ESPAÑA SIGUE YENDO DE PUTA MADRE OCTUBRE
DE 2002
31/10/2002: Déficit cero
Pasados ya los buenos tiempos en que las Nuevas Tecnologías
permitían un ritmo de crecimiento (entre otras cosas, en la recaudación
de impuestos) inusitado que garantizaba superávit presupuestario
a todos los países occidentales durante varios años (recuerden
a Bush y su escudo antimisiles), e inmersos en una situación en
la que, por culpa de la crisis del sector Nuevas Tecnologías,
la desaceleración de la economía impide hacer realidad los objetivos
pasados, el Gobierno ha encontrado un nuevo objetivo al que aferrarse:
el Déficit Cero, territorio de fantasía en el que, cuentan los
más viejos del lugar, por una vez los Gobiernos logran no presentar
números rojos y, en consecuencia y como premio a la seriedad de
las cuentas públicas, se gastan en diversos fastos el dinero de
varios años para celebrarlo.
Pero el déficit cero no es un objetivo fácil, dice el Gobierno,
y de hecho exige que cualquier otra consideración presupuestaria
esté supeditada a este objetivo. Si es preciso reducir los fondos
destinados a la Educación, eliminando becas felipistas desarrolladas
en épocas pasadas por Gobiernos corruptos y despilfarradores,
se reducen; si hay que mantener el ridículo porcentaje del Presupuesto
destinado a I+D a través de dispendios militares disfrazados,
se mantiene así, no vaya a inventar alguien algo útil alguna vez
en España y por su culpa se aleje el déficit cero; incluso lo
más importante, Televisión Española, se ve afectada por esta corriente
de pensamiento, y a veces da la sensación de que TVE intenta dejar
de ser un testimonio de la época gloriosa de la Nueva Economía
y que su objetivo está virando a reducir pérdidas, en lugar de
aumentarlas de forma exponencial (sin demasiado éxito por el momento;
es difícil abandonar costumbres tan arraigadas).
Todo, dice Cristóbal Montoro con ojos de iluminado, talmente
como si estuviera rezándole en ese preciso instante a San Josemaría,
para alcanzar el objetivo. Sin embargo, uno se pregunta hasta
qué punto este objetivo es tan importante y justifica dejar en
las últimas las prestaciones que ofrece el Estado en sus más variadas
formas (en los ejemplos comentados, las subvenciones para el estudio
y la investigación científica y las entrevistas de Pedro Ruiz
y los partidos de fútbol en TVE); sobre todo por el magnífico
historial que tiene el Gobierno en la presentación de cuentas
en los últimos años (recuerden el show que se monta siempre que
Rodrigo Rato presenta las previsiones de inflación y crecimiento;
al final da la sensación de que Rato se equivoca siempre al leer
los datos y donde pone "inflación" lee "crecimiento"). Total,
si al final se maquillarán las cuentas como sea necesario para
culminar la profecía autocumplida, ¿no sería electoralmente más
rentable gastar a manos llenas, como siempre, al igual que hacen
en otros países europeos, como Italia, más acostumbrados que el
nuestro a la contabilidad creativa para luego presentar a Bruselas
los deberes debidamente cumplimentados?
Y ya puestos, ¿no sería conveniente, también, en el marco de
una enorme ampliación hacia el Este de las empresas alemanas que
mantienen la UE, revisar un tanto las cifras de convergencia europea
que se marcaron en su día para que la moneda única funcionase
algo? Porque al final la obsesión por el déficit acaba dando como
resultado que el margen de maniobra de los Gobiernos se reduce
tanto que no hay presupuesto para afrontar la Ampliación, no hay
presupuesto para desarrollar infraestructuras, no hay presupuesto
para hacer, alguna vez, algo en el mercado laboral que, para variar,
beneficie a los trabajadores,… No hay presupuesto para hacer nada,
porque la única razón de la existencia de un Presupuesto es cuadrarlo
para que el balance final sea cero. Como sea. Incluso endeudándose
"por la puerta de atrás" para así presentar unas cuentas inmaculadas
y poder decir a la harapienta ciudadanía: "lo hemos conseguido,
a partir de ahora las empresas y el Gobierno vasco podrán pagar
aún menos impuestos, aunque para ello los trabajadores habrán
de apretarse solidariamente el cinturón".
Guillermo López (Valencia)