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Debate sobre los nacionalismos

Un país en el diván, por Álvaro

 

- ¡oh! ¿qué eh eza ejtraña abundansia de queízmoh y dequeízmo en el hemisiclo?
- zon loz catalaneh, la plaga de la langojtah, que ze lo vieneh a llevar toh
- ¡¡¡ temporum finis!!!

(Diálogo imaginario entre dos filólogos madrileños)

La primera ocasión en la que un servidor tuvo constancia de este fenómeno fue aquel verano en el que Georgie Dann vio consternado cómo el dúo de humoristas cantores, Tamayo & Saez, le arrebataba todo el protagonismo mediático en la Comunidad de Madrid, cuya Asamblea atravesaba por una situación muy tensa con debates encendidos y crispación ilimitada. En una ocasión, entre vilipendio y vilipendio, un portavoz del Grupo Popular cogió el toro por los cuernos y le recomendó a Simancas la lectura del libro "Checas de Madrid" del prodigioso intelectual y precursor César Vidal, añadiendo la coletilla de que (aprox.) "así es como querría usted tener Madrid".

Federico Jiménez Losantos y el término "guerracivilismo", el ascenso de ERC a todos los niveles, el reto del lehendakari Ibarretxe con su Plan y las asociaciones por la recuperación de la Memoria Histórica exhumando cadáveres para enterrarlos dignamente, sumado todo ello a los libros de Pío Moa reseñados, repudiados o ensalzados en todos los periódicos y el gran empuje inicial del éxito de ventas de la novela "Soldados de Salamina" de Javier Cercas, ha llevado a España a una histeria colectiva de volver la vista atrás para justificar el presente y condicionar el futuro.

Con Felipe González en el poder, estos temas no supuraban. Se limitaban a las campañas electorales, donde Alfonso Guerra definía el regreso de la derecha como "que vienen los de siempre", mientras Aznar presentaba reediciones de los diarios de Azaña en el Círculo de Bellas Artes -con muy buen tino, verdaderamente y por mucho que digan, porque con ello daba carpetazo al cainismo del 36- pero actualmente, en el debate para admitir a trámite el nuevo estatuto de Cataluña, como no podría ser de otra forma, se hicieron muchas referencias a la Guerra. Puede que demasiadas. Que no es necesariamente negativo, pero que merece la pena analizarlo:

Puigcercós: "El catalanismo político [...] nunca ha dado la espalda a las libertades democráticas (...) ejemplos históricos no faltan (...) participación activa en la lucha antifascista entre los años 1936 y 1939 (...) Cataluña siempre estuvo en primera línea". Lo cierto es que durante la guerra el gobierno español legítimo y la Generalitat entraron en conflicto en varias ocasiones. Es más, desde que fueron promulgados los Estatutos, el choque no cesó. Lo cuál es lógico, pero el problema surge cuando los desencuentros se producen en un clima caótico, de desconcierto, en el que el gobierno republicano agonizaba para poder retomar las riendas de su cometido, gobernar, tras el impacto inicial del levantamiento militar. Porque, en esta situación, la Generalitat tomó las siguientes decisiones unilaterales que despreciaban en la teoría y en la práctica el propio Estatuto de Autonomía:

25 de Julio de 1936: Decreto del poder regional catalán por el cual desaparecían los representantes del gobierno de la República del Consejo directivo de la Segunda Enseñanza. Es decir, se apropió de la Universidad.

20 de Agosto de 1936: Se traspasa al Departamento catalán de Gobernación todas las funciones de la delegación nacional de la República en Cataluña: aduanas, pasaportes, etc...

28 de Agosto de 1936: La Generalitat funda el Banco de Descuento Oficial para crear un sistema propio de Banca central y emisora. Reciben del gobierno nacional cincuenta millones de pesetas para gastos de guerra, treinta millones de francos para adquirir materias primas y la autorización del Centro de Contratación de Moneda para obtener cien millones de pesetas en divisas, pero se negó a contribuir con 373.176 pesetas oro y 1.060 pesetas plata al fondo de reservas metálicas de la nación para impedir la ocultación y la exportación clandestina.

