Guus Hiddink

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Proseguimos con la inagotable cantera de entrenadores que han hecho historia en el Madrid con uno de nuestros preferidos: el holandés Hiddink. El amigo Hiddink es la prueba viviente de que, en contra de lo que pregona toda la prensa del Barcelona, no todos los holandeses tienen mal carácter y son maleducados. Porque sus méritos como entrenador pueden ser discutidos, pero no puede nadie negar que Guus es un hombre amigable y jaranero, amante de la siesta y la buena vida. Suele llevarse bien con los periodistas, con los que se va a comer y de juerga, y también con sus jugadores, que aprecian sobremanera sus métodos de entrenamiento. Suelen comentar que con él las sesiones preparatorias son muy entretenidas ya que "hay mucho balón", lo que es cierto; pero olvidan añadir que, además, las sesiones con balón (que ocupan íntegro el espacio dedicado a la preparación del partido) se prolongan unas dos horitas en toda la semana. Como es lógico, los chicos lo agradecen: son jóvenes y deben desfogarse, gastar energías en otros quehaceres más gratos que el entrenamiento, y así llegan más frescos a los partidos.

Este método de trabajo demostró ser muy eficaz con el PSV Eindhoven, con el que logró una sorprendente Copa de Europa con un equipo normalito, Koeman y Romario como estrella. Desde entonces Romario ha considerado que para rendir debe tener carta blanca para irse de marcha y no entrenar, habituado al estilo Hiddink. Como es obvio, sólo volvió a lucir cuando otro holandés se hizo cargo de él, mientras que entrenadores como El Sabio de Hortaleza o Ranieri tienen pesadillas con el astro brasileño. Al margen de este factor Hiddink cimentó el éxito del PSV en adelantar lo que iba a ser el fútbol UEFA moderno: ganó la Copa de Europa con un 0-0 y en los penaltis, y tras haber logrado no ganar ningún partido en cuartos o semifinales de la competición (todo fueron empates resultones). Por otro lado, en su camino hacia la cima, como todos los campeones del torneo de esa época, se encontró con la "madre" de finales de los 80 en Europa: el Madrid de la Quinta del Buitre. Victoria segura y eliminatoria superada.

Tras este brillante currículo vitae Hiddink dio un paso más en su camino hacia el banquillo del Bernabeú y como todo entrenador que desee llegar a Chamartín se fue a entrenar a un equipo turco, que por lo visto es lo que da una pátina de verdadero prestigio. Sorprendentemente, no recordamos mucho de lo que debió ser su etapa más brillante como entrenador.

Tanto lo fue que fichó por el Valencia. Se trataba del equipo ideal para Hiddink, al lado del mar, con un Parador Nacional en la playa (en el que vivió los cuatro años, no vayan Ustedes a pensar que Guus iba a cansarse lo más mínimo), buen clima y una afición que históricamente ha recibido gustosa a entrenadores simpaticotes. Era el Valencia de Fernando, Quique, Penev, Roberto y Mijatovic, que siempre se clasificaba para la UEFA y así podía hacer el ridículo a base de bien y vuelta a empezar (Nápoles, Kalsruher). En esta época se ganó Guus el prestigio como entrenador ofensivo, cuando simplemente dejaba a sus jugadores corretear como más les gustaba, y como la querencia de estos era la que era, pues se iban para arriba. Tras el desastre de Kalsruher ese Valencia quedó definitivamente carbonizado, Hiddink fue despedido y Paco Roig tardaría sólo unos meses en acceder a la Presidencia del Valencia. En pago por los servicios prestados Hiddink fue brevemente repescado.

Tras un fugaz y exitoso paso por la selección holandesa (practicando un gran fútbol y perdiendo como siempre) Hiddink va a dar un paso más en su carrera y, dispuesto a demostrar que no sólo es capaz de jugar mal y ganar (PSV) o jugar bien y perder (Valencia, selección holandesa), afronta el reto de entrenar al Madrid que acaba de ganar la "Séptima" y de festejarlo echando al entrenador. Los resultados son inmediatos: con Hiddink, el Madrid ni juega ni gana. El mundo del fútbol tiene cosas exóticas, y esta situación, común en los últimos años en el Bernabeú, fue considerada en el caso de Hiddink especialmente grave pero no lo suficiente como para echarlo. Eso sólo ocurrió cuando ganó la Intercontinental, momento en que "el vestuario estaba descompuesto". Al parecer, y como les ha ocurrido a todos los entrenadores del Madrid de los 90 (excepto a Capello, por lo visto), Hiddink no entendió el lirismo de Fernando Hierro, con lo que los jugadores se lo cepillaron.

En estos momentos Hiddink entrena al Betis con mano firme (tres horas semanales de paliza con balón), y a los chicos se les ve muy frescos y contentos a pesar de su tonteo con el descenso. Es lógico: yo también sería feliz si, tras pasar por las garras de Clemente, luego me paso una temporada entera de vacaciones con Griguol primero y luego Hiddink.

No queremos olvidar un gesto que honró a Hiddink, cuando mandó retirar una bandera nazi en Mestalla, supliendo la inactividad de la policía y la directiva del Valencia. Hiddink, de eso no nos cabe duda, es un tío majo.

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