El futuro de las pensiones: breves reflexiones y una propuesta

Una de las cuestiones políticas más importantes de nuestros días, por cuanto afecta de lleno a las políticas de reparto de riqueza (esto es, al alma misma de la política) y porque además tiene profundas repercusiones sociales y sobre el modelo de convivencia, es la referida al futuro de las znsiones. Sin embargo, aunque se habla de vez en cuando sobre el tema, lo cierto es que se debate muy poco, aplicando ese curioso mantra de las democracias occidentales de nuestros días de que cuanto más básica es alguna disyuntiva de organización o reparto, menos hay que debatir sobre el tema, no sea que nos llevemos algún disgusto. De manera que sobre las pensiones, al menos en España, hablamos relativamente poco (así por encima se comentan cosillas, sobre su sostenibilidad, sobre cómo pagarlas, sobre el fondo de reserva, sobre planes de futuro más o menos vaporosos…), reformamos sin debate a golpe de decisión tecnocrática (como ha sido el caso con las últimas reformas, que más allá de retoques nimios para las pensiones del presente han ampliado las exigencias de años cotizados y reducido las pensiones para quienes todavía estamos a años de jubilarnos, y que han sido además «recomendadas» de forma bastante evidente por la UE) pero, y sobre todo, no discutimos ni debatimos nada sobre el fondo del problema.

El pseudo-debate sobre pensiones que tenemos montado en España

Esta ausencia de discusión se debe a que, en realidad, aunque las escaramuzas políticas del día a día traten de ocultarlo como buenamente pueden, hay un sorprendente consenso  bipartidista en materia de pensiones sólido como pocos. Por parte de lo que podríamos llamar «derecha tradicional» y los poderes económicos que le son afines, que en España han dejado esta labor en tiempos recientes a FEDEA y sus blogs, nutridos por economistas y politólogos afines, se hace hincapié en que el actual sistema no es sostenible y, por ello, en la necesidad de recortar prestaciones e incrementar las exigencias para acceder a las pensiones máximas (como mecanismo evidente de incentivo para que se alleguen más fondos al sistema). Por parte de lo que suele entenderse como «izquierda clásica», en cambio, se plantea la conveniencia de garantizar las prestaciones como mecanismo de solidaridad y cohesión social y se apela a la posibilidad de incrementar para ello las cotizaciones sociales o, incluso, completar cada vez más los recursos del sistema por vía fiscal como mecanismo para que, en unas sociedades ricas como las nuestras, las pensiones puedan mantenerse en términos semejantes a los que hemos vivido hasta ahora, dado que a mayor riqueza, más porcentaje de la misma podría dedicarse a estos menesteres sin que otros se resientan demasiado. Ésta es más o menos la postura «oficial» en estos momentos de la izquierda institucional, con matices más bien menores según las sensibilidades.

El debate político planteado en estos términos es apasionante para muchos, pero esconde difícilmente una realidad tan ampliamente compartida como obvia: que el sistema en los términos actuales es difícilmente sostenible. En el fondo, tanto la izquierda como la derecha clásica lo tienen bastante claro sin estar en demasía en desacuerdo, razón por la cual van llegando sin mayores dificultades a un punto de entente relativamente sencillo, más allá de las escaramuzas del día a día de la política, porque hay que contentar a la parroquia y permitir a economistas y politólogos de uno y otro bando llenar y llenar páginas discutiendo sobre pequeños matices sobre la temporalización y alcance de unas medias que siempre van en la misma línea: así, se van recortando poco a poco las prestaciones, sobre todo para los que han de disfrutarlas no en la actualidad o a corto plazo sino en un futuro medio y largo, que a fin de cuentas nos quejamos menos, mientras a la par se van incrementando poco a poco las aportaciones presupuestarias al sistema, sin que se note mucho ni se discuta en exceso, de modo que los recortes se hagan más soportables y sobrellevables y, sobre todo, a fin de que quienes tienen «generado» un derecho a muy buenas pensiones no se quejen en exceso. A fin de cuentas, en esas clases y edades es donde están quienes toman estas decisiones y sus familias, de modo que toda inyección impositiva para mantener sus niveles de disfrute no puede ser mala. Esta especie de hibridación de las posturas de la izquierda y de la derecha tiene cada vez, por lo demás, defensores académicos más explícitos, que picotean un poco de aquí y otro poquito de allá (la moda ahora es vender el tema, encima, como rebaja de las cotizaciones compensada con el IVA, para que se note menos aún el tocomocho), sin cuestionar en el fondo el consenso conservador de base. Y así, siguiendo esta vía con perfiles muy marcados ya, es como da la sensación que nuestros grandes partidos pretenden afrontar el futuro de los sistemas de provisión social para cuando debamos afrontar nuestra vejez quienes ahora estamos en edad (supuestamente) productiva.