15 de Octubre de 1936: El President se arroga la facultad de indultar, lo que era un derecho privativo del Jefe del Estado

21 de Octubre de 1936: La Genralitat se atribuye todas las funciones de la Cámara Oficial de Comercio y Navegación de Barcelona

20 de Noviembre de 1936: Tarradellas desarrolla definitivamente el nuevo sistema financiero independiente de Cataluña con cincuenta y ocho decretos promulgados por El Presidente de Cataluña: Plenos poderes para la unificación de las finanzas catalanas, lo que prevé la nacionalización del comercio exterior.

Manuel Azaña, natural de Alcalá de Henares y residente en Madrid, es probablemente la persona "no catalana" que más ha luchado en la historia de España por dotar a Cataluña de su propia autonomía. Hay toneladas de escritos suyos en los que manifiesta la buena fe de los nacionalistas catalanes y su coincidencia de ideas. Valga un ejemplo: (Discurso a las Cortes, 22 de Octubre de 1931) "Esos hombres, para nosotros representan un sentido de libertad republicana y un sentido de autonomía que coincide exactamente con los programas, con las ideas y con los propósitos de nuestro partido republicano". Más adelante, el 22 de mayo de 1932, también en las Cortes, Azaña denunciaba una situación exactamente igual a la actual de 2005: "Se ha producido en España, con motivo de la discusión parlamentaria del Estatuto catalán, una agitación, una propaganda, una alarma infundadas (...) la única manera de resolver el llamado problema catalán, es resolverlo en sentido liberal". Por su parte, los nacionalistas catalanes esgrimían su buena fe: "Por primera vez en la historia, hemos iniciado el camino de una acertada y justa organización política interior..." La II República pasó este trecho de la mano de Azaña enfureciendo a la oligarquía y al Ejército. Pero, bien entrada la Guerra, en 1937, Azaña, decepcionado, escribía en su La Velada en Benicarló: "El gobierno de Cataluña, por su debilidad y por los fines secundarios que favorece al amparo de la guerra, es la más poderosa rémora de nuestra acción militar. La Generalidad funciona insurreccionada contra el gobierno. Mientras dicen privadamente que nadie piensa en extremar el catalanismo, la Generalidad asalta servicios y secuestra funciones del Estado encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece (...) Cuando la Generalidad lanzó de una vez cincuenta y ocho decretos cada uno de los cuales era una transgresión legal, no ha obtenido la observancia de ninguno, porque a los sindicatos no les gustan, con eso disfrutamos la doble ganancia de entrometerse la Generalidad en lo que no le compete y la desobediencia anárquica. Ya se está viendo la repercusión en la guerra. Un país rico, populoso, trabajador, con poder industrial, está como amortizado para la acción militar. Mientras otros se baten y mueren, Cataluña hace política. En el frente no hay casi nadie (...) en Cataluña no han organizado una fuerza útil después de oponerse a que la organizase y mandase el gobierno de la República (...) Como nación neutral, observa alguno, hablan de la guerra en Iberia ¿Iberia? ¿Eso qué es? Un antiguo país del Caúcaso... Estando la guerra en Iberia puede tomarse con calma... A este paso, si ganamos, el resultado será que el Estado le deba dinero a Cataluña (...) Cataluña ha sustraído una fuerza enorme a la resistencia contra los rebeldes y al empuje militar de la República".

Con esta contextualización de la cita histórica del diputado de ERC, no pretendo sustraerle valor. Es innegable que el catalanismo ha aportado a la historia de este país ideas preclaras. Propuestas que generaron conflictos, pero que hoy están asentadas y conforman nuestra forma de vida, pacto social asumido por todos, incluido el PP. Puigcercós no ha mentido ni divagado, pero sí ha abierto un armario en el que a mi juicio, y como he tratado de explicar, hay muchos más trastos que los que él vagamente describe. Pero sigamos:

Manuela de Madre: “Señorías, la España franquista me echó de mi tierra, de Huelva. La España franquista obligó a muchas familias a emigrar contra su voluntad en busca de un futuro mejor. Lo encontramos en Cataluña”.

