Gladiator
Estados
Unidos, 2000
"Blade
Runner" es quizá (qué leches quizá, ¡seguro!) una de las mejores
películas de todos los tiempos. Ustedes se preguntarán qué tiene
que ver esto con Gladiator. Bien, yo también me hago esa pregunta,
pero como borrarlo todo y empezar otra vez desde el principio quedaría
muy poco profesional, proseguiremos por esta senda narrativa a ver
hacia dónde nos conduce. Bueno, basta de bromas. Como todos ustedes
sabrán en su condición de expertos cinéfilos (Y si han tenido los
huevos de meterse entre pecho y espalda toda nuestra sección de
cine ya saben más que cualquier crítico profesional, no lo duden)
ambas películas han sido rodadas por el mismo director: Ridley Scott.
Después
de dirigir una obra maestra como "Blade Runner", e incluso otra
gran película como "Alien, el octavo pasajero", cualquier director
ha de enfrentarse al desafío que supone no defraudar a una audiencia
que siempre espera un producto que mejore, o al menos iguale, a
todos los anteriores (Piensen por ejemplo en Almodovar y el terrible
reto de rodar una nueva película después de su majestuosa "Kika",
algo de lo que aún no nos hemos repuesto). En este caso, el tema
elegido por Mr. Scott no podía ser más apropiado: Nada menos que
el imperio romano (mestizaje y tolerancia, espectáculos de lucha
y mucha orgía).
Con
estos mimbres el director ha realizado un cesto más que decente,
y eso teniendo en cuenta que ha contado con dos dificultades añadidas
frente a las que cualquier otro director hubiera fracasado sin remedio:
a)
Contar con Russell Crowe, (uno de los peores actores del momento,
motivo por el cual recibió un merecidísimo Oscar).
b)
No poder incluir ninguna orgía en condiciones dado que se trata
de una producción yanqui.
Nuestro
admirado Director, sin embargo, en un ejercicio de virtuosismo narrativo
consigue hacer olvidar estos y otros molestos inconvenientes y finalmente
nos ha ofrecido una película sencillamente admirable. El personaje
principal es Máximo, un general de Marco Aurelio caído en desgracia
ante su hijo (el de Marco Aurelio, putos pronombres), que tiene
que arrostrar durante toda la cinta las mil y unas desgracias que
llueven sobre su marcial cabeza gracias a la envidia y mala leche
del nuevo César (más bajito, más feo y sobre todo menos macho que
él). ¿Cómo termina la película? (que es a lo que vamos), pues termina
muy bien puesto que muere el protagonista. Y es que, señores, Ridley
Scott es el único director de cine capaz de convertir la muerte
de un personaje en una pequeña obra maestra. La escena de la muerte
de Máximo en el circo pasará a los anales de la historia de las
muertes cinematográficas, junto a la del replicante Roy Batty en
"Blade Runner" (con aquél inmortal monólogo: Yo he visto cosas que
vosotros no creeríais.....). Ningún otro director (ni incluso Almodovar,
fíjense lo que les digo), es capaz de trasladar a la pantalla el
momento supremo de la muerte con la sobriedad y la ternura con que
Ridley lo consigue, convirtiendo una situación tan trágica en algo
grandioso, emotivo, y bello hasta decir basta.
En
definitiva una gran película, muy entretenida, altamente recomendable,
y de consumo obligado para todo seguidor de R. Scott. Tanto que
hemos hecho el firme propósito de verla un día de estos.
|