El planteamiento, por tranquilizador, aun asumiendo cierta inevitabilidad de los recortes, que pueda ser para casi todos implicados con cierta capacidad de influencia y de acción (y de ahí, también, su éxito electoral, pues a los pensionistas actuales se les conservan sus derechos; mientras que a todos los demás se nos dice que, dentro de lo que cabe, mejor que no nos quejemos, que podría ser peor… a la vez que se blinda un reparto poco equitativo en beneficio de ciertas clases), no es sin embargo demasiado satisfactorio. No lo es, al menos, desde la perspectiva de un debate público maduro sobre rentas, redistribución e igualdad propio de una democracia avanzada y alfabetizada. Entre otras cosas porque acreciente y extrema soluciones crecientemente injustas, incoherentes con la propia esencia del sistema, a las que hemos dado carta de naturaleza pero que no son nada normales y que alguien habría de plantear de una vez.

Las incoherencias internas de un sistema que se basa en un supuesto modelo de cotización que se falsea y en una apelación a un reparto… que acaba siendo muy regresivo

En efecto, es cierto que el modelo actual no es sostenible. Nada que objetar a esa evaluación. Por lo demás, no es un problema estrictamente español, aunque en nuestro caso sea más exagerado. En lo que ha sido un rasgo generacional de lo que en España podríamos llamar «Generación T», que ha exacerbado una dinámica que por otro lado es común a toda Europa occidental, es cierto que el modelo actual de pensiones ha beneficiado desproporcionadamente, y todavía beneficia mucho, a quienes empezaron a jubilarse hace una década y media y a quienes se jubilarán en la próxima década. Son una generación que va a cobrar unas pensiones que nunca nadie tuvo (y muy superiores a lo que cotizaron) gracias al esfuerzo de sus hijos… que nunca cobrarán pensiones equivalentes en términos de poder de compra, entre otras cosas porque habrán habido de dedicar muchos recursos de las mismas a pagar las de esa generación. Todo ello, como es sabido, con base en un sistema supuestamente «de cotización» pero que se aleja de todo cálculo real actuarial para la determinación efectiva de las prestaciones a las que detiene derecho. Es decir, que se supone que se van a recibir pensiones «según lo que se ha cotizado» pero, a la postre, éstas son muy superiores a esa cifra, «por cuestión de justicia» social» y se determinan políticamente en una cantidad muy superior a lo que efectivamente se ha aportado y debiera por ello tocar (al menos, si fuéramos a un sistema de verdad «de cotización»: la diferencia la puede calcular cualquier persona tan fácilmente como viendo lo que le daría un plan de pensiones privado por unas cotizaciones mensuales equivalentes a las que ha hecho, y se ve con facilidad que estamos hablando de que en tal caso se recibiría entre un tercio y la mitad, de media, de lo que a la postre acaba poniendo el sistema público; otra forma de comprobar la diferencia entre uno y otro modelo es analizar los regímenes de Seguridad Social y los de las mutuas profesionales creadas en aquellos ámbitos de actividad donde no llegaba la Seguridad Social, mutuas todas ellas que han acabado por desaparecer de facto pues a medida que las pensiones públicas se iban haciendo generosas el equilibrio aportaciones-pensiones que podían ofrecer las mutuas era cada vez más difícil de lograr).

