MANUAL
DE INSTRUCCIONES DEL SIGLO XXI
III.
EL HOMBRE METROSEXUAL
La
muerte del macho ibérico
La
palabra metrosexual es un neologismo de reciente implantación
en el lenguaje de los medios y, en especial, en el sector de moda
y manicura. Casi nadie utiliza este vocablo en su vida ordinaria,
razón de más para que parezca que ya lo recogió
Nebrija en su ‘Gramática de la Lengua Castellana’.
No se inquiete lector. Lectora, no lance fuegos artificiales. Tranquilidad
también, opciones intermedias. En este caso ‘metro’
hace referencia a metrópolis y no a una gozosa mutación
sólo posible en caso de ser mordido por una araña
expuesta a radiación o a un doloroso estiramiento con cuerda
y yunque.
Además,
en caso de que hablásemos de tamaño, seamos honrados,
la palabra sería ‘decímetrosexual’, que
una cosa son los habituales veintiún centímetros que
puede lucir cualquier lector, colaborador o responsable de La Página
Definitiva, y otra las fantasmadas.
El hombre metrosexual responde al modelo de tipo urbano, profesional
liberal, con dinero, narcisista aficionado al gimnasio, las cremas
y los cortes de pelo caros; le gusta la moda, no duda –si
es necesario- en pintarse el pelo, las uñas y lo que haga
falta. Le encantan las compras y es capaz de asesorar a las mujeres
en ese aspecto. Sobre todo, se encanta a sí mismo y a su
espejo. Paradójicamente, se trata de un heterosexual. Para
que sea considerado metrosexual tiene que tener otra característica
indispensable: jamás debe acercarse a un libro, esos engendros
de celulosa.
Salvo en su alergia a la literatura, en España no hay nadie
que responda a este modelo. Lo más aproximado sería
un auditor neurótico y divorciado de 40 años o un
treintañero que vive con sus padres mientras estudia tercero
de filosofía y letras (con algunas asignaturas de segundo).
- “Entonces esta gente vive en ciudades cosmopolitas por excelencia,
como París, Londres o Nueva York”.
Se
equivoca usted en ese punto. La metrosexualidad es un inmenso anuncio,
como se diría ahora, transversal, un modelo inventado por
las agencias publicitarias que beneficia a numerosas industrias:
cosméticos, ropa, centros de belleza, gimnasios, restaurantes,
grandes almacenes etc. Este modelo trata de reflejar al tipo de
hombre que no duda en mostrar su lado femenino, lo que da una idea
del concepto que tienen los publicistas acerca de las mujeres. Con
la excusa de la metrosexualidad se puede vender cualquier cosa de
diseño, por lo que el concepto resulta ideal ideal de la
muerte. Se coge la parte de la sensibilidad femenina más
frívola y rentable para el mercado, se le añaden cuatro
ideas políticamente correctas y media docena de principios
de la venta por correo y... voilà, he aquí el autómata
que nos hará ricos sin plantear problemas, ya que lleva implantado
un pequeño programa de analfabetismo funcional. Todo este
proceso tiene el objetivo de crear lo que parecía imposible:
un tipo que vaya de compras.
Con
esto, y teniendo en cuenta que los niños ya compran a través
de sus padres, a la mercadotecnia ya sólo le queda un obstáculo
para conseguir crear la gran sociedad mercachifle: los muertos que
vayan de compras (todo se andará, y en eso están algunos
genetistas y los responsables de la industria criogénica).
Como todas las imposiciones ‘desde arriba’ de la corrección
política, este modelo se va extendiendo, ya que, al contrario
que las dictaduras tradicionales, el modo de hacer ‘correctito’
no emplea yugo ni látigo, sino que convierte al yugo y al
látigo en artículos de ocasión (y uno se los
lleva puestos).
A pesar
de todo, la imposición de la metrosexualidad ha generado
las protestas de muchos sectores. Reflejamos aquí las más
destacadas de esas voces discordantes:
“Una
panda de mariconazos, una panda de mariconazos, eso es lo que son”
(Juan José López, presidente de la Asociación
Esteso-Pajares para la defensa del hombre-hombre).
“El
abdominal único, esférico, nos retrotrae a la circularidad
de la placenta como un universo ansiado”. (Fernando Mohedano,
en el prólogo de la obra ‘Tabernas inmundas de los
pueblos de Córdoba’).
“Partiendo
del efecto mariposa, podemos considerar que la erradicación
del eructo a causa de la existencia de este modelo de hombre, podría
provocar cataclismos debido a la eliminación de todo ese
aire que antes se expelía. El macho que eructa es básico
para el equilibrio natural”. (Pedro Sáez, tesorero
del Círculo de Investigación Hotentote).
“Una
camiseta de tirantes con bolillas, la curva de la felicidad, una
lata de cerveza, un partido de fútbol en la tele... todas
esas cosas se perderán, como lágrimas en la lluvia”
(diálogo final de Rutger Hauer en la versión extendida
2.0 de ‘Bladerunner’, con el doblaje que ha provocado
tanta polémica).
“Yo
no voy de compras ni muerto. Que vaya Pirri”. (Lema de la
plataforma ciudadana Yo No Voy de Compras Ni Muerto Que Vaya Pirri).
Con
el beneplácito de los informativos y su habitual sección
de pasarela (la que viene un poco después de los asesinatos
del día), la metrosexualidad pronto se instalará en
los pucheros de los hogares españoles, devorando por nosotros
la morcilla y el chorizo, para regurgitarlos de inmediato con la
forma de insípida pastilla alimenticia ideal ideal de la
muerte para el aliento y la línea.
Alfredo Martín-Górriz
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