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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                         AÑO 2004

 

23/12/2004: Rancia Navidad

Esta página ya se ha hecho en alguna ocasión eco del desagrado, fundamentalmente estético, que le producen manifestaciones de tipismo como el Sorteo de Navidad. Un año más, procedemos a abundar en este asunto.

Es preocupante cómo España sigue con sus latentes tendencias pre-medievales tan a flor de piel.

Cómo la justicia social o las pretensiones de distribución de la riqueza se abandonan a un voluntarista ejercicio de auto-convencimiento piadoso con fundamento ideológico en el azar. Porque azar es la Lotería, y voluntarismo puro y duro que siempre nos consolemos con el supuestamente compensador reparto de premios.

Igualmente tenebroso es cómo un país puede llegar a encumbrar al rango de entrañable institución lo que, en puridad, corresponde al mundo de la ludopatía. Y esto nos llevaría a una reflexión de más calado, y devastadora, sobre los estragos que el catolicismo ha conllevado respecto de las maneras socialmente decentes de avanzar en el escalafón social.

Sin embargo, no sabemos bien el motico, pero este año estamos más optimistas y creemos que la cosa no es tan grave. Porque el Sorteo, como la Navidad, fiel reflejo del mundo en que vivimos, se adapta a los nuevos tiempos. Tiempos que no son tan tristes como los de antaño. Y eso se nota. En cositas pequeñas pero significativas, que cambian. Y no nos referimos a la tradicional y destemplante imagen elegíaca de la explotación de mano de obra infantil, habitual enseña de los sorteos navideños, reemplazada recientemente por la exaltación de la explotación de menores inmigrantes (las empresas privadas del ramo, mucho más en la onda, hace tiempo que lo que explotan es la imagen de mujeres de curvas generosas bien a la vista). Sino a algo más sencillo e importante: que cada vez es más patente que las nuevas generaciones pasan "como que bastante" del akelarre lotero y, lo que es peor, de casi la totalidad del resto de significaciones pseudo-espirituales que pretendan darse a las antaño entrañables y humanas fiestas navideñas. Que ahora son poco más que ocio consumista desenfrenado. O sea, como todo el año, pero a lo bruto y con la abuela contribuyendo a financiar el desbarre.

Los jóvenes ni compramos Lotería (ni quieren ni podrían si quisieran, ahogados por la hipoteca y la pasta necesaria para embrutecerse semanalmente como acostumbran) ni nos dejamos engañar: sabemos perfectamente que el premio no da ni para comprar un apartamento en Móstoles. Pero nuestro pérfido materialismo va más allá, y nos hace inmunes al discurso de solidaridad cristiana que trata de impregnar el negocio de la ONLAE para hacerlo digerible. En tal estado de cosas, la Navidad se inicia en España con un espectáculo que es ya, para muchísima gente, sólo casposo y antediluviano. Pero muy poco importante. Y en absoluto serio.

Probablemente, por ello, se trata de un prólogo muy apropiado por significativo de lo que se nos viene encima. De un rancio subido, demostrando que la esencia de esa España eterna, si es que está en alguna parte, la encontramos al fondo del apolliado contenido de algún baúl perdido. Así que, para quienes las disfruten y se las crean algo, si es que queda alguien en tal extravagante situación... ¡felices fiestas!

ABP (València)


 
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