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Una. Dos. Y tres. Por tercer día consecutivo el diario Las Provincias dedica su portada a difundir la idea de que la Universidad de Valencia está copada de terroristas y de amigos de los terroristas. A falta de nuevas portadas y de nuevos escándalos, a buen seguro por venir, los hechos que fundamentan la acusación se reducen a (y eso tomando como única fuente la información aportada de parte, esto es, por los «acusadores» que desde el diario valenciano señalan con el dedo y reprochan tan lamentable situación):
– Una asociación de estudiantes (el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans, de ideas, como su nombre permite intuir, afines al independentismo catalán) ha organizado unas jornadas sobre la evolución y situación actual del proyecto separatista empleando para ello instalaciones de la Universidad. Jornadas a las que ha invitado, entre otras personas vinculadas al mundo del independentismo catalán, a una persona que formó parte de Terra Lliure y que, en su día, cometió tres asesinatos, por los que fue juzgado y condenado. Cumplió condena, salió de la cárcel y, desde entonces, se dedica a cuestiones sindicales y al activismo ideológico en la línea referida.
– En espacios que la Universidad cede a grupos estudiantiles para que puedan reunirse y organizar sus actividades estuvo colgado, durante unos meses, un poster con la imagen de Iñaki de Juana Chaos. Al parecer, fue retirado finalmente por acuerdo de los propios estudiantes.
¿Por qué estos dos incidentes, estas dos situaciones, permiten afirmar que la Universitat de València es cómplice de alguna manera con el terrorismo? Al parecer, según la interpretación, delirante y cavernaria, así como altamente ofensiva hacia la institución y sus componentes, defendida por quienes están orquestand el show mediático porque lo que debería haber hecho la Universidad es prohibir tanto la conferencia como la colocación del cartel en cuestión.
Con permitir la situación abundar también en esa otra vertiente, y con todo, a mi juicio, lo verdaderamente grave de todo este asunto no es tanto la ofensa o la mala fe que pueda albergar la campaña. Más preocupante si cabe es que una línea de pensamiento como la que suscribe esa lógica pueda ir ganando terreno. O, al menos, así me lo parece a mí. Porque, sencillamente, no tienen ninguna razón, lo que convierte en altamente inquietante que haya muchos que puedan acabar convencidos de lo contrario. Y no sólo es que no se tenga razón en la acusación, sino que la desviada defensa de ciertas ideas que sus promotores pretenden llevar a cabo no puede ser, en el fondo, más contraria a algunos principios constitucionales de los más básicos, así como al respeto a las libertades que una Universidad pública en España, afortunadamente, no puede menos que defender.
En cualquier caso, y por si alguien tiene alguna duda al respecto, que espero que no (o, al menos, que no sean excesivas), analicemos mínimamente ambas situaciones. Que tampoco está de más aprovechar estas situaciones para reiterar algunas obviedades. No sea que por falta de quien las enuncie, poco a poco, la mayor parte de la sociedad acabe perdiéndolas de vista.
Respecto de la organización de una charla por parte de un grupo de estudiantes en la que se invita, por parte de los promotores de la misma (el grupo de estudiantes), a una persona condenada por acciones terroristas parece evidente que cualquier actuación de la Universidad (ya sea por parte del equipo decanal del centro donde se realizó el acto, ya sea por parte del equipo rectoral) prohibiendo tal actividad supone una actuación que, lejos de ayudar a la defensa de los valores constitucionales, los estaría atacando y socavando en su misma raíz.
Las Universidades públicas españolas (y no sólo las públicas; y no sólo las españolas) tienen una larga tradición a la hora de organizar actividades adicionales a la docencia e investigación ordinaria: cursos, jornadas, debates, mesas redondas, cine-forums, teatro… Quienes en ocasiones organizamos este tipo de actos somos miembros de la comunidad universitaria, a veces profesores, a veces alumnos, a veces el pesonal administrativo, que por la razón que sea juzgamos que son socialmente enriquecedores y que permiten un espacio o una plataforma de análisis, crítica o reflexión sobre la sociedad que están intrínsecamente unidos a la propia función de una Universidad y que, lejos de sobrar, son necesarios. La Universitat de València, como es lógico y como es habitual en todas las Universidades del mundo, suele ceder espacios para ello a aquellas personas que formamos parte de la comunidad universitaria y únicamente vela por ordenar que las actividades no supongan alteraciones de la docencia o investigación (lo que puede darse, por ejemplo, si son molestas) o por garantizar un correcto uso de los espacios (dando prioridad a unas actividades sobre otras a partir de la previsión de asistencia o, simplemente, ordenando el uso de los mismos a partir del momento temporal de reserva del espacio).
El contenido de las actividades, su interés, su corrección, su admisibilidad social depende en última instancia de los organizadores, miembros siempre de la comunidd universitaria. Porque somos nosotros, en nuestra pluralidad, los que organizamos, de manera descentralizada, muchísimas cosas. Algunas más interesantes y algunas menos, como es inevitable. Algunas más controvertidas y otras menos, como tampoco puede ser de otra manera. Y sin que, como es obvio, excepto en los casos en que son los propios centros o la propia Universitat de València los organizadores, las decisiones y responsabilidad por la mayor o menor corrección o incorrección del acto sean achacables a la institución como tal.
Por lo demás, la Universitat de València, como todas las del mundo, confía en sus miembros y no establece una policía de contenidos previa. Como es obvio, la Universitat da por descontado que los mismos se desarrollarán dentro de las posibilidades legales y que en estos actos no se cometerán delitos ni perjudicará a nadie. Y, de hecho, así suele ocurrir. Es más, así ocurrió también, a la hora de la verdad, en el tan criticado acto, donde no sólo no se cometió delito alguno, sino que transcurrió con toda normalidad (al margen del juicio que pueda merecernos el contenido de la mesa redonda, las cosas que allí se afirmaron o la opinión que nos merezcan organizadores y participantes).
