ELECCIONES
USA 2004
El
absurdo sistema electoral estadounidense
Como
todo el mundo sabe, Estados Unidos es un país mucho peor
que España en cualquiera de los parámetros que se
les ocurra, así que tampoco vamos a ahondar demasiado en
las motivaciones profundas de su ridículo sistema electoral,
infinitamente menos español que el
español. Valga decir que el reparto de poderes, tanto
en el poder legislativo como en el ejecutivo, obedece a una doble
obsesión: a) evitar que alguna instancia acapare demasiado
poder; y b) garantizar la representación y autonomía
de los Estados frente al malvado gobierno federal.
Poder
Legislativo
Por
ese motivo, en EE.UU. existen dos cámaras, al igual que en
España: el Congreso o Cámara de Representantes y el
Senado, que se eligen en virtud de dos modelos distintos: en el
Congreso (438 representantes) los distritos se reparten en función
de la población, pero en el Senado el criterio es equitativo
para con los Estados (100 senadores, a dos por Estado), de manera
que los Estados más pequeños puedan jugar en igualdad
de condiciones con los más grandes al menos en una de las
dos cámaras (esta obsesión de los Estados por no quedar
diluidos en el Gobierno Federal se explica más fácilmente
si tenemos en cuenta la escasa entidad demográfica de algunas
de las trece colonias que originaron la Unión, como New Hampshire
o Rhode Island).
Las
elecciones a la Cámara de Representantes se celebran cada
dos años y también cada dos años se renueva
un tercio del Senado, con lo que los mandatos en esta última
cámara son para seis años. El objetivo, naturalmente,
es asegurar una continua renovación de la estructura política
del Legislativo de manera que la división de poderes (sobre
todo frente al Poder Ejecutivo) sea efectiva (por el mismo motivo,
las elecciones tanto al Congreso como al Senado son uninominales,
es decir, se elige a un candidato, y no a una lista, garantizando
así la autonomía de acción del político,
responsable ante sus votantes, respecto del partido, aunque esto
también genere lamentables prácticas caciquiles estilo
Galicia).
Poder
Ejecutivo
A
diferencia de lo que ocurre en España y sus Elecciones Generales
(que en la práctica mezclan la decisión sobre los
poderes legislativo y ejecutivo), en Estados Unidos se elige al
presidente, como es sabido, cada cuatro años, mediante unos
comicios autónomos, denominados sorprendentemente Elecciones
Presidenciales. Al igual que ocurre en las Elecciones a Congreso
y Senado, el sistema es mayoritario (lo que acaba por garantizar
la instauración de un bipartidismo que en España,
por fortuna, se da en forma más atenuada), y de nuevo, para
garantizar los derechos de los Estados, existen 51 circunscripciones
(los cincuenta Estados más el D. de Columbia, con la capital
federal, Washington). En cada una de ellas se elige a un número
de electores (que luego apoyarán al candidato a la presidencia
al que representan; esto es un trámite-reminiscencia de los
inicios de la democracia americana, cuando los Estados enviaban
a sus representantes con instrucciones claras de preservar ante
todo la sagrada autonomía estatal, en plan hispánico)
que depende fundamentalmente de la población del Estado,
puesto que la distribución de electores (538 en total) depende
de la suma de congresistas y senadores de cada Estado, de manera
que el Estado más poblado (California) reparte 55 electores
a la presidencia y los menos poblados, como Alaska o Dakota del
Sur, un mínimo de 3.
El
problema es que en prácticamente todos los estados (salvo
Maine y Nebraska, que para hacerse los interesantes tienen un sistema
proporcional) el sistema es acérrimamente mayoritario, es
decir, el candidato que gana la votación en un Estado se
lleva todos y cada uno de los electores de ese Estado. Esto puede
generar efectos tan curiosos como que Bush ganara las elecciones
de 2000 con menos votos que Gore (aunque tuvo los votos cualitativamente
importantísimos de los General Pavía del Tribunal
Supremo), y la situación sistemática (y lamentable)
de que los votos del perdedor en cada Estado no sirvan para nada
(es decir, que Bush puede sacar en Nueva York, o Kerry en Texas,
millones de votos sin representación alguna). Esto tiene
el efecto, a su vez, de que lo importante, en realidad, sea ganar
en los Estados más ajustados, donde se dilucidan las elecciones
competidas, como lo es la que nos ocupa, dando por supuesto que
cada candidato ganará en sus feudos particulares, y que la
campaña, por tanto, se concentre en los Estados díscolos,
y no en el conjunto del país.
