A veces está bien, con esto de tener una tribuna, dar voz a otros. O, de forma más sencilla, recoger lo que de interesante dicen por ahí personas muy inteligentes y formadas. Como esto va de Derecho público y de su incidencia en nuestra vida y en la convivencia, la ocasión la pintan calva con el desfile de iuspublicistas de estos últimos días en medios de comunicación de ámbito nacional. No he podido recoger las entrevistas a todos ellos (y tampoco es plan). Entre otras cosas porque es difícil hacerlo, con esto de las crecientes restricciones que los medios de comunicación ponen para acceder a los contenidos más interesantes de sus ediciones on line. Como no seré el único enfrentado a estas dificultades al buscar por la Red las entrevistas más apetecibles, creo que es doblemente interesante tratar de reproducir algo de lo más jugoso y lúcido de lo declarado. Luego, llegado el momento, podemos hasta comentarlo. Pero a veces es importante, aunque no baste, facilitar el acceso a la lectura de ciertas reflexiones. Huelga decir que sin estar necesariamente en todo de acuerdo, ello es así porque, a mi juicio, gran parte de lo dicho es enormemente sensato.
En apenas dos días, sendos catedráticos de Derecho administrativo han sido entrevistados largamente por ABC (el domingo 4 de febrero) y El Mundo (el lunes 5 de febrero) para que se explayen sobre los inminentes riesgos que acechan a la patria. Lo cierto es que las reflexiones de, respectivamente, Santiago Muñoz Machado y Francisco Sosa Wagner son enormemente interesantes. Marcan, en primer lugar, las enormes diferencias entre el discurso de los medios y el de personas que, por muy críticas que sean, se mueven en otro terreno. Y obligan a reflexionar, y mucho, sobre la necesidad de un debate sereno, en el que puedan plantearse los más diversos puntos de vista con ánimo de confrontarlos, si es preciso con toda la dureza que requiera el debate público, pero con una cierta lealtad y (¿puede decirse) patriotismo. Ocurre, sin embargo, que las recetas patrióticas que a veces nos venden son mercancía averiada. O eso puede legítimamente sospecharse de quienes, envueltos en la bandera, no dudan en tomar a sangre y a fuego las instituciones para sus fines partidistas, aun a riesgo de, con ello, dejarlas inservibles para la patria y para la función que han de cumplir de servicio a los ciudadanos y al Estado (sí, claro, estoy hablando del Tribunal Constitucional, pero me he prometido no comentar nada de los últimos acontecimientos hasta que no se publique el auto con las exposiciones de las diferentes posiciones respecto de la recusación de sus miembros para debatir asuntos de primera importancia).
En cualquier caso, me interesa transcribir estas reflexiones, dejando claro que en muchísimas cosas estoy de acuerdo. En otras, algunas, claro, no (sería casi un milagro poder suscribir todo en asuntos así). Como también que me emociona, sobre todo y sobremanera, la forma en que afrontan la discusión pública quienes responden, como estos dos profesores, de esta manera cuando se les requiere por su punto de vista.
ENTREVISTA A D. SANTIAGO MUÑOZ MACHADO, CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID (Diario ABC, domingo 4 de febrero de 2007)
Santiago Muñoz Machado, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, trabajó desde la sala de máquinas del Palacio de la Moncloa con los equipos que hicieron posible la Transición. Es autor de más de treinta libros que abordan los problemas del derecho público, la Constitución, el Estado, la Comunidad Europea… “Derecho Público de las Comunidades Autónomas” es obra de referencia. Motivado por los procesos de reforma de los Estatutos publica “El problema de la vertebración del Estado en España (del siglo XVIII al siglo XXI) [1]” (Iustel), donde advierte sobre los problemas de estabilidad y porvenir del Estado.
-El lendakari se baja de la nave a las puertas del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, mira a un lado, a otro, y profiere ante sus fieles: “!País de locos!”. ¿Está loco un país que somete a un presidente autonómico a la Justicia, o la ley está por encima de todos?
-Se ha montado un espectáculo desmesurado, y poco razonable. No pasa absolutamente nada porque un alto dignatario político declare ante la Justicia. Aun en el caso de que, como parece seguro, la declaración hubiera podido ser evitada ya que el Tribunal Supremo ha resuelto que no se puede criminalizar el ejercicio de la política. Pero mientras la cuestión se archiva, cosa que yo creo que ocurrirá enseguida, hubiera bastado con invocar la autoridad del Tribunal Supremo, sin necesidad de recurrir al alboroto. Por supuesto que la ley está por encima de todos. Y no se debe dar la impresión de que nadie pretende estar por encima de ella.
-¿Cómo interpreta la manifestación del nacionalismo vasco y acólitos en apoyo de Ibarretxe?
-Entiendo poco las actitudes dogmáticas. Y me resulta sorprendente el espectáculo de la militancia ciega. Pero ya estamos acostumbrados a ver, en los últimos lustros, que cualquier actuación en la que esté afectado un líder nacionalista se tiende a considerar como una agresión contra el pueblo, contra su orgullo y sentimiento nacional. Nada tiene que ver una cosa con otra, pero los delirios a que nos hemos acostumbrado así lo tienen establecido.
-El presidente Zapatero insiste en llevar adelante su “proceso”, y Batasuna lo confirma “con una interlocución importante” (sic) un mes después de que los terroristas asesinaran a dos ciudadanos. ¿Por qué se empecina Zapatero en dialogar con terroristas?
-Lo peor del presidente Zapatero ha sido la dramática ingenuidad con que parece haber afrontado la negociación. Lo demás, sus deseos de conseguir la paz en España buscando todas las vías posibles, me parece bastante más comprensible. Ningún Gobierno responsable rechazaría una oportunidad. Distinta es la cuestión del precio que haya que pagar… Sin duda hay precios impagables, si la integridad del Estado español se pone en cuestión, o si instituciones fundamentales para la vida del Estado, como la Justicia, se han de defraudar o malvender.
-¿”Quo Vadis”, España?, que diría Ortega. ¿Sigue siendo un problema en España el trágico veredicto denunciado por el pensador: “La esencia que preside las relaciones de la España actual es un acentuado particularismo”?
-El particularismo en Ortega no es sólo el de los nacionalismos periféricos -las “regiones ariscas” que él llamó-. El particularismo tiene que ver con la carencia de políticas capaces de contener proyectos ilusionantes para el conjunto de los ciudadanos. El pensamiento de Ortega sigue vivo: muchas corporaciones e instituciones decisivas para la vida del Estado miran más bien por su interés inmediato antes que por el interés general de España. Lo vemos todos los días; a algunos partidos políticos les interesa, sobre todo, la permanencia en el poder, más que la formulación de proyectos que puedan llevarles a perderlo. Se pacta con el diablo, si es necesario, para mantenerse, aunque ese pacto pueda conllevar perjuicios serios para las estructuras, para la consolidación del Estado o pueda suponer mermas en su vertebración.
-¿Ese “pacto con el diablo” podría ser el diálogo con el diablo terrorista que propugna Zapatero?
-Puede ser…bueno, depende lo que suponga ese diálogo. En efecto, si el diálogo conlleva el reconocimiento de una nación vasca transpirenaica, que se conecta con Navarra y que se forma dentro del Estado español, o sea una estructura que pueda aspirar a su propia sustancia como Estado y a la independencia, evidentemente ese es un pacto de quiebra. Si por ahí van, ese es un pacto liquidatorio de las estructuras políticas preexistentes que tantos siglos ha costado consolidar.