¿Podría actuar la Universitat de València de otra manera? ¿Debería hacerlo?
Por supuesto, la Universitat de València podría pretender erigirse en controladora, con carácter previo, de los contenidos de actos que se celebren en sus instalaciones. Ahora bien, para hacerlo debería aportar una razón de suficiente peso como para justificar una restricción de esta índole en las libertades individuales. Hay una, sin embargo, fácil de encontrar. Es la siguiente, expresada de forma sencilla: una Universidad está para otras cosas, para desarrollar labores de docencia e investigación socialmente muy necesarias, y no para dedicarse a otro tipo de acciones, a veces muy interesantes y útiles, otras no tanto, pero que en ningún caso se corresponden con lo que ha de ser la labor de esa institución. De modo que, asumiendo esa tesis, todo lo que no tenga un evidente interés académico, en consecuencia, habría de quedar fuera de la Universidad. Sólo tendría sentido ceder espacios para actividades conectadas con la docencia y la investigación, que es la función social de la Universidad, por la que recibe fondos y la causa de que entre todos paguemos esos edificios e instalaciones.
En efecto, una razón como la aducida sería válida y no plantearía problemas en cuanto a la restricción de libertades y la posible discriminación, dado que estaría justificada funcionalmente a partir de la finalidad pública de la Universidad… excepto por el hecho de que es imposible llevarla a la práctica de manera garantista porque es impracticable gestionar una política de esta índole de manera neutra sin que, a la hora de la verdad, aparezcan severos riesgos de afección a las libertades y dudas en cuanto a la posible discriminación que compartarían las decisiones que se deberían adoptar. La razón de ello es sencilla y radica en que es virtualmente imposible pretender decidir con absoluta objetividad qué actos tienen o no «interés académico» sin que a la hora de establecer el criterio que delimitaria la frontera entre unos y otros se acaben introduciendo sesgos. Por ejemplo, ¿acaso si viene un político el acto ya no será en ningún caso «de interés académico»? ¿Y si se trata, aunque sea de algo donde sólo participen universitarios, de tratar una cuestión de actualidad y no una científica? ¿Cómo, dónde y quién pone la frontera?
A la hora de la verdad, pretender que las autoridades académicas hayan de autorizar o no actos a partir de su supuesta conexión con los reales objetivos de una Universidad es ilusorio y peligroso. Obviamente, se podría pretender seguir esta política, pero es dudoso que generara una aplicación fluida y aproblemática,no sería en absoluto pacífica y no podemos descartar que supusiera inevitablemente (aunque a lo mejor de forma involuntaria) uan mayor silenciación de ciertas posiciones. Y es que, en la práctica, es obvio que este modelo acabaría suponiendo inevitables excesos, en unos casos, y limitaciones más severas, en otros. Todo ello condicionado simplemente al clima de oponión preponderante, a las ideologías dominantes e incluso a las legítimas pero subjetivas posiciones de quienes han de tomar las decisiones. De lo cual se derivaría una cercenación inadmisible de la pluralidad ideológica, política y en cuanto a las actividades realizadas. Así como atentados a los derechos de algunas personas. No parece sensato correr ese riesgo cuando el sistema actual funciona de forma más que satisfactoria.
Es por ello mucho más razonable que la Universitat de València siga, como hasta ahora, confiando en el criterio que la comunidad, de manera porosa y plural, manifiesta respecto a qué actos son «de interés académico» y, por ello, acaban siendo puestos en marcha. En muchos de ellos habrá connotaciones políticas, a veces muy directas. Es cierto. En muchos otros la conexión con la vida académica puede parecer a a la mayoría bastante ilusoria. Habrá también algunos que parecerán absurdos. ¿Y qué hay de grave en ello? Lo que se consigue, en cualquier caso, es dinamizar la vida académica. Los actos de más calidad e interés serán más seguidos, tendráns más incidencia, crearán más y mejor opinión o generarán resultados más productivos. Los otros pasarán sin pena ni gloria. Porque las mayorías no sólo votan, también actúan en el día a día apoyando ciertas cosas y dando de lado a otras. Pero lo que está claro es que cualquier acto será expresión, aunque sea mínima, de parte de nuestra comunidad y de sus inquietudes, dado que si se realiza ello será consecuencia de que habrá habido alguien de entre nosotros que se habrá preocupado de ponerlo en marcha por juzgar, hay que pensar que de buena fe, que el interés del mismo existe y tiene algo que ver con la vida universitaria. En mi caso, por ejemplo, ya he colaborado con algunos compañeros en el pasado tratando de organizar coloquios y jornadas de todo tipo. Algunos de ellos con personalidades ajenas a la Universidad y temáticas en ocasiones poco científicas en sentido estricto. ¿Nos los habrían de prohibir por no tener interés académico a juicio de vete tú a saber quién? Dado que hemos invitado incluso, en ciertos casos, a importantes políticos (y algunos incluso han tenido la amabilidad de acudir), ¿tendría sentido que el Rector nos pohibiese la realización de un acto de esas características? Parece sensato, la verdad, afirmar que no demasiado.
Al margen de esta posible restricción, ya vemos que de dudosa concreción práctica por lo difícil que es establecer ese juicio de idoneidad académica respecto de cualquier actividad, ¿es posible prohibir actos atendiendo a otros factores? Y, en concreto, que es lo que parece pretender el diario Las Provincias, ¿es posible prohibir actos atendiendo al pasado de las personas, a su historia personal (en este caso concreto, debido a un pasado delictivo, a un pasado como terrorista)? O, yendo a la raíz del problema, ¿puede una Universidad prohibir actos, ya directamente, por motivos ideológicos (en este caso, por entender que pueden difundir unas ideas más o menos conectadas con las que justifican la lucha armada o con las que enhebran la reivindicación que la misma enarbola)?
