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Debate sobre los nacionalismos

La España plural contra el Real Madrid (II), por Estudiante Popota

 

EL SEPARATISMO DE LA OPOSICIÓN

Todas estas cosas pueden parecer muy extrañas, sobre todo en un país en el que, dado que los candidatos al Senado figuran en las papeletas por orden alfabético, el 40% de los senadores tienen apellidos que empiezan por las tres primeras letras del abecedario. Pero seguimos: la siguiente noticia bomba es que el separatismo de la oposición son los padres.

Para percatarse de ello basta con echar un vistazo a la hemeroteca, y centrarse en esa época en la cual España era un lodazal de paro, despilfarro, corrupción y crimen de Estado. Por aquel entonces se podían leer cosas como que “El vicesecretario general del PP, Mariano Rajoy, dijo ayer en Salamanca, en su intervención en el Foro de Iberoamérica, que al desarrollo del proceso de descentralización autonómica "será preciso darle un carácter constitucional, propiciando para ello una reforma de la Constitución", ya que, según destacó, ésta "se ha ordenado sobre un principio dispositivo superado por los acontecimientos". De esa forma, según Rajoy, "se pondría fin al largo periodo constituyente" (El País, 6/5/92), “El presidente del Partido Popular (PP), José María Aznar, reiteró ayer en Barcelona la postura favorable de su partido a reformar parcialmente la Constitución con el fin de transformar el Senado en una auténtica cámara de representación territorial, cuestión que consideró una "necesidad urgente".” (El País, 22/9/91) o

“P. ¿Hay que cerrar el modelo autonómico?

R. Debe definirse, al menos, para muchos años. Hay que ir, en un proceso de dos legislaturas, a una cierta equiparación competencial entre autonomías que respete los hechos diferenciales que son la tradición foral, la lengua, la cultura, los derechos civiles o forales y la Insularidad. Es también preciso una reforma del sistema de financiación que dé autonomía de ingresos a las comunidades y termine con las transferencias del Estado; hay que reformar el Senado y la Administración periférica del Estado con la Administración única.

P. ¿Qué es la Administración única?

R. Que cada Administración ejerza la competencia sobre la totalidad de una materia y se eviten situaciones como las actuales. Ahora sucede que varias administraciones ejercen competencias sobre las mismas materias, produciendo duplicidades administrativas.

P. ¿Compensa, a su juicio, el mantenimiento del Estado de las autonomías a costa de un fuerte crecimiento del déficit público?

R. El Estado de las autonomías es ya un hecho político sin vuelta atrás que, además de no ser deseable, generaría mayores problemas que los que actualmente puede provocar su costo. Para que sea más barato es preciso poner en marcha la Administración única y la autonomía financiera.” (El País, 23/5/95).

Exactamente igual que ahora, el Gobierno de entonces tildó a la oposición de aventurista, de defender proyectos diferentes para regiones diferentes y demás argumentos-basura que, al fin y al cabo, se reducen a uno: ningún gobierno español se ha mostrado nunca proclive a continuar con el proceso descentralizador que tan bien ha funcionado en la España de los últimos 25 años.

En una palabra, y a pesar de las opiniones de los come-periódicos que enarbolan el estandarte del analfabetismo funcional, la explicación de las veleidades separatistas de la oposición se reduce a la constatación de la coincidencia táctica entre los nacionalistas y los que no están tocando el Poder Central a la hora de pasar competencias del Estado a las CC. AA., cosa harto recomendable a pesar de que luego los nacionalistas frenen el necesario proceso descentralizador negándose a transferir competencias a los ayuntamientos, hecho por cierto capital a la hora de explicar que encontrar una vivienda asequible sea tan difícil como que te piten un penalti a favor en el Bennabéu si no eres EL equipo español.

