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LA BATALLA MUNICIPAL VASCA

La conquista de Vitoria y de la Diputación Foral de Álava, últimas piezas para completar la apuesta soberanista de Ibarretxe

 

Política vasca y Elecciones Autonómicas

LPD aspira a ser un referente ineludible en materia de información y opinión política en España. Para ello, creemos imprescindible alejarnos de lo que son los tics periodísticos más clásicos de la prensa nacional. Y, en concreto, de esa omnipresencia de la política vasca en la vida pública española. Que los medios de comunicación empleen aproximadamente un 50% de su tiempo dedicado a la información política a dar cuenta de los avatares y cuitas de las luchas políticas en una de las 17 Comunidades Autónomas del Estado nos ha parecido siempre un tanto exagerado. Haga recuento el ciudadano, y descubrirá que conoce y reconoce al Presidente de esa Comunidad Autónoma, a los líderes de los respectivos partidos políticos de la misma, a algún alcalde de grandes ciudades de la región... por no hablar de su amplio grado de conocimiento de iniciativas legislativas varias de ese parlamento, de si se aprueban o no los presupuestos y de toda una serie de datos y cuestiones que, la verdad, nos la traen al pairo en cualquiera de las otras Comunidades Autónomas. Incluso, de la propia.

Esta campaña electoral es, como casi siempre, un ejemplo de ello. A pesar de que en el País Vasco no hay elecciones autonómicas (recordarán que éstas ya tuvieron lugar hace un añito escaso) sino únicamente municipales, prácticamente ha sido constante y diario el bombardeo sobre la situación política en Euskadi, los problemillas derivados de las actuaciones de los radikales y de su antidemocrática pretensión (¡faltaría más!) de concurrir a unas elecciones españolazas y los rollos de rigor sobre la firmeza contra el terrorismo del Presidente Ánsar. ¡Basta ya! LPD pretende por ello poner en su sitio a la parte vasca de los comicios. Y comentarla sólo en su justa medida. Estamos ante unas elecciones de ámbito general, en las que se juegan los ciudadanos y los partidos políticos muchas y variadas apuestas, de las que la cuestión vasca es sólo una, de tantas, cuestiones.

No obstante, no puede negarse que sí hay un aspecto vasco que, en clave españolaza, adquiere tintes no dramáticos pero sí importantes. Como casi siempre en Euskadi, parece que es..

Ahora o nunca

Tras el éxito del Lehendakari Ibarretxe con su apuesta en las pasadas Elecciones Autonómicas (con un discurso radicalmente escorado en torno a dos ideas fuerza: la orillación de Batasuna -con la que se negó a entablar todo tipo de diálogo- y, sobre todo, su apuesta de redefinición de la incardinación constitucional y estatutaria del País Vasco en España), estas elecciones municipales son el primer momento en que va a poder comprobarse el respaldo popular a estas tesis.

Si hay algo que no puede negarse al PNV es la claridad con la que, en este caso, ha expuesto su apuesta ¿soberanista? Los ciudadanos son conscientes de que votar PNV supone expresar, en cierta medida, el deseo de que se profundice en la vía marcada por el Lehendakari. Y, paralelamente, de que votar por PP o PSOE equivale a manifestar desacuerdo (en diversos grados) con estas intenciones. Debido a que hasta la fecha este planteamiento del PNV ha sido bien acogido por importantes partes de la ciudadanía (sobre todo en Guipúzcoa y en Vizcaya, con los relativos agujeros negros de sus respectivas capitales), las elecciones autonómicas son un importante muestreo que permitirá indicar hasta dónde puede llegar el apoyo al plan Ibarretxe. Porque no se puede olvidar que esta estrategia, que cuenta con el relativo mérito de ser independiente de los objetivos de ETA y sus organizaciones afines, tiene una clara debilidad: sólo con un respaldo claramente mayoritario y territorialmente homogéneo podría el PNV aspirar a llevarla a cabo de forma legítima.

Así pues, dos son las grandes cuestiones de estas elecciones locales en el País Vasco, dos los asuntos en torno a los que se plantea la manida (y falsa) sensación del "ahora o nunca". De una parte, la evolución del voto alavés, auténtica sima nacionalista. De otra, la captación del votante de Batasuna, huérfano tras la ilegalización de la formación y de las listas que habían ocupado ese espacio político.

