ACTUALIDAD
INTERNACIONAL
2005
10/11/2005:
Racaille multicultural en Francia
Francia, el faro del mestizaje,
el adalid de la cultura “de mi pueblo y no más, que
hablan raro”, la luz del mundo, lleva semanas y semanas iluminándonos
con el fulgor de sus coches y contenedores calcinados. Las reacciones
a tal evento, claro está, han sido variadas, y entre la rica
multiplicidad de las mismas, que constituyen un abanico que intenta
abordar el análisis de una sociedad compleja como la nuestra,
cabe destacar dos: a) la culpa es “de la injusticia social”,
o sea, de la derecha fascista; y b) la culpa es de los moros, que
hay que ver lo moros que son, joer, o sea, de la Alianza de Civilizaciones.
En
el pasado LPD se habría decantado sin dudarlo por la opción
a), en la ferviente convicción de que ésta constituye
la vía más rápida para conseguir una subvención,
y quién sabe si incluso un cargo. Lamentablemente, ni una
cosa ni la otra parecen probables, así que no habrá
más remedio que hacer equilibrismo (puestos a no conseguir
subvenciones de nadie, más vale no cerrarnos puertas con
ninguno).
El
meollo de la cuestión comenzó hacia varias semanas
en Saint-Denis, un suburbio del norte de París (conocido
popularmente con el cándido nombre de “Bronx parisino”)
que por razones profesionales (hace ya unos cuantos años
como estudiante, y más recientemente como persona que vive
de los impuestos de casi todos Ustedes) conozco bastante bien. Es
la ubicación de una hermosa catedral gótica depositaria
de los restos de los monarcas franceses, y es, también, un
horripilante suburbio extraordinariamente degradado por la dejación
sistemática de sus funciones por parte de las instituciones
públicas. Casi toda su población está compuesta
por inmigrantes de primera o segunda generación, la mayoría
magrebíes y subsaharianos. Los servicios públicos
se están cayendo a pedazos, las casas, de los años
sesenta, no tienen nada que envidiar al modelo urbanístico
de la Unión Soviética, y los coches, como hemos podido
comprobar, arden cual terreno susceptible de ser recalificado como
urbanizable.
Dispone de una Universidad, París
8, construida también en los años 60 como valiente
ejemplo de voluntad integracionista de la emigración, donde
de hecho se puso el germen de Mayo del 68, y donde, por supuesto,
los “estudios multiculturales” son ley (lo cual no obsta
para que la Universidad se haya pegado décadas clamando por
una parada de metro en el mismo acceso al recinto, no sea que el
camino de veinte minutos desde el tren de cercanías obligara
a ejercer excesivamente el multiculturalismo activo –o sea,
a ser sistemáticamente expoliados por las bandas de ardorosos
chavales que campan por sus respetos).
Saint-Denis
ha sido, pues, el germen de una revuelta que no hace más
que extenderse, motivada teóricamente por dos motivos, a
cual más grave: el primero, la muerte de dos de los chavales
por culpa de la brutalidad policial (se escondieron en un generador
eléctrico para escapar de la policía); el segundo,
el insulto proferido por el ministro del Interior, Nicolás
Sarkozy, llamando a los habitantes de los suburbios “racaille”,
o sea, escoria, chusma, en resumen: “cine español”.
Tal cúmulo de acontecimientos ha provocado la justa indignación
de la sociedad civil, que con gran vehemencia se ha puesto a manifestar
su desacuerdo con la política de seguridad del Estado. Desacuerdo
que se ha hecho bien patente a través de la sistemática
destrucción de lo poco que remotamente pudiera considerarse
servicio público en estos barrios degradados, así
como de las propiedades de sus habitantes (es de suponer que padres
y hermanos de los adalides de la revolución), beneficiándose
en el proceso, claro está, de la escasa dotación policial
en estas zonas (total, para qué, con lo pobres que son).