-¿Tienen las naciones o nacionalidades “derecho a autodeterminarse, y a convertirse en Estado…”, que es la aspiración del lendakari, y de su “cla” independentista y/o nacionalista?
-En la Europa constitucional y democrática, desde luego que no. El derecho de autodeterminación aparece por primera vez en la doctrina marxista, en el último tercio del siglo XIX, y se empleó con enorme flexibilidad política para reconocerlo sólo a los pueblos de los que podía preverse que lo usaran para afirmar la revolución del proletariado. Suena tan viejo, que en Europa huele a políticas tan arcaicas como medievales.
-¿Los nacionalistas vascos reivindican una forma inconstitucional de “asociación libre de Euskadi” con el Estado español?
-No sé si lo siguen reivindicando, pero en la Constitución española no cabe una fórmula de asociación libre del País Vasco con España. El País Vasco es una pieza territorial integrada en el Estado, y para separarla habría que reformar la Constitución y, para convertir eso en un Estado libre asociado lo que se necesitaría es una reforma constitucional muy traumática. Y en los términos en los que está ahora la política, la historia, y la percepción ciudadana, es radicalmente imposible.
-El PNV no ha rectificado explícitamente el pacto de Estella ni se ha desprendido de la pretensión secesionista del “Plan Ibarretxe”, rechazado por el Congreso de forma aplastante y mayoritaria. Y ahora el nacionalismo vasco toma la calle del “¡país de locos!” contra los jueces…
-No tardará mucho, creo, en plantearse una reforma del Estatuto vasco. Ojalá salga más consensuado que el catalán. Así sea. Hay algunas pretensiones de los primeros proyectos que no tienen más futuro que ser abandonadas. Ni el menor atisbo de independentismo del País Vasco cabe en el marco constitucional. Por tanto, no hay ninguna posibilidad de debatirlo.
-¿Hay que borrar del mapa el independentismo?
-Bueno, borrarlo ideológicamente no; quien quiera ser independentista, que lo sea. La libertad ideológica no tiene límites. Quien aspire a la independencia de su pueblo es libre de formularlo como idea política, pero lo que no hay es marco ni constitucional ni europeo para que una reivindicación así pueda tener la menor posibilidad de realizarse. Y como no puede tener el menor alientos, pues, plantearlo es una fuente de crispación. Eso es lo que hace chirriar y poner en fuerte crisis las instituciones.
-Pero Ibarretxe acusa al Foro de Ermua, a quien le niega la palabra, de “generar odio y crispación”. Luego están los Estatutos de andar por casa, diálogos y/o negociaciones con terroristas, nacionalismos excluyentes, batasunos que preceden a lehendakaris ante los tribunales, órdagos a los jueces… ¿Por qué se desprecia, y se odia, tanto a España?
-Incluyo la valoración de esta negación de la palabra en mi apreciación de que la libertad ideológica no tiene límites. En cuanto al odio y el ninguneo de España, me parece que puede apreciarse entre la clase intelectual una reposición del valor de la palabra y el concepto España. Se empieza a utilizar cada vez más. Ahora, España como concepto, vuelve a ser de nuevo un valor en alza.
-¿Pero no resulta humillante que el Gobierno de esta nación en alza se entreviste, pacte y/o dialogue con una banda de asesinos?
-Lo humillante es menos la actitud que el precio que se esté dispuesto a pagar.
– En su libro sobre “El problema de la vertebración del Estado” repasa los fundamentos ideológicos de los nacionalismos. Al explicar el caso vasco, afirma que el PNV asumió la herencia de Sabino Arana de modo completo, incluyendo en ella, sin beneficio de inventario, los elementos míticos, contradictorios y extravagantes de su pensamiento. ¿Dónde reside esa mitología, extravagancia y contradicción reflexiva?
-El de Sabino Arana es un pensamiento asombroso, frágil y cambiante. Pasa de ser independentista a ultranza a españolista. Y construye la esencia de la nación vasca utilizando mitos o inventados o ensalzados hasta el límite de crear, con pequeñas bases históricas, grandes leyendas. Todo sirve para construir una nación. Es lo que una politóloga francesa ha llamado el “procedimiento IKEA” de construir naciones: se cogen materiales procedentes de la historia, legendarios -un héroe, una batalla, una bandera- y se construye rápidamente una mitología que fundamente una reivindicación nacionalista.
-¿Pero cuánto hay de realidad en esas historias?
-Nadie medianamente informado podría negar la peculiaridad histórica, geográfica o cultural, de los territorios vascos. Pero ello no justifica que, además de estas singularidades, las reclamaciones nacionalistas se apoyen en datos completamente artificiosos, que son en buena medida históricamente inventados, y que no haría falta para nada invocarlos y mucho menos haber sacralizado al héroe y al creador de toda esa ideología hasta el punto de convertirlo en un ideólogo parangonable con los grandes profetas de la historia.
-Hoy, España, ¿más bien que una nación, es una serie de compartimentos estancos?
-Las reformas estatutarias emprendidas, la exacerbación del sentimiento nacionalista periférico… nos devuelven a una manera de configurar el Estado de base paccionada. Hay un retroceso, un retorno al pasado, por otra parte no negado por nadie, ni por los que lo reclaman ni por los que lo consienten. Parece un retroceso a la España anterior a los Decretos de Nueva Planta con los que se inicia el uniformismo centralista del Estado borbónico.
-¿No cree que el camino emprendido nos lleva a la desvertebración definitiva?
-No lo creo en absoluto. Tenemos una base cultural muy firme y enraizada, que no puede ser quebrada por la voluntad unilateral de nadie. Contamos, además, con un fondo jurídico común, que consiste en que las libertades, que con tanto esfuerzo nos hemos dado, también están absolutamente consolidadas, y son un patrimonio universal para todos los españoles, insusceptibles, por tanto, de ser aplicadas de un modo heterogéneo y desigualitario.
-¿El Estatuto catalán se ha superpuesto a la Constitución?
-El Estatuto catalán no ha tenido en cuenta el delicado equilibrio en que está sostenida la regulación de la estructura territorial del Estado y, en alguna medida, ha tratado de subirse sobre los hombros de la Constitución misma. Para empezar, es una norma sorprendentemente defectuosa. Sus contenidos y su regulación son impropios de un Estatuto, se mire por arriba, en cuanto que contiene preceptos que se escapan de la disposición de un Estatuto, como por abajo en tanto que se entretiene en pormenores indignos de su rango. Puede pronosticarse que lo que traerá esa norma es más conflictividad y no más poder real y efectivo para la Generalitat. Esa norma está mal hecho.
-¿El Estatuto catalán ha actuado de “efecto ganzúa” para excluir al Partido Popular?
-El efecto es ese, aunque no sé si la pretensión: el PP está fuera, ha estado fuera de ese consenso, y eso es una cosa muy grave, porque la operación estatutaria es en cierta medida también constituyente, ya que el Estatuto completa el texto constitucional en cosas muy esenciales. De lo que diga el Estatuto depende no sólo la competencia, y el poder de una Comunidad, sino de rechazo también el poder del Estado. Y esas operaciones tienen que hacerse consensuadamente, no por minorías efímeras. Son efímeros todos los políticos y los partidos, pero muy especialmente si están apenas sostenidos por minorías muy endebles.
EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA A D. FRANCISCO SOSA WAGNER, CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO DE LA UNIVERSIDAD DE LEÓN (Diario El Mundo, lunes 5 de febrero de 2007)
Lamentablemente, la referencia en abierto a la entrevista [2], titulada de forma muy atractiva (periodísticamente muy atractiva) como «El profesor que dio sobresaliente a Zapatero suspende su política» o algo así, en la edición no de pago es más bien sucinta. Tampoco por ahí he encontrado [3] el texto íntegro. Trato de extractar lo más relevante de las afirmaciones de Sosa:
– Cuando Pedro J. recordó el otro día la nota que le di, el presidente me llamó para decirme que ahora se la ponen los ciudadanos. Tiene razón, pero le dije que su política territorial no me gusta nada.
– España no es una nación de naciones, pero si lo fuéramos deberíamos disimularlo y no decírselo a nadie, todas han acabado fatal.
– No somos una nación de naciones pero pasito a pasito lo seremos.
– Nos hemos lanzado a la reforma de los estatutos sin antes habernos puesto de acuerdo en lo esencial: el Estado. Hemos metido a España en un quirófano para una gran operación alumbrados por una simple vela.
– La reforma de la Constitución para reforzar el ‘disco duro’ del Estado es la única salida a todo este absurdo, pero ¿quién quiere eso?
– Hasta ahora el problema era la sobrerrepresentación de los nacionalistas, ahora está ocurriendo algo más grave, la territorialización de los partidos nacionales.
– Nos cansamos de escuchar que con estas reformas vamos hacia un estado federal y eso no es verdad en absoluto.
– Esas relaciones bilaterales, que ya se están instaurando en Cataluña, son lo contrario de un sistema federal. Nosotros caminamos claramente hacia el confederalismo.
– Nadie quiere la reforma del Senado para que se convierta en una cámara de representación territorial en la que todas las autonomías son iguales.
– Yo creo en los poderes públicos fuertes. No creo en los estaditos, en las regioncitas, en los municipitos… Sólo un poder público fuerte puede enfrentarse a los grandes poderes económicos.
– Como socialdemócrata, combato abiertamente la idea de que cuanta más descentralización, más progre soy y más pegatinas me pongo.
– Soy un jurista y tengo pocas esperanzas en el Tribunal Constitucional. La dificultad radica en modificar ahora estatutos que han sido aprobados por el pueblo. Nos llevaría a un grave conflicto entre poderes.
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#1 Comment By Andrés Boix Palop On 9 febrero 2007 @ 7:33 pm
Como de momento tengo más interés en iniciar un debate y ver qué cosas llaman la atención del tono y contenido de lo que exponen tanto Muñoz Machado como Sosa Wagner, no voy a detenerme en comentar qué asuntos me han llamado más la atención. Valga, de momento, el enlace que he incluido a una reflexión al hilo de la lectura de la obra del primero (el reciente libro del segundo, cuya publicación ha dado lugar a su aparición en la escena pública, todavía no lo he leído).
Y, por si alguien tiene interés, copio y pego a continuación unas cosas escritas por mí mismo hace casi dos años que quizás vengan a cuento. Es más, probablemente para el primero para el que tiene interés su lectura es para mí. Siempre es curioso releerse con el paso del tiempo y constatar qué pensábamos y cómo lo expresábamos desde la distancia:
03/11/2005: El fracaso de España
España ha sido siempre un fracaso como país, un desastre como estructura estatal y una nación débil. Los problemas de España no vienen de su éxito represor, como Estado centralista fuerte, respecto de otras entidades nacionales o de las regiones periféricas. Las miserias de nuestro país se explican por la inexistencia de un verdadero proyecto de convivencia en común, para lo que es básico que existan estructuras fuertes y que se parta de un acuerdo de mínimos sobre para qué han de servir éstas: para proteger y defender a sus ciudadanos y sus derechos.
La debilidad de España es una evidencia que pocos pueden negar. En el plano internacional, excepción hecha de esos meses en que salimos del Rincón de la Historia y podíamos viajar por el mundo seguros y confiados, diciendo a los franceses que pretendían tirarnos los tomates o a los agentes fronterizos americanos que querían incautarnos el chorizo eso de «cuidadito, cuidadito, que soy ciudadano español», España se ha pasado los últimos siglos papando moscas. A nivel interno, cualquier ciudadano francés que se entere de cómo un Estado centralista y represor se ha pasado 300 años tratando de eliminar las lenguas regionales para que, al cabo de la fiesta, más o menos el 50% de la población de cuatro regiones españolas (Galicia, Baleares, Cataluña, Valencia) y el 25% de la población de otras dos (Euskadi, Navarra) sigan hablándolas, sencillamente se carcajearía. Que España ha sido un ejemplo de debilidad nadie puede discutirlo. Que sigue siéndolo, parece, lamentablemente, que tampoco.
La principal causa del fracaso de España es que nadie ha creído nunca demasiado en el proyecto de Estado. La responsabilidad esencial recae sobre las elites políticas y económicas que desde la construcción del Estado moderno, allá por el siglo XIX, han controlado y orientado la acción de gobierno. Y que lo han hecho sin creer en el proyecto nacional, porque la premisa básica del mismo es dedicar la estructura estatal a defender a los ciudadanos, su vida, sus propiedades y su libertad (así, al menos, en la formulación liberal decimonónica). El Estado español ha sido siempre débil, y por decisión consciente de quienes lo han dominado, precisamente para evitar que se pusiera al servicio de los ciudadanos. Ha sido un Estado de mínimos, al que nunca se ha querido dotar de mucho poder, porque el hecho de que lo tuviera era el peligroso germen de que pudiera emplearlo en beneficio de la creación de un verdadero Estado, cumpliendo los objetivos de igualación y protección de sus habitantes en evidente perjuicio de quienes lo han tenido secuestrado y debilitado. Porque en España hemos consentido un Estado débil e incapaz, dominado por los oligarcas y que lejos de velar por los intereses de los ciudadanos, por su seguridad y sus libertades, ha dedicado sus escasos medios, precisamente, a combatirlas. España ha sido una triste realidad, como demuestra la reiteración con la que sus débiles fuerzas de seguridad y defensa se han empleado contra la ciudadanía: algo por lo demás inevitable pues su mismo diseño e incapacidad las convertían en aptas sólo en desempeñar esas funciones, nunca en asegurar la defensa frente a las agresiones exteriores.
Obviamente, gran parte de la responsabilidad de que las cosas hayan sido así es de los españoles. Que nunca se han rebelado contra ese instrumento débil e incapaz de cumplir sus funciones y que sólo ha actuado como garantizador y perpetuador de injusticias y agravios. Regionales, pero no sólo. Ni esencialmente. Sobre todo de clase. La prueba de la debilidad del Estado español es hasta qué punto en España han perdurado y perduran castas y privilegios. Las regiones «periféricas» y los desfavorecidos, a título individual, han combatido esta situación de manera poco inteligente e insolidaria. Han buscado siempre no igualar, no luchar para dotar al país de estructuras estatales aptas, sino conseguir un estatuto lo más privilegiado posible. Nunca se han combatido los privilegios, sólo se ha peleado por, asumida la organización de España a partir de los mismos, conseguir cuantos más mejor. Las historias del nacionalismo vasco y sus orígenes carlistas, así como de las reivindicaciones del catalán, íntimamente ligadas a las necesidades de la oligarquía industrial y comercial de la región, sólo se entienden así.