La batalla de la Diputación Foral de Álava y la lucha por Vitoria

La gran escalada electoral del PP en toda España y en el País Vasco, junto a la crisis del tradicional gobierno tripartito que desde la transición hizo compartir responsabilidades en el Gobierno a PSOE y PNV, permitió que tras las elecciones municipales de 1999 se diera una situación inédita: Álava, la provincia vasca con menos voto nacionalista, aun sin modificar excesivamente la distribución de los sufragios, iba a tener por primera vez un gobierno foral sin participación del PNV. Y, de la misma forma, Vitoria pasaba a ser gobernada por una coalición PP-PSOE (al igual que San Sebastián a partir de esa misma fecha, aunque la situación era allí distinta por haber estado ya en el poder históricamente el PSOE aunque en coalición con PNV y EA). A partir de ese momento, la tercera provincia vasca se convierte en un territorio de batalla prioritario: porque el proyecto Ibarretxe no puede desconocer la existencia de una provincia no controlada y necesita embarcarla so pena de socavar uno de los elementos esenciales de la vertebración política vasca (la foralidad provincial). Cuestión no menor si tenemos en cuenta, por ejemplo, que fue el origen de la dimisión de un Lehendakari (Garaikoetxea), propiciada por un PNV férreamente aferrado a la tradición foralista.

Así pues, conservar Álava y la ciudad de Vitoria son objetivos importantísimos para PSOE y PP (especialmente para este último partido) debido a que su hipotética conquista por parte del PNV allanaría en gran medida el camino a Ibarretxe. Por otra parte, y aun en ausencia de este elemento, tampoco ha de perderse de vista que, en última instancia, una renovación de la actual mayoría daría carta de naturaleza definitiva a una forma de gobierno radicalmente distinta a la que ha sido la norma en los años de autonomía vasca, con el asentamiento de mayorías absolutamente ajenas al nacionalismo. Lo que por sí mismo ya tiene no poca importancia.

La batalla por el voto de Batasuna

En gran parte, el resultado de la referida batalla alavesa vendrá determinado por la capacidad que tenga el PNV de captación de votantes de Batasuna. La apuesta de PP y PSOE es, en este sentido, arriesgada, ya que la posición política en el País Vasco del PNV puede reforzarse enormemente si se produce un trasvase generalizado de votos. Si tal cosa ocurriera, Álava podría casi darse por perdida dado el previsible bajón del PP por el efecto Chapapote, el efecto Operación Humanitaria y el Efecto Ánsar.

En el otro lado de la balanza, en cambio, el PNV, que en principio acogió con una moderada y pragmática satisfacción la desaparición de lo que entendió como un rival electoral más que como un hipotético socio, empieza a verle las orejas al lobo. El voto de los abertzales puede no ir a parar al PNV sino distribuirse entre el ejercicio de anulación del derecho de sufragio (por proedimientos varios) para manifestar la protesta ante la ilegalización de Batasuna, y el apoyo a Aralar, escisión de Batasuna que condena la violencia terrorista.

Y el PNV ya no está, ni mucho menos, tan contento y confiado. Ha empezado a descubrir que el votante nacionalista no es suyo per se, que no bastaba la desaparición del aparato político afína ETA para apropiárselo gratuitamente. Y, claro, no le gusta nada. Porque si la ausencia de Batasuna, caso de que sus votantes apoyaran el Proyecto Ibarretxe, podría haber deparado unos resultados históricos al PNV (y más tras la Guerra de Irak), esta misma ausencia, si los votos simplemente se pierden, convertirían a PP y PSOE en mayoritarios. E incluso les permitiría albergar esperanzas de controlar, por ejemplo, un Ayuntamiento tan emblemático como el de Bilbao. Se trataría de un vuelco radical, que devolvería a la capital económica vasca un Gobierno "como los de antes" (denominado así en opinión de muchos vascos y de muchos españoles, apelación empleada para bien o para mal según los casos, y de cuatro formas distintas). Hipótesis extrema, poco probable, pero a la que los acontecimientos de campaña, en la que el PNV ha podido comprobar que el tránsito de votantes de Batasuna a sus listas no era ni mucho menos incentivado por el stablishment abertzale, comienza a dotar de cierta verosimilitud.

¿Y qué puede pasar?

Pues en LPD creemos que, como casi siempre, los resultados electorales en las municipales vascas dejarán las cosas, más o menos, como estaban y como es de prever que evolucionen. Se cargarán, una vez más, esa pretensión de trascendencia ("ahora o nunca") que pretende conferírseles. Y convertirán la próxima cita electoral en la próxima cita trascendental.

Así, el PNV subirá algo y aprovechará parte del voto de Batasuna, pero no mucho. Aralar recogerá una pequeña porción, que sólo le dará representación en pequeños núcleos de población, pero no en las capitales. Habrá bastante voto nulo (entre el 5 y el 10%). Y las fuerzas seguirán equilibradas, siendo posible que, incluso, la situación en las grandes ciudades permanezca prácticamente inalterada (tanto a nivel de reparto de poder, descontada Batasuna, como a nivel de pactos de gobierno).

ABP (valència)

 
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