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GENERACIÓN AZNAR

1. JUSTIFICACIÓN Y PROPUESTA

El descubrimiento del centro reformista como símbolo identificativo de una generación

 

La sociología se entretuvo en etiquetar generaciones, a lo largo de la última década del siglo XX, endilgando letras a las mismas. Así, en los años 90, a la llamada Generación X sucedió rápidamente la Generación Y. Todo ello en apenas un lustro, con una pasión que se ha detenido a la vista de que, habiendo comenzado por la letra equivocada, el alfabeto no permitía reservar muchos cartuchos más para el futuro, constatación que siempre incita a la prudencia y la economía.

Modas extranjeras (y sospechosas por ello de antiespañolismo) al margen, parece claro que una serie de españoles, que nos encontramos ahora en los diversos estratos de la veintena, compartimos no pocos rasgos que nos singularizan generacionalmente. Para todos nosotros la época más determinante en cuanto a lo que se refiere a las tareas de formación personal que se producen cuando, llegada la juventud, éstas son ya escasamente influidas por el entorno, así como la realización de primeras actividades verdaderamente autónomas (especialmente en el campo que será el rey de la vida social para estas gentes, el del ocio), esto es, la que va desde la finalización de la adolescencia a la definitiva entrada en la estabilización de la vida adulta, ha transcurrido en su mayor parte coincidiendo con el período de mayestática hegemonía de José María Aznar como Gran Hacedor de la política española.

Un miembro de la Generación Aznar es aquel que, haya votado en el sentido que lo haya hecho, ha contemplado cómo, desde que ha podido ejercer ese derecho, era normal y descorazonadoramente rutinario esperar que se llevara el gato al agua el Partido Popular. Si quieren afinar temporalmente un poco más, ciñéndonos a puntos de referencia generacionalmente más válidos (pues la Generación Aznar vive la política con desapego y la entiende como un mero trámite burocrático de escasa relevancia, en el que deposita una pasión más bien escasa y acorde con los postulados pragmático-racionalistas de su comportamiento), los jóvenes Aznar son aquellos que perdieron la virginidad con la tutelar presencia de Aznar como telón de fondo, ya fuera en tanto que carismático Presidente del Gobierno, como martillo opositor a la corrupción, despilfarro y crimen de Estado socialistas o simplemente en sus funciones posteriores de gurú y mentor de su sucesor digital y de la clase intelectual española.

De nosotros, gentes cuya única guía en el mundo de los valores parece estar constituida por una moderna y en ocasiones contradictoria concepción hedonista, sólo podía esperarse que el mundo de los placeres físicos por excelencia se convirtiera en escenario de una soterrada batalla por la supremacía. Concebido el sexo como máximo exponente de esta realidad, no ha de extrañar lo más mínimo que el tránsito de la virginidad a ese estadio de jugador de pleno derecho en el tablero de la aceptación social y tribal pueda servir como baliza más que segura para establecer cuáles son los momentos que, de verdad, marcan las experiencias vitales de nuestra generación y dotan de unidad a sus componentes. Vena competitiva, latente y constante afán de comparación, que es sólo una pálida muestra adicional de cómo relucen estas características en José María Aznar.

Quienes pertenecemos a esta Generación nos sentimos cómodos quedando representados y etiquetados en la figura de una personalidad que, más allá de sus defectos y virtudes, refleja perfectamente el motor último y explicación postrera de muchas de las características de todos nosotros: los complejos mal gestionados.

En próximas entregas vamos a tratar de ir desbrozando poco a poco algunas de las características y puntos de encuentro de estas gentes que hemos crecido, por primera vez en España, en democracia, pero que nos hemos hecho mayores, como quien no quiere la cosa, en pleno aznarismo.

ABP (València)

 
La Radio Definitiva