Metropolis
Alemania,
1926
"Metropolis"
es una película sobre la que es ciertamente complicado ofrecer
una revisión mínimamente original. Sin embargo, la
constatación de la tremenda subrepresentación que
del cine europeo contiene nuestra sección de obras de culto
obliga a hacer el esfuerzo. Y, como sigamos por este camino, en
breve nos adentraremos en Eisenstein, Fassbinder, e incluso, como
quien no quiere la cosa, en películas de culto españolas.
"Metropolis"
fue una película que marcó época y que, a pesar
de haber sido realizada con las limitaciones técnicas propias
de su tiempo y en un momento en que la producción internacional
se decantaba únicamente por dos modelos de cine (o los productos
ligeritos o las grandes epopeyas creadoras de civilizaciones), se
instala como quien no quiere la cosa, así, de golpe, en la
modernidad. Empezando por la misma presentación, porque esa
tendencia tan moderna a jugar con títulos de crédito
y con las letras del título de los productos audiovisuales
(que de alguna forma hay que dar trabajo a las hordas de creativos
o diseñadores gráficos que nuestros centros de enseñanza
superior no reglada producen a capazos) aparece, para sorpresa del
espectador, desde casi el primer momento de metraje. El título
de la película, "Metropolis", surge en plan filigrana
de la técnica, creando enormes dudas en el espectador en
torno a la veracidad del producto. ¿Acaso no serán
la ausencia de sonido y las partes perdidas de metraje meros trucos
publicitarios para dar solera a un producto que, en realidad, es
mucho más actual de lo que nos cuentan? Pues, por lo visto,
no,. Sorprende, y mucho, pero es que "Metropolis" se avanzó
en muchas cosas a su época. Es una película, por ello,
imprescindible.
Tan
alucinante como la modernidad del producto es que no haya podido
nunca recuperarse en torno a una cuarta parte de su metraje. Pero,
¿esto qué es? ¿No estamos hablando de una película
alemana, de cine alemán? ¿Cómo es posible que
se pierdan partes de un film (y, además, importante) en un
país que se presenta al mundo como serio y responsable? Con
todo, el hecho de que las versiones de las que hoy podemos disfrutar
carezcan de esos minutos es una bendición, ya que de forma
casual cumple esta circunstancia varias ilustrativas funciones.
Permite,
en primer término (y de nuevo vemos lo avanzado en todos
los aspectos de la película), comprobar lo que en la actualidad,
gracias a la llegada del DVD y a la generalización de la
comercialización de las "Director's Cut", es una
verdad irrefutable de la creación cinematográfica:
en cualquier película, tal y como la concibió su director,
hay cantidad de minutos que sobran, que no aportan sencillamente
nada. La sabia labor que realizan en la actualidad las productoras
(oiga Usted, no me pase de 110 minutos; esta escenita se la cortamos,
que tiene musho arte pero es algo lenta
) fue, con "Metropolis",
realizada con notable eficacia por los estragos de los azarosos
tiempos de la República de Weimar, el nazismo y los posteriores
problemillas que aquejaron al continente. Es sorprendente cómo
esta parte del metraje desaparecida, incluso habiéndolo sido
aleatoriamente (algún director verá aquí también
un precedente del actual operar de la industria de estos momentos
a caballo entre los siglos XX y XXI), no afecta en nada apenas a
la estructura del film.
En
segundo lugar, el hecho de que desaparezcan esos 30 minutos de cinta
dejó la obra final en los asequibles minutos exigidos por
la industria. Y, teniendo en cuenta que estamos ante una peli antigua,
en blanco y negro, y muda (con letreritos, además, en letra
gótica para los degustadores de versiones originales sin
complejos), sólo de esta forma es concebible que generaciones
venideras (y esta misma), sean capaces de visionar el producto.
El tijeretazo que el azar ha proporcionado a la obra de Lang es
probablemente una de las causas que pueden alentar su supervivencia
como obra cinematográfica con alguna (escasa, reconozcámoslo)
oportunidad de ser visionada más que como mera referencia
cultural de nuestro imaginario colectivo.
Por
lo que respecta a la película en sí misma, es increíble
constatar la todavía vigente radical novedad del planteamiento
argumental, que mezcla crítica obrera (del conocido tipo
"denuncia de las contradicciones insitas a las sociedades capitalistas"),
historia de aventuras, contenidos de ciencia ficción, bases
del cine de palomitas (con héroes que salvan a niños,
pobres y ancianitas) y una cimentación de las fuentes en
las que beberá todo el cine posterior en materia de efectos
especiales. En todos y cada uno de estos puntos, la radical vigencia
de "Metropolis" no deja de sorprender. Incluso en la actualidad
las representaciones de las ciudades del futuro en el cine no son
sino un miserable "homenaje" al equipo que concibió
para Lang su peculiar ciudad.
La
trama de la película, por otra parte, tiene elementos que
la hacen deliciosa para casi cualquier espectador. El marxista encontrará
una emocionante denuncia de la alienación obrera y la explotación
de los trabajadores, el socialdemócrata podrá disfrutar
con la conciliación de intereses que representantes de los
trabajadores y del gran capital parecen acabar hallando (este es
el "toque" muy alemán de la película que,
quizá, puede retraer a otro público), el liberal disfrutará
del proceso de construcción ideológica del protagonista,
el religioso se sentirá identificado con la labor trascendental
como útil de superación de las miserias humanas que
lleva aparejada la fe, las feministas festejarán el protagonismo
de la mujer más allá de las labores-comparsa al uso
y los espíritus cientifistas disfrutarán con la anticipación
de la clonación y de los transgénicos que contiene
la película (y, eso sí, envidiarán el peculiar
y significativo estatus que la sociedad de "Metropolis"
daba a sus más significados estudiosos). Incluso para las
hordas de "freaks" que pueblan el mundo actual del cine,
Fritz Lang ofrece un regalito sorprendente: la madre de C3P0 tiene
una estelar participación. A estas alturas, si vuelvo a ver
la cinta, creo que incluso sería capaz de detectar en ella
las fuentes de la personalidad de Frodo y las gentes de Moldor.
"Metropolis" lo tiene todo.
Por
último, y como factor nada desdeñable para visionar
la cinta, podemos destacar el de siempre: el consumo de productos
audiovisuales de entretenimiento, en esta sociedad extravagante
en la que vivimos, se considera de buen tono e, incluso, una actividad
elevada. Con "Metropolis" serán Ustedes un poco
más elite intelectual, y podrán entender las referencias
(nada crípticas, por otra parte) que constantemente las gentes
dedicadas al mundo de la creación gráfica y de la
generación de estilos alternativos gustan de hacer tomándola
como base.
ABP
(València)
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