Escenas
de caza en la Baja Baviera
Alemania,
1969
Los
tiempos para la cinefilia, hay que reconocerlo, se están
poniendo difíciles. Cada vez es más complicado destacar
en este mundillo porque cada vez hay más cinéfilos.
La cinefilia es una suerte de gripe permanente: se contagia durante
todo el año. Y no es que sea un fenómeno social sin
igual, en absoluto; sucede que existen condiciones para que los
cinéfilos salgan por doquier como los caracoles tras la lluvia:
- En
primer lugar, el cine es barato. Es mucho más barato que
el teatro o un concierto de música (sean Los Planetas o la
Sinfónica de Londres la que toque). Es más barato
que comprar un CD de música y no es más caro que comprar
dos CDs en el top manta. Ir a un cine es más barato que comprar
un libro de bolsillo. En definitiva, que sólo existe un producto
cultural más barato que el cine: ir a un museo de arte contemporáneo
un día festivo. Huelga señalar cuál es la mejor
elección entre ambos.
- El
cine no tiene por qué hacer pensar. Realmente, si nos ponemos
en plan espectador ortodoxo, da lo mismo ir a ver "Rambo"
que "A través de los olivos". ¿Cuál
es la diferencia? En el fondo, ninguna: una sala oscura, un público
emocionado y entregado, una proyección que dura unas dos
horas, y luego irse a la cama con una sonrisa de satisfacción
por haberlo pasado bien. A la mañana siguiente, cuando nos
despertamos, es cuando llega la resaca: entonces es cuando decidimos
que "Rambo" era una película odiosa y que "A
través de los olivos", un sereno y magistral ejercicio
cinematográfico. Hay resacas que sientan bien y resacas que
sientan mal.
- Pero
el cine permite, además, que hablemos sin tener ni idea.
Si vamos a un museo de arte contemporáneo, sólo podemos
soltar el chiste de siempre: "Eso también lo sé
hacer yo". Si vemos una ópera, no pillamos ni papa.
Y un libro, pues eso, hay que leerlo; vamos, un esfuerzo supremo.
La grandeza del cine es que, sólo con ver la película,
podemos hablar y hablar: que si la fotografía, que si la
interpretación, que si los efectos especiales
los más
osados ya hacen referencia a los movimientos de cámara, a
los ángulos de planificación o al guión. No
tiene importancia no saber nada: sólo hay que describir lo
que hemos visto diciendo frases como "es una obra maestra",
"el guión es incoherente", "la fotografía
estaba muy bien" o "la banda sonora es una delicia".
Ante
estas facilidades, no es de extrañar la efervescencia de
cinéfilos. Al fin y al cabo, cualquier
excusa es buena para ligar. Esto ha generado un problema, y
es el de la diferencia de clases. Porque, claro, ante la llegada
incesante de nuevos cinéfilos, los viejos no estaban dispuestos
a ceder sus torres de poder. Y entonces, estos venerables cinéfilos
de toda la vida, se defienden con dos estrategias:
- Utilizar
una jerga más disparatada aún. Se llenan las páginas
de periódicos y las revistas de sesudos análisis que
se pierden en desvaríos lingüísticos. Lo importante
es hacer lo mismo que los nuevos expertos en fútbol: utilizar
metáforas a discreción.
- Salpicar
las crónicas con vivencias propias del crítico. Los
venerables cinéfilos siempre hablan de los problemas que
han tenido en el hotel que se hospedan cubriendo un festival de
cine, o del retraso de los actores a las ruedas de prensa o incluso,
sin ningún tipo de decoro, se dedican a exhibir la cantidad
de viajes que realizan a lo largo del año a todos los festivales
que pueden.
El
panorama, como vemos, es desolador. El cinéfilo de a pie
se ve sacudido constantemente por estos fenómenos. Sin posibilidad
de defensa. Bueno, sí, con una posibilidad: conocer películas
desconocidas. Es una herramienta ideal para despuntar de la plebe
de cinéfilos, para conseguir llevarse a la chica, asediada
por cinéfilos que le exhiben sus conocimientos haciéndose
preguntas de nivel como si estuvieran jugando al Trivial Pursuit.
Si queremos triunfar, debemos decir que hemos visto una de esas
joyas que nadie conoce, pero que cualquier libro especializado cita.
