Tarzán
¡Nkawa,
coño!
Quién
no ha visto de pequeño, perdón, de preadolescente,
las películas de Tarzán. Al hablar de Tarzán
me refiero por supuesto al personaje interpretado por Johnny Weismuler,
y no al resto de patéticos tarzanes con que nos ha castigado
Hollywood desde Gordon Scott hasta el actual y aún más
lamentable Brendan Frasier.
Recuerdo
aquellas sesiones de tarde durante las vacaciones, por lo general
navideñas, en las que TVE nos regalaba a la chiquillería
dos horas de entretenimiento y emociones de la mano de nuestro selvático
héroe.
Aunque
en apariencia resulten películas de argumento muy sencillo,
existen sin embargo múltiples aspectos tremendamente curiosos,
e incluso algo escabrosos para la moral de la época. Veamos
algunos ejemplos:
En
primer lugar tenemos la relación de Tarzán y Jane.
Obviamente se trata de una pareja de hecho. En ningún momento
de la serie aparece un juez de paz, ni siquiera un mísero
pastor anabaptista bendiciendo esa unión. Esta circunstancia
rompe totalmente las convenciones morales del cine de esa época
en la que cualquier relación heterodoxa era castigada de
inmediato, recayendo sobre los culpables mil y una desgracias hasta
que al final formalizaban su relación, la vida les volvía
a sonreír y un radiante sol iluminaba de nuevo su antes pecadora
existencia.
Pero no solo eso, sino que además la pareja tenía
un hijo. Bueno, bueno, esto ya es el colmo. Una cosa es amancebarse
y otra muy distinta procrear como conejos viviendo en pecado. Por
este motivo, en lugar de hijo biológico, los guionistas hicieron
que Boy (que así se llamaba el retoño) fuera adoptado.
El pobre había quedado abandonado en la selva tras la muerte
en accidente de avión de sus padres, con lo cual no solo
no existía pecado, sino que Tarzán y su compañera
aparecían con todo merecimiento como unos padres virtuosos.
Nada
sabemos acerca de los métodos anticonceptivos utilizados
por Tarzán y Jane. Así a simple vista parecen dos
ejemplares humanos perfectamente sanos, con lo que a priori no hay
que temer un posible problema de infertilidad endógena. Tampoco
admite dudas la virilidad de Tarzán, puesto que no se aprecia
en él ningún signo de amaneramiento que nos haga sospechar
que pierde aceite por alguna biela. Por otra parte, dos adultos,
jóvenes, vigorosos, sanos, en un lugar tan idílico
como la selva africana ¡y sin televisión!, pues ya
me contarán en qué iban a pasar el rato. Pues nada,
Jane a lo largo de la serie de películas de Tarzán
jamás queda embarazada sin que se nos aclare el sistema utilizado,
con lo que el anticoncepctivo de esta famosa pareja, de una eficacia
a prueba de bombas, quedará para siempre sumido en el más
insondable de los misterios.
La
forma de dirigirse Tarzán a los animales también resulta
de interés. Tarzán utiliza invariablemente la misma
orden: ¡Nkawa!.
Le
grita Nkawa a Chita, y ésta va a coger una liana. Le dice
lo mismo un poco más tarde y Chita se sube a lomos del elefante.
Le dice Nkawa a un elefante y éste agarra un palo y comienza
a repartir estopa a los malos. Esto me lleva a pensar que Nkawa
es en realidad una palabra comodín, de muchos y variados
significados. Lo mismo sirve para dirigir a una manada de elefantes
que para mandar a Chita a tomar por culo cuando se pone pesada.
Entonces ¿Cómo saben los animales qué quiere
realmente Tarzán cuando les grita Nkawa?. La clave debe estar
en la entonación con la que nuestro héroe pronuncia
la palabreja. Nosotros, pobres occidentales, no tenemos la sutileza
suficiente para captar los leves matices que hacen que Nkawa adquiera
uno u otro significado, sin embargo los animales, con su formidable
capacidad auditiva captan perfectamente estas agudezas del lenguaje
y obran en consecuencia.
Pasemos
ahora a estudiar el personaje de Boy. Lo primero que hay destacar
es que el niño que lo interpreta es lo más repipi
que han visto estos ojos, con esos ricitos y esa sonrisa meliflua
perfectamente abofeteable. Pero es que además, el papel del
niño en la serie no puede ser más puñetero.
Aparecen los malos, que quieren desvalijar de marfil el cementerio
de elefantes, Tarzán les da una mano de ostias para que le
dejen los cuernos en paz y le dice a su hijo que ni se le ocurra
hablar con ellos. Pues bien, a las primeras de cambio, el muchacho
se va al campamento, los malos le ofrecen una chuchería y
el niñoloshuevos no solo les dice donde está el cementerio
sino que además se ofrece a llevarlos a él. ¿Es
para abofetearlo, o no?. Pero es que además, la operación
resulta una chapuza y el pobre Tarzán tiene que ir al rescate
con su peculiar ejercito semoviente, Nkawa va, Nkawa viene, y liarse
a palos con todo quisque para restablecer el orden y recuperar al
ninio. En definitiva, que Boy nos caía a todos aún
peor que...
Chita:
La Virgen Santa que animal más estúpido. ¡Cómo
nos iba a caer bien un animalejo que se pasa toda la película
haciendo de bufón patético!. Tan solo se redimía
en parte cuando Tarzán caía herido y el bichejo lo
cuidaba e iba a buscar ayuda. Si no fuera por eso, la verdad es
que hubiera sido el animal mas absurdo de la historia del cine.
Por cierto que nunca vimos a tarzán brearle el lomo con un
buen trozo de liana, y eso a pesar de tener que soportar todo el
día a su alrededor un mono tan pesado, lo cual dice mucho
de la paciencia de nuestro ídolo de la jungla.
Respecto
a Jane, interpretada por la maravillosa Maureen O'hara, no podíamos
opinar gran cosa, ya que a la tierna edad de 8 o 10 años,
uno todavía no es capar de apreciar y valorar ciertos aspectos
anatómicos que empiezan a adquirir importancia a partir de
la pubertad, así que para nosotros era la mujer de Tarzán
y la madre de Boy. Punto.
También
contribuye a esta imagen maternal el hecho de que los guionistas
de la serie nunca nos la mostraran despellejando un búfalo,
o matando a pescozones un par de patos. Una pena, porque el personaje
hubiera ganado muchos enteros.
Existen
otros aspectos curiosos como el "Yúyu, bwana, yúyu"
y el inevitable cocodrilo a quien Tarzán convertía.
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