La pretensión de que una persona que ha sido condenada no pueda acudir a una Universidad a dar una charla no resiste el más mínimo análisis. Ni jurídico, ni moral. Ningún Código penal del mundo, ni siquiera en los regímenes totalitarios más abyectos del mundo, contempla una pérdida de derechos civiles para las personas que ya han cumplido su condena. Pretender que alguien, por horrendo que fuera lo que hizo, quede definitiva y perpetuamente condenado a una situación equivalente a su conversión en un paria social es propio de mentalidades éticamente enfermas. Es más, y mientras nuestras leyes penales no establezcan como pena accesoria la prohibición de hablar en público en ciertos casos (posibilidad, afortunadamente, de momento remota), ni siquiera se pierden los derechos por estar compliendo condena. ¿Acaso un preso en 3er grado penitenciario no podría venir a la Universidad a dar una charla? A mi entender, perfectamente y nadie debería escandalizarse por ello. Es más, estoy convencido de que, según quién sea el preso, probablemente tendría cosas muy interesantes que contar que a cualquier estudiante universitario podrían aprovechar mucho sobre lo que es una cárcel, sin ir más lejos.
Pero es que, nos dirán, aceptando que tenemos razón al defender esta idea, no se trata de un preso normal, sino de un terrorista. Y hay que diferenciar, se afirma. Afirmación arriesgada, cuando se pretende que diferenciemos (castigando, vetando, prohibiendo) más allá de lo que hacen las leyes. Y que, por lo demás, si la clave es esa atención extenuante a la trayectoria vital, incluyendo a la que quienes han asesinado o pertenecido a bandas armadas, para prohibir su aparición por cualquier mesa redonda, nos llevaría a situaciones más que curiosas. ¿Habría debido prohibir la Universidad de Valencia a Juan Mari Brandés que pisara siquiera sus instalaciones, debido a que fue deportado durante el franquismo por colaboración con ETA -en tanto que abogado de algunos etarras, moda ésta la de entender que los abogados son cómplices de la banda, por cierto, que parece haber regresado a España con fuerza desde hace unos meses-? ¿Creen quienes piden que se prohíban estos actos que se debiera impedir también a Pío Moa pisar una Universidad? Nelson Mandela, si hacemos caso a este griterío en favor del bárbaro silogismo «terrorista un día-terrorista siempre-los terroristas no tienen derecho a expresarse», ¿vería cómo le impedimos que pise la Universitat de València por entender que su mera presencia aquí degrada a la institución?
En resumen, en ausencia de limitación legal del estatuto personal de alguien, una institución como la Universidad no puede prohibir un acto atendiendo a las condiciones subjetivas de esa persona. Se trataría de una discriminación intolerable. Y, por cierto, claramente inconstitucional.
Otra alternativa, que es en realidad la que late en el fondo de las críticas, que es en realidad la que propugnan quienes ponen el grito en el cielo, es la que defiende que habría que prohibir el acto por sus previsibles contenidos. Esto es, la que defiende que hay ciertas manifestaciones ideológicas o ciertas posiciones respecto a conflictos políticos o sociales que no tienen los mismos derechos a ser expuestas y defendidas que las demás . Que no son «respetables». Y que, por ello, no deben ser autorizadas.
El problema de este planteamiento es que la «respetabilidad» y «admisibilidad» de ideas, discursos, opiniones… no la decidimos nosotros. O no la decidimos más allá de nuestra esfera estrictamente subjetiva y de nuestros actos individuales. Cada uno de nosotros podemos tener nuestra opinión al respecto, por supuesto. Pero esta opinión, perfectamente legítima y válida, que nos hará acudir a un acto o no, tenerlo por interesante o no, criticarlo o no, oponernos a lo que se exponga en él y tratar de combatirlo argumentadamente o no… no es suficiente para imponerse a los derechos individuales reconocidos constitucionalmente. Porque es la Constitución, y en su desarrollo la ley, la que en su caso marcará el límite de admisibilidad a partir del cual se podría prohibir la emisión de una opinión. Algo que, además, por cierto, en nuestro ordenamiento jurídico es extraordinariamente difícil porque nuestro pacto social, plasmado en la Constitución de 1978, se fundamenta en la idea contraria: la de, como norma de principio, dejar a todos expresar sus ideas y opiniones, protegiéndolas incluso en casos en que nos parecen horrendas o asquerosas. Únicamente en supuestos extremos (por ejemplo, cuando mediante la palabra se hace apología de la comisión de actos delictivos incitando a su realización) se puede prohibir un dicurso. Es decir, que quienes pretenden que la Universidad habría de autorizar o prohibir ciertas mesas redondas y charlas únicamente en atención a su contenido «aceptable» o «inaceptable» (no en términos de adecuación a los fines académicos, pretensión limitadora que se toparía con las dificultades que ya hemos reseñado, sino en términos políticos, ideológicos o éticos) están afirmando la posibilidad y conveniencia de que se establezca una restricción adicional a la constitucionalmente posible, a la legalmente aceptable, a partir de un parámetro de discriminación ideológica, o moral, pura y dura. Con lo que ello supone de violación de varios principios estructurales de nuestra Constitución, empezando por el art. 14.
¿De veras queremos un modelo de esas características? ¿De veras estamos tan seguros de que nuestras opiniones van a ser siempre tan «cómodas» para la generalidad de la opinión pública que estamos dispuestos a apoyar alegremente restricciones en el discurso de quienes son ahora una franca minoría aunque sólo hablen, aunque sólo chillen, aunque sólo gruñan (pero no peguen, ni maten, ni inciten a hacerlo)? Pero, sobre todo, ¿de veras alguien cree que ésa es la mejor manera de defender nuestra Constitución? Porque en realidad no hay lugar a dudas de que es todo lo contrario. Defender la Constitución, en una situación como la reseñada, es no prohibir el acto con base en tan peligrosas y resbaladizas razones.
