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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                         AÑO 2004

 

26/08/2004: Las Supernenas

Hará más o menos diez años (quién sabe, no llevamos la cuenta de estas cosas) llegó a este país con retraso, como siempre, la última gran revolución del siglo: la revolución conservadora. No, no hablamos de la victoria del PP. Hablamos del inicio de las emisiones del programa “Tómbola”. Desde la modesta (en ámbito de emisión, que no en presupuesto) televisión autonómica Canal 9, se ponía en marcha toda una revolución que anunciaba la llegada de los nuevos tiempos que nos tocarían vivir. En los años 50, la televisión norteamericana sacó un buen día a un joven Elvis Presley moviendo las caderas; en los 70, en la tele británica irrumpían los Sex Pistols y mandaban a la mierda a todo el mundo. En ambos casos, nada volvió a ser lo que era. Lo mismo sucedió en España con “Tómbola”. Ni Arias Navarro llorando ni Tejero con la pistola. El verdadero punto de inflexión lo marca el nacimiento de este programa.

Porque a partir de entonces cambiaron los gustos y aficiones de este país. No tardaron en copiar el resto de los canales el formato. Así, la banalidad se apoderó de absolutamente todo. Los debates políticos y sociales, es decir, los debates de contenidos, dieron paso a los debates de famosos, familiares de famosos, amigos de famosos, famosos de tercera categoría, famosos cocainómanos, puteros, analfabetos y chillones. En un proceso rápido y gradual iniciado por “Tómbola”, la televisión inició un camino apasionante hacia la penetración en las cloacas más apestosas de nuestra sociedad, en una dirección que va arrastrando al resto de medios, y si no, vean la foto de primera plana que dedicó “El Mundo” a Carmina Ordónez al día siguiente de su muerte. Que lo banal, lo insustancial, el escaparate y las apariencias se imponen sobre los debates, los argumentos, los razonamientos y la exposición de hechos es algo que ya parece irremediable.

Y sucedió que un día el efecto “Tómbola” llegó hasta un gobierno socialdemócrata, tan caracterizados y preocupados estos tipos de gobierno, al menos en teoría, por el debate de ideas. De hecho, el gobierno de Zapatero se estrenó con una medida que generó un interesante debate: la paridad de cargos públicos, al nombrar al mismo número de ministros de sexo masculino que femenino. Hubo quien pensó que la manera de combatir una evidente desigualdad era predicar con el ejemplo y realizar un ejercicio de discriminación positiva. Hubo, por contra, quien indicó que la estupidez humana no conoce de sexos, y que el hecho de ser mujer no invalida el que alguien sea un idiota perdido, con lo que lo mejor era no preocuparse del número de varones y hembras, sino medir a la gente por sus capacidades para optar a un cargo. De una u otra manera, llegó el verano y, la verdad, había cosas más graves por las que preocuparse que por si el ministro de turno lleva bragas o calzoncillos, o si es calvo, gordo, zurdo, gitano o asmático.

Pero como el calor del verano quema la sesera, intensifica las discusiones de tráfico, y aumenta las broncas tontas en los lugares de fiesta, hete aquí que las ministras de Zapatero, a la salida de un consejo de ministros, posan para una revista de moda, “Vogue” y se arma la marimorena. Esta redacción ha consultado el tema con varios expertos en psiquiatría (es decir, le hemos preguntado a un amigo que está acabando la carrera de psicología) que han determinado que, detrás de la acción unánime de las ministras, se pueden esconder varias causas clínicas.

- Complejo de “Spice Girls”. En el reportaje de “Vogue” se destaca que cada ministra tiene una personalidad diferenciada: una es la madrastra seria, otra es la cachonda cuentachistes, otra es a quien mejor le sienta la ropa, y otra es la que sabe tirarse pedorretas con la boca sin separar los labios. De este modo, se da fe de que cada una es diferente, cada una representa un estereotipo claro en el que se puede identificar toda mujer de nuestro tiempo. Así como las adolescentes elegían a su Spice Girl favorita, cada española puede sentirse más afín a una ministra que otra. Es decir, las ministras piensan en la gente como en votantes anónimos, es decir, como en estereotipos a los que hay que atraer a las urnas en función del estilo con el que vistan o de la piel que luzcan. Para seguir con el cultivo de los tópicos, el próximo paso podría ser que nuestras ministras protagonizaran un episodio de “Sexo en Nueva York”.

