MANUAL
DE INSTRUCCIONES DEL SIGLO XXI
VII.
LOS PROSPECTOS
La
literatura más rentable
Título:
Inistón Antitusivo
Autor: Anónimo, por encargo de la empresa
farmaceútica Parke-Davis
Categoría: Prospecto de medicamento (jarabe
para la tos)
Siglo: XXI
Aunque avalado por el éxito de ventas, el prospecto del Inistón
Antitusivo no responde al modelo de texto realizado al son de una
moda y con el único objetivo de llegar a las masas. Se trata
de un escrito bien realizado, por momentos emocionante, y que entronca
con la tradición de prospectos clásicos como el de
la Aspirina, el del Voltarén Emulgel, Clamoxyl, Tuselín,
Nolotil, Rhodogil o Augmentine.
Los alegres colores del logotipo de la marca sirven de introducción
para el primer capítulo, dedicado a la ‘composición’.
Este pasaje se resuelve con sobriedad y sencillez, evitando los
giros barrocos que pueden estropear una sección muchas veces
malinterpretada por autores que pretenden complicarla, bien por
mera pedantería, bien por un exceso de celo científico.
En el apartado de ‘propiedades’ se produce un desliz
propio de principiante. Leemos: “La triprolidina proporciona
alivio sintomático en los procesos alérgicos dependientes,
total o parcialmente, de la liberación de histamina”.
Al margen de la cacofonía en –mente, esta sección
tendría que estar mejor explicada. Ese gusto por el término
“sintomático” se ha convertido en un cáncer
del género, en detrimento de la tradicional expresión
“de los síntomas”, y la parte final necesita
de una aclaración sobre la histamina. El resto sí
responde a los que esperamos, tanto en lo que respecta a la pseudoefedrina
como al bromhidrato.
El apartado de ‘indicaciones’ brilla a considerable
altura. Combina la explicación científica con la divulgación
mediante el uso de paréntesis: “Alivio sintomático
de la tos improductiva (tos irritativa y tos nerviosa)…”.
Resuelto en poco más de un renglón, este capítulo
engancha definitivamente al lector.
La parte dedicada a la ‘posología’ se desarrolla
con ritmo hasta que se especifican la dosis para ancianos. Leemos:
“… pero sería aconsejable monitorizar la función
renal y/o hepática…”. De nuevo la sencillez se
topa con un pasaje enrevesado que utiliza un verbo poco ortodoxo
(monitorizar) y se decanta por el siempre desaconsejable enlace
y/o.
Después de estos fallos, el prospecto recobra brío
y encadena tres capítulos impecables, dedicados a las ‘contraindicaciones’,
‘precauciones’ y ‘advertencias’. El pulso
narrativo sumerge al lector en un mundo de peligros cotidianos,
donde no faltan las exposiciones a componentes dañinos, el
riesgo de dopaje o las malformaciones del feto. Si bien se trata
de tópicos del género, están distribuidos y
contados con oficio.
A partir de ahí se produce un contraste que aleja este texto
de otros superventas vacíos de contenido. Esa claridad y
excelente acumulación de tópicos descrita hace que
el lector se identifique con los protagonistas: la triprolidina,
la pseudoefedrina y el bromhidrato. Sin embargo, la sección
de ‘interacciones farmacológicas’ se vuelve hermética.
No se trata de los errores de divulgación o las explicaciones
deficientes de otros apartados. El autor conecta de manera magistral
con la antigua hechicería, con los ritos tribales; y lo hace
desde la modernidad. El futuro enlaza con el pasado mediante términos
como “simpaticomimético” o “efecto hipotensor”,
además de siglas como IMAO.
Esta llamada a lo mágico
desde una perspectiva actual vuelve a enlazar con los capítulos
‘efectos secundarios’ y ‘sobredosificación
y tratamiento’, en la misma línea que ‘contraindicaciones’,
‘precauciones’ y ‘advertencias’, es decir,
narrativa de prospecto en estado puro. El interludio oscuro liga
ambas partes vibrantes, haciendo las veces de eslabón poético
capaz de permitir un descanso y cierta fascinación. En lugar
de decaer, la prosa encuentra en ese punto un modo de respirar,
de recomponerse ante lo que viene. Y es que ‘efectos secundarios’
y ‘sobredosificación y su tratamiento’ suponen
un continuo in crescendo que llega a su cenit con las posibles convulsiones
que requerirían la administración de benzodiazepinas
por vía rectal.
Tras el desenlace apoteósico,
el autor resuelve, como mandan los cánones, con las ‘condiciones
de conservación’, la ‘presentación’
–ambas sencillísimas y solventadas con un simple “normales”
y dos tipos de envase respectivamente- y el cuadrito indicativo
(otro guiño a los clásicos) de que los medicamentos
deben mantenerse fuera del alcance de los niños.
En resumen, un texto muy recomendable
que a pesar de ciertas lagunas contiene todo lo que se espera del
género, desarrollado con una cadencia que va poco a poco
atrapando al lector. No podemos hablar de obra magistral o innovadora,
pero sí de artesanía de calidad, algo más que
suficiente habida cuenta de los derroteros que están tomando
los prospectos, cercanos casi todos a la simplonería de las
indicaciones explicativas de los botes de cremas de afeitar o llenos
de referencias incomprensibles propias de algunos éxitos
del campo de las instrucciones de electrodomésticos. Aunque
desde hace años asistimos al debate sobre la muerte de los
prospectos de medicamentos, algunos como el que nos ocupa demuestran
de sobra que todavía quedan historias que contar sin necesidad
de grandes alardes.
Alfredo
Martín-Gorriz |