Así pues, la supuesta característica técnica del sistema de que sea «de cotización», pura y simplemente, no se cumple. Hay transferencias de unos sectores a otros y de unas generaciones otras, porque de alguna manera hay que cubrir las diferencias. Y ello comporta un determinado modelo «de reparto», que si se analiza de cerca es mucho menos agradable de lo que nos venden. Porque, a la postre, y expuesto de manera sencilla y simplificadora, ¿cómo llevamos desde hace años cubriendo esa diferencia? Pues con el esfuerzo extra, diferencial, de los cotizantes presentes, que aceptan contribuir para cubrir ese «sobrecoste» para garantizar a los actuales pensionistas sus niveles de prestaciones porque el pacto (implícito, aunque todo el mundo lo da ya por roto) es que, llegado el día, ellos recibirán también una sobreprestación. Sin embargo, para que un sistema como el señalado, que tiene todos los elementos de esquema piramidal, funcione, hace falta que lo que en cualquier esquema Ponzi: que sigan entrando, de forma continuada y regular, más rentas de las que salen, que se amplíe la base de la pirámide. En toda Europa occidental, y en España particularmente, ello se lograba gracias a la combinación de un crecimiento demográfico mediano y un crecimiento económico más o menos robusto: mientras ambos se mantuvieran era posible seguir pagando de más y mantener la esperanza de que en el futuro, a los que ahora ponían el dinero, se les recompensara también en mayor medida. Para ello, sin embargo, y como ya se ha dicho, ha de haber una masa salarial suficiente detrás y un crecimiento económico vigoroso. A día de hoy no tenemos ni lo uno ni lo otro desde hace, más o menos, unas dos o tres décadas. Y aunque no sabemos a ciencia cierta lo que nos deparará el futuro, no parece que ni la inmigración ni la mecanización vayan a ser suficientes como para paliar las necesidades de ampliar la base de la pirámide, por un lado, y el crecimiento económico, por otro, que tenemos. De ahí el recurso a ese modelo consensual de ir por una parte reduciendo poco a poco prestaciones, a ver si se nota poquito y conseguimos ir saliendo del lío (como en la vieja fábula explicativa de la rana a la que si se le sube la temperatura del agua de la pecera poco a poco no se entera y acaba, por esta razón, muerta, mientras que sí habría reaccionado y saltado ante cambio abrupto de temperatura) y, sobre todo, a ir cubriendo cada vez más parte del sistema de pensiones no con contribuciones sino con impuestos.

Y es a partir de aquí, y de la aparición y generalización de esta dinámica, cuando empiezan a aparecer no pocas contribuciones. El modelo de «reparto» clásico, por llamarlo de alguna manera, del sistema de pensiones vigentes es, sobre todo, como se ha explicado, generacional (quienes están trabajando transfieren muchas rentas a quienes están jubilados para que cobren pensiones muy por encima de lo que cotizaron), pero en el resto, al menos como ficción, se supone que lo que se recibe se corresponde a lo «cotizado». Por ello se hace que todo el tinglado se sufrague, en teoría, no con impuestos sino con cotizaciones. Quienes más aportan, como esto no son impuestos sino cotizaciones pues tienen derecho a recibir más. Supuestamente, así, «se contiene» una excesiva transferencia de rentas de los que tienen y aportan más a los que ganan menos, que se supone que tampoco sería plan, nos dicen. Y como ha de haber una equivalencia entre lo cotizado y lo recibido, pues desde siempre se han introducido elementos adicionales que no contienen los sistemas de impuestos para limitar aún más todo riesgo de reparto y progresividad excesivos, como que las contribuciones se «topean» (es decir, que cuando se llega al tope máximo de lo que se podría recibir a partir de la cotización fijada, pues también ha sido la regla general que se fijen límites máximos a lo que se cotiza y aporta al sistema). Por esta misa razón, como no estamos en un modelo de cubrir necesidades personales cuando uno llega a la vejez, sino ante, de alguna manera, un modelo que te «retribuye» según lo aportado, quien ha cotizado lo suficiente también generan pensiones incluso si mueren (viudedad, orfandad…) que serán tanto mayores no atendiendo a la situación de mayor o menos amparo o necesidad de quienes las reciban sino «a lo cotizado». Además, las cotizaciones a la Seguridad Social se pagan de un modo diferente a los impuestos, con una carga que se reparten trabajador y empleador. Y, por supuesto, a la postre, cada cual recibe «según ha aportado» (razón por la cual casi todo el mundo piensa que la pensión, y en su cuantía exacta, es algo que «se ha ganado» porque «lo ha cotizado»). Por último, y para cuadrar el sistema, hay pensiones de quienes no han contribuido, que inicialmente sufragaba el propio sistema, pero que muy rápidamente, en la medida en que empezaron a ser más generosas (aumente éste por razón de justicia social por lo demás bastante evidente), pasaron a ser inasumibles y a ser soportadas por el sistema tributario. Se argumenta para ello, con cierta razón, que la protección social de quienes no han cotizado es un asunto de interés general y que a todos concierne, con lo que se habrá de pagar con impuestos, como cualquier servicio público en razón del interés general.