Por último, hay quien alegará que habría que prohibir este tipo de situaciones, al menos, en ciertas ocasiones. En todas aquellas en las que previsiblemente, a partir de la trayectoria y personalidad de los participantes, pueda traspasarse la línea constitucionalmente marcada. Pero, para quienes así argumenten, habría que recordar dos cosas. En primer lugar, que una prohibición con base únicamente en la mera predicción sobre la ilegalidad del contenido es un temerario acto de censura previa expresamente prohibido por la Constitución. En segundo lugar, que es más que dudoso que la trayectoria previa de nadie prejuzgue absolutamente lo que vaya a decir. Es más sano un modelo social que espera a que existan infracciones de esta índole para actuar que otro que, obsesionado con prevenirlas, establece cortafuegos exagerados que, inevitablemente, acaban arramblando también con otras manifestaciones expresivas perfectamente legítimas.
Por lo demás, todas estas reflexiones quedan confirmadas por una práctica de décadas en las que la política basada en la dualidad de renunciar al control de contenidos a priori y limitar la reacción respecto de manifestaciones o afirmaciones que vulneren la legalidad vigente sólo una vez se hayan producido ha demostrado ser muy eficaz. Los problemas habidos hasta la fecha en esta Universidad y cualquier otra han sido mínimos, los excesos y delitos cometidos marginales (por no decir inexistentes). Y todo ello se ha logrado sin que haya hecho ninguna falta recortar la libertad de expresión o ideológica de nadie. De hecho, la charla en cuestión, a pesar de los ríos de tinta que ha hecho correr, incluso tomando como única fuente las crónicas de los diarios que encabezan esta cruzada, fue de lo más tranquila. El antiguo terrorista, por lo visto, se limitó a realizar una descripción de su experiencia en la lucha armada, o de su experiencia terrorista, si se quiere, sin el más mínimo atisbo de incitación al uso de la violencia o apología del empleo de medios vedados por la ley.
Por último, y respecto del poster de Iñaki de Juana Chaos, cuestión ciertamente menor (que parece haber ocupado la portada de hoy, tercer día de hostigamiento a la Universitat de València desde los medios de comunicación, simplemente para tener una excusa para seguir dando cancha a esta cuestión), me gustaría plantear una serie de preguntas como forma de manifestar mi opinión al respecto:
– La Universitat de València, al ceder locales a los estudiantes para que hagan uso de ellos para sus actividades y reuniones, ¿ha de imponerles normas sobre los mensajes que pueden transmitir que sean más limitadoras que la legislación vigente? ¿O es más razonable que se limite a establecer su umbral de tolerancia allí donde lo ha fijado el consenso social y ciudadano por medio de la aprobación de una norma con rango de ley? ¿Caso de querer restringir más la emisión de opiniones en cuanto afecten al uso de esos espacios, con qué justificación se establecerían las limitaciones?
– Más allá de normas de higiene, conservación, etc. ¿tiene sentido que sea la Universitat de València la que determine la decoración y posters que han de colgar en las paredes? ¿Es ésta la manera más adecuada de formar ciudadanos libres y responsables, imponiéndoles hasta el color correcto que debe ser empleado para la pared del local de las asociaciones? ¿Debería la Universitat de València también imponer normas de decoro y recato? ¿Podría y sería conveniente que obligara a las asociaciones de estudiantes a plasmar en la decoración políticas de igualdad de género y sexual, por ejemplo? ¿O es mejor dejar libertad a los estudiantes?
– Poner un poster de Iñaki de Juana Chaos, ¿equivale necesariamente a hacer apología del terrorismo? ¿Significa inevitablemente estar de acuerdo con el asesinato y la violencia? El hecho de que yo mismo, en este mismo blog, haya escrito sobre la situación penal de esta persona cuando todavía estaba preso y haya criticado públicamente que se prolongara su estancia en prisión, a mi juicio de forma abiertamente ilegal, ¿me hace también amigo de los terroristas? ¿Debiera la Universitat, en consecuencia, revisar los contenidos de mi blog (y los de cualquier blog de miembros de la misma, no sea que se cuelen más comentarios inaceptables, ya se por éste, ya por otros motivos) y autorizarlos o no, según le parecieran admisibles o impropios? ¿Debieran prohibirme manifestar mi profundo pesar porque, a mi juicio, nuestro Estado de Derecho no siempre esté a la altura, a la hora de defender garantías y libertades, si se da la casualidad de que está implicado un preso acusado de crímines espantosos? ¿Los terroristas, asesinos o violadores no tienen derechos? ¿La única actitud que desde la Universidad hemos de albergar hacia ellos es fomentar su pública lapidación?
En definitiva, que lejos de haberse comportado de manera criticable, la actuación de la Universitat de València en todo este asunto ha sido impecable y debiera ser un ejemplo para todos. A pesar de haber estado y seguir estando sometida a enormes presiones. Ojalá haya mucha gente capaz de darse cuenta. Y ojalá seamos muchos los que, todavía, quedemos dispuestos a explicarlo.
22 comentarios en Terroristas en la Universidad
Comentarios cerrados para esta entrada.
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PLAS, PLAS, PLAS.
Una cosa, y probablemente esté equivocado, pero cuando dices «Ningún Código penal del mundo, ni siquiera en los regímenes totalitarios más abyectos del mundo, contempla una pérdida de derechos civiles para las personas que ya han cumplido su condena», mi entendimiento de la situación para los ex-convictos en el hogar de los valientes es que ya no tienen derecho al voto por su condición. Qué digo que no es censurar la opinión de forma explícita, pero ciertamente es un recorte de derechos.
Y repito, a lo mejor me equivoco. Pero al menos ese es el entender de una gran parte de las personas que conozco aquí.