Es cierto, pero no del todo. Las migraciones en España a las que hace referencia se originan en el siglo XIX. Una de las más masivas, por ejemplo, fue la diáspora de braceros vascos. Campesinos sin tierra que trashumaban por el país en busca de trabajo temporal y que fueron asimilados -sin grandes aspavientos de los naturales- en regiones levantinas y Murcia, donde aún hoy permanecen numerosos apellidos vascos. Poco después, vieron que debajo de la chapela, bajo los pies, había hierro, un mineral en unas condiciones formidables que se podía extraer con facilidad y que prácticamente no precisaba de costosos procesos de extracción y depuración. Entonces, las migraciones, en un país desestructurado como pocos, tuvieron el norte como destino. A su vez, la industria textil y, en consecuencia, un importante sector comercial y manufacturero florecía en Cataluña, lo que envió allí masas y masas de desheredados castellanos, andaluces y extremeños. Pero no fue Franco quien desencadenó la migración, aún no se había llegado a la segunda década del siglo XX. De nuevo, la diputada catalana, esta vez del PSC, no miente. La Reforma Agraria que tan desesperadamente perseguían los gobiernos progresistas de la II República respondía a una necesidad vital de articular, no ya de repartir riqueza, sino de ofrecer alguna forma de vida a tres cuartos de población de la nación española. No es necesario enredar en las condiciones de vida de gran parte de este país en la década de los treinta, donde la propiedad estaba asida por el puño de hierro de una oligarquía tan egoísta como improductiva y, graciosamente, propensa a la fuga de capitales. Es pues, en cierto sentido, verdadero que Franco, al dinamitar el proceso de construcción nacional español de la II República, la echó de su tierra. Pero no es exclusivo, como se sobreentiende de su cita. Aunque quizá podría afinar mucho más su alusión a la Historia si, del tirón, enlazásemos con la cita histórica del diputado del PNV y la acomodásemos en su contexto:

Erkoreka: (cita al Lehendakari Aguirre, respecto al estatuto catalán) "Recibid la adhesión entusiasta de este partido en una ocasión como ésta que sirve para afirmar los ideales que en nosotros y vosotros son los comunes (…) Hoy se discute vuestro estatuto y mañana lo hará el nuestro y todo ello por el bien de ellos, por la República”.

Por la República y por el estatuto catalán, el gobierno ofreció al PNV un estatuto de autonomía para adherirle a la lucha antifascista. Éste constituyó un ejército exclusivamente vasco, los gudaris, en el que se dieron las más sonoras traiciones. Bien entrada la contienda en el País Vasco, a la deriva, Azaña escribe: "Me ha ampliado Prieto las noticias que tenía sobre la defección de los nacionalistas en Bilbao. Cinco batallones se pasaron al enemigo, entregándole la orilla izquierda del Cadagua. También se pasaron los que defendían Portugalete...”. Sin más entresijos, la batalla estaba perdida, pero no la guerra. Indalecio Prieto advertía de: "la enorme responsabilidad que sería entregar mediante una retirada precipitadísima toda la potente industria de Vizcaya que casi exclusivamente radica en la orilla izquierda de la ría, desde la capital a la desembocadura del Nervión". Ante el problema, el Lehendakari Aguirre dio orden de no destruir los Altos Hornos: "Bastaba, y ha bastado, con apagarlos y algún desperfecto bien pensado para que no puedan utilizarlos en muchos meses". Alberto Bru, Jordi Pedrosa y Txema Prada escriben en La Guerra Civil en el País Vasco: "Los hechos no confirmaron esa visión optimista del Lehendakari Aguirre; la producción siderometalúrgica del segundo semestre de 1937 aumentó, a veces en más del 100 por 100… la del primero en 1938, la producción se triplicó". Luego vino la célebre rendición de Santoña, en la que medió Aguirre, que dejó desprovisto al Ejército Norte de la mitad de sus fuerzas, lo que permitió a esas fuerzas armadas surgidas de una de las siete provincias de Euskadi, los Requetés, tomar la franja cantábrica de España con el irreparable daño para las aspiraciones de la República y, en consecuencia, de la Generalitat. Así que a la hora de demostrar que la lucha de Cataluña era también la lucha de Euskadi, habrá habido un sin fin de ocasiones, pero ésta no. En esta ocasión la lucha del PNV con el Lehendakari a la cabeza se limitó a los duros, “la pela”, en catalán.

