propias canciones que ha escrito cada uno, siguiendo
sus filias y fobias:
- Paul McCartney se mueve entre las baladas lloronas y canciones
tontas ("Blackbird", "Ob-La-Di Ob-La-Da", "Martha
My Dear", "I Will") y sus pretensiones de demostrar
que es un hombre de rock que grita mucho y escribe letras duras
y transgresoras ("Why Don't We Do It in the Road?", "Helter
Skelter").
-
John Lennon aporta la tontería falsamente experimental (y
ya superada esos mismos años) con "Revolution 9",
un pastiche de ruidos que pretende ser una crítica de la
confusión de la sociedad contemporánea. Con todo,
Lennon nos deja, de nuevo, las mejores canciones del grupo, aquéllas
que son las menos conocidas: "The Continuing Story of Bungalow
Bill", "Sexy Sadie", "Happiness Is a Warm Gun",
"Cry Baby Cry".
-
Harrison da poco, como su incapacidad para tocar la guitarra en
"While My Guitar Gently Weeps", pero también deja
"Piggies", una de las pocas canciones de los Beatles que
suponen una feroz crítica social, a pesar de que siempre
se ha dicho que los Beatles eran unos transgresores en sus letras
y bla, bla, bla.
-
Ringo Starr deja un bodrio ("Don't Pass Me By") y lleva
como puede el cacao mental que le supone el pensar qué hará
cuando el grupo se disuelva (¿la respuesta? la sabría
en un futuro inmediato: el alcohol).
No
faltan tampoco las canciones metidas a toda prisa para liquidar
toda la producción beatle antes de la desaparición
(la cara B de "Abbey Road" se convertirá en un
vertedero de proyectos) para evitar en un futuro el robo de canciones
y problemas de royalties: ahí está en el doble blanco
"Wild Honey Pie".
En definitiva, que los Beatles en 1968 no eran ya Beatles, sino
cuatro personas diferentes sin ninguna inquietud en común
y grabando de cuando en cuando un disco para satisfacer todas las
presiones externas e internas generadas en torno a ellos desde el
principio de su carrera. Es indudable que los Beatles es un grupo
interesante que realizó buenos LPs, pero también hay
que considerar que fue un grupo muy controlado y dirigido por mánagers,
músicos, productores y publicistas, y que se convirtió,
ante todo, en el embajador cultural de la Corona Británica
y en uno de los mayores motores económicos del Imperio en
la década de los 60.
El Reino Unido le debe mucho a los Beatles, de ahí esa lectura
oficial de su historia que ha puesto a los de Liverpool a la altura
de Bach o Schubert (no es broma, hay "críticos"
que llegaron en los 60 a hacer estas comparaciones) y que ha negado
elementos más oscuros y aparentemente inofensivos, como su
promoción del consumo de drogas y de la cultura hippie. El
sueño dorado se rompió y hubo que echar las culpas
a Lennon porque fue el único que renunció a continuar
siendo el pelele de Su Majestad la Reina de Inglaterra.
Los discos de los Beatles se volvieron, con los años, muy
conservadores, a pesar de presentarse bajo la fachada de la libertad
y el rechazo al autoritarismo. Nada más lejos de la realidad,
el movimiento beatle pasó de ser el revulsivo social de principios
de los 60 a un cuarteto anquilosado y tan "rebelde" que
cerró su carrera con canciones como "Let It Be"
("Déjalo como está"): "Cuando me encuentro
en problemas / la Madre María viene a verme / y me susurra
sabiamente / Déjalo como está". Como vemos, sensacional
mensaje contestatario.
El doble blanco no deja de tener canciones muy interesantes que
hablan del potencial creativo de Lennon, McCartney y Harrison, a
pesar del férreo control que padecían y que acabaron
asumiendo. Después, cada uno hizo su camino, y McCartney
llegó a cantar con Wacko Jacko (Michael Jackson). Pero no
sólo eso, sino que sigue paseándose por el mundo entero
vendiendo nostalgia barata con olor a naftalina. Sin olvidar sus
ínfulas de gran músico, componiendo alguna ópera
pésima que se estrelló poco después de estrenarse.
Hay que tener morro.
MS
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