Un saludo
Comentario escrito por lingüista — 29 de abril de 2010 a las 6:11 pm
Joder, menos mal que alguien se posiciona públicamente en esa dirección. Hoy en clase, el de Constitucional, nos arengaba más bien en sentido contrario. Llega uno a pensar que está volviéndose loco, con todos los compañeros indignados con el asunto y pidiendo que se corten cabezas. ¡No seremos muchos, pero sí algunos!
Comentario escrito por juanfernan41 — 29 de abril de 2010 a las 6:53 pm
¿Qué quiere que le diga? Qué estoy rotundamente de acuerdo.
El señor que fue a dar la charla, pudo haber sido en sus tiempos un tipejo de la peor calaña, aficionado a la pirotecnica delictiva, pero ya ha saldado sus cuentas con la justicia por lo que no se le puede negar su participación en un foro universitario, ni mucho menos.
¿Qué puede que el señor Sastre y sus convicciones actuales me parezcan execrables? Bueno, de eso se trata la tan cacareada «Libertad de Expresión», de escuchar aquello que no te gusta oir.
PD. Espero que sus fieles acólitos del «Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans» se comporten como toca y en el hipotético caso de la celebración de una charla en la Universidad comandada por gente «no afín», no intenten «boicotearla/reventarla»…
Comentario escrito por Garganta Profunda — 29 de abril de 2010 a las 8:59 pm
De todas formas, por aquí siempre se habla de brazo político de los GAL, o herederos del batallón vascoespañol, etc.., a gente que no era ni mayor de edad entonces por pertenecer a lo que se llama PPSOE…
A mí realmente me da igual…, pero si unos por no condenar noche y día un régimen acabado hace años son sus «herederos – supporters – etc…», y otros por acoger a condenados, y que terminaron sus condenas de los GAL también se les considera sus «brazos»…, pues ¿por qué no para la Universidad?….
Si se pueden discutir y criticar estos comportamientos, ¿por qué la Universidad, que también tiene su ideología, no se puede criticar?? ¿Cuándo será invitado Rafael Vera con Amedo para contar su «visión» a la UV?
Saludos
Comentario escrito por asertus — 29 de abril de 2010 a las 9:00 pm
Bueno, yo ni conozco a nadie del SEPC ni creo que ninguno de ellos me haga el más mínimo caso. Aunque ojalá lean este blog, les guste y lo tengan en cuenta. A mí me gusta pensar que esto sirve para convencer a la gente, para darle razones. Esperemos que haya quien, de vez en cuando, compre.
Respecto de conferencias en otras líneas, las hay con frecuencia. Ayer mismo, según informaba la prensa con satisfacción, vino un diputado del PP a hablar sobre los derechos de las víctimas del terrorismo y la unidad de España. Bien está. Afortunadamente, nadie propone que se prohíban ese tipo de cosas. Y, que yo sepa, tampoco ha habido incidentes de ningún tipo. Ni es habitual que los haya.
Respecto a lo de «brazo jurídico», no soy yo quien emplea esa denominación. Y quien lo hace, o al menos esa sensación tengo yo, emplea el término irónicamente, justamente para poner de manifiesto lo absurdo y exagerado de tachar a cualquiera de «brazo político», «entorno» o paridas semejantes.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 29 de abril de 2010 a las 9:32 pm
Hombre Andrés, no nos haga usted trampas de trilero callejero.
«Conferencias en otras líneas», refiriendose a la conferencia dada por un ex-terrorista de Terra Lluire, no es una conferencia sobre derechos de vistimas de terrorismo, sino invitar a un ex-terrorista que hubiera asesinado en pro de la españolidad de Cataluña.
No me sea usted tan asi de poner en un bando a terroristas, y enfrente, a su nivel, a las victimas de estos, y estar orgulloso de vivir en un punto medio.
Comentario escrito por lolo — 29 de abril de 2010 a las 11:34 pm
Lolo, la expresión que comentas era una respuesta a Garganta, que decía esperar que no hubiera incidentes en conferencias de orientación vivida como opuesta por los del SEPC. Simplemente he indicado que, cuando las hay, como ocurrió ayer, no es habitual qud haya problemas. Y no es que yo diga que una reflexión sobre la unidad de España sea para mí inaceptable. Pero intuyo que para los del SEPC debe de ser lo más semejante a lo qud su charla ha sido para mucha gente.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 30 de abril de 2010 a las 12:02 am
Ciertamente, creo que no he entendido bien la similitud del mensaje anterior, soy demasiado quisquilloso con esa equidistancia que algunos plantean entre terroritas y victimas y en mi mensaje le he «acusado» inmerecidamente.
Comentario escrito por lolo — 30 de abril de 2010 a las 12:14 am
Andrés: me parece que a alguien del SEPC si que conoces, y has tenido a más de uno, a más de dos y a más de tres como alumnos en tiempos recientes y hasta en la actualidad xD
Soy miembro del SEPC de la Universitat de València, ahora ya más en la segunda o tercera línea que en la primera, y se agradece a alguien con el valor suficiente para decir públicamente estas cosas, y más con el ambiente que vivimos. Personalmente, creo que el rectorado con Morcillo al frente- al que no votamos nadie desde el SEPC, para qué engañarnos- se ha comportado de forma ejemplar aguantando el pulso de la caverna mediática local empezando por Las Provincias. Es lo mínimo que cabría esperar, y cuando se hace bien tiene que decirse.
Más precisiones: el contenido de la charla. El contenido consistió, por parte del señor Sastre, de recordar y valorar su trayectoria y constatar el sinsentido del uso de las armas para defender opciones políticas. Opinión que manifestó el portavoz del SEPC ante los medios (literalmente, el SEPC está en contra de la violencia, venga de donde venga, como recogen todos los medios de comunicación.
18 medios de comunicación aparecieron en el acto y se fueron sin un titular. Ninguna apología del terrorismo, ninguna exaltación de nada. Un veterano de un grupo armado- como Pío Moa, Juaristi y tantísimos ilustres demócratas en España- expiada su condena, valora su trayectoria política y ofrece su visión sobre el futuro.
