ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2004
03/09/2004:
La cuota de la chaise-longue
Que
España es mucho peor país desde que gobierna ZP es
una realidad más o menos cuestionable. Que la vida política
española, y muy particularmente las aventuras estivales de
sus protagonistas, resultan mucho menos ricas y entretenidas, una
constatación que cualquier persona sensata no tiene más
remedio que compartir.
Como
en tantas otras cosas, se echa de menos a Carlos V-Cincinatus y
su familia, que tantas alegrías de verano nos daban. No es
lo mismo acudir a una competición internacional de fútbol
o a unos Juegos Olímpicos sin que Alonsito, qué simpático,
se reúna en Moncloa con los deportistas de elite españoles,
a la espera de que él mismo se convierta en uno de ellos,
como delantero centro del Real Madrid. Los bodorrios de Príncipes
malcriados y ofrendas reproductoras varias no han hecho olvidar,
ni pueden, uniones más sentidas y entrañables, como
la de Ana y Alejandro. Y, qué quieren que les diga, para
mi unas vacaciones ya no tienen sentido si no aparece Jose Jr. con
su Porsche apatrullando la ciudad o la Riviera italiana a
240 km/h. No obstante, tendremos que irnos acostumbrando a que estas
buenas gentes también se merecen un descanso, por mucho que
a sus admiradores nos resulte difícil aceptarlo.
En
medio del escaso interés que suscita la actuación
del Bambi-Gobierno Zapatero (que logra anunciar sus planes para
cargarse España y dejar que Maragall se coma por las noches
a los niños castellanos sin que apenas nadie preste atención
ni, por supuesto, se inquiete en absoluto; ni la mismísima
oposición, más allá de ver miserables por doquier,
se altera en demasía, como demuestran PP Bono, Rodríguez
Ibarra o Rajoy con sus calmadas reacciones), sin embargo, algo ha
alterado la calma política impuesta por el nuevo talante.
Hablamos de la rutilante aparición de las Zapateritas
(de todas, de la primera a la última, Vicepresidenta del
Gobierno y Ministras) posando en el zaguán de La Moncloa,
que ha conmocionado al mundo.
La
afirmación no es una exageración. Uno, que anda perdido
por tierras germanas durante el verano, está acostumbrado
a que las noticias relativas a España que le llegan sean
las novedades respecto de las andanzas galácticas de las
mediatizadas estrellitas del Real Madrid, la reseña de alguna
derrota de una selección española contra una alemana
en la competición de turno y, hasta que ese gran hombre cayó
en desgracia incluso para la Frankfurter Allgemeine Zeitung,
las puyitas lanzadas por comentaristas conservadores contra Schröder
poniendo como ejemplo a seguir la dinámica y exitosa política
económica de Ánsar. Y, de repente, empieza
a ser bombardeado con referencias a una, al parecer, agria polémica
surgida en España a cuenta de un posado de las Ministras.
Cuando la poco amante de las frivolidades cadena pública
de radio Deutschland Funk dedica espacio al particular, para
además iniciar una discusión sobre el papel de las
mujeres en la vida política, y resaltar el ejemplo español
(puntero, obviamente, en materia de paridad, sea esto algo bueno
o algo malo), pues uno se sobresalta.
Debidamente
informado sobre los detalles de la pazguatada del reportaje de Vogue,
me parece que puede resultar adecuado reflexionar mínimamente
sobre el particular. No tanto en lo que de preclara manifestación
de los devastadores efectos que la profesionalización de
la política ha provocado en los cuadros de los partidos,
que también. Sobre todo porque es inevitable (y, de nuevo,
sin que sea por demás evidente su bondad o maldad) que las
taras del político profesional, verdadero miembro del comité
de empresa del partido de turno, se exacerban en las mujeres que
se dedican a ello, como consecuencia de que la imposición
de cuotas las empujan a primera línea y a puestos de mayor
responsabilidad y visibilidad con más facilidad, como consecuencia
de que, sea por lo que sea (cultura, educación, genes
)
sigue siendo una realidad que tanto las partes más tenebrosas
y lamentables de la actividad política como las más
meritorias y altruistas continúan atrayendo a la misma a
muchas menos mujeres que hombres. Pasa luego lo que pasa, que, insistimos,
no es ni bueno ni malo. Es. Así, en los Gobiernos Ánsar
hemos asistido a la consagración de muy peculiares Ministras,
casi sin excepción. Basta recordar que el consenso público
tiene por las mejores, más capaces, competentes y formadas
de toda la pléyade de Aznaritas a dos elementos como
Ana de Palacio y Esperanza Aguirre (y, lo que probablemente hace
la cosa más inquietante, tememos que con razón).