El argumento es convincente, porque es cierto que hay razones de interés público evidentes en garantizarnos a todos una vejez digna, suficientemente tranquila y asistida. Una sociedad civilizada es, entre otras muchas cosas, la que no se preocupa en dejar en situación de necesidad a sus personas mayores. Así pues, hay que asumir que va a tener mucho futuro el argumento de que se completen las pensiones en el futuro, cuando sea necesario, por vía fiscal. De hecho, esta idea avanza con fuerza también en la izquierda: por ejemplo, el PSOE la planteó abiertamente y de manera ambiciosa en la pasada campaña electoral, proponiendo un impuesto específico para el pago de pensiones. Y desde posiciones conservadores se ha asumido además ya con toda naturalidad que además de los recortes, este es el sistema: por ejemplo, para orfandad o viudedad. Pero, además, se tiene claro que van a a ser necesarios los fondos recabados vía impuestos para completar las pensiones de forma que sean suficientemente dignas para que los partidos cuya base electoral está compuesta por ciertas capas de la población puedan respirar tranquilos. Lo hemos visto ya con las propuestas como la de emplear parte del IVA para reducir las cotizaciones. La dinámica está lanzada y ver la evolución de lo que nos espera en materia de pensiones, junto a recortes paulatinos para asegurar su sostenibilidad, no requiere de ser un gran analista: vamos a ir usando impuestos cada vez par cubrir más y más partes del sistema: primero fueron las no contributivas, luego viudedades y orfandades, luego alguna otra situación excepcional como la necesidad de bajar cotizaciones, y acabaremos en pagar así un porcentaje de las pensiones si queremos que sigan manteniendo poder adquisitivo… hasta que el final uno se acaba preguntando si no sería mejor pagarlas todas con impuestos, como sostiene cierta izquierda, y asunto resuelto.

A fin de cuentas, lo que distingue jurídicamente (y en términos económicos y sistémicos) a las cotizaciones e impuestos tampoco es tanto, se nos dice. Y no falta razón a quienes así lo defiende. ¿Supone muchas diferencias para el común de los mortales entre que nos detraigan salario para impuestos y la parte que va a la SS? Pues, la verdad, ninguna. Desde un cierto punto de vista, s el sistema sería más transparente así: eliminemos las cotizaciones a la Seguridad Social, que todo se recaude vía impuestos y que el sistema de pensiones se financie enteramente de este modo. ¿Acaso no sería mejor?

El problema es que al hacerlo así afloraría con toda su crudeza una de las realidad menos amables del modelo actual de pensiones, que genera una incoherencia que se multiplica y agrava conforme más y más parte del monto total de las prestaciones se pagan por vía fiscal: su carácter profundamente regresivo, y ello a pesar de que aparentemente debería contener transferencias de rentas de los que tienen más a los que tienen menos, aunque no fueran éstas excesivas. Si pagáramos todo con impuestos sería muy difícil seguir justificando una esencia del sistema, supuestamente «de cotización», que protege, aun hoy, y a pesar de las quiebras que ya se han producido a esa idea, el que siga pudiendo funcionar como un peculiar redistribuidor de recursos en favor de las rentas más altas. Como no son impuestos, no estamos ante un «reparto», sino que cada cual recibe «según ha cotizado», y no parece haber problema por ello en que unos cobren más (y durante bastantes más años: los datos sobre esperanza de vida según nivel de renta en España son casi secreto de Estado, para que la gente no se moleste demasiado, pero basta ver la distribución de la esperanza de vida por CCAA para que el patrón aflore de forma clara: Madrid, Navarra, País vasco encabezan la tabla… y es por una razón sencilla): ¡es simplemente que tengo derecho a ello porque lo he cotizado, me lo he ganado! En cambio, si el sistema pasa a ser totalmente sufragado vía impuestos, claro, es difícil seguir sosteniendo el peculiar reparto basado en la renta previa de los sujetos y que acaba provocando el peculiar efecto de que entre todos los de una generación comparativamente más pobre hemos de pagar pensiones más altas a los de una generación que ha estado y está mejor que quienes trabajan. Además, los más ricos reciben más, y lo hacen durante bastantes más años, con lo cual ellos son los que disfrutan de la parte del león de esa peculiar desproporción.

Sorprende mucho por ello, la verdad, que las propuestas de cierta «izquierda» (toda, en realidad) abunden en la solución de meter dinero vía impuestos en el sistema (como hacía el PSOE en la pasada campaña electoral) sin revisar la otra pata del supuesto modelo de cotización: y es que, desparecida la base del modelo de la «cotización» en cuanto a las entradas de dinero , ¿no había de desaparecer también la consecuencia de la misma, esto es, el hecho de recibir según lo cotizado?

Una propuesta sobre un modelo de pensiones futuras, sostenibles y ajustadas a la lógica de que el Estado ha de contribuir para proveer de servicios a sus ciudadanos en beneficio de todos

La primera idea base a partir de la cual habría que construir un nuevo modelo de pensiones es, por ello, muy sencilla: si se van a pagar con impuestos, y bien está que así sea para garantizar que el sistema sea estable y sostenible, para poder atender a un interés general obvio, como es garantizar una vejez digna a todos, el corolario debiera ser obvio: hay que garantizar la misma pensión estatal a todo el mundo.