A la mañana siguiente aparece un titular sobre de Juana Chaos: sin ninguna prueba, indicio o declaración. La foto de una pared en blanco. Les invito a presentar una sola prueba de la presencia de un póster de De Juana en el ADR de Historia. Ya avanzo que no aparecerá. Ésta es la basura de prensa a la que nos enfrentamos: que para ocultar las toneladas de mierda del Gürtel, la paralización en el Cabanyal o los millones de parados la toma con la libertad de expresión en la Universidad pública.
Después un simpático señor del PP declara en la biblioteca que el SEPC es proterrorista, y no pasa nada. Como en 2005, en que la ultraderecha propina una paliza a un estudiante de izquierdas, y intenta reventar las elecciones con su patético vocero de Fuerza Nueva Juan García Sentandreu al frente… y sus representantes y amigos del alma siguen estudiando en la Facultat de Dret… como si nada. Después es la izquierda la que revienta actos. El único acto «reventado» por el SEPC en Valencia- consistente en colgar una pancarta y una docena de personas protestando en el entresuelo del Edificio Departamental- fue en la visita de Maria Teresa Fernández de la Vega. Nadie entró en el acto ni tampoco nadie resultó agredido. Eso sí, apareció en todas las televisiones como titular indiscutible. Acto reventado.
Se agradece el apoyo, Andrés. Porque aunque sea de la discrepancia, creo que en las cosas esenciales seguimos estando en la misma trinchera. Y espero que por muchos años.
Comentario escrito por Mitrídates — 30 de abril de 2010 a las 4:39 am
Mis disculpas…
Con la expresión «fieles acólitos» me refería a la supuesta veneración que profesan los estudiantes miembros del SEPC al señor Sastre.
No creo que el insigne señor Boix goce de la condiciones de semi-deidad en los ámbitos más furibúndamente pancatalanistas de la Universitat…puede que en otros tal vez, pero no en esos.
Insisto, creo que respetamos la organización de eventos de este tipo. Ahora bien, mucho me temo que el SEPC no vería con buenos ojos y haría todo lo posible por reventar el evento -y que conste qe me juego parte del balano (por empezar el día soezmente)-la visita de gente como Manuel Fraga o Jose María Aznar (por decir algo) a actos similares.
Comentario escrito por Garganta Profunda — 30 de abril de 2010 a las 7:42 am
Tu quote, Mitrídates? Te sabíamos popopista, pero ahora va y resulta que también eres de esos amigos de los terroristas del SEPC. ¡Dónde vamos a ir a parar si incluso en la Facultad de Derecho, que es donde debería estar la gente de orden, pasan estas cosas! Dices, incluso, que he tenido más de dos y más de tres alumnos del SEPC. Que los tengo este año también. ¡Y yo que pensaba que el límite máximo de lo admisible en Derecho era el BEA!
Fuera de coñas, gracias por el mensaje. Creo que sí que coincidimos en lo esencial, como bien dices. Y me alegro de que la charla tuviera, a la hora de la verdad, el contenido que relatas (y que sustancialmente es el que han referido los medios de comunicación, aunque con cierta sordina). Más que nada porque, sinceramente, me parece que ese tipo de actitud es la que os permite defender vuestras de manera más inteligente, generando menos rechazo y amparando un debate sobre la cuestión de fondo (identidad unitaria de la cultura catalana, independencia, etc.), que supongo que es lo que os interesa, sin que quede contaminado por historias francamente desagradables (y que, además, inevitablemente te acaban poniendo a la defensiva y contaminando a los ojos de mucha gente el resto de la reivindicación o postura política). De todos modos, tampoco soy yo quien ha de decidir vuestra estrategia. No deja de ser vuestro problema. Aunque a mí, como es obvio, haya maneras de actuar que me parecen más inteligentes que otras.
Respecto de los actos reventados, yo tengo mi opinión (que vale lo que vale, como es obvio, pero que aspiro a que logre convencer a los que no piensan como yo). A saber:
– Es inaceptable que se impida a alguien hablar cuando ha sido invitado a hacerlo. Una Universidad no puede consentir eso. Y, por supuesto, me parece más que justificado que se empleen los medios necesarios para garantizar la continuidad de un acto si alguien trata de impedir que se lleve a cabo. Creo que es obligación de una institución académica garantizar eso.
– Cuestión diferente es lo de los pitos y abucheos a la entrada. Siempre que no haya violencia ni intimidación, me parece obvio que eso forma parte de los «costes» que inevitablemente uno arrostra por dar su opinión. Los derechos, incluyendo el derecho a la libertad ideológica y a la libertad de expresión, hasta cierto, punto, uno se los ha de «sudar». Ello significa asumir los costes que inevitablemente tiene emitir opiniones. Yo lo hago en este blog, y cuanto más claras sean mis opiniones, menos cercanas al mainstream social y de mi entorno profesional, más costes de imagen y sociales puedo tener que padecer. Pero si me parece importante defender una serie de tesis ello va, por así decirlo, ínsito al propio ejercicio de esta libertad. No se puede pretender ejercer la libertad de expresión y que todos te quieran por lo que dices, respeten tu posición y te aplaudan. Hay que asumir que habrá quien te mire mal, quien piense que eres un imbécil, quien te critique y quien, incluso, pueda llegar a insultarte o, según los casos y ejemplo comentado, a abuchearte. Así es la vida. Vamos, que creo que hay que tomarse con naturalidad que te abucheen (si eres De la Vega) los del SEPC o que, si formas parte del SEPC, que desde Las Provincias te pongan a parir y digan que haces el juego a los terroristas. Son los «costes» de exponerte y dar tu opinión. Porque tenemos libertad ideológica y de expresión pero lo que nadie nos garantiza es que ello no suponga costes.
