El
diario de Bridget Jones
Esta
es la típica película de memeces anglosajonas que
aspira a ser una comedia romántica al estilo de "Cuatro
bodas y un funeral", pero que, como todas las secuelas (aunque
tengan otro nombre) suelen ser infumables. Es un claro ejemplo de
cómo unos actores (iba a decir "buenos actores",
pero hoy ando bien de reflejos) que más o menos divertían
(Renée Zellweger, Hugh Grant, Patrick Barlow) en otras películas
del género, cada vez escogen peor los guiones en los que
van a actuar, y así les va, que ya están encasillados
de por vida.
El
argumento (¿?) está sacado de un libro con el mismo
nombre (prometemos no leernos el libro), y es más bien sencillo,
pomposo y cutre: Bridget Jones es una mujer británica que
le da por escribir un diario, donde comenta, paso a paso, las pajas
mentales de su vida. Que si está más gordita (no es
la maravillosa Renée de "Jerry McGuire", ya les
aviso), que si no encuentra pareja, malos rollos familiares, etc.
(vamos, lo que nos pasa a todos, no hace falta hacer una película,
a mí me vale un espejo). Luego, se enamora del Malo (su jefe,
un tío como Dios manda: mujeriego, alcohólico...),
y se da cuenta posteriormente que no, que su amor es para el Bueno
(este sí que es un pringado), y comen perdices siendo felices,
aunque sea en ropa interior a 30 grados bajo cero (y no es broma).
Luego
están de por los típicos personajes secundarios, que
deberían no haber salido ni por asomo en esta Obra Maestra
de la Mediocridad si lo que quieren es hacerse famosos y ganar pasta
con esto del mundo del cine. No faltan los amigos de la chica (un
par de chicas subnormales con cara de pocos gatos, y el amigo gay
de rigor), que le acompañan en la mayoría de sus problemas.
También está su (puta) madre, que le pone los cuernos
a su marido con un (¡atención, qué originalidad
y brillantez intelectual por parte del guionista!) vendedor de joyas
por televisión, y que por cierto al final de la película
se vuelven a juntar como buenos tortolitos setentañeros.
No tiene desperdicio, señores, como las vacas locas.
Como
pueden observar, la Gilipollez es mayúscula. Además,
por no tener no tiene ni los chistes y puntos que puedan tener y
hacer amenas otras comedias, porque aquí, aparte de ser archiconocidos
(ya se sabe cómo van a ser desde antes de que empiecen: ella
cocina mal y prepara un brebaje de no te menees, el amigo gay fue
un famoso cantante en su juventud..., lo típico), son más
malos que la programación de TVE-1. Diálogos penosos,
situaciones inverosímiles, anécdotas impresentables...
para qué seguir.
Si
tienen la mala suerte de tener una novia (o novio) que quiera verla,
tiene tres opciones: ir a verla con su pareja (hágase un
favor a sí mismo y quédese dormido/a), cortar por
lo sano su relación, o decir que La Página Definitiva
ha dicho que es muy mala, en cuyo caso nadie le pondrá objeción
alguna para ir a ver, por ejemplo, Tomb Raider. Como en el caso
del Gran Hermano, LPD dixit, y va a misa.
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