- Complejo de “revista del corazón”. Las ministras son protagonistas cuando dan ruedas de prensa o cuando anuncian iniciativas políticas. Es decir, cuando anuncian, por ejemplo, una imposible rebaja del IVA en los discos de música. Pero las cosas no acaban ahí. Las ministras quieren que no les quiten un buen titular ni las noticias del corazón. El reportaje de “Vogue” llega en un verano de dura competencia, en que la muerte de Carmina Ordóñez o la enfermedad de Rocío Jurado amenazaba con el recuerdo del glamour de nuestro gobierno. Ya se ha corregido el error. El reportaje vuelve a ponerlas en primer orden de la noticia.

- Complejo de “este País no es lo que era”. Las ministras tenían, al principio, su verano glamouroso asegurado. Una serie de reportajes veraniegos publicados en “El País” satisfarían, al parecer, la ambición de escaparate. No obstante, hay trabajos y trabajos, y no a todas las ministras les puede parecer bien compartir suplemento estival con Elvira Lindo. Así que se pensó en algo más elevado, en una de esas revistas para las clases medias, con vestidos, modas y propuestas de decoración al alcance de cualquiera. Qué se iban a creer, que son ministras.

- Complejo de “Ana Botella”. La mujer de Ánsar entró en la Moncloa en el año 96 y, visto aquel habitáculo, expresó lo inhabitable que era el zulo, que requería de una rápida redecoración. Así que tiró los bonsáis al retrete y encargó a Ágata Ruiz de la Prada que diseñara la escobilla del cuarto de baño. Las ministras han pasado de la mujer de Pedro Jota (tampoco iban a aparecer vestidas de payaso) y han puesto un punto de encanto a la puerta de la Moncloa, con sofá incluido. La política de escaparate de la mujercísima de Ánsar se ha contraatacado con ocho mujeres juntas, cuales Power Rangers unificando sus poderes.

Se podrá decir que no hay para tanto; por supuesto, hay cosas más importantes que el hecho de que las ministras se pongan guapas (es un decir). Se dirá, incluso, que es para dar publicidad al gobierno, como si un gobierno fuese lo mismo que un refresco de cola, o como si los gobiernos tuviesen que rendir cuentas no por sus políticas, sino por su imagen o por el sexo de quienes ostentan los cargos. Y para quien defienda con encono el gesto de las ministras, hay que advertir:

- Que Pilar Rahola está de acuerdo con el reportaje de las ministras. Cuando la opinión de Pilar Rahola sobre cualquier asunto coincida con la nuestra, es para preocuparse. Que la ex-concejala de Barcelona (la misma que le espetó a un policía que pretendía multarla un no-sabes-con-quien-estás-hablando) tenga espacios en la televisión para expresar sus opiniones, es un atentado a la dignidad de los ciudadanos.

- Que imagínense que llegaran a posar en “Vogue”, todas juntas, Pilar del Castillo, Luisa Fernanda Rudi, Esperanza Aguirre, Isabel Tocino y Ana Palacio. Si asco y vergüenza nos habría dado, por qué cambiar de parecer ahora.

En fin, que caminamos hacia un nuevo y gigantesco escaparate. Sin entrar a valorar de lleno el criterio de paridad, la efectividad de esta política se debería demostrar con hechos y con solvencia en la gestión pública. Lo demás son brindis al sol. Porque, de verdad, ¿qué consigue el gobierno de Zapatero con un reportaje tan ridículo y cursi como éste?

Manuel de la Fuente

 
La Radio Definitiva