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Scream

 

Scream es un esmerado producto del especialista en sagas Wes Craven. Si durante los 80 arrasó con su Pesadilla en Elm Street y la interminable lista de secuelas, en los 90 ha contraatacado con este nuevo producto para jóvenes adolescentes, que creen como un requisito imprescindible en su camino hacia la madurez desfilar hacia el cine de turno y ver las película más terrorífica del momento para demostrar lo macho que se es con catorce años.

Pero los tiempos cambian que es una barbaridad, y el terror de los noventa ya no es el de los ochenta. En estos tiempos de Nueva Economía, de Pensamiento Unico, globalizaciones y demás, el terror se ha vuelto un poco más light, como la coca-cola, el tabaco y las papas. Ya no interesa mostrar como el bueno de Freddy desgarra a sus víctimas con sus enormes y desproporcionadas garras ni como el Jason de Viernes 13 descuartiza a sus víctimas con un hacha de leñador. Ahora lo que se lleva es el terror más sofsiticado, y por eso, en este título del que en estos días se estrena la tercera parte, lo que se hace es jugar un poco con el papel del espectador. Scream es un filme clásico de terror, en su concepción general, no se nos muestran escenas excesivamente violentas, si bien lo más trabajado del filme es el buscar el suspense, el susto, el ay del espectador. Hasta ahí todo normal, sin embargo Craven es un tío como bastante perverso y ha hecho que los protagonistas y principales sospechosos sean todos una panda de adolescentes fans del cine de terror, de manera que se juega bastante con la parodia del estilo que un personaje diga: en un filme de terror ahora ocurriría esto… y luego ocurre en Scream. Sin ir más lejos, en el principio de la película, que es lo mejor que tiene el filme, el psicópata llama a una joven a su casa (Drew Barrymore) y le pregunta por sus películas de miedo favoritas, aduciendo ella que no le gusta ese tipo de cine porque siempre es un psicópata persiguiendo a una adolescente que en lugar de salir por la puerta de la casa se sube por las escaleras. Sólo por este tipo de comentarios tan sagaces ya merece la pena ver la película y comprobar que no es el típico filme de terror al uso, si bien es cierto, que la fiesta no acaba de ser plena, y estas mismas críticas que aparecen en el diálogo acaban por ocurrir en la película. Con todo, en esta primera parte por lo menos, el juego autoreflexivo - paródico hacia las películas de este género le hace ser un título más que tener en cuenta para alquilar un sábado por la noche.