Con este indiscriminado ladrillo no vengo a decir que las citas sobren o estén mal traídas. Aunque si soy sincero, el instinto me dice que las introducen en sus discursos para dotarles de una trascendencia, al discurso y a los hechos, que por sí solos no tienen. Pero el problema no es ese, el problema es que, en este país, nación de naciones, estado represor o casa de citas –como prefiera- estos guiños a la Historia, dadas las características psicopatológicas de la nación, son altamente nocivas.

Los países normales albergan entre sus ciudadanos un consenso en torno a la Historia común. Existen unos hechos clave juzgados como “buenos” o “malos” de forma unánime. En España no. España sufre desdoblamiento de personalidad. Aquí no es que nos peleemos por ver quién tiene los testículos más negros y más gordos para poder afirmar, siempre en contra de otro, individual o colectivo, quién fue el malo de la Guerra Civil del 36, en este país es que aún no está consensuada la interpretación histórica del Imperio de Carlos I y Felipe II. Aún hay quien habla del pasado glorioso del único Imperio en la Historia que cuando ganaba guerras no generaba riqueza, sino al contrario. Luego la lectura de nuestro siglo XIX es un sin dios: los nacionalistas simpatizan con los carlistas, los sectores afines a la Iglesia cargan contra las revoluciones liberales, la derecha actual de repente se pide el estandarte de aquellos liberales y toma La Pepa como un logro suyo en propiedad… en definitiva, carne de diván.

Aún así, la psicopatología grave no es ésta, sino el Edipo de la Guerra Civil. Yo creo que es por indigencia intelectual, pero a la vista está que en España la lucha antifranquista está envuelta de un halo romántico tan atractivo que da la impresión de que mucha gente metida o aficionada a la política, por pereza, por pasotismo, por eso tan bonito de inventarse la realidad para vivir en una ensoñación a cuerpo de rey, opta por comportarse como si siguiese vivo el dictador. Explicado en el diván: La II República es la madre calurosa y afectiva. Todos queremos a la madre porque con ella todo es posible y maravilloso. Y Franco es el padre. Castigador, que posee a la madre relegándonos a la castración. Por eso tenemos un complejo de Edipo sin superar y nos pasamos la vida derrotando la imagen del padre. Por eso estamos en 2005 y nuestros políticos no dan para más que para echar flores a vagos conceptos históricos insertados en el debate de forma rústica y pueril, que confieren características mesiánicas a todo lo que una mente monocromática sitúa enfrente de Franco. Si cualquier persona que se acerca a la Guerra con un mínimo de curiosidad, honestidad y rigor, lo primero que aprende, si bien es innegable que sólo había un culpable, por supuesto, es que se trata de un acontecimiento profundamente complejo en el que, de entre los protagonistas de primera fila, sólo cuatro gatos mal contados, que lo normal es que hoy sean vilipendiados, tuvieron una conducta intachable, es a todas luces irresponsable que se borden banderolas tan alegremente con nuestra Historia.

En resumen: Señores, que de todos los que tienen que tomar nota de lo ocurrido en la Guerra Civil, los nacionalistas vais los segundos en la lista. Así que no os las deis de héroes y menos en Madrid, la última ciudad del país en la que Francisco Franco plantó sus cuartos traseros, copón ya.

Álvaro (LPD)


 
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