ELECCIONES
USA 2004
El
rock contra Bush
Una
de las píldoras que han ido salpicando las noticias del seguimiento
de la campaña electoral en Estados Unidos ha sido la de los
músicos rock que se han manifestado, e incluso cantado, en
contra de George W. Bush. Los medios de comunicación españoles
han actuado, fieles a su tradición, ofreciendo un simpático
sesgo ideológico a estas noticias. Por un lado, los medios
progres destilaban un tufillo de paralelismo con el caso español.
Vamos, como si ser un músico rock famoso equivaliese a ser
un agente de la SGAE o un tipo que no se sabe muy bien en qué
trabaja pero que aparece en cualquier sarao, estilo Forrest Gump.
Por el contrario, los medios conservadores dejaban caer que los
músicos en realidad lo que hacen es interferir en la campaña
al hacer llamamientos interesados a favor de un candidato determinado
(el demócrata, claro, ya que, para estos medios, no hay ningún
problema si alguien apoya a Bush). En fin, lo de siempre.
Pero más allá de la ingenuidad de unos y otros, más
allá de los amagos de comparar a Bruce Springsteen con Ramoncín
o a REM con Amaral, más allá de ver a los músicos
como integristas radicales capaces de dinamitar la Casa Blanca,
lo cierto es que, a grandes rasgos, la historia es siempre la misma:
cuando se trata de apoyar, la gente de bien suele inclinarse por
el candidato demócrata, y los sinvergüenzas se van al
lado republicano.
Existen, cómo no, las excepciones y los casos curiosos. Ahí
está el de un cantante (no de rock, pero que también
ha trabajado con artistas rock) como Sinatra. Éste hizo lo
que sabía hacer mejor que nadie: llevarse bien con todo el
mundo. Apoyó siempre al caballo ganador, y su momento de
cumbre llegó con el gobierno de Reagan, ya que era el auténtico
confesor de Nancy Reagan, a la que consolaba del temor que tenía
esta señora a envejecer. Cuentan las malas lenguas que incluso
tuvieron más de algún revolcón en sus numerosos
encuentros en la Casa Blanca, y otras lenguas, peores aún,
lo desmienten afirmando que, desde los años 70, Sinatra padecía
de impotencia. Detallitos morbosos (y envidiosos, sin duda) hacia
la capacidad de engatusar al personal que tenía el gran crooner.
Lo
cierto es que los años de Reagan fueron los más efectivos
en la paralización de cualquier forma de oposición
proveniente del mundo del rock, lleno de pervertidos sexuales, como
el presidente cowboy llegó a decir en alguna ocasión.
Reagan impuso una fórmula especial: ser muy simpático
con los medios de comunicación y muy amenazante con la industria
musical, en plan, chavalín cuidado que si tu radio emite
algún disco en que aparezca la palabra "sexo" pues
a lo mejor a lo mejor no se te renueva la licencia de emisión.
Así, nadie se movió en aquellos años de guerras
de las galaxias y luchas contra la pornografía, y sólo
algunos locos marginales (Jello Biafra o Frank Zappa, por ejemplo)
clamaron en el desierto.
La
foto más siniestra que queda de aquella época es el
video-clip de "We Are the World", una canción compuesta
por Michael Jackson y Lionel Richie para paliar el hambre en África.
En aquel año, 1985, un puñado de artistas (todos ellos
con buenas intenciones) se metieron en un estudio de grabación
para formar un numeroso coro: Bruce Springsteen, Ray Charles, Bob
Dylan, Paul Simon, Stevie Wonder
Todos ellos a la espera de
tiempos mejores y sin nada que protestar más que por el hambre
en el continente negro. Todo ello bajo la firma, recordemos, de
un cantante que no quería ser negro y que había compuesto
una canción que hoy da escalofríos escuchar: Michael
Jackson con su "We are the world, we are the children",
tiene mucha tela freudiana en su interior. Tal vez avergonzados
de aquel episodio (o de todo lo que ocurrió en los 80 en
general), nadie se atreve a desenterrar aquel vetusto video-clip.
En los 90 llegó el aburrimiento (es decir, Clinton y Nirvana)
y todo se hizo más previsible, se respiraba un ambiente de
libertad en que los jóvenes empezaban a llevar ropa carísima
que simulaba ser del rastro (ésa fue la máxima preocupación
del grunge) y el presidente esparcía sus soldaditos cargados
de ADN en el vestido de una becaria. ¡Qué se podía
esperar de un tándem (Clinton/Gore) que habían elegido
una canción de Fleetwood Mac ("Don't Stop") como
tema de campaña! Pero los republicanos no fueron a la zaga,
y superaron el listón: queda la posteridad la adaptación
que hizo Bob Dole del "Soul Man" de Sam & Dave, que
convirtió en "Dole Man". No era el descaro de Reagan,
que intentó apropiarse de una canción antimilitarista,
"Born in the USA", del mismo modo que Rambo se apropió
de la legitimidad moral de la guerra del Vietnam. No era descarado,
pero era divertido.
La
llegada de George W. Bush a la Casa Blanca ha demostrado, con todo,
que las cosas pueden ir a peor en cuanto a gustos musicales se refiere.
La principal baza se encuentra en Britney Spears, esa rubia que
un día dice que llegará virgen al matrimonio y que
al día siguiente se da un beso en los morros con Madonna,
otra oportunista como ella. Pero no acaba aquí. El elenco
de personajes que apoyan a Bush no tiene desperdicio: Tom Selleck,
Mel Gibson y Bo Derek, entre otros. Bush ni siquiera ha intentado
dotarse de un corpus intelectual estable como hizo su compañero
de borracheras invasoras, Josemari Ánsar, que, al menos,
intentó en su primera legislatura apropiarse nombres como
Popper o Max Aub.
Además,
a Bush hay que reconocerle que es un inútil. No sólo
ha permitido la movilización del grupo "Rock the Vote"
(formado por diversos actores y cantantes que han realizado una
intensa campaña de registro de votantes); no sólo
se ha encontrado con una granada representación de Hollywood
en su contra (Danny DeVito, Michael J. Fox, Matt Damon, Ben Affleck,
Barbra Streisand y Whoopi Goldberg, entre otros); no sólo
ha permitido que alguien como Michael Moore venda sus películas
hasta en Europa. No. No sólo todo eso, sino que no lo ha
impedido. ¿Para qué, entonces, el "Patriot Act"?
¿Para esto tuvimos un 11 de septiembre?
El
partido republicano ha perdido el norte. Ni arropado por todo el
gabinete de su padre ha podido George Bush controlar a toda esa
caterva de impresentables que se merecerían estar en Cuba,
bien en suelo cubano, bien en suelo norteamericano (Guantánamo).
George ha defraudado a propios y extraños, ya que a nadie
le importa el apoyo de Britney Spears ni de cualquier cantorcillo
country de tres al cuarto. Ni con toda la televisión a su
alcance emitiendo con retraso la ceremonia de los Oscar para evitar
que se convirtieran en los Goya, ni con Oliver North de comentarista
en televisión, ha podido George Bush controlar ese gentío.
Que se vaya a casa. Y que venga un republicano como Reagan: sensato,
simpático, bonachón y un buen estadista. Eso es lo
que necesita el país. Que luego llegan los liberales y lo
dejan todo perdido y en manos de Bin Laden. Como en España,
vamos.
Manuel
de la Fuente
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