Es, sencillamente, lo más justo y eficiente. Y ello porque sí, es cierto que los ciudadanos, aunque lo hagan vía impuestos, también aportan más (o mucho más) si ganan más, si tienen más rentas, que se tienen menos. Pero, si de lo que hablamos es de que un Estado civilizado y una sociedad avanzada ha de proveer para sus personas mayores un suficiente nivel de protección para garantizarles una vida digna, como ocurre con cualquier servicio público o cualquier política cuyo objetivo es el bienestar general, ¿desde cuándo es razonable asumir que por pagar más, por pagar más impuestos en este caso, se ha de recibir más? Expresado de forma clara y directa: no tiene ningún sentido que el Estado pague pensiones mayores a quienes han «aportado» más (ya sea vía impuestos, pero también lo habría de ser vía cotizaciones desde el momento en que éstas nunca lo fueron de verdad porque luego había reparto y transferencias, ocurre simplemente que si el modelo se basa en suficiencia vía impuestos la contradicción es mucho más visible y obvia). El mantenimiento teórico, a pesar de sus fallas y contradicciones, del sistema de «cotización» no sirve a día de hoy para nada más que para establecer una cortina de humo al respecto que aparentemente sirve a casi todos, aún, para justificar estas diferencias de trato en la pensión que se «tiene derecho a cobrar». Pero lo cierto es que éstas no se sostienen ni justifican, en el fondo, si hacemos un análisis mínimamente racional. Además, los argumentos para un cambio a un sistema de provisión social y protección de la vejez más equitativo son abundantes:

  • Desde la perspectiva del Estado y del conjunto de la sociedad, es evidente que cubrir las necesidades de las personas mayores es de indudable interés público, pero lo ha de ser cubrir (y lo mejor posible) las de todas las personas, y además de modo suficiente, algo que no tiene nada que ver con que el Estado se convierta en intermediario (como hace hasta ahora, siendo además un intermediario de apropiación de rentas intergeneracional) para garantizar por medio de su capacidad coactiva el mantenimiento de las mayores rentas de unas personas sobre otras: ahí no hay interés público alguno. En cambio, lo habría, y más que evidente, en una redistribución más igualitaria de todo el montante destinado a pensiones, pues de este modo se evitarían graves problemas de exclusión y de salud que a día de hoy aún tenemos, pero sólo en los pensionistas más desprotegidos. Una sociedad con menores niveles de exclusión y menores problemas sociales, en definitiva, es mejor para todos. Y justifica mejor el empleo de recursos públicos de todos para ello, logrados en proporción a lo que cada uno tiene.
  • Las personas que más han contribuido con impuestos tienen los mismos derechos a recibir servicios públicos y cobertura social que los demás, pero no más: no hay escuelas públicas para los hijos de quienes pagan más renta con mejores instalaciones y profesores premium ni hospitales de última generación para los que más han aportado al sistema nacional de salud a través de sus impuestos, afortunadamente. ¿Nos imaginamos una sociedad donde algo así ocurriera? Sería asquerosa y horrible y no la aceptaríamos. Llama mucho la atención que hayan conseguido, en cambio, con la muleta de la supuesta «cotización», que lo hagamos con toda naturalidad con el sistema de pensiones y que, incluso, las reformas que desde la izquierda llaman al sostenimiento fiscal de las mismas sigan empeñadas en conservar estas diferencias. Un sistema donde el poder público garantiza aquellos mínimos que consideramos imprescindibles para la vida en sociedad y no hace de garante de las diferencias sociales y de protector acérrimo de los más favorecidos, estableciendo sistema de reparto en su beneficio, es también mejor para todos. Porque el contenido ético de la actuación del Estado es esencial a la hora de legitimar su acción.
  • Además, son precisamente las personas que más ganan y las que en mejor situación económica están las que, durante sus años productivos, más posibilidades tienen de acumular rentas y de ahorrar para la vejez, de modo que caso de que pretendan conservar su nivel de vida diferenciado tras jubilarse lo pueden hacer con mucha más facilidad. Les basta ser más previsoras y cuidarse de ello. Lo cual no deja de ser, a la postre, un problema individual, una vez garantizado que sus mínimos van a estar cubiertos, no una preocupación pública. Por ello, no debería ser el Estado quien les hiciera ese papel. Y menos aún extrayendo rentas a otros para ello.

En definitiva, las pensiones del futuro están llamadas a ser pagadas por todos, como pagamos todos los servicios públicos, porque hay un interés público evidente en hacerlo: que esta sociedad se organice de moda que los mayores puedan (podamos, cuando nos toque) vivir con dignidad. Para ello, habrá que pagarlas con nuestros impuestos, según nuestras posibilidades presentes, lo que comportará transferencias, de ricos a pobres, y también generacionales. Pero, a cambio de todo ello, esta labor estatal ha de ser lo más eficiente y justa posible.

