Santa
Rita de Casia
Así
las hostias en el Cielo como en la Tierra
La
canonización de Santa Rita en 1900 no hacía sino presagiar
otros grandes momentos en la Historia de la Mujer que llegarían
a lo largo del siglo XX: logros como el sufragio universal, la conquista
de espacios en la vida pública y la igualdad de derechos
no se pueden ver más que como consecuencias divinas del reconocimiento
público, por parte de la Iglesia en la figura del Papa Urbano
VIII, de Margarita, Rita para sus amigos y devotos. "Abogada
de los imposibles", Santa Rita hizo propio el lema "la
paciencia todo lo alcanza" en una lucha basada en la resistencia
pacífica y el rezo, con menos boato y publicidad de la que
gozara, siglos después, un personaje como Gandhi, quien parecería
el Che Guevara al lado de Santa Rita.
Vida de Santa Rita
Santa
Rita nació Roca-Porrena, muy cerca de Cascia (Italia), en
el año de Nuestro Señor de 1381. Hija única
de padres ya ancianos, Santa Rita nunca se sintió como un
accidente de una noche loca de sus padres y decidió dedicar
su vida a cosas útiles: ya muy joven pasaba los días
subiendo a una montaña cercana a su casa para contemplar
los pájaros, los árboles y las flores y pasar muchas
horas rezando. Orando pasaba las noches de claro en claro, y los
días de turbio en turbio. Y así, del poco dormir y
del mucho rezar, llenósele la naturaleza de los milagros
que contemplaba en la Creación. Santa Rita pide a los 16
años a sus padres que la dejen ingresar en el Monasterio
de las Agustinas de Casia, para consagrar su vida a la oración.
Primer
Milagro: la resistencia a los pecadillos de los matrimonios terrenales
No
obstante, en este punto llega el primer Sacrificio de Santa Rita:
es obligada a casarse con Pablo Fernando, quien, a pesar de no haber
protagonizado ningún culebrón venezolano, era dueño
de una importante fortuna. El matrimonio con Cristo tendría
que esperar, y, mientras, Santa Rita tuvo que sufrir a un mujeriego
borracho que se dedicaba a pegar palizas a su joven esposa, amén
de tener aterrorizado, con su carácter, a todos los vecinos
del lugar. A pesar de que los cánones contemporáneos
hacen pensar que lo normal es que Santa Rita hubiera huido de casa,
lo cierto es que prefirió aguantar las palizas maritales
durante varios años en que la confianza en su resistencia
y su Fe en Dios le hacían creer en la redención y
salvación de su descarriado esposo. Santa Rita no se quejó
de las palizas, no recurrió a nadie para que la ayudara,
se confío a sí misma y al Hacedor para convertir su
vida en martirio en pro de la conversión de los pecadores.
Segundo Milagro: el sacrificio de sus propios hijos
Como
no hay uno sin tres, también había tiempo para el
amor entre paliza y paliza, y Santa Rita tuvo dos preciosos retoños,
que heredaron el carácter afable y finas maneras del padre.
Tal es así, que ambos juraron vengar el asesinato de su progenitor,
el esposo de Santa Rita. Con una muestra de amor infinito, Santa
Rita rezó entonces para que sus hijos murieran antes de cometer
este crimen. "Toma mi vida, Señor, e incluso la de mis
hijos, antes de que ellos cometan un grave pecado; si no desisten
de la venganza, llévatelos contigo". El Señor
escuchó sus plegarias y acogió, con su recto proceder,
a estas dos almas de 12 y 14 años de edad en su seno antes
de que culminaran su venganza. "La paciencia todo lo alcanza",
y merced a la oración Santa Rita tuvo el camino expedito
para seguir su Vocación: la Entrega en Cuerpo y Alma a Cristo.