Aunque a algunos les tira el ímpetu revolucionario, rememorando
glorias pasadas (Mayo del 68, los movimientos antiglobalización),
la verdad es que la cosa no tiene mucho que ver: Mayo del 68 fue
un movimiento generado desde la clase media, la joven generación
que intentaba encontrar el bálsamo de Fierabrás, un
imposible híbrido entre capitalismo y comunismo que generara
la sociedad perfecta (conseguir puestos de trabajo para estar toda
la vida sin dar un palo al agua, como en la URSS, pero al mismo
tiempo ganando una pasta, como en EE.UU.); los movimientos antiglobalización
vienen a ser en esencia lo mismo, pero debilitados por la ausencia
de la URSS (lo que les ha obligado, vista la decadencia generalizada
del Estado del Bienestar, a sustituirlo por chiringuitos privados
pero financiados por la mala conciencia de las instituciones públicas).
Estos
actos de vandalismo, sin embargo, nacen y mueren en el mismo lugar:
en su lugar de origen, ya suficientemente degradado por ellos y
por la inacción del Estado, y ahora directamente destruido.
Salvo entrar en la cárcel, no parece que estas actividades
dirijan a sus autores a ningún empleo estable, por mucho
que ahora la clase dirigente francesa se llene la boca de buenas
palabras o de enternecedores análisis “es que para
ellos es como un videojuego, y claro, ya no distinguen realidad
y ficción”. Mundo digital malo, delincuentes juveniles
niños pequeños. Pues eso.
Mode
“LPD Cheka de la Pradera” ON
Algunos
avezados periodistas se han apresurado a constatar que estos disturbios
ponen de manifiesto el fracaso de la política francesa de
integración. Yo me atrevería a aventurar que, aún
más, ponen de manifiesto también, ya puestos, el fracaso
de mis experimentos para alterar el
continuo espacio-tiempo. Nunca ha habido política de
integración de ningún tipo, ni en Francia ni en ningún
país occidental. Se deja entrar a los pobres porque alguien
tiene que trabajar y hacer que las cosas funcionen, pero eso es
todo. Los inmigrantes se hacinan en el extrarradio y se pasa de
ellos, como si no existieran. Son pobres, sucios y retrógrados,
faltaría más. Más o menos siempre ha sido así,
pero ahora hay dos factores que agravan más si cabe el proceso:
-
Ahora ya no hay enemigo. Desde que el comunismo se hundió,
ya no es necesario mantener el pacto de posguerra que acabó
generando modelos más o menos acabados de Estado del Bienestar,
o “convirtamos a los pobres en aspirantes a ricos para que
estén contentos”. La marea
retro, disfrazando lo que es un evidente y sistemático
acoso y derribo de todo papel igualitario que el Estado pudiera
desempeñar detrás de un velo de inevitabilidad (“no
podemos mantener los servicios sociales, la privada funciona mucho
mejor, hay que posicionarse para competir en un mercado global”),
está retornando a marchas forzadas al siglo XIX. Puede parecer
exagerado, y lo es (recuerden: mode “Cheka de la Pradera”),
pero habrá que ver qué pasa con nuestro peazo sociedad
cuando llegue una crisis económica mínimamente seria.
Mientras tanto, no es difícil de imaginar que si a las opulentas
clases medias se les recortan libertades y servicios sociales (con
el argumento de la seguridad y los abusos generados, respectivamente;
no hace falta ahondar sobre la impostura de lo primero, pero en
el último caso lo sorprendente es que, si funcionan mal,
la solución sea desmantelarlo todo, en lugar de arreglarlo),
a los recién llegados ni agua. Total, ya no hay nada que
ni remotamente pueda reivindicarse como alternativa al paradigma
dominante, y si además tenemos un tonto útil (el integrismo
islámico) con el que justificar todo tipo de tropelías
mejor que mejor.
Mode
“LPD Cheka de la Pradera” OFF
- El inmigrante es cada vez más ajeno. El análisis
político de la señorita Pepis que acabamos de hacer
no difiere demasiado del cálido abrazo que sistemáticamente
las sociedades de acogida han propinado a las sucesivas oleadas
de inmigración. Idealmente el final del proceso depara una
integración de los inmigrantes en el melting pot multicultural
(como atestigua la importancia política, bonanza económica
y capacidad de decisión de los ciudadanos del extrarradio
de Barcelona, por ejemplo), y en realidad, aunque sea un proceso
muy, muy lento, así acaba ocurriendo (no se trata, claro
está, de que los inmigrantes acaben mandando, eso no ocurre
casi nunca –véase de nuevo el ejemplo de Barcelona-,
pero al menos acaban subsumidos en la masa “quiero y no puedo”).
