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JUNIO DE 2004

14/06/2004: Elecciones Europeas en la Nueva Europa

Si no fuera porque el Gobierno de los Estados Unidos ha abandonado la doctrina de la división de Europa en "nueva" y "vieja" (necesitan desesperadamente un mínimo de ayuda y de legitimidad internacional para que lo de Irak no estalle en un conflicto armado abierto) y porque Francia, Alemania o la España ZP han hecho también el ridículo electoral más espantoso, podríamos decir que sí, que existe una nueva Europa. Y que se parece mucho a Estados Unidos. En plan más entusiasta si cabe.

Contemplar los resultados electorales habidos en toda Europa es francamente decepcionante. Pero sobre todo en la "nueva". Y no tanto porque menudeen más o menos partidos folclóricos, absurdos, ultraderechistas, paracircenses (que también aparecen en estos comicios, menos en España, porque ese espacio político está copado por los defensores de las esencias de Españaza y por la campaña que hace a su favor Jiménez Losantos), en lo que recuerda algunos de los más simpáticos momentos de la política estadounidense. Más bien porque tasas de participación de un 20% en unas elecciones es algo complicado de igualar, incluso para los inventores del censo de pago para negros e hispanos.

Si la "Vieja Europa" puede apelar a alguna excusa (llevan años de experiencia europeísta y están habituados a votar para que luego, la verdad, la cosa ni transpire ni se note, y sobre todo se han quedado, al menos, por encima del 40%), el comportamiento de los recién llegados es absolutamente lamentable. ¿Para qué querían entrar? Démosles la pasta, que es lo que buscan, para que compren armas a Estados Unidos y que al menos no boicoteen la construcción europea desde dentro, estará pensando más de uno. Y, por supuesto, así suspirarán en el Reino Unido, resignados, descubriendo que han perdido su particularismo.

Mientras esperamos a que Turquía revitalice el sentimiento europeísta, logrando que la UE sea fronteriza con los campos petrolíferos del norte de Irak, conviene no quedarse en esta postura. En el fondo la responsabilidad del desastre democrático que han supuesto estas elecciones es de los miembros más antiguos de la Unión, que han sido incapaces de construir un espacio que logre el objetivo de convertirse en una instancia política sentida por los ciudadanos como propia y útil.

Lamentablemente, el "toque de atención" que supone la deserción masiva de los ciudadanos no producirá efecto alguno en la dirección correcta (que debiera ser introducir medidas valientemente federalistas y participativas en la nueva definición de las instituciones comunitarias). La próxima Constitución Europea está bordeando peligrosamente el abismo de verse en la situación de no poder ser refrendada. Es obvio que algo está fallando. Porque falta, sobre todo, Proyecto. Y parece alucinante, a estas alturas, que no haya una verdadera preocupación por lo que pueden llegar a significar estas elecciones: la defunción del verdadero europeísmo y, con él, la definitiva deserción de los habitantes de Europa de un modelo de Unión que sólo interesa y conviene a las elites económicas y a quienes sostienen modelos de convivencia basados en la conservación de los privilegios de casta.

Urge construir un Proyecto Europeo que permita que los ciudadanos europeas, más allá de emplear estas elecciones para castigar al Gobierno de turno, desentenderse de ellas o hacer alguna broma a lo Ruiz-Mateos, sentirse políticamente concernidos. Es decir, rehacer desde cero el Proyecto de Constitución y repensar de cabo a rabo las instituciones comunitarias.

De momento, como de votar se trata, no se entiende que, si se vota, siga haciéndose para una entidad políticamente minusválida. Si la Constitución Europea sólo sirve para consolidar este estado de cosas, sencillamente que eliminen las Elecciones al Parlamento Europeo y que, como antaño, sean los parlamentos nacionales quienes envíen a la representación asignada a cada país. Empezando por ahí, conviene presentar con sinceridad las opciones que queremos. O una entidad verdaderamente política, lo que exige adoptar decisiones coherentes con esta pretensión, o lo que tenemos ahora: abstención lógicamente desbocada y, para rematar la faena, y muy sensatamente, un rechazo ciudadano del Proyecto de Constitución Europea.

ABP (València)

 
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