– Dicho lo cual, también me parece que, a la hora de defender las posiciones propias, uno también ha de contar con cierta inteligencia estratégica. Entendiendo legítimo el abucheo a De la Vega antes de un acto, me parece poco inteligente. Más atractivo, a mi juicio, sería que se la dejara hablar y alguien, en el acto, le planteara inteligentemente preguntas que manifestaran las contradicciones de su discurso, por ejemplo. Creo que, a medio y largo plazo, es una fórmula de acción pública y de convencimiento de aquellos que no pueden darte la razón más eficaz e inteligente. Aunque, de nuevo, esto es únicamente mi opinión.
En paralelo, tampoco me parece demasiado inteligente la estrategia de Las Provincias y de los sectores afines que están aprovechando este asunto desde posiciones sensacionalistas lamentables. Porque, en el fondo, dejan flancos abiertos my importantes. Es un discurso tan exagerado, tan exaltado, que a corto plazo puede tener réditos pero que, si fuera bien explotado inteligentemente por aquellos que son criticados de ese modo, podría volverse en su contra, dada la evidente y zafia ofensa a los valores constitucionales y de libertad que implica.
Quiero decir con ello que un discurso como el tuyo, Mitrídates, desmonta la campaña. Y que si llega en esos términos a la sociedad, sin que pueda ser contaminado con manifestaciones o actitudes que puedan ser tachadas de «extremistas» o «violentas», a la hora de la verdad, a medio y largo plazo, a quienes acaba dejando en mal lugar es quienes azuzan estos demonios de forma irresponsables.
Otra cosa, claro, es que pueda llegar en en esos términos fácilmente a la sociedad. Los medios de comunicación los tienen quien los tienen. Y es difícil que un sindicato de estudiantes, por naturaleza desorganizado y poco capaz de montar respuestas cohesionadas, controlando al detalle a todos sus miembros, tenga los instrumentos para reaccionar eficazmente en esos casos. Hay que confiar, supongo, en que poco a poco, con el tiempo, tu trayectoria te acabe avalando.
En cualquier caso, más todavía si como dices el acto transcurrió en esos términos, creo que la explicación tranquila y pausada de lo que fue su contenido tendría que ayudaros a defender vuestra imagen.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 30 de abril de 2010 a las 9:54 am
O siga, que els radicals catalanistes més extremistes de la Universitat de València són gent com Mitrídates, que rebutja expressament la violència? El col·lectiu més radical, el SEPC, sembla que organitza un acte amb un ex-terrorista i no només es un ex, sinó que, a més, diu que la violència no ha de ser el mitjà de lluita? I els estudiants del SEPC, abans de l’acte, també es preocupen de condemnar de manera oberta l’utilització de la violència per a aconseguir objectius polítics?
Tot això és veritat?
Perquè jo, personalment, me n’alegre, i molt, que així estiguen les coses. Però si efectivament són així, què passa? Que ja no queden radicals de veritat a la Universitat?
Tan moderada està la cosa que ara els «mega-radicals amics dels terroristes» són esta gent?
Malament ho tenen els de Las Provincias, si efectivament així estan les coses, per a continuar amb l’estil «Mariaconsuelito», com sembla que volen fer, amb tan poqueta matèeria primera.
Comentario escrito por Joan B. — 30 de abril de 2010 a las 10:28 am
Joan B.: De tot hi ha en la vinya del Senyor, sincerament. Però si algú es pensa que la de la gent del SEPC defensa posar bombes com als anys 70 està molt equivocat i té ganes de marejar la perdiu. El SEPC com la resta de l’esquerra antisistema, està en contra de la violència. La violència també són els acomiadaments, els hòmens que apallissen les dones, o la policia al Cabanyal o a les manifestacions estudiantils. I no tens més que vore que va passar al Cabanyal estes pasqües. La gent en fila rebent pals. Sóc el primer que creu que faria falta una mica més de contundència en les accions, certament. Però cremar caixers i un «modus operandi» a la grega no resol els problemes de fons, com a mínim a començaments del segle XXI.
A Andrés: D’acord en el que dius. I jo personalment en el tema de De la Vega o altres hauria pres una actitud diferent, però com has dit un Sindicat d’Estudiants és una organització complexa que funciona per definició amb rapidesa, i es fa el que es pot. Probablement si que hi haurà gent partidària de rebentar un acte per la força i a qualsevol preu, però el que et puc assegurar és que no són majoritaris ni de bon tros, a les proves em remet.
Sóc dels qui creu en la radicalitat més en els continguts que no en la imatge o les formes, la dictadura de l’estètica és lamentable i acaba sent un carreró sense eixida. I un debat serè com aquest sempre s’agraeix. Salut!
Comentario escrito por Mitrídates — 30 de abril de 2010 a las 2:40 pm
També és graciosa la tendència dels professors a dir sempre als altres com han de comportar-se i quina és la manera en què han de reivindicar. O, fins i tot, què hem de reivindicar!
Gràcies per la resposta, Mitrídates. Compartisc la idea que és millor ser durs en el fons i exquisits en les formes. També entenc les dificultats d’un sindicat d’estudiants per a funcionar de manera unitària i coherent. Ara bé. O comencem a fer les coses millor o la inèrcia s’ens menjarà. Hem de començar a fer les coses molt millor de com s’han vingut fent. Perquè, de moment, està clar que amb el model de «lluita» que portem els resultats són si més no decebedors. Cada vegada pintem menys, cada vegada hi ha menys gent disposada a prendre seriosament en consideració els nostres plantejaments, cada vegada sóm més marginals (en el sentit estricte, de restar, malauradament, al marge de l’evolució social). Per exemple, en la Universitat.
