La
flor de mi secreto
Ya
es hora de que dediquemos un poco de la atención que se merece
nuestro querido pope de la modernidad, el más alto representante
del cine cutre que tenemos allende los mares. Me comentaba un amigo
lo patética que le parecía la imagen de Almodóvar
el año pasado cuando no hacía sino recoger premios
con Todo sobre mi madre; a mi amigo le llegó a dar miedo
porque el tío realmente se lo estaba creyendo, estaba como
en el limbo, y todos los premios que le daban le parecían
poco. Tanto es así que, en el festival más importante
que existe, Cannes, recibió el segundo premio más
importante (dentro del cine español solo Buñuel con
Viridiana ha conseguido la Palma de Oro y, sinceramente, si la llega
a ganar Pedrito la fantástica el agravio comparativo habría
sido más que considerable) con cara de perdonavidas, en plan:
os lo acepto porque me habéis pillado en un buen día
Pero ¿por qué toda esta nube de humo sobre un director
adorado por el público pero que divide sistemáticamente
a la crítica?
Servidor
tiene su propia teoría, aunque estos fenómenos son
siempre complejos de analizar, sobre todo tratándose de un
director que empieza en el cine más underground y llega a
ser tentado en numerosas ocasiones por la industria hollywoodiense.
Posiblemente lo que ocurre con Pedrito es que el público
y la crítica extranjera han convertido la exuberancia del
manchego en una marca de estilo de lo que ellos consideran que es
representativo del cine español. Seguramente los yanquis
se creen que la vida de los españoles es tan folletinesca
como sus filmes, y que aquí la gente va por la calle con
trajes de faralaes mientras escucha "el amor brujo" de
Falla.
Pero
basta de prolegómenos y vayamos al grano de una vez Las películas
de Almodóvar no son sino sofisticados culebrones disfrazados
de película de culto. Bajo una lujosa envoltura (cada nueva
película más suntuosa, lo que implica que cada una
es más cara que la anterior) nos encontramos con simplonas
historias de abandonos, celos, amores fatales
La flor de mi
secreto es quizá el paradigma de película-culebrón
a la que nos referimos. La historia no se sostiene por ningún
lado, lo único importante es crear una situación (una
mujer abandonada por el marido) y a partir de ahí exacerbar
y exhibir de una manera casi pornográfica los sentimientos
de los protagonistas, convirtiendo toda la película en un
"vivo sin vivir en mí". No es de extrañar
que utilice boleros en muchas de sus películas, el desgarro
le viene al pelo para sus objetivos. Sentimientos y más sentimientos,
pero la historia no la vemos por ningún lado (una escritora
de novelas del corazón, que en la realidad tiene muy mala
suerte en su vida sentimental, -¡qué original!), el
simplismo es tal, que si no fuera por la amanerada puesta en escena,
la película pasaría directamente a la categoría
de tomadura de pelo suprema. Una preciosista cáscara, lástima
que la nuez por dentro esté vacía.
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