Conviene tener presente y asumir esta realidad para poder valorar en su justa medida las proporciones históricas del cambio que se opera en España tras la muerte del Caudillo. No porque España se haya convertido de repente en un Estado fuerte, que no lo es ni lo será en mucho tiempo (y el actual debate estatutario es una prueba palpable de ello) sino porque ha puesto los mimbres para serlo. Y, paradójicamente, gracias al descarrilamiento de una de las dinámicas foralistas y privilegiadoras tradicionales de nuestro modelo de «búsqueda de privilegios»· Paradójicamente porque, desarmado y debilitado como nunca tras 40 años de paz y acción de socavamiento de lo poco de Estado que tenía España, el proceso constituyente del 78 parecía augurar una escalada disgregadora y debilitadora. Así fue, pero, a la postre, no tanto.
La aparición de las Comunidades Autónomas ha sido una contingencia histórica que, si bien probablemente era inevitable desde el momento en que se consintió una sola, nadie acertó a concebir en esos términos. El texto de la Constitución de 1978 es clarificador en ese sentido. Estaba claro que los catalanes, buscando de nuevo privilegios, habían conseguido el reconocimiento de la autonomía pero pensando en que fuera una cosa exclusiva o, a lo sumo, compartida con otros privilegiados (los vascos) y, estirando mucho la cosa, con los gallegos. Todo el diseño era plenamente coherente con la búsqueda del privilegio, que se sacaba con más o menos éxito a un Estado débil. Pero la misma lógica privilegio/agravio acabó por generalizar el modelo de autonomía a toda España. Primero, con un grado de autonomía rebajado. Luego, como consecuencia de la debilidad del Estado para imponer un modelo, con la generalización de las cotas competenciales máximas para todos los que las exigían.
El Estado de las Autonomías es el epítome de ese Estado incapaz que ha sido siempre España. Pretendiendo ser más centralista y uniformizador que ningún otro Estado europeo incubó con enorme éxito el germen de la exigencia de la mayor descentralización conocida en Europa (o casi) hasta el punto de que todos, desde navarros hasta extremeños, consideran en la actualidad una prioridad de primer nivel tener las mayores cotas de autogobierno posible.
No sólo el agravio y la búsqueda del privilegio conducen a estas situación. También ayuda la incompetencia del Gobierno central, que durante décadas ha sido incapaz de solucionar eficazmente los problemas de los españoles y que únicamente ha dado respuesta a las necesidades de pequeñas castas de privilegiados. Las Comunidades Autónomas surgen no sólo como consecuencia de la lógica del privilegio, son también hijas de la reivindicación general, del clamor, por disponer de autoridades que se preocupen mínimamente de los ciudadanos. Algo en lo que históricamente había fracasado siempre España.
Las clases políticas de las Comunidades Autónomas pueden ser ignorantes, poco formadas, corruptas, irresponsables, nepotistas… De todo se ha dicho sobre ellas y en algunos casos con razón. ¡Imagínense el grado de corrupción y nepotismo de la Administración centralista española histórica, que las ha hecho, a todas, por comparación, ejemplares! El motivo es probablemente muy sencillo: la propia dinámica política del Estado autonómico convierte a los políticos de las CCAA en más cercanos, más controlables, más responsables y, por ello, más preocupados por satisfacer a los ciudadanos. Su futuro político depende directamente de ello y este hecho ha provocado que el poder público, por una vez, haya dedicado una parte no importante de sus esfuerzos a satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Incluso, en ocasiones, a competir por satisfacerlas, lo que ya es directamente el acabose en un país como España. Hasta las dinámicas más perversas del modelo autonómico (la constante reivindicación agraviada respecto del Estado y en comparación con otras CCAA) comportan un efecto, dentro de lo chungo del fenómeno, positivo al retroalimentar esta preocupación por servir a los ciudadanos. El Gobierno de España de toda la vida nunca se había orientado a cumplir estos fines, sino a satisfacer las necesidades-obsesiones de los oligarcas y de sus cofradías de apoyo (Iglesia, militares y demás excrecencias anejas a los mismos en entes hoy felizmente desaparecidos de la gestión de la res publica).
Las Comunidades Autónomas, junto con la democracia, han acabado, también, por ayudar a que el Gobierno del Estado vaya poco a poco mutando. Sigue siendo débil, muy débil, incapaz de garantizar un funcionamiento óptimo de España como Estado, pero ha comenzado a rectificar ese rumbo. Mientras no se asiente sobre la convicción de que la fuerza de un Estado requiere, primero, de la correcta identificación de sus funciones y de las necesidades de sus ciudadanos, no es posible que España sea un país capaz. Afortunadamente, y por primer vez en la historia, quizá estemos en condiciones de lograrlo.
Las Comunidades Autónomas, que son parte de España y del Estado, han ayudado muchísimo. No sólo a gestionar mejor, sino a modificar radicalmente el sustrato político sobre el que se había construido la España moderna: de garantía y defensa del privilegio a servicio a los ciudadanos y sus necesidades. También han contribuido a que se conozcan y respeten mejor las necesidades reales de los ciudadanos. Y a que se valoren. Puede parecer una estupidez (y de hecho, así se trató durante años desde el Gobierno central) que un mallorquín de Inca quiera poder dirigirse en catalán a las autoridades. Entre otras cosas, porque sólo así siente que puede ejercer de verdad sus derechos. Puede parecer una tontería pero no lo es. Y basta remitirse a los hechos, que demuestran que España funciona mucho mejor desde que se preocupa mínimamente de facilitar la vida a los españoles y de atender sus deseos.
Indudablemente, estamos en un momento todavía de transición, en el que las tensiones y el propio fracaso de España alientan que las Comunidades Autónomas pretendan, en ocasiones, ir más allá. No tiene por qué ser algo necesariamente malo, dado que se ha demostrado que ir más allá ha favorecido a España y sus ciudadanos. Puede tomarse el caso de la Sanidad, infinitamente mejor gestionada ahora, como nadie se atreve a negar. Y, sobre todo, mucho más conectada con las exigencias ciudadanas, lo que obliga a los políticos a preocuparse de listas de espera o de la mejora de los servicios. Cuestiones que ahora son no sólo mejoras graciosas otorgadas por el Estado sino exigencias ciudadanas a las que la Administración ha de responder. ¿Alguien duda que el incremento del esfuerzo presupuestario para la Sanidad tiene su directo origen en la presión de las CCAA, obligadas a plantearlo y exigirlo como consecuencia de su posición ante la ciudadanía, mientras que si el Estado la hubiera seguido gestionando, siendo como son las tradiciones de gestión estatal, la permeabilidad a estas exigencias habría sido mucho menor? De nuevo, en este ejemplo, y paradójicamente, la lógica del agravio entre CCAA ha beneficiado a todos: yo quiero tanto dinero como este otro; y yo tantos servicios como puede ofrecer este otro; a ése de allí no se le ha de garantizar más que a mí… Entre todos, al final, no ha habido más remedio que sacar dinero para Sanidad de otras partidas.
Sin embargo, no es razonable, sino más bien suicida, fiar todo a los resultados de un modelo basado en la constante «carrera» por ser mejor y más guapo. Urge que el Estado, que también son las CCAA pero que es además mucho más, asuma cuáles son sus funciones en una democracia moderna. Y cuáles sus obligaciones. Que a partir de una adecuada revisión de sus actuaciones empiece a valorar de veras, como ya ha empezado a hacer, las necesidades de los ciudadanos y no las de los grupos de presión y castas varias. Y que se fortalezca por medio de la autoridad ganada actuando así para a continuación dotarse de todos los medios que requiera su actuación.