Sociología
Electoral de Campaña
El
mapa electoral de EE.UU. ha sufrido notorios cambios a lo largo
del último medio siglo, tanto en el aspecto demográfico
(con un aumento sistemático del peso electoral del Sur y
la Costa Oeste en detrimento de los Grandes Lagos y la Costa Este)
como en el sociológico. Durante más o menos un siglo
el Partido Demócrata se benefició del apoyo electoral
sistemático de lo que se llamó el “Sólido
Sur”, es decir, los Estados esclavistas que formaron la derrotada
Confederación. El motivo, claro está, era que los
republicanos, con Lincoln a la cabeza, eran significadamente antiesclavistas
y provocaron el hundimiento económico del Sur (y, sobre todo,
de las casas de campo señoriales del Sur) con la abolición
de la esclavitud. Sin embargo, no parece que el Sólido Sur
fuera de gran ayuda para las expectativas electorales de los demócratas,
puesto que los republicanos siempre o casi siempre contaron con
suficiente preponderancia en los Estados del Norte (mucho más
poblados e industrializados) como para llevarse el gato al agua.
Desde la Guerra de Secesión hasta la aparición de
F.D.Roosevelt, apenas pueden contabilizarse presidencias en manos
de los demócratas; ahora mismo recuerdo a Grover Cleveland
y Woodrow Wilson (el destructor de Europa -y creador intelectual
de la Segunda Guerra Mundial- con su delirante apoyo al nacionalismo
y su apoyo a la política de sanciones a Alemania, si seguimos
la revolucionaria doctrina de Pío Moa “la culpa del
Golpe de Estado del 36 es de la izquierda”).
Después
de los años de Roosevelt, republicanos y demócratas
se diferenciaron mucho más claramente desde el punto de vista
político, sobre todo a partir de la presidencia de Lyndon
Johnson y su apoyo a los derechos civiles de los negros, que provocó,
al mismo tiempo, la deserción de los Estados del “Sólido
Sur”, a partir de entonces predominantemente republicanos
(salvo en los años de Clinton), y el apoyo firme de los negros
(casi un 90%) a los demócratas (de poca incidencia en las
elecciones por su escaso índice de participación,
así como por la idea de que los negros serían “voto
cautivo” para los demócratas, con lo que nadie se molesta
en hacerles mucho caso).
Básicamente,
diferenciando por regiones, y siguiendo las líneas de fuerza
de los últimos 20 años, la situación es como
sigue:
- Costa Este: Barullo de progres concentrados en Nueva York que
siempre o casi siempre votan demócrata, con algunos Estados
ocasionalmente díscolos (en particular, Virginia).
- Nueva Inglaterra: centro neurálgico de la progresía
estadounidense, con Massachusetts y su capital, Boston, como ejemplo
paradigmático. Estados pequeños y poco importantes
a los que no hace caso ninguno de los candidatos.
- Sólido Sur: Estados ex confederados donde el integrismo
religioso manda (algunos de ellos forman lo que se ha dado en llamar
el “Bible Belt”, "Cinturón de la Biblia")
y Bush manda aún más. Las disputas se concentran en
el más poblado de los Estados, Florida, que es también
el más ajeno a dicho integrismo religioso, dado que Florida,
y sobre todo Miami, en realidad, es más bien la capital de
Hispanoamérica que un Estado de EE.UU. Así que ahí
lo importante es escoger el sector de hispanos a los que dar gusto
y ofrecer políticas para la Tercera Edad, el otro factor
electoralmente importante.
- Grandes Lagos: Zona industrial de grandes ciudades (Detroit, Chicago,
Indianápolis, Cleveland, Cincinnati, …) en perpetua
“minirecesión” económica. Aquí
se concentran algunos de los estados más disputados, y más
importantes dado su elevada población, como es el caso de
Ohio.
- Medio Oeste: Línea de Estados que va desde Minnesota hasta
Texas cruzando el país de norte a sur, y que separan la América
industrial del Este de la América Profunda. El apoyo a Bush
aumenta conforme el Midwest toca con el Sólido Sur, con el
emblemático ejemplo de Texas.
- Oeste: América Profunda. Gran número de Estados
absurdos, con muy poca población, creados para rellenar el
mapa donde Bush, con alguna excepción (Colorado, Nuevo México),
manda aún con mayor firmeza que en el Sólido Sur.
- Costa Oeste: Barullo de progres paralelo al de la Costa Este,
los que podríamos llamar “nuevos progres” igual
que son nuevos ricos dedicados a actividades poco serias (Hollywood,
el sector de las Nuevas Tecnologías, o, lo que viene a ser
lo mismo, fuegos de artificio). Dominio casi sistemático
de los demócratas, sobre todo en California (salvo en la
era del reaganismo aplastante), aunque la incompetencia de Kerry
puede hacerle perder Oregón.
Guillermo
López (Valencia) |