La joya de la corona de esta estratagema es la película "Escenas
de caza en la Baja Baviera" (Jagdszenen
aus Niederbayern), de Peter Fleischmann. Es ideal, y veamos
el porqué:
Es una película desconocida. La televisión nunca la
ha programado, e incluso es dificilísimo (por no decir imposible)
verla en filmotecas. No existe, ni siquiera, edición en DVD.
Vamos, ni que la única copia hubiera desaparecido de la filmoteca
de Belgrado.
- Es
una película europea. Si fuera cine americano, ya no sería
lo mismo, puesto que estaríamos hablando de un film producido
en el país imperialista.
- Su
director es Peter Fleischmann. ¿Acaso alguien ha oído
hablar de él? Es un cineasta alemán, nacido en 1937,
que ha dirigido muy pocas películas. Para completar la información
de nuestros alucinados contertulios, podemos recordar que en España
se estrenó puntualmente una de sus últimas películas,
"El poder de un Dios", de 1990, y no en salas de arte
y ensayo, no, sino en grandes cines comerciales. Una película
original en que incluso aparecía una historia curiosa sobre
la invención de la imprenta
No hay que decir más,
con eso sobra.
- Es
una película en blanco y negro, realizada en 1969 en Alemania.
Para vergüenza de todos los cinéfilos presentes, se
trata de una película que no es en color, de los años
60, y realizada, por lo tanto, en el momento de las nuevas olas
del cine europeo, en este caso concreto, en el del Nuevo Cine Alemán.
Con esto demostramos que sabemos que este movimiento va más
allá de Fassbinder, Herzog o Wenders. Esto supone un tiro
directo al corazón de cualquier cinéfilo, porque estamos
hablando de una película que cumple todas las características
ideales para ser más que requeteconocida.
- Por
si fuera poco, la película trata la historia de la marginación
que sufre un chico homosexual en un pequeño pueblecito rural.
Encima progre. Una película que habla de marginalidad, que
aboga por el respeto a todas las tendencias sexuales, que muestra
el fascismo más cercano, que denuncia una situación
generalizada y que llega hasta nuestros días
- Y,
para rematar la faena, la película goza en todos los libros
de buenas críticas y los expertos más expertosos coinciden
en que es una de las películas más importantes del
cine alemán.
Esta
película es la monda. Prueben y vean cómo no la conoce
nadie. No negarán la dedicación de servicio de La
Página Definitiva. En una muestra más de generosidad,
incluso les podemos aportar un par de datos, no para que comprueben
que nosotros sí que la hemos visto, sino para que hagan suyas
nuestras propias experiencias. Es decir, que la información
que sigue la pueden usar en beneficio propio:
- La
película nosotros la vimos a finales de los 80 o principios
de los 90 en la pantalla de una cafetería (ya desaparecida
esta pantalla) de los cines Albatros de Valencia. Se proyectó
un único pase, un jueves por la noche. Fíjense en
el detalle: ni siquiera la hemos visto en un cine de versiones originales,
sino en la cafetería de uno de esos cines. ¿Existe
mayor voluntad de marginalidad?
- El
film estaba muy bien. Había un par de secuencias para recordar:
la primera, aquélla en que vemos cómo se realiza la
matanza de un cerdo mientras se habla del protagonista, el homosexual
(los planos de la cabeza rodando conforman una magnífica
metáfora); la segunda es la persecución por los bosques
de los habitantes del pueblo, tras los pasos del homosexual que
huye de un linchamiento (planos magníficos en un paraje bastante
áspero, ya que no se trata de ningún bosque frondoso).
En
fin, que si estamos en una mesa hablando de cine, y alguien va de
listo porque dice que ha visto "Trenes rigurosamente vigilados"
o cualquiera de estas películas, pues nada, soltamos toda
la historia de "Escenas de caza en la Baja Baviera". Su
estatuto social subirá como las cotizaciones de las punto
com a mediados de los noventa. A diferencia de estas cotizaciones,
las suyas se mantendrán para siempre en alza. Porque "Escenas
de caza en la Baja Baviera" es un valor seguro, con una alta
rentabilidad a corto, medio y largo plazo.
Manuel
de la Fuente
|