Es probablemente el actual debate estatutario un buen momento para cerrar la ominosa historia de España como fracaso público. Y ello requiere de la asunción de la existencia de un Estado descentralizado, federal, que ha funcionado razonablemente bien. Lo cual obliga a aceptar con toda la naturalidad del mundo que las CCAA podrán establecer diferencias, según entiendan en el ejercicio de sus competencias que es más conveniente a sus intereses y los de sus ciudadanos. España no se rompe por eso. Estas divergencias normativas han de ser respetadas porque la base misma de cualquier modelo federal es la existencia de las mismas. Pero también ha de sentirse como imprescindible forzar a las Comunidades Autónomas a aceptar la legitimidad de la intervención estatal, lo que será mucho más fácil cuando ésta empiece, de veras, a corresponderse con lo que han de ser sus objetivos. Como, también, aceptar que se fortalezca, porque es bueno para todos, incluyendo a las CCAA.
Un Estado eficaz ha de ser fuerte. Lo cual no significa que tenga muchas competencias ni que haya de imponer sus políticas a las Comunidades Autónomas. Significa que ha de tener la posibilidad de desarrollar políticas destinadas a garantizar como mínimo las libertades, la seguridad y la igualdad de oportunidades de sus ciudadanos. No tiene que hacerlo todo por sí mismo. Podrá colaborar, delegar o limitarse a coordinar en algunos casos algunas de estas acciones. Pero es importante, básico, que se asuma cuán esencial es que así sea. Porque los españoles necesitamos de un Estado central solvente y que abandone su tradicional senda del fracaso, de la incompetencia y la inacción, de la defensa sólo de los que menos necesidad tienen de la misma. No nos basta sólo con Comunidades Autónomas, por buenas gestoras que sean.
La actual reforma estatutaria es todavía, en gran parte, reflejo de la historia española y de nuestra tradición de Estado débil. De nuestro pasado, que refleja que sólo se ha logrado avanzar, hasta la fecha, por la vía del desapoderamiento estatal. Como el Estado se ha demostrado incapaz y débil, se argumenta, la única forma de mejorar es quitarle cada vez más funciones. Lógica que conduce, claro, a excesos indudables. Pero estos excesos no pueden, no deben, responderse con rétorica hueca y exclamaciones que de nuevo centran todo en una pretendida ruptura de España y que sólo aspiran a conservar castas y privilegios. Suena tan raro como escuchar al Real Madrid quejándose de los robos arbitrales. Han de dar lugar, por el contrario, a la afirmación de un Estado encargado de ser el primer garante de la autonomía de sus regiones, naciones o lo que sean. Y de los derechos de los ciudadanos en todo el territorio, para lo cual no debe en modo alguno renunciar a la determinación de los grandes rasgos del diseño.
España no se rompe porque no ha existido nunca. Quienes alertan sobre el drama son, de hecho, los primeros que nunca se han preocupado por España. Escuchar a quien califica a la banda terrorista ETA de «movimiento de liberación nacional vasco» y negoció el cupo más generoso con la Hacienda vasca de la historia denunciar la ruptura de España porque partidos democráticos independentistas tengan el poder o clamar por la inexistencia de solidaridad en materia fiscal entre regiones sería grotesco si no fuera trágico. Trágico reflejo de que nadie se ha creído nunca España, ni siquiera quienes con más entusiasmo no dejan de dibujarse como los únicos que piensan en la patria. Si ni siquiera ellos se lo creen de veras, no extraña la condena de nuestro país a su condición segundona y miserable. Escaramuzas políticas basadas en recuperar o no perder el poder y poco más son los actuales plañidos. Como lo han sido siempre. Como lo demostrarán si vuelven a necesitar a los ahora estigmatizados nacionalistas vascos y catalanes para gobernar. Porque no se creen España. Sólo son reflejo de esa lógica, felizmente en retroceso, de emplearla como cauce de garantía de privilegios y castas. Actitud que sólo debilita a España. Como la debilitó, por ejemplo, el Caudillo, quien, por supuesto, no tuvo ningún problema en romperla y truncar un breve episodio de titubeante intento de afirmación nacional. Amparado, eso sí, retórica (hueca) obliga, en que «antes roja que rota». Cuando se trataba, en realidad, de todo lo contrario, de eliminar cualquier posibilidad de que España se hiciera fuerte, por el riesgo que ello suponía para terratenientes, oligarquía y la castas militares y eclesiales.
No nos engañemos con quienes aparecen como salvadores de la patria en peligro. Debieran parecernos tan sospechosos como los defensores de otras patrias. Máxime cuando nunca quienes como tales se han presentado en España se han preocupado lo más mínimo por fortalecer el Estado. Que ésta y no otra es la primera prioridad en un caso como el español, donde nunca hemos tenido un Estado apto para cumplir sus funciones. Y así estamos, en consecuencia. Con un Estado débil, poco a poco reorientando su tradicional mal sentido. Y con excesos que aprovechan esta debilidad. Probablemente haya llegado el momento de que los españoles exijamos de una vez que la estructura de poder público empiece a asumir para qué está y qué se espera de ella. Que sólo así se fortalecerá España. Que las Comunidades Autónomas y la posibilidad de que dispongan de los medios para desarrollar lo mejor posible sus competencias forman parte de este fortalecimiento. Y que, por supuesto, es básico para ello, también, un diseño respetuoso con la igualdad de oportunidades y que prevea la posibilidad de que el Estado marque y proteja derechos y libertades con un grado de uniformidad mínima en todo el territorio.
#2 Comment By Macanaz On 9 febrero 2007 @ 11:41 pm
En los ultimos tiempos se ha puesto de manifiesto la caida en picado del sistema educativo español,especialmente de la Universidad.
Basta leer y comparar las reflexiones de los dos veteranos catedraticos citados y las del «novisimo» profesor titular responsable de esta pagina para entender esa decadencia.
#3 Comment By bocanegra On 10 febrero 2007 @ 1:25 am
«Nadie quiere la reforma del Senado para que se convierta en una cámara de representación territorial en la que todas las autonomías son iguales.»
Sí, eso es justamente lo que algunos llevamos pensando desde hace años. En especial, ¿qué opinan los nacionalistas sobre cómo debería configurarse el Senado?
– ¿Un Senado a la norteamericana, con dos o cuatro senadores por autonomía? Evidentemente, su poder quedaría completamente borrado, y equiparado a, fíjense, una región de nueva creación como La Rioja o Cantabria.
– ¿Un Senado donde se mantuviera cierta o toda representación poblacional? Al margen de que sería repetir la estructura del Congreso, el poder de Cataluña apenas se vería reducido, pero el de Galicia y Euskadi bastante más. ¡Andaluz & Madrilean Power!
– ¿O mejor un Senado asimétrico y «en clave de naciones», al gusto del Papagall y algunos de los invitados de Popota? De esta forma, las tres comunidades «históricas», que juntas rondan el 25%-30% de la población española, tendrían el mismo poder que el setenta y pico por ciento restante; incluso podrían disponer de derecho de veto. Y el que se queje, es un facha centralista.
Ante tantos problemas, quizá la solución sería prescindir del Senado. Pero, claro, entonces habría que reformar también el Congreso para hacerlo más «territorial», porque de alguna manera hay que oficializar que Estepaís es una nación de naciones, y que algunas naciones son más naciones y más históricas (ja, ja) que otras.