Pero hasta hace relativamente poco tiempo las oleadas migratorias
provenían, en buena lógica, de países geográfica
y, sobre todo, culturalmente cercanos al de acogida, lo cual explicaba,
además, las preferencias de este último para aceptar
a los inmigrantes de un país y no de otro. Sin embargo, en
la actualidad los inmigrantes tienen su origen en unas sociedades
profundamente alejadas, en todos los aspectos, de su entorno social
de referencia. Muchos de ellos parten de una cultura, inútil
es negarlo, paupérrima, carente totalmente de expectativas
de progreso y fundamentada normalmente en patrañas espirituales
(cuanto más retrógradas mejor) que, además,
son la base incluso jurídica del ordenamiento social: o sea,
el Islam. Llegan, además, a países en los que nadie
les hace ni puñetero caso, porque ellos están ahí
para trabajar por cuatro duros y porque no hay más remedio,
a ver qué se han creído, al menos que no molesten.
Confluencia de ambos parámetros, los inmigrantes provenientes
de culturas absurdas y ridículas, en un entorno en el que
están rodeados de inmigrantes de igual procedencia, entre
los cuales tenemos a algunos significados representantes de las
clases parasitarias (la Iglesia) deseosos de no hacer nada y, además,
tener prestigio dentro del grupo y ejercer como jefecillo tribal,
el resultado es el que es: integrismo, exaltación de la ignorancia
y un racismo hacia los individuos de la sociedad de acogida equiparable
al que éstos sienten en sentido contrario.
El
asunto tiene difícil solución. El multiculturalismo,
como opción esgrimida por los bienpensantes, ha fracasado
estrepitosamente. Entre otras cosas porque (y era lógico
que así fuera) nadie, ni los propios multiculturales, se
lo tomó nunca demasiado en serio. La otra opción,
que podríamos denominar tolkienana,
consistente en pasar olímpicamente de los desheredados salvo
cuando, en plan mosca cojonera, asoman la cabeza protestando, es
un camino sin retorno que, no hace falta ser un genio para darse
cuenta, enquistará y empeorará cada vez más
las cosas.
La
solución, si hay alguna, pasa por más dinero (Mode
“LPD Cheka de la Pradera” ON).
Más dinero, en primer lugar, para canalizar los flujos migratorios
hacia los lugares lógicos de acogida (llenar España
de latinoamericanos, en lo que a nosotros concierne, que por razones
obvias son asimilables con mucha más facilidad); más
dinero para reducir en lo posible, mediante la acción del
Estado, los focos de desigualdad. Así a vuela pluma se me
ocurre, partiendo de la posición moderada y razonable que
me caracteriza, a) prohibir la enseñanza privada salvo en
el tramo de la enseñanza superior o, si lo prefieren, que
la enseñanza primaria y secundaria haya de desarrollarse
en instituciones públicas; y si además de ésta
algunos quieren aprender de las monjitas pues magnífico,
pueden ir a cursos complementarios; b) exigir a todos los inmigrantes
la superación de unos requisitos mínimos de conocimiento
del idioma y las instituciones españolas (conocimientos proporcionados,
lo han adivinado, por más enseñanza pública)
antes de conferirles el permiso de residencia permanente, momento
en el cual se les otorgaría también el derecho al
voto; c) establecer, como se indicaba anteriormente, flujos preferenciales
de inmigración, estableciendo dos criterios fundamentales:
1) las similitudes culturales (la referida, y todavía más
evidente en el caso español, preferencia otorgada a la inmigración
de origen latinoamericano); y 2) las características políticas
del país de procedencia (si se trata de una democracia o
una dictadura, vamos; y claro que la culpa de que su país
esté en manos de un dictador no es de los inmigrantes que
desean instalarse en el país de acogida –esa culpabilidad
es privativa de casos tan específicos como el español
y su atávica lucha antifranquista-, pero parece un criterio
de discriminación razonable para propiciar la estabilización
económica de las democracias y, al mismo tiempo, la explosión
social de los regímenes dictatoriales). (Mode “LPD
Cheka de la Pradera” OFF).
Si me ponen una guillotina a mano, me encargo de las reformas yo
mismo.
Guillermo
López (Valencia)
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