Esta
visibilidad de la mujer política, a la que inevitablemente,
por falta de costumbre, se la analiza no como política en
su actuar, sino, todavía, como política-mujer, habría
de conllevar (y sabemos que es injusto, pero es así) una
mayor prudencia y contención en la labor pública de
las afectadas. Porque que hagan el ridículo no les afecta
sólo personalmente, sino que injustamente supone un descrédito
de la capacidad del sexo femenino, así, en general. Es una
putada y una manifestación más (porque se da también
en otros muchos dominios) de la necesidad de que la visibilidad
de mujeres en puestos de responsabilidad se normalice e integre
sin más. Pero que ha de tenerse en cuenta. Y que, cuando
la majadería de turno la llevan a cabo todas las Zapateritas
en bloque, inevitablemente conduce a donde conduce.
El
reportaje fotográfico demuestra, probablemente, que culturalmente
seguimos aún muy lejos de superar totalmente esquemas mentales
que, a la hora de la verdad, nos llevan lamentablemente a comportarnos
demasiadas veces como "hombres" o como "mujeres".
No es algo que les ocurra sólo a las Ministras, porque es
obvio que se manifiesta en muchas otras latentes mayorías
silenciosas de una sociedad por lo demás cada día,
en no pocos ámbitos, más femenina. Cualquier hombre
español comprueba con facilidad la alucinante capacidad de
diferencias producto de la educación y de la socialización
en masculino o en femenino que, por ejemplo, y desde una perspectiva
masculina, pueden detectarse todavía en elecciones colectivas
de las mujeres españolas que nos afectan a todos: desde la
perpetuación de la Monarquía (es innecesario explicar
dónde reside su apoyo, incluso en las jóvenes generaciones)
hasta la programación televisiva generalista que padecemos
(hecha con el indisimulado objetivo de agradar a las mujeres de
entre 35 y 55 años, más allá de la concesión
al fútbol).
Lo
preocupante es que, producto de las cuotas, de los calores veraniegos,
de la mera imbecilidad colectiva de sus integrantes, todas las Ministras
del Gobierno, sin excepción ni dudas, ni atisbo de vergüenza
o sentido del ridículo se hayan prestado a perpetuar imágenes
y clichés de un rancio y triste que asustan. Y si cabe más
patético es que a todo el mundo le resulta evidente que sería
impensable un reportaje equivalente con todos los Ministros (vestidos
de futbolista, torero o con chupa de cuero en una moto de gran cilindrada
en Playboy). ¿Cómo es posible que las que inconscientemente
más hagan por perpetuar ciertas diferencias sean no sólo
mujeres sino mujeres en puestos de responsabilidad?
De
la esperpéntica sesión fotográfica se ha derivado,
sin duda, una consecuencia al menos no negativa. Europa ha conocido
a través de esta polémica que en España hay
más mujeres Ministras, diputadas y políticas que casi
en ningún otro país del mundo. Algo que probablemente
es necesario, siquiera sea para descargar a los hombres de tareas
muy duras y demoledoras psíquicamente para cualquiera que
se tenga un mínimo de respeto intelectual como son las actividades
representativas. Y que debiera servir para llevar la reflexión
por otras vías, como los problemas e insuficiencias que existen
todavía en la actualidad para que las mujeres puedan compatibilizar
vida familiar y profesional. Que, por lo demás, debieran
conducir a un debate más amplio sobre cómo las personas
(hombres y mujeres) hemos de organizar nuestras vidas en sociedades
complejas y qué tendríamos que hacer para estructurar
debidamente el aparato social y administrativo al efecto de lograr
un solución satisfactoria.
En
España las Zapateritas tienen una media, más
o menos, de un hijo por Ministra. Los Ministros son padres de una
media de tres hijos. No es un dato inocente, ni el problema que
refleja es sólo español. En Alemania es más
espectacular si cabe. Más de la mitad de sus Ministras, directamente,
no tienen hijos. Y muchas están solteras. No es sólo
una consecuencia lacerante de un modelo de sociedad devastador exclusiva
de la política, además. E, históricamente,
las cuestiones de fondo que plantea no han sido sólo un problema
de mujeres (aunque no se hayan percibido así). Pero, y es
triste constatarlo, en esas seguimos. Menos fotitos ridículas
y más sentido de la realidad.
ABP
(València)
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