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Al final, el Consejo Europeo que se reunió el pasado fin de semana decidió oficializar el entierro del texto llamado Constitución para Europa. De esta forma se cierra el período de parálisis provocado por el “no” francés al tratado. La forma en que se ha resuelto la cuestión es una muy buena síntesis de cómo ha funcionado históricamente (y, conviene recordarlo, con gran éxito), la Unión Europea: a partir de la búsqueda de compromisos, de avances a pequeños (casi ínfimos) pasitos, de renuncias, cesiones y paralelas concesiones… Es obvio que una de las cosas más simbólicamente importantes que se pretendían lograr con la ahora ya por siempre non nata Constitución Europea era, justamente, quebrar esta tendencia. Que se visualizara con claridad una ruptura respecto de ese procedimiento tradicional, a partir de un tratado que suponía el acta de nacimiento de una Unión formal y externamente mucho más ambiciosa. Como es evidente a estas alturas, la aventura se ha cerrado con un sonoro fracaso. La Unión Europea sigue siendo lo que ha sido siempre. Pero, como siempre, casi todas las escaramuzas comunitarias acaban suponiendo un pausado avance hacia una mayor integración. Así ha sido, de nuevo, el caso.
La decisión del Consejo Europeo, muy influida por la voluntad de Alemania de desatascar todo el asunto aprovechando sus seis meses de presidencia, conlleva una modificación de los tratados que incluye casi todas reformas materiales que contenía la Constitución. A fin, de cuentas, era lo esencial teniendo en cuenta la lógica de funcionamiento y peculiar sistema de legitimidades de la Unión.
Para sobreponerse a las negativas francesa y holandesa, el nuevo acuerdo permite vender que es una reforma menor y simbólicamente poco relevante (y, de hecho, así es, sobre todo si lo comparamos con lo que suponía en este campo la Constitución europea), por lo que ni siquiera será preciso hacer demasiados refrendos populares. Además, Sarkozy considera que ya ha sido refrendado él mismo en las cuatro vueltas de las presidenciales y legislativas, con lo que asunto resuelto. Lo que pueda pasar con Holanda es, a estos efectos, no lo dudemos, un asunto menor.
Solucionado por este procedimiento el asunto francés, quedaba lidiar con las posiciones inglesa y polaca. De la actitud polaca tampoco tiene demasiado sentido hablar, dado que se explica esencialmente en clave interna, de reivindación nacionalista, pero sobre todo porque, existiendo un consenso entre todos los demás, era evidente que la cosa acabaría siendo reconducida. Lo de los ingleses es más interesante. Aprovechando el río revuelto, asomaron la patita sus tradicionales reticencias. Después de haber aceptado la Constitución, el Reino Unido utilizó la coyuntura para hacer marcha atrás y exigir la eliminación de todas las cuestiones que simbólicamente podían hacer entender que la Unión Europea transitaba en el camino de convertirse en un estado federal: himno, bandera, moneda, lema… desaparecen del tratado. Así como las apelaciones de “Ministro de Asuntos Exteriores” o de “leyes” que introducía la Constitución. Esto es, todo aquello que sonara a un Estado. Y, muy especialmente, la mención expresa a la primacía del Derecho comunitario.
A la hora de la verdad, los ingleses han aceptado que, en la práctica, las cosas no cambien demasiado respecto a lo que habrían sido con la Constitución. Y es que, mientras deseen seguir en la UE, tampoco tienen más remedio. El caso es que, como todos sabemos, la UE tiene himno y bandera. El euro es de facto la moneda del corazón comunitario. El nuevo tratado elimina el nombre de Ministro para su representante en materia de política exterior, sí, pero a cambio le reconoce exactamente la misma posición institucional y competencias que la antigua Constitución. Por lo demás, y esto es lo más significativo, ni la ausencia de mención a la primacía del Derecho comunitario tiene efecto alguno (porque no lo tenía su inclusión, que no suponía novedad alguna, tras más de tres décadas de consolidada jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas afirmando este principio y aplicándolo de forma constante) ni tendrán demasiado sentido todas las cautelas respecto de la aplicabilidad de la Carta de Derechos (porque el Tribunal ha empezado ya a aplicarla sin empacho, por diversas vías, a pesar de que formalmente no sea todavía vinculante).
