¡Buen
viaje, Excelencia!
Las
moscas de Franco
La
noticia llevaba tiempo circulando: Albert Boadella estaba rodando
su primera película, y trataba sobre los últimos años
de Franco. Entonces una especie de escalofrío debió
recorrer a algunas personalidades del cine español: porque
al mismo tiempo que se estrenan películas como "Carmen",
"Dos tipos duros" o "Días de fútbol",
llega Boadella y vuelve a hablar de Franco. ¿O a lo mejor
resulta que el cine español no ha hablado tanto de Franco?
Pues si echamos la vista atrás, nos daremos cuenta de una
curiosa sorpresa: Franco es uno de los personajes menos tratados
en nuestro cine. E incluso tratado con cierta benevolencia. Hay
que remontarse hasta 1987 para ver el tamiz nostálgico de
"Espérame en el cielo", de Mercero, o hasta 1993
para ver la película más dura contra el dictador:
la críptica y minoritaria "Madregilda", de Francisco
Regueiro. O, si afinamos un poco más, vemos películas
centradas en episodios concretos de la vida de Franco, como "Dragon
Rapide" (1986), de Jaime Camino.
¿Y
qué ha pasado desde el año 93 en nuestro cine? Pues
más bien poco, la verdad. Son las consecuencias de esta cultura
de la subvención. El propio Boadella, en una entrevista al
diario El Mundo, advertía ya en el año 97 de esta
situación:
"No estoy en contra de la inversión de dinero en la
cultura. Es mejor que hacerlo en aviones de combate, por descontado.
Precisamente lo que hay es poco dinero invertido en cultura. De
lo que estoy en contra es del procedimiento que se ha utilizado:
el estado, los estados, han utilizado el mundo de la cultura y las
artes como propaganda política. Se han dedicado a subvencionar
directamente las cosas, en lugar de trabajar en la infraestructura,
en la educación... Se han dedicado a darle a uno diez, a
otro cinco y a otro nada. Dirigismo total. Naturalmente no han hecho
censura, porque la Constitución no lo permite, pero si a
uno le has dado diez y a otro nada, estás cayendo en un agravio
comparativo y en una competencia desleal dentro de un sector."
Así, a nuestro cine le va como le va. Y así, películas
como la de Boadella se quedan en intentos solitarios en el seno
de una industria (?) cinematográfica española más
preocupada por el pasteleo de los de siempre que por constituirse
en punto de referencia de reflexiones culturales propias. Por esto,
"¡Buen viaje, Excelencia!" pasará a la historia
de nuestro cine como una rara muestra, puesto que, por poner un
ejemplo, es una película española en la que no sale
ni uno solo de los actores habituales de nuestras pantallas.
Boadella
llega al cine motivado por el público. En contra de la opinión
de la Academia del Cine español, que considera que el público
es tonto porque no va a ver cine patrio y prefiere el cine norteamericano,
Boadella ha declarado por activa y por pasiva que si algo le gusta
del cine, es su público, porque es menos elitista que el
del teatro. Sincera reflexión de un hombre que lleva más
de 40 años pisando los escenarios y provocando múltiples
tumultos.
El
grupo teatral Els Joglars nace en 1962 en Barcelona, fundado por
Boadella, junto con Anton Font y Carlota Soldevila. Tras unos primeros
años dedicados al mimo, Boadella asume la dirección
absoluta del grupo en 1967. Después de una serie de obras
que sitúan a Els Joglars en la primera línea del teatro
transgresor del tardofranquismo, el escándalo llega en 1977
con el estreno de "La torna", un espectáculo sobre
las ejecuciones, en 1973, de Puig Antich y Heinz Chez. La autoridad
militar, escandalizada por el contenido de la obra, cancela las
representaciones y encarcela a Boadella, quien escapa el día
anterior a su Consejo de Guerra.
A partir
de aquí, llegará todo un río de altercados
y provocaciones que acompañan a cada nuevo estreno: nuevos
encarcelamientos, estallidos de bombas, amenazas, y un escándalo
fenomenal con el estreno de "Teledeum" (1983), que provocó
una gran reacción por parte de los principales obispados
y arzobispados de España. En 1988, Els Joglars aparecen en
el programa de TVE de Javier Gurruchaga "Viaje con nosotros",
en un momento memorable atacando a Jordi Pujol, el Barça
y la Virgen de Montserrat, y, al año siguiente, el programa
que realiza Els Joglars, titulado "Ya semos europeos"
(de nuevo para TVE), constituye una feroz crítica a los tópicos
institucionales de la España del momento. Con los 90, los
montajes de Els Joglars arremeten contra Pujol ("Ubú
president"), rescatan la figura de Dalí ("Daaalí"),
o bien satirizan los actos conmemorativos del Quinto Centenario
del descubrimiento de América ("Yo tengo un tío
en América").
