Actualidad
de los mercados
LA
CONSPIRACIÓN DE LA BANCA MUNDIAL CONTRA EL BUEN PUEBLO ESPAÑOL
FEBRERO
DE 2001
04/02/2001:
UMTS (la excepción francesa)
Por
lo visto la Nueva Economía puede darse definitivamente por
muerta y enterrada. Si todavía alguien lo dudaba el reciente
fiasco con la no-subasta francesa de las licencias UMTS viene a
certificarlo.
A lo
largo del año 2000 cualquier operadora de telecomunicaciones
del orbe parecía dispuesta a poner sobre la mesa lo que hiciera
falta para hacerse con las autorizaciones pertinentes para poder
ofrecer a sus ansiosos usuarios unos aparatitos (los dichosos UMTS)
que iban a transformar nuestras sociedades hasta el punto de que
estas no iban a ser reconocidas ni por la madre que las parió.
Ciertos Estados, conscientes de los riesgos que podía suscitar
una excesiva avaricia para la efectiva puesta en marcha de tan espectacular
y beneficiosos sistema de comunicaciones, optaron por la prudencia
y decidieron convocar un concurso para lograr que el deseado naná
llegara a sus ansiosos pueblos cuanto antes. Ese fue el caso, como
es sabido, de España, que no quiso desaprovechar la oportunidad
de adjudicar a dedo las licencias, algo mucho más complicado
en una subasta.
Aunque
pueda resultar sorprendente el ejemplo español, lejos de
suscitar la merecida admiración en Europa, no fue seguido.
Ciertos países, como el Reino Unido o Alemania se lanzaron
por la senda de un zafio mercantilismo, simplemente para lograr
recaudar fondos y más fondos que dedicar a quehaceres públicos.
Ninguno de ellos supo valorar que el sistema español, por
medio de hábiles tasas ex-post, permitía igualmente
recaudar y condenar financieramente a los operadores, Pero el afán
de lucro es el afám de lucro.
A tanto
llegó la euforia recaudadora que hasta un país como
Francia, en el que sus Gobiernos han tenido siempre muy claro que
las concesiones de actividades económicas que dependen de
la Administración se conceden a dedo, a los amigos y, a ser
posible, a nacionales, se vió obligado a modificar el concurso
inicialmente previsto y, sin llegar al descontrol capitalista que
supone una subasta, imponer ciertas sabias rerstricciones que permitían
recaudar una pasta gansa.
Pero
los meses pasan y la Nueva Economía, como decíamos,
ya no es lo que era. El horno ya no está para bollos y los
billones de pesetas dedicados a comprar autorizaciones y desplegar
redes en mercados como el alemán o el inglés ya no
son bien vistos por quienes financiaban hasta hace poco estas fiestas
con alegría. Hemos presenciado cómo al concurso francés,
en el que se ponían en juego 4 licencias UMTS, sólo
acudían 2 grupos de telecomunicaciones (France Telecom y
Vivendi, grandeur obliga). A las renuncias de empresas como Deutsche
Telekom (alemana y escaldada, lo que puede justificarlo) se unieron
a última hora la del grupo Buygues (inaudita, tratándose
de un grupo francés hiperprotegido y amigo de la derecha
liberal gabacha) y, sobre todo, la del Grupo Telefónica.
Esta
última renuncia, sin duda, es la que ha marcado a todos los
mercados financieros. Si incluso Telefónica, que ha demostrado
no asustarse de nada, considera excesivo poner más dinero
encima de la mesa, es que algo gordo ha estado pasando antes. En
cualquier caso, y sea verdad o no que el UMTS es el futuro, lo que
ya nadie duda es que el futuro se ha pagado muy caro (incluso Bouygues,
directamente, considera que el futuro no pasa por ese estandar sino
por la mera evolución del GSM que no requiere un nuevo despliegue
de redes ni el peaje UMTS). Pero no deja de ser triste constatar
la decadencia de un mundo que, otrora, deparaba grandes alegrías.
Inevitablemente, cada vez echamos más de menos a Juan Villalonga
y, reconozcámoslo, a Adriana Abascal, Sólo una esperanza
albergamos todavía, optimistas irredentos como somos, que
en realidad el fracaso del concurso francés no sea un síntoma
de decadencia de la Nueva Economía sino, antes al contrario,
el inicio de un nuevo reverdecer. En efecto, pues nadie en su sano
juicio puede desmentir que, en realidad, el fracaso ha sido provocado
por el precio, demasiado económicom de las licencias. La
mitad que una licencia en el Reino Unido y apenas un tercio de lo
que costó una en Alemania es poca cosa cuando de lo que se
trata, como Ustedes saben perfectamente, es de perder pasta.
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