#4 Comment By bocanegra On 10 febrero 2007 @ 1:33 am
«Siempre es curioso releerse con el paso del tiempo y constatar qué pensábamos y cómo lo expresábamos desde la distancia»
Ahora lo que falta es que nos digas si tu opinión ha cambiado, a fin de constatar qué piensas ahora mismo, y cómo lo expresas desde la inmediatez.
#5 Comment By Andrés Boix Palop On 10 febrero 2007 @ 5:44 pm
Hombre, Macanaz, eso no es síntoma de nada más generalizable, es lo normal. Ten en cuenta que Muñoz Machado y Sosa son dos de los tipos más listos de España.
#6 Comment By popotez On 10 febrero 2007 @ 5:54 pm
Hola:
Gracias por los textos, Jefe. Voy apuntando algunas cosas. En primer lugar, sobre la entrevista a Muñoz Machado.
1) El término «europa constitucional y democrática» me parece un claro ejemplo de la manipulación interesada con la que el nacionalismo español ha pretendido equiparar la constitución y la democracia. Hasta donde yo sé, esta mañana Europa no tiene ninguna constitución.
2) Es llamativo que, después de toda la filosofía anti-nacionalista, el buen hombre destaque como implícitamente positivo el auge del uso de la palabra «España» entre los intelectuales y las élites, por no hablar de la «base cultural» que atribuye a los españoles, cuando a donde llevan los estados formados de «bases culturales» es a los años 30 europeos.
3) Es llamativo, también, que apele constantemente a la independencia del poder judicial como garante de la democracia, cuando la realidad es que el CGPJ está presidido por un autodenominado franquista o en el TC se sienta un gobernador civil fascista y jefe provincial del Movimiento, cuando cualquier demócrata debería temblar ante el hecho de que estos sujetos puedan tener independencia alguna para decidir sobre nada que nos afecte a todos.
4) Es sorprendente que, habiéndose aludido a la asociación ultraderechista Foro Ermua, no se haga mención de que uno de los miebros del CGPJ -en concreto, de la mayoría «conservadora» que preside el franquista de Hernando- forma parte del Consejo Editorial de «Papeles de Ermua», algo que tiene particular relevancia cuando el tribunal supremo se ha cargado los muy «apolíticos» -en el sentido apolítico del caudillo- nombramientos de jueces para el TSJPV -otros jueces del cual forman parte de ese mismo consejo editorial- que deben juzgar al lehendakari elegido por el pueblo vasco, y que han acabado saliendo adelante aprovechando triquiñuelas legales.
5) Cuando un miembro de ese CGPJ -cuya recomposición, que debía haberse producido hace tres meses, está bloqueada por la ultraderecha en un intento se seguir practicando el golpismo judicial contra el gobierno vasco y contra el español, a la manera como el fascio usó la justicia durante el período republicano- ya ha dicho por escrito que existe una conspiración de extrema derecha para acabar con la democracia, huelga decir que toda manifestación ante los desmanes de ese poder no es solo ciega, sino conveniente, necesaria, defendible y admirable, sobre todo ante la marea de «neoconstitucionalismo útil» de Hernando y su tropa.
6) Resulta cómico el tonillo despectivo con el que se refiere a la edad media cuando, hasta donde yo sé, en españa está de Jefe de Estado un Rey que no ha jurado ni tan siquiera la Constitución que le declara inviolable, amén de concederle no pocos poderes especiales. Pero ya se sabe que nadie es perfecto.
7) Equiparar al nacionalismo vasco de esta mañana con el sabiniano, y decir que Sabino es un profeta para el PNV, cuando es prácticamente imposible encontrar a un nacionalista que defienda hoy las ideas ultras y xenófobas de Arana, no se corresponde con la realidad. Pero tiene su tela que se hable de los mitos del nacionalismo vasco -correctamente, añado- y no se diga una sola palabra de la omnipresente mitología de la transición, máxime cuando se saca a pasear el «consenso» o se equipara, como es el caso, la democracia con la constitución.
Saludos,
pep
#7 Comment By popotez On 10 febrero 2007 @ 6:02 pm
Hola de nuevo, voy con la segunda entrevista:
1) Vistos los últimos diez años -o cien- de Estado Español, obvia decir que cualquier discurso que se construya aduciendo que solo un estado fuerte puede «plantar cara» a los poderes económicos es directamente bizarro.
2) Es muy respetable ponerse la pegatina de combatir la descentralización en nombre de la socialdemocracia, auqnue creo que sería deseable aportar argumentos en lugar de hablar de pegatinas y progres.
3) Cuando habla de la sobrerrepresentación de los nacionalistas, una de las dos frases que siguen es cierta: a) se refiere a los partidos nacionalistas españoles, PP y PSOE, o b) tiene dificultades para realizar correctamente operaciones aritméticas sencillas, con lo que en lugar de ser educado por la gloriosa educación del Movimiento es un decadente exponente de la más decadente educación democrática.
Saludos,
pep
#8 Comment By galaico67 On 11 febrero 2007 @ 12:23 pm
«El término “europa constitucional y democrática” me parece un claro ejemplo de la manipulación interesada con la que el nacionalismo español ha pretendido equiparar la constitución y la democracia. Hasta donde yo sé, esta mañana Europa no tiene ninguna constitución.»
Hombre , Pep, se podria entender tambien por Europa, que esta formada por Estados constitucionales y democraticos, luego Europa es constitucional y democratica. Esta interpretación tuya la encuento un poco demasiado literal….
Lo de la «base cultural» no se si meterme con ello ó no, ya que tu vives y has vivido en zonas cuyos gobernantes se apoyan en que su «base cultural» es diferente de la base cultural de sus vecinos. Pero bueno, después de haber viajado y vivido un poco por diferentes bases culturales nacionales, si descuento la lengua y la particualridades gastronomícas, en los que es los urbanitas, estamos hechos del mismo barro. Vete al Canton Aleman de Suiza, a Irlanda, a Londres y veras lo que es diferente «base cultural». He acabado metiendome…
Lo dela Judicatura en general, si que pone los pelos de punta…desde que Guerra asesinó a Montesquieu, esto ha ido de mal en peor. Aunque me haría mirar lo de las fobías. No conozco a ese ex-gobernador civil, ni se de su trayectoria desde que mataron a esa persona, pero vista la politica de «pelillos a la mar» que se llevó con Ternera y que se estaría dispuesta a llevar con ETA si dejara de dar la murga. ¿O quiza propones que los ex-etarras con delitos de sangre no sean elegibles para cargos publicos ni para la enseñanza? ¿ O propones que lo juzguemos, el se declare mu arrepentido y lo anmistiemos y siga donde está?
En lo referente a Sabino, nadie del PNV lo defiende en público ¿Alguien del PNV lo descalifica en público? Si una idea es mala, no basta con no defenderla. Eso es lo que echas en cara al pperismo, que no descalifique el franquismo.
¿ Sus escritos se siguen imprimiendo y vendiendo , ó solo los compran los españolazos para meter el dedo en el ojo a los PNVeros? ¿Los han retirado de las bibliotecas? Tu que has vivido allí lo sabrás…
Un saludo
#9 Comment By galaico67 On 11 febrero 2007 @ 1:54 pm
«b) tiene dificultades para realizar correctamente operaciones aritméticas sencillas, con lo que en lugar de ser educado por la gloriosa educación del Movimiento es un decadente exponente de la más decadente educación democrática.»