EL SEPARATISMO DE LOS ANTI-ESPAÑOLES

En la siguiente legislatura se debe afrontar el reto de las reformas en los Estatutos vasco y catalán y los temas capitales de la financiación autonómica. Es indudable que las propuestas mayoritarias en ambas comunidades están fundamentadas en ampliar el modelo del autogobierno a otros ámbitos en los que puede funcionar igualmente bien, además de blindar los futuros pactos frente a los constantes incumplimientos del Gobierno Central avalados por unos tribunales que son directamente nombrados por el poder político. En este punto, hay que decir una nueva verdad: el separatismo de los nacionalistas también son los padres. Cualquier persona que se haya leído el Plan Ibarretxe o las propuestas de reforma que llevaban los programas electorales de los partidos catalanes sabe que dichas propuestas son tan separatistas como los Estatutos hoy vigentes, y que en lo fundamental se reducen a lo mismo: un avance en el autogobierno que puede ser malinterpretado como un avance hacia la independencia, y una incardinación en España del hecho objetivo que es la existencia de naciones dentro de España. De la misma manera, se deben arbitrar los cambios necesarios para que la solidaridad inter-territorial deje de ser una tomadura de pelo, esto es: a) Que se limite como por ejemplo en Alemania, donde el TC puso el tope del 4% del PIB de un länder –no el 9%, y eso que están pagando la integración de sus vecinos del Este-; b) Que sea transparente, tanto para evitar los daños de imagen que supone la demagogia de loj Baronej del PSOE sobre la insolidaridad como para que exija la justificación del uso del dinero para fines positivos, y no lo que se puede leer en el discurso de Navidad del Presidente de la Junta de Extremadura; c) Que sea igual para todos, y que se tengan en cuenta los efectos sede –la sobrerrecaudación en la CAM del impuesto de sociedades- y capitalidad –con casi 200.000 funcionarios estatales que computan como un gasto repartido entre todos mientras que sus ingresos en las arcas públicas son un ingreso de la CAM, pues ya se sabe aquello de “quién parte y reparte”-, puesto que lo que sucede de facto es que los catalanes estamos pagando en concepto de solidaridad lo que los madrileños dedican a invertir en su futura prosperidad. Asimismo, es imperativo también que la España radial que viene desaconsejando el Banco Mundial desde hace más de cuatro decenios deje paso a una España más real, y aquí hablamos de esas infra-estructuras como el AVE que exigirán contrasentidos como que Barcelona y Bilbao no estén conectadas –ni Bilbao y Pamplona- mientras Madrid y Badajoz sí lo estarán, por no hablar de las inversiones aeroportuarias o del escándalo de los peajes.

Como se ha dicho más arriba, es innegable que la mayoría de las ciudadanías de las naciones anti-españolas están por la permanencia en España, no porque tengan mucha ilusión en ser españolas sino porque progresar como pueblos teniendo que pasar por Francia para llegar a Europa es una perspectiva bastante ingrata. Ahora bien: si esas dificultades para lograr avanzar en la prosperidad y en la convivencia se dan dentro de España, la mayoría de ambas ciudadanías va a optar por apoyar una independencia sólidamente fundada en el legítimo derecho a buscar el propio bienestar, y que dicha independencia, habida cuenta de los últimos triunfos de la política exterior de Ansar –la guerra por un lado, y el boicot a la Constitución Europea en el mismo lado-, sería difícilmente abortada con la repetición de prácticas sin complejos como las realizadas en el 36, y menos después de la lección que Europa aprendió en Yugoslavia. Así como existe un Plan A asociado al “Visca Espanya!” de Joan Maragall, existe también un Plan B asociado a “La independència de Catalunya”, del propio Joan Maragall. Aunque haya quién pueda creer que la negativa de los empresarios catalanes a reunirse con Ansar para “madurar” los resultados electorales de las autonómicas es fruto de un extraordinario respeto por la democracia, se haría bien en pensar en otras posibilidades menos tranquilizadoras. El desastre del batakazo del País Vasco, donde la precipitación de los españatarras ha bloqueado el progresivo ascenso del voto españolista tal y como se pudo ver en Mayo de 2001 –cayendo también el mito trasnochado de esa margen izquierda obrera y socialista que, como en Catalunya, ha pasado de la condición de inmigrante a disponer de ordenador, de hijos que dominan el catalán y van a la universidad, etc,- es también un tema para planteárselo dejando a un lado el fanatismo.

