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El talento de Mr. Ripley

Estados Unidos, 1999

 

Empezamos con buen pie esta sección. Un excelente filme del director de El paciente inglés, que en otro apartado de esta revista no ha sido muy bien considerado. Yo en estas ocasiones me remito a la frase de una canción de El último de la fila: si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir.

En cualquier caso la película que nos va a ocupar aquí no está en tela de juicio pues sólo la ha visto el titi. Sirva como introdutio un tanto pedante, (sic, uno es crítico, no lo puedo evitar) que la novela de Patricia Highsmith ya fue adaptada al cine en 1959 por René Clair bajo el título de A pleno sol, curiosamente el mismo de la novela. No se asusten no voy a hacer un estudio comparativo de las bonanzas de cada uno de los filmes y de cuál de los dos es más fiel a la novela, ya que no me la he leído ni he visto el filme de Clair.

La película de Minghella es un acierto desde todos los puntos de vista: partiendo de un material literario de una notable solidez el realizador británico hace todo un ejercicio de estilo, con una brillantez formal poco usual en el cine norte americano comercial en el que se inscribe. La historia está verdaderamente bien contada, los personajes son redondos e interpretados con brillantez por el trío Mat Damon, Gwyneth Paltrow (joder con el nombrecito) y Jude Law, un atractivo rubiales que parece estar condenado a hacer papeles de hombre objeto de las más tórridas pasiones homosexuales. Otros dos elementos que fascinan en la película son, su espléndida ambientación musical, con una partitura dominada por la música jazz que, además tiene gran peso dentro de la trama de la película, y los maravillosos parajes donde se desarrolla la trama: la Italia de los años cincuenta, un paraíso terrenal e intemporal, sólo al alcance de unos pocos ricachones de familia bien, precisamente los protagonistas de la película.

Varios son los temas que se esbozan en la cinta con gran acierto: la homosexualidad latente de alguno de los personajes, el desdoblamiento y suplantación entre los dos protagonistas, la tan manida lucha de clases entre una adinerada burguesía y un representante de la clase más humilde, Tom Ripley, que, afortunadamente, no hace honor a los tópicos que puedan redimir a los de su condición social a través de la honradez, el trabajo y la virtud. Muy al contrario, la degradación moral, la exquisita inteligencia y esa camaleónica capacidad de mimetizarse con el entorno en el que vive son algunas de las características de este personaje creado de la pluma de Patricia Highsmith y que, tan bien ha sabido entender el director de El paciente inglés.

En resumidas cuentas nos encontramos ante una de las películas norteamericanas más importantes del año, una deliciosa mezcla de cine comercial, trepidante en el ritmo de la narración; con cine de calidad, altamente estimulante en cada uno de los aspectos que se analicen. Cine de auténtica inspiración. Chapeau.