Esta constatación nos permite atisbar con más claridad hasta qué punto, a pesar de lo que solemos creer, consideraciones de tipo más romántico que pragmático tienen una enorme importancia. La posición inglesa consiste, en esencia, en una defensa romántica de signos y símbolos asociados a su vieja y querida idea de soberanía. Del mismo modo que, en el fondo, lo que suponía la Constitución Europea era un importante empujón, también más romántico que real, a la idea de integración europea. Mientras tanto, las cosas siguen funcionado por una senda más o menos consolidada. Van lentas, pero avanzan imparables, a un ritmo que tiene mucho que ver con las necesidades de un mundo cada vez más creciente y aceleradamente cambiante y que es relativamente inmune a consideraciones de tipo emocional.
Con estos mimbres, el Consejo ha encargado a una Conferencia Intergubernamental la redacción de una propuesta de reforma de los tratados con unas indicaciones muy concretas (que podemos conocer gracias a que Daniel Sarmiento me las ha enviado amablemente por correo) que garantizan la subsistencia material de casi todo lo que de nuevo suponía, como venimos diciendo, la Constitucion Europea. Como rasgos más destacados de la reforma que se nos viene encima:
– La Unión Europea pasa a tener personalidad jurídica propia y la antigua estructura de pilares desaparece. El primero y más importante de ellos, la Comunidad Europea, desaparece integrada en la UE. Junto al Tratado de la UE, el antiguo Tratado CE pasa a convertirse en un Tratado sobre el funcionamiento de la UE, que recogerá las normas de organización y las previsiones sobre las políticas comunitarias.
– Al desaparecer la estructura de pilares, todo el tercer pilar (cooperación en materia penal y policial) queda integrado entre las politicas comunitarias (con las excepciones propias que se quieran). Respecto del segundo pilar (política exterior), ésta no queda tan integrada y, de hecho, sigue regulada por las previsiones del Tratado UE con sus procedimientos especiales. Se añaden, eso sí, todas las reformas institucionales que pretenden dotarla de mayor visibilidad y eficacia (el Ministro que pasa a llamarse Representante, con una posición eminente en la Comisión -vicepresidente- y que a la vez puede presidir el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores y cobija en su estructura todos los servicios y medios de la Unión en materia exterior). Como es evidente, estos esfuerzos por dotar a la UE de una voz única en el mundo, más allá de la regulación contenida en los tratados, tendrán más o menos éxito según los diversos Estados que componen la Unión colaboren o no en ello. Como es manifiesto, no parece que de momento los grandes de la UE estén por la labor de sacrificar un ápice de su propio peso e influencia en favor de esta estructura. En esta clave han de entenderse, de nuevo, las reticencias británicas. La importancia de su Foreign Office forma parte de las señas de identidad patrias en el imaginario colectivo del país.
– Por lo demás, el reparto de poder a la hora de tomar decisiones diseñado por la Constitución sigue en pie (dando por primera vez a Alemania un peso preponderante acorde a la estructura poblacional de la UE), aunque, eso sí, el show polaco ha permitido que su efectiva aplicación se retrase ad calendas graecas. O eso parece, ahora. Porque luego, a la hora de la verdad, diez años pasan volando. Y son prácticamente nada en la historia y pausada evolución de la integración europea. En paralelo al nuevo sistema de voto, se amplían sustancialmente los casos en que las decisiones se toman por mayoría cualificada. El correlativo descenso de supuestos donde prima la regla de la unanimidad dificulta los bloqueos, los vetos y la parálisis cuando un solo miembro (o muy pocos) estén en desacuerdo con una decisión. Una medida que se había convertido en ineluctable como consecuencia de la ampliación y de la multiplicación de las posibilidades de parálisis que supone tener que contar con 27 miembros, con todos y cada uno de ellos, cada vez que hay que tomar una decisión.
Así pues, podemos decir adiós a la Constitución europea, aunque vamos a conservar gran parte de las reformas que alumbró, en tanto que reflejo de las pautas de funcionamiento graduales y tradicionales de ese exótico invento político, pero también jurídico, que es la Unión Europea.