NO AL NACIONALISMO

Es muy respetable que se critique al nacionalismo, pero dicha crítica no debe llegar nunca a la criminalización, por cuanto el nacionalismo aglutina a sectores sociales muy importantes que son imprescindibles para seguir construyendo España. Puede parecernos muy criticable que haya quien torpedee la Constitución Europea para mantener privilegios contrarios al principio de “un hombre, un voto”. Algunos pueden creer que lo mejor es que la educación en toda la UE se realice integramente en inglés “para que nos entendamos todos” con el francés como segundo idioma, y en las aulas se enseñe la misma historia –lo cual, sin duda, aportaría una mentalidad muy positiva a la hora de acercarnos a hechos como la Conquista de América o el período de los Reyes Católicos-.Otros pueden creer que es un barullo que haya tantas agencias tributarias o tantas policías, cuando lo mejor sería una policía única europea y la desaparición de las demás empezando por, alehop, la Guardia Civil. Los de más allá dirán que es un barullo que existan los TSJ de las comunidades, así como el TS y el TC, cuando todo se debería solucionar en Estrasburgo. Habrá también quien pida la desaparición de ese Ejército Español de controvertida historia para integrarlo en un Ejército Europeo, y quien diga que no sería una mala idea acabar con los sangrantes ridículos de la rojigualda en las sucesivas grandes citas para, a la vez que acabamos con el manido “¿Por qué no soñar?”, configuremos una selección europea que se pasee mundial tras mundial. Es más: puede existir gente lo suficientemente cabrona como para pedir –glups- la abolición de la nacionalidad española en favor de la europea.

Se pueden compartir varias cosas de las aportadas en el párrafo anterior, pero no hay que perder de vista un cierto respeto por la manera de pensar de los demás: el nacionalismo no es tan malo como lo pintan, y hay que saber comprender lo que de bueno alberga por una mera cuestión de pragmatismo: en España hay millones de nacionalistas, y es menos estúpido tratar de integrarlos todos que tratar de imponer alguno. Al fin y al cabo Europa es un testimonio de la efectividad de los Estados-nación a la hora de profundizar la democracia, y no es casualidad que el proyecto de Constitución Europea legitime la auto-determinación de los Estados y hable de ellos en el preámbulo defendiendo a esos “pueblos” que “se enorgullecen de su identidad y de su historia nacional”.

CONCLUSIÓN

Más allá de la obvia regresión democrática que ha supuesto el último período centrista y de la decepción que muchos hemos tenido con una derecha a la que votamos creyendo que había conseguido civilizarse y europeizarse, en este momento se dirime exactamente el mismo debate que se ha venido manteniendo en el último siglo, con el agravante de que no hemos avanzado. Si, ante el nuevo proceso descentralizador que avecina, España hace lo mismo que su insigne defensor Mayor Oreja en la votación de los presupuestos vascos –verbigracia: llegar tarde por estar en Madrid-, el nacionalismo español habrá logrado, con gran tino, culminar la tarea histórica que empezó en 1898.

Huelga decir que todo esto, claro está, es un secreto, y que bajo ninguna circunstancia debe, lector, comentarlo con sus hermanos pequeños. Sus hermanos pequeños, como buenos españoles, deben seguir creyendo que los reyes son los padres, asistiendo a los emotivos actos de la Plaza Colón y, sobre todo, enarbolando la bandera de aquello que más nos une: ¡Hala Madriz!

 
La Radio Definitiva