Vivancos
3
Made
in Spain
Tiene
mucha gracia ver "Vivancos 3". Es indudable que es muy
divertido ver a qué niveles puede descender la calidad del
cine español mientras no tiene reparos en demandar más
ayudas públicas, más cuotas de pantalla y más
sensibilización por parte del público. Pues bien,
ni la administración debe malgastar el dinero, ni las salas
comerciales tienen por qué establecer cuotas de paridad al
margen de la rentabilidad económica de las películas,
ni, en definitiva, el público es tan idiota como para no
saber qué cine quiere ver. Mientras el cine español
tenga a bien producir productos como "Vivancos 3", todas
las campañas de sensibilización y protesta no harán
más que provocar el ridículo y el sonrojo general.
Hubo
quien se creyó aquello de que el cine español vivía
un renacimiento de crítica y público a principios
de los 90, cuando se popularizaron las comedietas de los Martínez
Lázaro, Colomo, y compañía. Aquellas sesudas
cintas en que actores como Gabino Diego o Jorge Sanz representaban
el estereotipo de los adolescentes criados en los tranquilos años
de la democracia, pasaron a mejor vida, y nuestro cine patrio intentó
disimular su falta de ideas dividiendo su oferta en tres grupos:
- El
cine social. España descubrió la denuncia social explícita
a mediados de los 90, más de cuarenta años después
que en el resto de Europa. Parece que la II Guerra Mundial acabó
hace poco, y el cine de realismo social eclosionó con fuerza
y subvenciones estatales mediante. Películas como "El
bola", "Barrio" o "Familia" son exponentes
de este tipo de panfletos.
- Las
películas de género a la americana, principalmente
las comedias y el policiaco. Los cineastas españoles creen
que actores como Carmelo Gómez pueden emular a Humphrey Bogart,
y se ponen manos a la obra. Y no hablemos ya de las comedietas,
que han seguido proliferando como setas.
- Y,
cómo no, el cine de autor cuya calidad no se discute: Almodóvar,
Trueba y Aranda son cineastas cuyas películas son buenas
porque sí. Mientras Almodóvar es, con unos guiones
disparatados, el autor por excelencia, Trueba es el chico listo
que tiene ojos para ver en todas las direcciones a las que apunta
la cinematografía mundial para hacer refritos de todos los
géneros americanos, desde la comedia ("Two much"),
hasta el documental musical ("Calle 54") sin olvidar sus
imprescindibles aportaciones a las reflexiones fílmicas sobre
el cine dentro del cine ("La niña de tus ojos").
El autoproclamado discípulo de Billy Wilder no tiene un pelo
de tonto. Aranda, por su parte, es el único de los tres que
no tiene Oscar, y no será porque no lo intenta, pero los
americanos no son tontos y no tragan, por mucho que los académicos
españoles les intenten colar un gol, con films como "Libertarias"
o "Juana de Arco".
Pero
este panorama se agrava con la dirección de la academia cinematográfica,
que siempre recae en manos de inútiles floreros. Patético
resultó el paso por esta dirección, por poner un ejemplo,
de Aitana Sánchez-Gijón, que no aportó ninguna
idea, que se enfadaba con los periodistas cada vez que en una rueda
de prensa se le preguntaba por estas medidas y por la salud del
cine español, y cuyo único objetivos era, según
sus palabras y atención al disparate, "que se hable
en los telediarios más de cine que de fútbol".
Visto
este patético recorrido, no es extraño que una película
como "Vivancos 3" llegue a nuestras pantallas. Pero lo
más chocante es que la cinta está llena de gente como
el Wyoming, Santi Millán (el "Paco" de Andreu Buenafuente),
también el "Sebas" de TV3, Juan Luis Galiardo o
Gurruchaga: todos ellos gente muy cínica, muy corrosiva en
su humor, que se llenan la boca poniendo a parir a todos los que
están por debajo de su elevado nivel intelectual, entre ellos
el cine americano. No pueden criticar ya nunca en sus vidas estos
personajes ninguna película norteamericana que se estrene,
por tonta que sea, porque tienen en su curriculo "Vivancos
3". Sólo diremos que una película española
que intenta imitar el humor de la saga de "Aterriza como puedas"
y "Loca academia de policía", que se pretende una
parodia de "Harry el Sucio" (película que estos
cerebros considerarán facha en una ceguera perseverante de
la crítica hacia esta cinta) y que acaba en una delirante
escena en que se ponen todos a bailar una rumba sin venir a cuento
es un pecado mortal. Una cosa es que todos se lo pasaran bien haciendo
la película (porque hacer el subnormal suele ser divertido),
pero otra es que nos pretendan vender el producto como "una
obra maestra" como ha dicho el Wyoming en "Caiga quien
caiga". Zapatero a tus zapatos, y la gente que puede (o no)
ser divertida en televisión, no tiene por qué intentar
otras cosas. Del mismo modo que la gente se ríe de que un
personaje de la televisión como Ricardo Bofill "escriba"
"novelas", la misma hilaridad burlona debe provocar una
imbecilidad como "Vivancos 3".
El
cine español ya tiene un punto de no retorno. Los listos
suelen resurgir de sus cenizas. A ver si se produce una limpieza
general y se estudian nuestras raíces en la cultura y la
producción cinematográficas. Un buen comienzo sería
exiliar a Almodóvar y negarle el título de actriz
a Antonia San Juan. Si nos hicieran caso, otro gallo cantaría.
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