9 comentarios en Adiós a la Constitución Europea
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Yo apuesto una coca-cola que el fracaso lo vamos a pagar más que caro antes de tener tiempo de estrenar el nuevo sistema de votaciones
Comentario escrito por popota — 29 de junio de 2007 a las 1:38 am
Lo cierto es que no sabia los detalles finales del asunto. Pero tampoco me asombra demasiado, a mi siempre me ha gustado la idea de una UE lo mayor cohesionada posible. Y la verdad sea dicha, desde los primeros acuerdos que posibilitaron su nacimiento, el proceso de construccion ha sido lento, pero ahora «casi» todos disfrutamos de una moneda de uso comun, que facilita bastante, entre otras muchas cosas, los desplazamientos de los ciudadanos. Y al margen de la moneda (con la importancia que posee) otros muchos cambios se han ido sucediendo, integrando cada vez mas a todos. Quizas ese empujon del que hablas, sea dificil de dar por la propia naturaleza de los socios. Van hilando fino, por ahora, y tampoco esta tan mal, ya que al fin y al cabo da la impresion de que algun dia se llegara a una especie de Union federal. Comparto la opinion de que la construcion va lenta, pero tambien sin pausa.
Comentario escrito por Loko — 29 de junio de 2007 a las 3:08 am
Me gustaria completar la vision del comentario general de Andres Boix con una reflexion complementaria.
Efectivamente esa es la integracion europea con mayusculas pero si acudimos a la pequeña historia de la integracion europea vemos como se esta realizando con unas directivas que no se entienden, que se trasponen con meras reproducciones de preceptos, que a todos los politicos se les llena la boca con la palabra europa pero luego pasan de los mandatos europeos. Que se estan utilizando las instituciones como el parlamento para exportar problemas politicos internos.
Esa es tb la europa por la que hay que luchar, no solo por las mayorias para las votaciones.
Comentario escrito por Macanaz — 30 de junio de 2007 a las 4:19 pm
Razón no le falta a Macanaz, pero eso no es toda la película. Yo mismo, estoy con el ordenador en vez de estar por ahí castigándome el hígado porque estoy haciendo un trabajo sobre una de esas cosillas que nos vienen impuestas de europa.
Además de directivas más o menos etéreas también hay un montón de reglamentos que a los técnicos les resultan más o menos molestos (aunque menos que esta nueva moda de la legislación autonómica para cosas que antes se aprobaban con un real decreto para toda españa y así te aprendías unas especificaciones, en vez de 17). Y sobre todo en temas de medio ambiente, ordenación del territorio, residuos y esas cosillas aquí solemos ir a regañadientes adoptando las limitaciones de mínimos que nos ponen desde europa. Que quieren que les diga, lo cierto es que a unos pelafustanes como nosotros la UE nos ha venido de puta madre. Y supongo que a los eficientes nórdicos también, aunque solo sea para no cambiar moneda cuando vienen aquí de putiferio.
Comentario escrito por Otto von Bismarck — 30 de junio de 2007 a las 9:47 pm
De la Unión Europea, ya se conocen sus dos tendencias históricas: o el péndulo oscila en dirección a una mayor cohesión o el egoísmo de los Estados les impide dejar de contemplarse el ombligo. Ahora estamos en el ombliguismo, parece. En todo caso, mientras escribo esta perogrullada, me asalta el argumento que dio Sarkozy a la Royale para no admitir eventualmnte a Turquía: que no estaba en Europa. Pues bien, ¿cabría entonces la parte europeda de Turquía en la EU y el resto de Turquía no? ¿Puede entrar Rusia en la Unión siguiendo el mateix razonamiento? Si Europa acaba por el Este en los Urales, ¿qué hacemos con Kazajstan, un país dividido por esos montes/muro de Berlín? ¿Por qué se admiten los territorios extraeuropedos de los Estados Miembros -expresión que siempre me ha parecido muy provocadora- entonces? Ya ven en que cosas estoy a estas horas…
Comentario escrito por Rodion Romanovich — 02 de julio de 2007 a las 1:54 am
«Así pues, podemos decir adiós a la Constitución europea, aunque vamos a conservar gran parte de las reformas que alumbró, en tanto que reflejo de las pautas de funcionamiento graduales y tradicionales de ese exótico invento político, pero también jurídico, que es la Unión Europea.»
