Al
final de la escapada Francia,
1959 Este
tío se monta unas paranoias que pa qué Estamos
en los grises años cincuenta. Todo el continente europeo está ocupado
por el siniestro conservadurismo capitalista de inspiración yanqui (en
realidad sólo la mitad del continente europeo está ocupada de esta
guisa, la otra mitad profesa obediencia a Moscú, pero esto es un detalle
sin importancia). El cine europeo se está arrodillando frente al Star System
hollywoodiense, y se acerca peligrosamente al objetivo único del Modo de
Representación Institucional (MRI); conseguir espectadores y por ende ganar
dinero (Esto del Modo de Representación Institucional puede que a algunos
de Ustedes les suene a chino, pero a grandes rasgos consiste en que según
la crítica europea Hollywood convirtió su modo de contar historias
en "el" modo de contar historias, arrinconando el torrente de creatividad
de propuestas alternativas, lo cual, claro, es malísimo).
Pero
hete aquí que un valiente director francés, sin pedir subvención
ni nada, se alzó en armas contra el Modo de Representación Institucional,
auténtico Eje del Mal del mundo cinematográfico, creando una obra
de arte, Al final de la escapada, que redefinió el concepto de "cine"
comúnmente asumido por el espectador, pasando de un frívolo espectáculo
de masas a una sutil obra de arte en la que el aburrimiento se convertiría
en un auténtico paradigma. Al final de la escapada es un ejercicio de poética
audiovisual, una hábil combinación de planos fijos de, por ejemplo,
un teléfono, o un jarrón, con profundas conversaciones entre los
personajes. Una película que consiguió tres objetivos: vulneró
fuertemente los hasta entonces sólidos cimientos del Moro de Representación
Institucional, obligándole a hacer películas cada vez más
comerciales y con mayor éxito de público; constituyó el inicio
y culminación de uno de los movimientos cinematográficos más
originales, punzantes, alternativos e insoportables de la historia del cine, la
Nouvelle Vague (Nueva Ola), que se llevó de un plumazo todas las esperanzas
del cine europeo de hacerle algún día la competencia al jodido Eje
del Mal; y, por último, le garantizó a su autor, Jean - Luc Godard,
subvenciones cinematográficas de por vida para seguir cometiendo películas. En
resumen, una obra sublime de la que no entendí un pijo, pero claro, precisamente
por eso es sublime.
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