AUTONÓMICAS
2003 EN CANARIAS
Cada
cuatro años sus habitantes tienen el privilegio de elegir
a políticos capaces de situar correctamente a las Islas en
un mapa
La
política canaria interesa tanto al resto de españoles
como la economía canaria, la literatura canaria o la estructura
socio-cultural de la sociedad canaria. Es decir, más o menos
nada. Habitualmente el reconocimiento de una cruda realidad de estas
característivcas podría llevar a más de uno
a escandalizarse o, al menos, a fingir cierta preocupación.
Sin embargo, tratándose de las Islas Canarias, ni siquiera
eso. Para el español medio se trata de una pseudo-colonia
atlántica que históricamente ha tenido interés
por:
- Ser
el lugar ideal para vacaciones (y especialmente lunas de miel) francamente
horteras y manejadas por tour-operadores que tratan de convencerte
de lo "auténtico" de la experiencia. No obstante
las excelencias de las Canarias para estos objetivos, la fortaleza
económica de los españoles ha hecho a estas islas
innecesarias a estos efectos debido a las mayores posibilidades
de acceder, a precios populares, a garruladas del mismo estilo pero
con más caché en el Caribe, donde se come todavía
peor, el clima es si cabe más insoportable y la fauna y lugareños
son aún más hostiles con el viajero.
- Tener
un régimen fiscal diferente, que permitía acudir a
las Canarias a comprar productos de electrónica doméstica
de factura japonesa a precios muy competitivos. Lamentablemente
la entrada en la Unión Europea ha obligado a modular estos
beneficios fiscales y además ya no todo el mundo vive tan
obsesionado por comprarse relojes de pulsera digitales. Añádase
a ello la competencia andorrana, que tiene pistas de esquí
como reclamo adicional y pilla mucho más cerca, y el cuadro
de la decadencia canaria está pintado del todo.
- Estar
cercana a importantes caladeros. Las buenas artes de la simpática
flota pesquera española, que ha logrado en apenas tres décadas
de ejercicio responsable y biológicamente sostenible de la
pesca de altura esquilmar el más rico banco del mundo y ha
conseguido que ahora empiece casi a la altura del Trópico
de Cáncer, han eliminado también este encanto particular
de las Canarias.
Así
pues, ¿qué son estas islas para España hoy
en día? Pues, esencilamente, un vestigio colonial que nos
hace sentirnos más importantes ya que no sólo controlamos
dos enclaves en el norte de África en medio del territorio
de los malvados y abyectos marroquíes sino que también
tenemos unas islas enfrente de su costa, aunque bien lejos de España.
De esta lejanía, que no siempre los españoles aprecian
en toda su magnitud, habla por sí mismo un dato: Madrid se
encuentra a más distancia de Canarias que de cualquier capital
europea de solera (Londres, Roma, o la dudosa París y la
entrañable y hoy desposeída de tal rango Bonn). Conservar
Canarias sirve para sentirnos mejor como españoles, para
tener una plataforma para aislar a la inmigración ilegal
(que por su cercanía con el África subsahariana llega
a las islas con facilidad), para posibilitar turismo exótico
de intelectuales europeos medio sectarios y, por último,
para alentar esperanzas sobre poder llegar a meter mano a parte
de las reservas petrolíferas que se intuye pueden existir
en la plataforma continental del Atlántico norte frente a
las costas de Marruecos.
Realizada
esta prolija introducción, ¿qué puede esperarse
de Canarias en estas elecciones? Bien poco, la verdad. La historia
del voto canario se reduce a la articulación de mayorías
de los partidos estatales que ganaban en ese momento a nivel nacional
en coalición con los eviternos partidos políticos
autóctonos. Estos últimos, sobre todo a raíz
de su sabia decisión de integrarse en una Coalición
(denominada, con original gracia, Coalición Canaria), han
sido siempre una fuerza con la que se había de contar si
se quería gobernar. Más que nada porque, dado que
nunca han tenido problemas para cambiar al PSOE por el PP o viceversa,
disponen de un poder envidiable: el que da la capacidad de, atendiendo
a los meros intereses de presencia en cargos y algún regalito
para los canarios que vender a su electorado, derribar gobiernos
a su antojo. Con un único condicionamiento, que normalmente
tienden a preferir coaligarse con quien manda en Madrid (forma de
obtener algún favor adicional a cambio de un apoyo en las
Cortes madrileñas que nunca pasa de ser testimonial) o con
el que vislumbran que puede acabar haciéndolo en breve.
Las
próximas elecciones autonómicas se presentan por ello
como interesantes, más que en clave regional, en lo que hace
a su repercusión nacional. O, al menos, a lo que pueden suponer
como indicativo de lo que los hábiles políticos de
Coalición Canaria (porque esta cualidad sí que es
de justicia reconocérsela) crean que pueda ser el próximo
Gobierno de Madrid en 2004. PP, PSOE y CC, previsiblemente, obtendrán,
como siempre, resultados parejos, en torno al 25% de los votos.
Es sencillo para CC aspirar a lograr incluso alguna distancia como
partido más votado, dado el desgaste del PP con su chapapote
gallego y el chapapote de bombas que ha inflingido a los iraquíes
para liberar sus pozos de petróleo. De forma que la cuestión
realmente central es ¿con quién pactará Coalición
Canaria para conservar su Gobierno? ¿Con el PP, que a fin
de cuentas está en el poder y que podría recuperarse
de cara a las Generales y conservarlo? ¿O con el PSOE, apostando
por Zapatero con un año de anticipación? Esta última
apuesta es evidentemente más arriesgada, por cuanto supone
cerrarse puertas si las cosas no salieran así (en la otra
posibilidad los canarios, de acuerdo con su voluble historial, siempre
se quedarían con la opción de romper el Gobierno de
coalición con el PP si finalmente el PSOE ganara en Madrid),
pero de esta gente puede esperarse, incluso, que opten por ella.
Todo depende del número de consejerías que les adjudique
el reparto y de ese tipo de principios de alta calado programático.
Y la cosa no es sencilla, pues la naturaleza francamente insular
de las Canarias multiplica los órganos de gobierno (cabildos
insulares y cosas de ese estilo) y, con ello, las posibilidades
de reparto y de hacer verdaderas filigranas con los inevitables
equilibrios requeridos para un acuerdo que se precie.
Respecto
de las figuras autóctonas de la política canaria vamos
a abstenernos de realizar comentario de ninguna clase. Más
que nada porque, por una parte, creemos que no son elementos realmente
determinantes a la hora de influir en el voto. Pero, y sobre todo,
porque ni siquiera los conocemos bien. Piensen en su situación
personal, ¿cuántos de Ustedes son capaces de dar el
nombre del actual Presidente de la Comunidad Autónoma?
La
ventaja de estas elecciones es que, tras ellas, contamos con muchas
esperanzas de que esta situación de clandestinidad se mantenga.
Lo que conviene a los canarios, sospechamos, y además nos
deja a los demás muy tranquilos.
ABP
(València)
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