Entonces, básicamente, han hecho un tocomocho con lo que había, para no tener que pasarlo por las urnas, porque antes la gente había votado que no…
Ante tal demostración de democracia, espero que en las siguientes votaciones al parlamento europeo instalen máquinas de votar de la misma Florida…
Saludos
Comentario escrito por asertus — 02 de julio de 2007 a las 1:49 pm
Andrés, arregla el desaguisado que has montado: en vez de añadir una nueva entrada al blog, has sustituido la anterior sobre la Constitución Europea por esta nueva sobre los hábiles habilitados, de manera que los comentarios parecen un diálogo de merluzos.
Comentario escrito por bocanegra — 04 de julio de 2007 a las 9:39 am
Muchas gracias por el aviso (y también a quienes me habéis enviado un e-mail). La Santa Caché de Google ha permitido que el destrozo tenga facilísima solución.
Respecto de lo que hay comentado, tiene toda la razón, en efecto, Macanaz. Pero, sin ser contradictorio con ello, también la tienen Otto, asertus o Rodion.
Que la UE es un engendro eficaz y que ha resultado muy útil no empece para que presente los problemas señalados por Macanaz. Más allá de cuestiones concretas y prácticas, a mí me interesa más el lunar fundamental que es el traslado de poderes decisionales a esferas más allá de nuestro sistema de legitimación de la acción del poder. Siempre he sido muy crítico, por ello, con la UE. Todos lo somos. Estoy sin embargo, hoy en dia, más por pensar que la UE es un experimento, todavía balbuceante, de superación de pautas de legitimación antiguas que una quiebra de las mismas. Ocurre, sin embargo, que la cosa está todavía muy verde y que, además, seguimos mentalmente aferrados al paradigma tradicional. La combinación de uno y otro vector conforma un panorama muy desalentador.
La Constitución Europea, si se hubiera hecho bien y de otra manera, a mí sí me habría parecido una excelentre ocasión para avanzar en este descubrimiento de nuevas formas de organizarnos en comunidad. Obviamente, no lo fue. Y no por la falta de ratificaciones suficientes, sino por cómo se hizo y qué acabó siendo.
Respecto de lo comentado por asertus, sólo he de decir:
– Que no sólo es que sigan casi todas las innovaciones de la antigua Constitución, es que muchas de ellas ni siquiera lo eran en puridad, sino plasmación escrita de prácticas ya consolidadísimas.
– Que la ratificación en referéndum está asociada en buena medida no tanto a la «chicha» como al carácter simbólico (constitucionalización de un tratado que, de alguna manera, empieza a montar jurídicamente el germen claro de una Unión con cierta voluntad federalizante); desaparecida la trascendencia simbólica, desaparece el problema (o al menos así lo creen incluso en el Reino Unido, para los que el nuevo texto no requrirá consulta popular).
– Que el problema, en todo caso, será de franceses y holandeses. Las cosas, expresadas con crudeza, son así: de los holandeses (como en su día de los irlandeses o daneses) todo el mundo pasa, más o menos; los franceses, que sí eran un problema, han visto cómo su monarca republicano era el centro de la cumbre y ha impuesto sus tesis, por lo que de acuerdo con la lógica bonapartista ínsita al modelo de la V República la legitimación política es más que suficiente para ellos, incluso habiendo previamente habido un referéndum qu dijo «no». Se trata en cualquier caso de un problema interno, que no afecta al resto de socios. Menos todavía a España, por motivos obvios (85% de apoyo popular a la Constitución en el referéndum), excepción hecha quizá de la cara de tontos que pueda habérsenos quedado por ser más papistas que el Papa (algo que, con todo, no viene mal, porque en el complejo mundo que es la UE acabaremos por cobrarnos la deuda).
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 04 de julio de 2007 a las 10:15 am
Un enlace interesante que completa lo dicho:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Rapto/rescate/Europa/elpepuint/20070708elpepiint_5/Tes
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 10 de julio de 2007 a las 4:26 pm