Alguna malpensante alma podrá concluir que lo anterior referido
respondió a una estrategia urdida por la propia Santa Rita
para deshacerse de su familia terrenal. Nos vemos en la obligación
moral de limpiar el nombre de Santa Rita, recordando su trabajo
como abnegada luchadora de los derechos de la mujer ¡en pleno
siglo XIV!
Tercer
Milagro: Santa Rita es aceptada en el convento de las Agustinas
A pesar
de que en la hoja de solicitud del convento ponía muy claro
que no se podía entrar siendo viuda (y menos aún si,
además de haber estado casada, ya no era virgen), Santa Rita
ingresa finalmente en la Orden, tras los continuos rezos a San Juan
Bautista, San Nicolás y, cómo no al jefe del convento,
San Agustín. Una gran caridad y unas fortísimas penitencias
fueron el estilo de vida de Santa Rita en el convento, superando
a todas en abnegación, sacrificio y horas de rezo. No olvidemos
que, en ese momento de su vida, es una mujer feliz, aún más
si cabe que en su matrimonio carnal.
Cuarto
Milagro: Yo tengo un estigma que se cierra y se raja
A los
61 años de edad, es tal su voluntad de identificación
con Cristo, que el Crucificado le hace un estigma en su frente,
procedente de una espina de la Corona. Durante sus últimos
15 años de vida, el estigma no abandona a Santa Rita, y se
convierte en su martirio, teniendo que vivir recluida en su celda
debido al olor que desprendía la herida. No obstante, Dios
aprieta pero no ahoga, y el estigma se cierra ante el deseo de Santa
Rita de viajar a Roma. No era cuestión de ir echando esa
peste por la Santa Sede. A su vuelta al convento, el estigma se
reabre y vuelven el dolor y el olor. Cuenta la historia que durante
la peregrinación Santa Rita era la admiración de sus
compañeras al ver el gozo y amor que exhala. Con todo, de
vuelta al convento esta admiración vuelve a convertirse en
repulsión ante el hedor del Santo Estigma, prodigio de Nuestro
Señor del que pocos santos han gozado a lo largo de la historia.
A los 72 años de edad, Santa Rita enferma, y pasa sus últimos
cinco años postrada en la cama antes de fallecer. Santa Rita
descansa, desde entonces, en un dulce sueño de paz.
El
legado de Santa Rita
Son
incontables los milagros que rodean a Santa Rita, aparte de los
Milagros principales reseñados a lo largo de su vida. A pesar
del olor de sus últimos lustros de vida, el cuerpo de Santa
Rita se mantuvo perfecto durante varios siglos y dicen que incluso
desprendía un buen aroma. En su ceremonia de beatificación,
su cuerpo se elevó y abrió los ojos. Y aun en vida,
un milagro si cabe más prodigioso: en su lecho de muerte,
tuvo un antojo y mandó a una compañera que le llevara
una rosa que florecía en su huerto. Pese a la copiosa nieve,
apareció una esplendorosa flor.
Y narrando
proezas de esta índole podríamos rellenar páginas
enteras. Pero todas ellas no pueden ser comparadas con el legado
espiritual y de conducta que dejó Santa Rita a las futuras
generaciones de mujeres en búsqueda de sus derechos y libertades.
Faro que ilumina innumerables senderos, guía de las mujeres
ante los recovecos de la historia, consejera y amiga del Ser Humano,
como dice una oración en su nombre:
Señor,
Dios nuestro, que concedisteis a Santa Rita la gracia de llevar
en su frente la señal de vuestra Pasión y en su corazón
la caridad ardentísima del vuestro: otórganos por
su intercesión y méritos que amemos a nuestros prójimos,
aunque sean enemigos, con perfecta caridad, y contemplemos perpetuamente
en la espina de la compunción los dolores intensísimos
de vuestra Pasión.
Es
decir, frente a las asperezas de la vida, resistencia y amor infinito
hacia los agresores. El ejemplo de Santa Rita se erige en valor
infinito en estos tiempos difíciles.
Manuel
de la Fuente
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