Para que sea eficiente, ha de dejar que sean los individuos privados los que se apañen, y asuman los riesgos y las consecuencias de sus posibles errores y aciertos, para querer diferenciarse teniendo una mejor situación y, además, ha de tratar de consumir lo menores recursos de todos posibles que garanticen lograr el objetivo de tener a todo el mundo bien cubierto (algo que también es mucho más fácil de lograr con un modelo de pensiones iguales para todos, que desinfla de presiones el sistema a cuenta de los colectivos depredadores, piénsese que una 600.000 personas cobran en España pensiones de más de 2.000 euros al mes, mientras que en toda Alemania son sólo unas 60.000 y extraigan conclusiones).

Además, y para ser justo, un sistema de pensiones público, como cualquier otro servicio público que emplea recursos de todos, ha de garantizar una misma prestación para todos, porque esa prestación se da por razón de consideraciones de ciudadanía, no económicas.Ésa y no otra es la función estatal, garantizar derechos de ciudadanía, no rentas privilegiadas y diferenciadas. Para eso otro, en su caso, ya está el mercado.

Así pues, la pensión del futuro, pagada por los impuestos de todos, debiera ser igual para todos. Y ya está. Así de sencillo. No entiendo cómo es posible que los partidos de izquierdas no lo planteen desde hace años. Supongo que es una consecuencia más de la captura explicativa que sufren a cuenta de esos relatos a los que ya nos hemos referido, al «yo lo he generado, lo he cotizado». Y, también, qué duda cabe, debe de ser resultado de que las elites estatales y de los partidos, también los de izquierdas, estén dominadas por personas a quienes el modelo descrito conviene fenomenalmente bien.

Obviamente, una transición al modelo señalado no se puede hacer de la noche a la mañana. Habría que, por ejemplo, y aunque sea injusto, garantizar a los actuales pensionistas su pensiones actuales (pero, por ejemplo, no permitir su actualización y mejora mientras sean superiores a lo efectivamente generado). También a las personas cercanas a la jubilación habría que respetarles probablemente la pensión con la que han organizado, más  menos, su vida próxima. A los demás, por ejemplo, no deberían tener en cuenta nuestra efectiva cotización hasta la fecha y, por ejemplo, «guardárnosla» como posible incremento de la pensión que el Estado determine en un futuro para todos o alguna medida equivalente. En todo caso, las medidas transitorias no empecen que la adopción del nuevo modelo es extraordinariamente sencilla de poner en marcha y que, además, y muy probablemente, según se prefiriera políticamente mantener o no los actuales recursos destinados al sistema, siendo ambas elecciones perfectamente legítimas, bien incrementaría mucho las pensiones a día de hoy más bajas, bien permitiría una rebaja de las actuales cargas (las cotizaciones, que desaparecerían sustituidas por impuestos nuevos que, poco a poco, y a medida que se hiciera la transición, serían mucho menos costosas de mantener, al menos mientras no hubiera un incremento muy sustancial de la pensión, por cuanto se eliminaría la carga que suponen para el sistema las pensiones altas y muy altas que a día de hoy, y por muchos años, todavía vamos a pagar).