Boadella
se forjará, a lo largo de toda su carrera, una merecida reputación
de artista independiente, capaz de atinar en sus disparos. Sus ataques
al régimen de Pujol, siendo él vecino del Ampurdán,
constituyen un ejemplo de esto. Su descripción del nacionalismo
catalán como un movimiento "tribal que cree que el accidente
sexual de haber nacido en un lugar está por encima de todo",
le ha generado antipatías y enemistades por parte de la mismísima
Generalitat de Cataluña o de la Televisión Autonómica
(TV3), que llegó, en cierta ocasión, a interrumpir
el fluido eléctrico de sus instalaciones para evitar la emisión
de una obra de Els Joglars que se transmitía en desconexión
territorial de TVE.
Con
todos los escándalos como experiencia, con la curiosidad
del payaso provocador y burlón que es, Boadella llega al
cine. Y llega con el interés de remover las conciencias tranquilas
realizando una película que retrata, desde su humor corrosivo,
los dos últimos años de la vida de Franco, en el período
que comprende desde el atentado de Carrero Blanco hasta la muerte
del dictador. Al inicio de la película advierte Boadella
que se dirige a "las moscas" porque, según viene
a decir, son las únicas que plantaron cara a la dictadura
de Franco. De hecho, Franco aparece a lo largo de toda la película
rodeado de moscas que huelen la próxima putrefacción
del general y que constituyen la única preocupación
de un anciano ya senil. La utilización de esta simbología
para mostrar la ineficacia y descoordinación de la oposición
franquista supone una risa descomunal de Boadella a lo que, mal
que nos pese, resulta una verdad evidente, aprovechada ad nauseam
por la derecha española: Franco murió en la cama.
En
este sentido, resultan divertidísimas las secuencias que
se desarrollan en un bar, frecuentado por un grupo de progres que
se dedican a hablar sin parar de las actividades que habría
que llevar a cabo para acabar con el régimen, sin pasar en
ningún momento a la acción. Sólo será,
tal y como lo muestra Boadella, la podredumbre y la enfermedad las
que acabarán con la vida de Franco.
Esta
decrepitud se muestra también en una serie de secuencias
delirantes, como la visita al pueblo desierto, en que la Corte de
Franco simula los vítores de antaño. O la caza de
periquitos en los salones del Pardo, parodia feroz de las grandes
cacerías de los años 60. Sin olvidar las miserias
de los personajes que rodean al dictador: el Marqués de Villaverde
(encarnado por Xavier Boada), mujeriego e incompetente, y Carmen
Polo (una Pilar Sáenz impagable), de aspecto cadavérico
y siniestro, forman lo más granado del cortejo fúnebre
del entorno más cercano a un Franco excelentemente dibujado
por Ramón Fontseré.
Con
todo, la película no acaba de funcionar demasiado bien. Son
mejores las ideas que su plasmación en el film. Se puede
pensar que el lastre teatral de Boadella es demasiado fuerte. Tal
vez. O tal vez no. El caso es que la carga irónica de la
película es tan fuerte que le resta comicidad. Uno de los
elementos que fallan es el personaje de la doctora austriaca, que
sirve de eje argumental de la historia, y que reelabora toda la
construcción del personaje de Franco. Existe, de hecho, una
fuerte contradicción en la construcción del personaje,
ya que, al mismo tiempo que utiliza el símbolo de las moscas,
Boadella parte de la base de que:
- Franco
era un idiota mediocre, carente de cualquier atisbo de inteligencia.
- Y
que vivió sus dos últimos años muy afectado
por la muerte de Carrero Blanco.
Este
punto de partida, bastante discutible desde el punto de vista histórico,
no concuerda, tal y como muestra Boadella el intenso grado de decrepitud
del dictador, con el carácter férreo de la dictadura
hasta sus últimos días. Y, en consecuencia, el personaje
de la doctora resulta demasiado caricaturesco para el tono de humor
de la película.
No
obstante, Boadella ha abierto una interesantísima vía
de exploración en la construcción de un cierto modelo
para nuestro cine. Un modelo que, faltaría más, nadie
se encargará de explorar. Porque, en esta política
de subvenciones, a ver quién se atreve a tocar la memoria
de Franco, con la de dinero público que recibe la fundación
del Dictador.
Manuel
de la Fuente
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