Debate
sobre los nacionalismos
Resumen
muy libre del Debate sobre el Plan Ibarretxe,
por
Mariano Estrada
En la intervención de don
Juan José Ibarretxe –por otro nombre el Empecinado
de Llodio-, con motivo de la defensa de su Plan en el Congreso de
los Diputados, hubo un momento en el que éste declaró
que en el siglo XXI los proyectos de convivencia no estaban basados
en la imposición. Y yo me dije: pues anda, es verdad, no
había caído yo de ese guindo. Este hombre va a hacer
un arrepentimiento público de sus pretensiones impositivas,
tan largamente anunciadas. Este hombre va a abrir el corazón
y a deshacerse en una lágrima triste sobre la parte de los
vascos que su Plan sojuzga, y hasta puede que pida un sincero perdón
a los caídos por defender la convivencia que él se
ha dignado mentar tan reiteradamente: caídos como Blanco,
Buesa, Ordóñez, Pagazaurtundua... Milagro, milagro,
Ibarretxe ha tenido una segunda Iluminación y dice que la
convivencia es algo que no puede imponerse ¿Es esto posible?
Pues sí, lo dijo, y yo vi en sus palabras el principio de
un nuevo orden mundial, más sólido y más justo
que el proclamado por Bush-padre después de la Guerra del
Golfo. Lástima que para demostrar esta tesis prosiguiera,
inmediatamente después, con la defensa a ultranza de su Plan,
que es su particular catecismo, y no cayera en la cuenta de sus
contradicciones estrepitosas... “¿Contradicciones,
yo? Un vasco-vasco jamás se contradice, ni se equivoca, ni
yerra. Y si yerra, el yerro pasa a ser parte de la verdad, como
no puede ser de otro modo ¿Me comprendéis ahora, españoles
intransigentes, futuras carnes de mi libre asociación?”
Éste fue el instante en el
que apareció en el estrado don José Luis Rodríguez
Zapatero, con su sonrisa blanca y el celestial color de sus ojos,
esos ojos que dicen que enamoran a las mujeres de cuota y a los
homosexuales de matrimonio con adopción. “Querido Juanjo:
tengo que decirte lo mismo que le dije a Bush-hijo y a su maldita
Guerra de Irak : que no y que no y que no, que has puesto tus miras
más allá de lo que puedo permitirte ahora mismo ¿No
ves que tengo Pepes en mi propio partido que en realidad son bonos
del Estado que avalan la integridad del territorio y su defensa
a machamartillo?. Pero espérame en la Comunidad Nacional,
que está justamente a la vuelta de la esquina, y nos hacemos
las manitas que quieras. ¿No comprendes, hombre de Dios,
que estamos llamados a convivir en un maridaje definitivo de lo
vasco y de lo maketo?” Así habló Zapatustra,
con un modo de hablar al que llaman la tercera vía, una vía
que hace aguas mayores debido a que Ibarretxe quiere un diálogo
de verdad, o sea un diálogo en el que a su discurso no le
falte una coma. “Y si no se produce este diálogo, señor
Zapatero prodigioso, tocaré a rebato las campañillas
de mis voluntades electorales y les diré a los vascos y a
las vascas que afirmen donde usted niega, que se suban a las barbas
de esta España Imperial que sodomiza, que ahoga y que somete,
de modo que usted y yo podamos mirarnos a los ojos en pie de igualdad
y negociar lo que debe ser negociado. Y no me venga usted con mandangas
ni triquiñuelas porque yo he venido aquí a hablar
de mi libro”
“Su libro –medió
el Notario Rajoy, que hasta entonces se había mantenido en
un barbado silencio- , se sitúa en el umbral de lo sedicioso.
Fíjese usted, señor Ibarretxe, su libro es tan poco
recomendable que yo no lo hubiera dejado inscribir en los registros
de entrada de esta Cámara, con la cual no pudo en su día
ni el Caballero de las tricornias Tejas, de no muy grato recuerdo
por estos lares, como usted comprenderá. Pero doctores tiene
la Iglesia, aunque sean laicos, y ya que está presente el
desafío, no seré yo el que me raje, por mucho que
mi apellido lo insinúe. Y digo más, digo que su libro
es una pura desfachatez, amigo mío, y usted mismo ¿quién
es, sino un disparate morrocotudo? Dígame: ¿quién
es usted para usurpar las funciones de esta Cámara y atribuirse
unas competencias que no tiene ni el mismísimo Presidente,
con cuya ingenuidad se regodea y se estimula? A mí no me
da miedo el referéndum, y menos en el País Vasco,
lo que me preocupa es que usted y personajes como usted pretendan
publicar sus libros de pacotilla sin el preceptivo ISBN. Porque
usted se ha pasado por el forro a la Sociedad General de Autores
Constitucionales. Y lo ha hecho a sabiendas de que lo hacía,
lo que agrava mucho las cosas. Pero póngase a rezar, señor
Cabezota, porque usted será vencido nuevamente por quien
tiene la potestad para hacerlo: el brazo de la ley y de la justicia,
es decir, la insobornable lucidez del Caballero de la Triste Figura.
Ése sí que escribió un libro de veras: se llama
Constitución Española y está plagado de bienes,
de beneficios y de Estatutos de Autonomía con un amplio consenso...”
Los personajes que subieron a la
tribuna tras esta intervención, fueron políticos de
complemento que le hicieron un feo a Ibarretxe, aunque algunos le
entregaran rendidamente su voto. En general, aprovecharon que el
Pisuerga pasa todavía por Valladolid para seguir ensanchando
su pantagruélico ombligo. Y si no perdieron del todo los
papeles fue porque el Pisuerga no ha decidido aún pasar por
Salamanca, donde la piedra es rosa...
Ibarretxe salió del hemiciclo
con su patrulla de acólitos oyentes y el ejército
regular de los políticos de número pudo votar a sus
anchas. Trescientos trece a babor, veintinueve a popa. Lo que se
dice una goleada maltesa. Sólo la intención del Presidente
del Gobierno, que está hecha de miel electoral, concluye
que nadie ha ganado ni ha perdido, sino que sólo se ha abierto
una puerta. A Ibarretxe, en cambio, le bastó un exiguo porcentaje
del 53%, parte del cual lleva un lastre de plomo, para proclamarse
vencedor absoluto. Paradojas de la vida. Claro que a quien está
dispuesto a pasarse la ley por los fondales ¿qué más
le da ocho que ochenta?
Mariano Estrada
* Los párrafos entrecomillados
son del autor del artículo.
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