Una última cuestión, y por supuesto clave, es determinar cuál debería ser ese nivel igual para todos de pensión pública en el que se basaría el nuevo modelo.  A mi juicio es claro que debiera ser el suficiente para que cualquiera pudiera mantener sin demasiados problemas una vida digna, teniendo eso sí en cuenta que al final de la vida, y en un Estado como el español (donde los servicios sociales y asistenciales a la vejez son los únicos que están no sólo a nivel europeo sino incluso por encima de la media, mientras en todo lo demás, infancia, discapacitados, inmigrantes, pobreza, gastamos menos de la mitad de la media, como explica magistralmente este libro de Borja Barragué et alii), las necesidades son normalmente menores que en momentos en que uno, por ejemplo, ha de sacar adelante una familia. Por esta razón me parece que esa pensión pública debiera ser, siempre, y como máximo, equivalente al salario mínimo mensual que consideramos socialmente suficiente y justa retribución para una persona que esté trabajando en nuestra sociedad para sacar adelante una actividad productiva. De hecho, que coincidan y así se determine explícitamente tiene muchas ventajas. De una parte, porque es obvio que nadie podrá quejarse y decir que no estamos fijando una prestación pública insuficiente o injusta, si consideramos que esa retribución es justa para quien trabaja y suficiente para vivir estando activo, habrá de serlo necesariamente para cuando se llega a mayor, máxime si cuestiones como la sanidad, el transporte o la asistencia social están, como es el caso en España, moderadamente bien cubiertas. Además, una medida  de vinculación como ésta, como es evidente, tendría un efecto indirecto evidente e inmediato más que positivo: todos los pensionistas tendrían un incentivo claro para apoyar subidas del salario mínimo y, con ello, de las retribuciones de todos aquellos que están efectivamente trabajando para producir la riqueza necesaria para que se cubran los recursos públicos de donde salen, en el fondo ya hoy, las pensiones y el resto de políticas públicas. Que, sinceramente, es algo que se echa mucho de menos en las prioridades políticas y de voto del colectivo a día de hoy en España, si no sabe mal ni se considera de mal gusto recordarlo, porque las cosas son como son y esto es así. Y si sólo tener a políticos (pasa en Podemos) cobrando con referencia al salario mínimo ha provocado que éstos tengan un enorme interés, tan legítimo como de parte gracias al «incentivo» que ello supone, imaginemos lo bueno que sería que todos los pensionistas tuvieran no sólo claro intelectualmente que sus pensiones dependen, como muchas otras cosas, del trabajo y del reparto de otros muchos, sino que, además, fueran muy conscientes, en sus propias carnes y cuentas corrientes, de cómo de íntima es esa vinculación.

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PS: De las repercusiones de un modelo así y de su lógica en un mundo de trabajo cada vez más escaso y donde las prestaciones alternativas e incluso los modelos de renta básica van, por ello, a  ser cada vez más frecuentes hablamos otro día. Pero es evidente, creo, que su cohonestación con el mismo es relativamente sencilla y muy fácil de estructurar de forma coherente. También, y de forma de nuevo fácil de cohonestar con esa realidad, una medida así cambiaría muy probablemente el mismo concepto de lo que es la jubilación y eliminaría algunos de los problemas jurídicos que ya se dan, y que están llamados a generalizarse a medida que las pensiones sean más precarias y vayamos a otro tipo de economía, como son los derivados de normas que impiden trabajar, aunque sea a tiempo parcial, mientras se percibe una pensión (entre otros muchos problemas parecidos, que tienen todos que ver con la obsolescencia de una visión de la jubilación y las pensiones que no acaba de cuadrar bien en una sociedad donde los límites entre trabajo, ocio, actividad, inactividad se diluyen y donde, además, las formas de obtener rentar van a variar mucho más aún de lo que ya estamos viendo ya).



20 comentarios en El futuro de las pensiones: breves reflexiones y una propuesta
  1. 1

    Me suena mucho a modelo inclusivo de welfarismo. Por otra parte con los datos publicados por el BdE si nos atenemos a un principio de contabilidad diferenciada como tiene la Seg. Soc) no descartaría una dismunición de los montantes totales compensación con otras partidas sociales. Para recabar apoyos en ese sentido ahí puede haber un problema.

    Comentario escrito por Desarist (vía Twitter) — 30 de abril de 2017 a las 9:26 pm

  2. 2

    En realidad disminuir algo lo que destinamos a pensiones (distribuyendo mejor ese gasto igualando las pensiones) para subir otras partidas sociales sería algo bueno, a mi juicio (y nos alejaría de esa extraña posición donde estamos, con pensiones altas y lo demás fatal). Pero, claro, eso es un problema político. Podría solucionarse con medidas de transición generosas. A los de mi generación nos parecería bien. O eso creo, al menos, dado que el clima general es que no vamos a tener o, en el mejor de los casos, tendremos una cosa bastante humilde.

    Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 30 de abril de 2017 a las 9:27 pm

  3. 3

    Te felicito por el artículo, Andrés. Proponer algo distinto pero realizable, nada de cuñadeces, le da mucho valor.

    Hace unos días me dio por leer unos cuantos artículos del archivo de The Guardian sobre la reforma de las pensiones que hicieron en el Reino Unido hace un par de años. El sistema británico es lo bastante distinto del español que al principio me costó trabajo entender de lo que estaban hablando. Cuando lo entendí, la primera conclusión es que es muchísimo peor que el español: sistemas distintos para los empleados públicos que para el sector privado, migración hacia un sistema de «defined contributions» en el que sabes lo que aportas pero no lo que cobrarás, posibilidad de retirar fondos antes de la jubilación… mucho más parecido a esos planes de pensiones que nos intentan colocar los bancos patrios y contra los que nos previene todo el que tiene media idea.