Popota, partiendo de que el sistema de reparto de escaños es como es y acatandolo aunque no compartiendolo.
PNV 7 escaños, 417.000 votos
IU 5 escaños 1.270.00 votos
Na-Bai 1 escaño, 60.000 votos
Hombre, lo que es la influencia en España, en relación a su número de votos, literalmente si estan sobrerrepresentados. En un parlamento nacional debería ser más influyente IU que el PNV y no es asi. El PNV lo sabe y clama ostentoreamente por una circunscripción vasca para las Europeas
Saludos
#10 Comment By Manfrío On 12 febrero 2007 @ 1:14 pm
Me parece muy pertinente la observación de Sosa Wagner, cuando señala que el énfasis en las relaciones bilaterales no responde un modelo federal sino confederal. Se ha dicho muchas veces, pero como se repite más lo contrario (la orientación supuestamente federal a la que responde el Estatuto, por ejemplo), creo que conviene insistir en ese punto. Quizás esta observación se podría poner en relación con la reflexión de Andrés Boix acerca de cómo, en la historia de España, las regiones (y los grupos sociales) han combatido por tener más privilegios, no por abolirlos.
Todos sabemos que la Constitución dejó el modelo de Estado casi completamente abierto; y después se ha ido decantando mediante sucesivas oleadas de traspaso de poder a favor de las CCAA. Bien. Este proceso se puede ver de dos maneras, según se mire “desde arriba” o “desde abajo”: como una operación de descentralización, política y administrativa, del Estado; y como un proceso de asunción paulatina de cotas de autogobierno, que para algunos (los nacionalistas) se inscribe en un proceso de construcción nacional. Por cierto, en esto el PNV nunca ha tratado de engañarnos. Siempre ha dejado claro que la descentralización era algo que podría interesarle a Murcia, pero que ellos estaban en otro empeño, el de la construcción nacional.
El problema es que al final, el diseño del Estado, que resulta de los Estatutos tanto o más que de la propia Constitución (como señala Muñoz Machado), se va haciendo a golpe de demandas nacionalistas. No responde a pautas racionales de carácter general sobre cómo queremos estructurar el Estado (al modo federal, por ejemplo), sino que va encajando como puede las singularidades, las relaciones bilaterales y, en definitiva, los privilegios. Privilegios que luego dejan de serlo al generalizarse por la lógica de la emulación, pero ese es otro cantar.
En otro plano, el ideológico, resulta curioso constatar que algunos quieran vendernos el nacionalismo como el colmo del rojerío. Muñoz Molina lo decía el otro día: la confusión entre izquierda y nacionalismo es un malentendido casi exclusivamente español.
#11 Comment By Xman On 12 febrero 2007 @ 1:34 pm
«reforma constitucional muy traumática.»
Aquesta frase és molt dura. Què insinua? Què canviar el marc constitucional provoca traumes?
I qui serà el «traumaurg»? I el traumatitzat?
#12 Comment By Andrés Boix Palop On 12 febrero 2007 @ 6:54 pm
Yo sigo pensando más o menos lo que en su momento escribí. Es normal. No ha pasado tanto tiempo.
Creo que España ha sido siempre un Estado débil y que todavía lo es. Creo que algo así es malo. Lo explica de forma muy clara y sintética Sosa Wagner.
Creo también que falta en España comprensión sobre que las Comunidades Autónomas son también Estado, que no se atiende demasiado a este hecho, ni se valora todo lo positivamente que se debiera cómo han cambiado la faz del país. Muñoz Machado, en este sentido, se explica muy bien.
No parece que haya, desgraciadamente, demasiada lealtad institucional en nuestros poderes públicos. Ambos profesores, de una forma u otra, hacen referencia a ello. La lógica de la búsqueda del privilegio, de la consiguiente reivindicación de la igualación para evitar agravios comparativos, de la bilateralidad que propicia la forma en que montamos todo el sistema, es nefasta. Pasa lo que ocurre con los catalanes: que para conseguir 10, como desconfían de Madrid, saben que han de pedir 100. Porque si pidieran sólo 10, en Madrid, como desconfían de los catalanes, el clima obligaría a dar sólo 1. Y así van las cosas.
Este verdadero desastre, a mi juicio, requiere de una «gran sentada» (por acudir al gran Luis Aragonés). Estoy con Sosa: reformemos la Constitución. Pero, como bien dice él, ¿quién quiere hacerlo? O como en cierta forma deja entrever Muñoz Machado, ¿de veras se permitiría a la España periférica y a los defensores del federalismo avanzar por esta vía? Quiero decir con esto que el diagnóstico es claro: esto es un desastre. Pero no es justo ignorar las responsabilidades de todos en haber montado esta situación. Y más responsables son quienes más han mandado y gobernado. Esto es: son mucho más responsables PSOE y PP que PNV y CiU, por ejemplo. Mucho más los poderes centrales que los autonómicos. Mucho más el PSOE que el PP.
Entronca esto con una cosa que menciona Sosa que (más allá de la evidente equivocación de considerar sobrerrepresentados a los partidos nacionalistas) es cierta: la deriva de los partidos nacionales hacia el localismo y la reivindicación de las esencias de cada terruño. Demuestra la corteza de miras de ambas formaciones y su inequívoco desapegi hacia la verdadera gestión de la res pública como asunto de Estado (del Estado en su conjunto). Es surrealista acusar de hipertrofiada la fuerza política de los nacionalistas cuando proporcionalmente disfrutan de menos escaños de los que les tocarían (en beneficio de PP y PSOE) y extraen su poder del hecho de ser bisagra. Y bisagra siempre imprescindible. Por la forma, entre otras cosas, de hacer política de PP y PSOE, que así configuran el teatro de la representatividad a escala nacional.
Yo veo este proceso, dentro de lo que cabe, como algo bueno. Se habla, se discute, se lleva al extremo la lógica nefasta que todo lo enhebra. Se consiguen así algunas cosas y mientras se va haciendo algo de camino (mucho o poco, según cada cual) se pueden visualizar con claridad el grado de los problemas, las concretas fallas del sistema. Es así, a través de la aparición de conflictos, de la exploración, a veces a tientas, de formas de resolución, de irnos dotando de instrumentos nuevos al constatar que los viejos no sirven, como avanza una democracia. No conviene, por eso (o al menos eso pienso), dramatizar demasiado. Lo que vivimos es lo propio, a estos efectos, de una democracia. Si hay algo que me gusta (sí, lo confieso) de Rodríguez Zapatero es que creo que es el político español que mejor comprende esto. Y que con más naturalidad acepta, por este motivo, críticas. Véase la demostración de «talante» con la que reacciona a las críticas de Sosa. Tiene, además, toda la razón, porque es a la ciudadanía a quien compete juzgar este desbarajuste y, cuando la cosa haga crisis (si lo hace, que parece que a este paso, dado cómo se montan las cosas entre PP y PSOE, es hacia adonde vamos), optar por la mejor manera de arreglarlo.
