E.T.
el extraterrestre
No
tiene piernas porque otros pedalean por él
1982.
Felipe González llega a la Moncloa y E.T. a las pantallas
de cine. 20 años después ambos viven de rentas. No
se trata de establecer paralelismos entre ambos personajes, sino
de constatar la importancia de aquel año y los tumbos que
va dando la vida en pocos años. Además, ambos llevan
caminos divergentes: mientras uno empieza a rumiar la posibilidad
de ir abandonando espacios de la vida pública española,
el otro vuelve con ganas, con un lavado de cara y dispuesto a continuar
recaudando dólares. Podríamos seguir hasta el infinito
con las odiosas comparaciones (récord en escaños versus
récord de recaudación en taquilla), pero vamos a parar
y a centrarnos en la criatura de Spielberg que otorgó a su
creador el título de rey Midas de Hollywood.
Después
de una creciente consolidación de su talento en productos
como "Tiburón", "Encuentros en la tercera
fase" y "En busca del arca perdida", Spielberg idea
la recreación de su infancia/adolescencia en una película
en la que quería purgar todos sus fantasmas al respecto de
lo mal que lo pasó el pobre como testigo del divorcio de
sus padres. Como el proceso de exorcismo del pasado tenía
que acabar bien para que, en un proceso de terapia pseudo-freudiana,
el pequeño judío no sufriera más por los latigazos
de sus recuerdos, se le ocurrió la presencia de un extraterrestre
que, como un "deus ex machina" cualquiera, enmendase la
plana y evitara que el pobre Spielberg/Eliot cayese en un trauma
infantil que degenerase en la adicción a las drogas, el sexo
y el rocanrol. E.T. no es más que un feo bicho extraterrestre
que establece un pacto con Eliot: tú me ayudas a volver a
casa y yo te hago popular entre tus amigos para que no sufras más.
Esta
lectura puede parecer un disparate, pero Spielberg no para de decir
últimamente que precisamente su punto de vista era éste,
al tiempo que afirma que E.T. es una historia sobre la tolerancia
en las relaciones interraciales. Qué duda cabe de las diversas
maldades que esconde la película: las pulsiones sexuales
del alienígena, que se encariña tanto con Eliot como
con su hermana (así salió después de desmadrada
Drew Barrymore), o su alcoholismo, ya que lo primero que hace cuando
le dejan solo en la casa es ponerse ciego de cervezas.
Por
todas estas cosas, y por muchas otras más, E.T. se convirtió
en la película más taquillera de la historia del cine,
título que aún parece ostentar, a pesar de la gran
dificultad que supone establecer un baremo así, dado que
las condiciones (número de espectadores potenciales y de
salas, fluctuación de la moneda, etc.) varían con
los años. Y aquí llega lo mosqueante: nuestra crítica,
la española, que pone a caer de un burro a la película
porque, ya se sabe, si es buena, ¿¡cómo diablos
puede ser un éxito comercial?! En efecto, esa misma crítica
que le niega o ha negado durante años su beneplácito
a autores como Clint Eastwood. Y, claro está, el cine europeo
es mejor que el americano, según esta misma regla de tres.
Segundo
argumento de nuestros críticos: el cine infantil es para
niños y, por definición, tonto y ñoño.
Sólo son buenas las películas en las que salen niños
que se comportan como adultos y que muestran el lado cruel de la
infancia, por ejemplo, "Viento en las velas", obra maestra
por este motivo. De este mismo modo se desprecia todo Disney, sólo
por ser de Disney, incluidas las creaciones de Pixar, como "Toy
story".
No
hay por qué contestar a estos sólidos argumentos,
porque caen por su propio peso. Sólo podemos recordar que
E.T. fue censurada en algunos países europeos porque mostraba
a los adultos como paramilitares represores y porque defiende a
la infancia como el único mundo en el que es posible la imaginación
y la revolución de todas las normas, hasta las leyes físicas
(con el vuelo de las bicicletas). Y que E.T. fue alabada en su momento
por cineastas como Mankiewicz.
Lo
único que tenemos que decir es que es bueno que repongan
E.T. 20 años después porque la podemos ver sin ningún
tipo de producto de merchandising ni chorradas (como muñecos,
canciones de Parchís, chistes o gente que decía entonces
"mi casa" y "teléfono" como hoy se dice
"cuñao") que nos hagan aborrecer la película
antes de verla. Y porque será feo el bicho, pero más
feos son Antonia San Juan y Bibi Andersen y nadie se queja.
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