Star
Wars II: El ataque de los clones
El
celibato de los Jedis
En
los años 70 surgió una generación de cineastas
norteamericanos, todos ellos amigos entre sí, que, con desigual
fortuna pero similar reconocimiento posterior, se pusieron a hacer
películas sin apenas conocer el medio pero con una monumental
cultura fílmica. Los tres más colegas de ese grupete
son Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas. Ni que
decir tiene que Spielberg es el único que continúa
al pie del cañón con proyectos novedosos, lejos de
las inquietudes de Coppola (de quien no se sabe ya mucho) y de Lucas,
que intentó durante 20 años huir de su serie de Star
Wars sin éxito, ya que se embarcó en proyectos tan
espantosos como "Howard, un nuevo héroe".
A George
Lucas le gusta hacerse de rogar, y seguro que ha disfrutado un montón
siendo el gurú de toda una generación de adolescentes
aficionados a los tebeos y la televisión. De hecho, de la
saga de Star Wars lo que menos importa son las películas,
ya que el meollo del negocio está en la impresionante maquinaria
de merchandising que le ha llevado a Lucas a pensar que eso del
cine está bien, pero que es mejor producir y ganar dinero.
Pero
después de dos décadas, Lucas sucumbió. Suponemos
que el médico le diagnosticó un grandioso colesterol
después de tantos años de descanso absoluto, y se
volvió a poner manos a la obra para poner en pie lo que se
conocen como las "precuelas", es decir, los tres primeros
episodios de la saga. Además, una vez acabada la era de Ronald
Reagan, que bautizó con el nombre de "Star Wars"
a su programa de defensa antimisiles, utilizar este nombre volvía
a tener gracia y de nuevo se ceñía estrictamente a
la esfera de la ficción.
Y bueno,
una expectación alucinante fue la que volvió a generar
Lucas entre sus fans, emocionados ante la idea que creían
que ya no se materializaría: ver más espadas láser
en el cine. No obstante, el chasco no pudo ser mayor, ya que "Star
Wars I: La amenaza fantasma" no gustó ni a los locos
más enfervorecidos. Aunque los motivos que hacen que la comunidad
fanática rechazase una película que lleva esperando
durante lustros sean merecedores de un exhaustivo análisis,
podemos imaginar algunas causas por las que este episodio no agradó:
- Jar Jar Binks: el motivo fundamental. Un bicho que parece sacado
del manual del Buen Magrebí Inmigrante del PP porque habla
mal, no pega ni golpe y viaja siempre de gorra. Un espanto de personaje,
supuestamente gracioso y tan idiota, que es el único que,
ya en cerca de 10 horas de metraje de toda la saga, pisa un zurullo
de camello galáctico. El rechazo fue tal que Lucas (aunque
lo niegue) tomó nota y, de hecho, en "Star Wars II"
aparece lo mínimo.
- Annakin Skywalker. El niño que interpreta al futuro Darth
Vader también da ganas de vomitar. Un niño tontaina
e inexpresivo (sólo superado en los últimos años
por el Danielito Harry Potter), a años luz de Haley Joel
Osment. Además, el niño aporta un tono infantiloide
a la película que rompe el tono de la saga.
- Samuel L. Jackson. Es un Jedi, pero de raza negra. Acostumbrados
a la idea que transmite la saga de que los Jedis son unos superhombres
arios rubios y de ojos azules (Luke y Obi Wan Kenobi), el ver que
también los negros pueden formar parte de una raza superior
rompe los esquemas mentales de la serie.
Superado
el trago amargo del Episodio I, Lucas ha vuelto a ponerse tras la
cámara en "Star Wars II: El ataque de los clones"
para enmendar la plana. Lucas pasa ya, por lo tanto, de delegar
la dirección en terceros, ya que en la saga inicial le salió
el tiro por la culata: Irvin Keshner fue mejor que Lucas y consiguió
que "El imperio contraataca" no se haya superado aún,
mientras Richard Marquand realizó un auténtico bodrio
con "El retorno del Jedi".
Así,
el Episodio II se centra en la Guerra Clon entre la República
y los rebeldes del Lado Oscuro, además de empezar a indicar
los motivos por los que Annakin se convertirá en Lord Darth
Vader. La conversión no se consuma, pero se vislumbran las
causas:
- El padre de Luke no tiene sexo. La senadora Amidala le recrimina
que los Jedis no tengan tiempo para el sexo, y mantiene a pan y
agua al muchacho durante toda la película. Aunque el film
acaba en el mejor momento (cuando Annakin y Amidala van a consumar
el acto sexual), la represión es evidente. Para más
inri, al chico le cortan el brazo derecho, con lo que desaparece
en él toda forma de acto sexual cómodo (a no ser que
fuera zurdo).
- Además, a la madre del chico la violan, sodomizan y asesinan
los moradores de las arenas. El trauma es lógico máxime
con el complejo edípico del muchacho, que se pasa toda la
película teniendo pesadillas y sueños eróticos
con su madre.
- Y por si esto fuera poco, sin chica y sin padres, su maestro le
maltrata y le castiga mucho. Obi Wan Kenobi es demasiado severo
con su pupilo, y el chico no quiere asumir el rol de empollón
ni de pelota, y quiere ir de genio por la vida.
El
gancho principal de la película vuelven a ser los efectos
especiales, creados por ILM, la compañía creada por
Lucas, que ha desarrollado el sonido THX (patente de Lucas) y que
Lucas emplea para Lucasfilm Ltd. su productora, que se encarga también
de la distribución y el control del merchandising. En fin,
un negocio incontestable.
La
locura se ha vuelto a destapar. El espectáculo de la noche
de estreno en las salas españolas, con freaks vestidos con
túnicas Jedis, llevando muñequitos y naves y saludándose
con la frase "Que la fuerza te acompañe". Vamos,
que eso más que cines parecían manicomios. Por cierto,
que Lucas ya ha anunciado que realizará los episodios VII,
VIII y IX. Y porque no tiene más morro, que si no, anunciaría
más.
|