És una desgràcia que, si les jornades eren el que comentes, s’haja acabat transmetent la imatge que s’ha trasmès. Però també s’estarà fent alguna cosa malament si va i resulta que no hi ha manera de fer entendre a la resta de companys, professors i inclús als mitjans de comunicació el que has explicat. Si no ens creuen, o no ens fan cas, o el prejudic conta més que la realitat fins el punt de que no es veuen les coses com en realitat són és culpa seua. Però també nostra.
Comentario escrito por Joan B. — 30 de abril de 2010 a las 7:15 pm
Bueno, Andrés, se nota que estabas bien caliente cuando lo has escrito, pero te ha quedado bien (sin que sirva de precedente;-)). Esto de estar lejos hace que no te enteres bien de las cosas que pasan, pero veo que seguimos en las mismas, o peor.
Había por ahí un comentario de lolo que quizás a alguien le podría parecer un poco demagógico. Sin afán de defender a Andrés, que se defiende él solito, no creo que se trate de posicionarse en un punto medio o de adoptar una actitud equidistante. Creo que eso es precisamente lo que nos quieren vender y afrontarlo así me parece que es no haber entendido de qué estamos hablando. Dando voz se permite precisamente que cada cual se posicione donde le dé la gana, formándose su propia opinión con argumentos de aquí y de allá. Y un poco en esta línea me parece que se posiciona Joan en su lamento. No te desanimes, hombre, que mira la que se ha liado ahora. Al menos se habla del tema…
Comentario escrito por Susana — 30 de abril de 2010 a las 9:22 pm
Lingüista tenía razón: en casos de ciertos crímenes graves en loz EE. UU. se pierde el derecho a votar. No a hablar, pero sí a votar.
Por lo demás parece que hay quienes están luchando contra esa situación:
http://www.scotusblog.com/2010/04/update-on-felons-voting-rights/
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 01 de mayo de 2010 a las 12:06 am
Andrés, creo que en algunos sitios no hace falta que sean graves, a no ser que entendamos por graves las condenas por «resistencia a la autoridad» ó por no pagar tus multas de tráfico.
Es una medida que ayuda a mantener la supremacía WASP en alguna que otra elección…
«3. Además de la exclusión anterior, en 14 estados, la pérdida del derecho al voto es definitiva para una persona condenada alguna vez en su vida. Sólo en Florida se trata de 600.000 personas»
«http://www.avizora.com/atajo/informes/usa_textos/0013_gran_farsa_democracia_estados_unidos.htm»
Comentario escrito por galaico67 — 01 de mayo de 2010 a las 2:49 pm
En la otra punta del espectro ideológico, reproduzco uno de los apuntes de hoy del Sr. Pío Moa.
«****La decana de Historia de la universidad de Valencia, ¿no podría ser denunciada a los jueces por apología del terrorismo, habiendo tenido durante siete meses el careto de De Juana Chaos presidiendo una sala de la facultad? No basta con exigir su dimisión.»
Viendo que una parte de la derecha de este país se toma sus epístolas como el evangelio de los «auténticos demócratas» no me parecería raro que la señora decana sea pronto encausada.
Comentario escrito por Jaume — 01 de mayo de 2010 a las 6:38 pm
En 14 Estados se pierde el derecho al voto con una condena, no solo por delito grave. En Florida estiman unas 600.000 personas
Y tienen privatizada la elaboración de las listas de los condenados, porque no hay censo electoral, hay que apuntarse para votar. ¿Adivinan el tono de piel de la mayoria de los enlistados?
Una estrategia de control como otra cualquiera
Comentario escrito por galaico67 — 01 de mayo de 2010 a las 11:00 pm
Este segundo comentario es una «duplicidad por cuarentena», que el primero se echó una temporada en el limbo….
Comentario escrito por galaico67 — 01 de mayo de 2010 a las 11:01 pm
Antológico Pío Moa, en efecto. Muchas gracias, Jaume, por el aviso. ¿Considera el Sr. Moa que él no tendría que tener derecho a pisar ninguna Universidad o institución pública?
Gracias también a Galaico por la información sobre las limitaciones de derechos a los ex-presidiarios en EE.UU. Significativamente, vemos cómo les quitan el derecho al voto pero, al menos, les dejan hablar, supongo.
Susana, tienes razón en que andaba cabreado cuando escribí esto. Me hervía la sangre, sobre todo, por la ausencia de respuesta por parte de los juristas y profesores de mi Universidad, algo que comprendo porque es difícil organizar una respuesta coordinada y porque, además, la gente no quiere salir a dar la cara «por un terrorista» (cuando en realidad la cara se da por los derechos de todos, en mi opinión). Y, mientras tanto, la prensa local, durante días, se ha ido llenando cada vez más de comentarios, artículos, columnas, de gente de fuera de la Universidad pero también de algunos personajes de los «aledaños», por así decirlo, subiéndose al carro del discurso catastrofista, sensacionalista y liberticida.
Escribí también una carta al periódico, quejándome, que me han publicado. Creo que de la veintena de comentarios u opiniones publicadas en los medios de comunicación ha sido la única en esa línea:
https://webges.uv.es/public/uvRecullWeb/2010/05/20100503_7717.jpg
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 03 de mayo de 2010 a las 4:59 pm
A mi no me extraña nada. Parece que se tiende a criminalizar a todo el independentismo.
Si unos chavales abuchean a Rosa Díez, si los guardaespaldas atacan a otros que le gritaban a María San Gil, si cuando un par de chavales de las juventudes de ERC le mandan una carta con una bala a Albert Ribera y otra inmediatamente después disculpándose, para ciertos sectores, cada vez más extendidos son kaleborroka y deberían ser juzgados como tales. Eso sí a los chavales de Pozuelo, esos que se meten con la autoridad, sólo por gusto, ponemos el grito en el cielo por el gran castigo que es que no salgan de casa unos fines de semana…
Estoy de acuerdo en la manera de actuar de la Uni y espero que siga así…
Comentario escrito por Nynaeve — 15 de mayo de 2010 a las 1:27 am