A mí me gustaría un Estado federal, que resolviera las anomalías vasca y navarra, que tratara en pie de igualdad a todos (y de nuevo me acuerdo de mi compromiso de hablar un día de estos de financiación autonómica), con un Senado donde las diferencias de representación (maatizadas, si se quiere) lo fueran en atención sólo a factores poblacionales. Donde se abandonara la bilateralidad y su aspiración a ella por parte de unos, pero donde también se abandonara porque, de una santa vez, el Estado se dota de instrumentos para hacer factible la multilateralidad (y que hayan pasado 30 años hasta que un Gobierno, y es mérito de Zapatero, haya hecho algo para empezar a sentar las bases de esto, pues creo que lo dice todo). Donde las propuestas de reforma e incluso de ruptura puedan negociarse con normalidad por cauces democráticos. Planes Ibarretxe incluídos. Y donde las autonomías cuenten con las mismas armas y se diferencien en hacer las cosas mejor o peor, en legislar mejor o peor, en tener mejores o peores servicios públicos, en lograr incentivar un tejido productivo más activo… Donde, por último, el Estado tenga la posibilidad de diseñar políticas niveladoras y de cohesión, empleando para ello recursos y atendiendo especialmente a las bases el desarrollo y crecimiento donde más necesario sea (educación, infraestructuras…).
Este Estado descentralizado tiene que ser fuerte. Y para serlo lo han de ser las Comunidades Autónomas. Que, por cierto, deberían poder reformar sus Estatutos sin necesidad de aprobación en Cortes Generales, bastando sus decisiones autónomas. Reformas que podrían tener cualquier contenido siempre y cuando respetaran las competencias del Estado. Motivo por el cual entiendo importante que se aclara cuáles son los techos competenciales del Estado (de la Federación, si se quiere, en este modelo), que se fjen en la medida de lo posible y que sean instrumentos aptos para que el Estado sea también fuerte y capaz de desarrollar las importantes funciones de igualación que le corresponden.
Es un batiburrillo de lo que es mi posición, expresada de forma acelerada y pedestre, pero ahí la dejo por si a alguien le puede servir y para que le busquéis puntos débiles (y porque me la han pedido, que si no habría ahorrado hoy a todo el mundo este rollo). Ya puestos me ha servido, como de pasada, para dejar bien a Rodríguez Zapatero en un par de cuestiones, que con la que le está cayendo por todas partes («suspensos» incluidos) pues sirve para compensar un poco. Es lo que tiene el haber sido educado en cierta comprensión hacia lo que es la tarea de las instituciones. Y a lo mejor consecuencia de dedicarme a lo que me dedico. ¿Somos tendentes en mi gremio a mostrarnos comprensivos con el poder público?
#13 Comment By klapton On 13 febrero 2007 @ 1:02 pm
Galaico, quienes están sobrerrepresentados en el parlamento son PP y PSOE, a costa de IU. Los nacionalistas, en su conjunto tendrían una representación ajustada al número de sus votos.
#14 Comment By guimusa On 13 febrero 2007 @ 2:30 pm
En la primera entrevista, ¿alguien se ha leído solo las preguntas? Muy pocas tienen relación con la respuesta anterior y, todas están cortadas por el mismo patrón antigubernamental, antinacionalista vasco y a última hora catalán. El que acepta una entrevista de estas características sabe bien en el jardín en el que se mete. Aún así, en general, a mí me parece que Muñoz Machado aguanta muy bien el tipo en una entrevista de este corte y no se deja ver como un desaforado ultra, que es lo que parece el que pregunta.
#15 Comment By La Madre de los Hijos de Macanaz On 13 febrero 2007 @ 2:40 pm
A Macanaz
“En los ultimos tiempos se ha puesto de manifiesto la caida en picado del sistema educativo español, especialmente de la Universidad. Basta leer y comparar las reflexiones de los dos veteranos catedraticos citados y las del “novisimo” profesor titular responsable de esta pagina para entender esa decadencia.”
Observa las palabras que no has acentuado, espero que nuestros hijos alcancen al menos el nivel del Sr. Boix, porque el tuyo es lamentable.
#16 Comment By guimusa On 13 febrero 2007 @ 2:42 pm
En la primera entrevista, ¿alguien se ha leído solo las preguntas? Muy pocas tienen relación con la respuesta anterior y, todas están cortadas por el mismo patrón antigubernamental, antinacionalista vasco y a última hora catalán. El que acepta una entrevista de estas características sabe bien en el jardín en el que se mete. Aún así, en general, a mí me parece que Muñoz Machado aguanta muy bien el tipo en una entrevista de este corte y no se deja ver como un desaforado ultra.
#17 Comment By galaico67 On 13 febrero 2007 @ 5:30 pm
Klapton, en un parlamento con circunscripción única, IU tendría más representantes que el PNV, ya que 1.270.000 votos son más que 470.000. Eso es lo que chincha al PNV en las Europeas, y por lo que lleva pidiendo una circunscripción vasca desde siempre.
Acatando el sistema actual, en el que se vota a listas cerradas provinciales- tan bueno ó tan malo como otro cualquiera, aunque yo preferíria votar candidatos y no listas dedocraticamente partitocráticas-, está claro que el PP y el PSOE, fuera de las realidades nacionales re-nacionales, se comen todos los picos que no llega a alcanzar IU. Y todos estos picos suman ¿800.000 votos?.Es lo que tiene leyes orientadas a lograr mayorias.
Un saludo
#18 Comment By popotez On 14 febrero 2007 @ 2:18 am
Lo que está claro es que con un sistema proporcional el PNV, que es el partido nacionalista más beneficiado -la mayoría son perjudicados-, perdería un diputado, e IU ganaría 10. Huelga decir quien se beneficia de esos diez.
Por lo demás, la ley electoral se hace en la transición para hundir las posibilidades de los comunistas que no hubiera dilapidado Carrillo. No, desde luego, en beneficio de los nacionalistas, que fueron perjudicados.
#19 Comment By Alfa-Lfa On 14 febrero 2007 @ 12:00 pm
ostia, popota para guionista de Cat-files, de la FoX.
Andres, el problema es que el debate ha de ser sereno, y entre el carlistón que se ensaña con toda la historiografía comepiedras (señor?, los Peneubristas son arananianos, porque independientemente de que se lo crean o no, la bola de nieve funciona, el timo se extiende y te sacas un concierto que te permite los derechos de ser español, y ninguna de sus obligaciones), o el orco posterior que define la aportación del naciponalismo a la civilización: ruido, paradas técnicas hasta que se marcha de nuevo, y que conforman una aportación basada en las formas (uahh, ja soc aquí), pero hueca o llena de mitología fast food. Eso sí, el lerdo ha llegado, ha soltado el regüeldo y ha hecho la «aportación» como un escupitajo: no dice nada, pero lo importante es que se note de donde eres…patético.
Es posible que España no haya existido nunca (lo que no es motivo de vergüenza, al menos para mi, pero…¡¡anda que las naciones que la forman!!! jja,ja,aja, sobre todo las históricas, esas que no conocieron el agua corriente hasta el siglo XIX, ja,ja,ja. Puestos a empezar de cero, prefiero hacerlo con los mimbres de un Estado de Derecho que hacerlo con la protección de Aitor, El Cid,Túbal, Guifré y otras somas para los epsilones-minus…
#20 Comment By Otto von Bismarck On 14 febrero 2007 @ 4:07 pm
A los que buscan la cuadratura del círculo con un sistema electoral que satisfaga a todos… que no busquen más. Y no porque lo diga yo:
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#21 Comment By klapton On 15 febrero 2007 @ 11:11 am
100% de acuerdo con Popotez. Si se sacan las proporciones de votos y diputados de todos los partidos, se ve exactamente quiénes han sido los beneficiados del sistema electoral.
Pero vamos, tampoco hace falta hacer ese cálculo. Basta recordar que tanto PSOE como PP han disfrutado de holgadas mayorías absolutas sin llegar nunca al 50% de los votos.