    La práctica de aplicar normas distintas a los que ya están integrados en el sistema y tienen más medios para defenderse que a los que están por llegar es tan asquerosa que debería ser ilegal. Pienso en las reformas laborales y en la protección a ultranza de los «derechos» de cobrar mucho más de lo aportado, a costa de los que vienen detrás.
    En un país con un permiso de maternidad de 16 semanas (comparación: 78 semanas -18 meses- en Suecia).

    Mirando por ahí para poder aportar algo que no sea asentir a todo lo publicado he encontrado un recurso bastante majo que explica de forma resumida cómo es el sistema de pensiones de unos cuantos países http://www.pensionfundsonline.co.uk/content/country-profiles/japan/103 (al final hay una lista de países).

    Comentario escrito por mictter — 01 de mayo de 2017 a las 9:34 am

  4. 4

    Una de las cosas que más claramente se ven venir es que al final, de lo bajas que serán las pensiones, nos dejarán trabajar a la vez que la cobramos porque no habrá más remedio. De hecho, ya hay líos al respecto con lo escritores y autores, según salió en prensa no hace mucho. Esto que propones supongo que debería permitir compatibilizar esa pensión» de mínimos e igual para todos» por defecto, ¿no? Si no, la verdad, el sistema no acaba de cuadrar. Pero lo cierto es que si sí, a la hora de la verdad, eso hace que sea muy «implantable». ¡A los obsesos de la sostenibilidad no les debería de parecer mal!

    Comentario escrito por Liberal anti-ilustrado — 01 de mayo de 2017 a las 10:59 am

  5. 5

    El sistema británico no es genial, pero se tiene lo que se paga, en vez de políticos despilfarrando mientras no explican cómo funciona. La realidad es que para pagar una pensión necesitas una serie de personas activas que paguen ese montante, un esquema Ponzi como una casa. Lo que implica un insostenible crecimiento exponencial. En el sistema británico se paga una parte del sueldo al fondo de pensión, y la empresa lo iguala (por desgracia los límites máximos cambian según empresas) y al final se espera que el crecimiento del fondo sea aproximadamente el de la inflación. Yo ya que calculado que necesito jubilarme pasados los setenta y empezar a fumar como un desesperado a los 65.

    Comentario escrito por Súbdito de su Graciosa — 01 de mayo de 2017 a las 10:28 pm

  6. 6

    La propuesta es muy coherente y está muy bien razonada. El único punto flojo que le veo es cuando habla de la cuantía de esa hipotética pensión, igual para todos, que ha de ser suficiente para garantizar «una vida digna».

    Admitámoslo: en un país como este es imposible que un sueldo o una pensión sea suficiente para llevar una vida digna *salvo que el sujeto en cuestión ya sea propietario de una vivienda*. De lo contrario importa poco la cuantía: en un sistema diseñado para que el simple hecho de no dormir en la calle absorba el 100% de la renta disponible –transfiriéndola a otros bolsillos, tradicionalmente ancianos andujaristas que cobran espléndidas pensiones, si bien la situación está cambiando últimamente: los fondos de inversión ya han visto el negocio y van a por él– un no-propietario tiene poco qué hacer. A largo plazo los incrementos de los alquileres harán insuficiente cualquier cantidad que se proponga, incluso si en un momento inicial se establecen pensiones lo suficientemente elevadas como para pagar un alquiler, ni que sea en una descafeinada capital de provincias sin apenas actividad económica del interior, donde de 400€ no bajan; si en vez de eso hablamos de las áreas metropolitanas de Madrid o Bcn, pues ya mejor despedirse.

    Yo creo que en cualquier caso la receta se aplicará: todos cobraremos la misma pensión, independientemente de lo cotizado. Concretamente 0€, simplificando así el dichoso cálculo de la cuantía. ¿Por qué? Porque nuestra inteligencia colectiva, orgánica, nos lleva sistemáticamente a elegir a los representantes de clases que tienen mucho interés en que sea precisamente así.

    Comentario escrito por Teodoredo — 02 de mayo de 2017 a las 6:40 am

  7. 7

    Sobre lo de tener todos la misma jubilación independientemente de lo cotizado… Tendría sentido en un mundo ideal. Por un lado en la isla veo quienes realmente ganan poco, y no pueden cotizar más, pero también veo quienes ganan una pasta y se han puesto un sueldo declarado por debajo del mínimo para no pagar seguridad social. El motivo es sencillo, la pensión pública (el sistema es lo privado más una pequeña parte del estado) es independiente de lo cotizado, con lo que los pringados en nómina pagamos a los que no pueden, y a los caras. Si eso pasa en la Gran Bretaña no me quiero imaginar en España.

    Comentario escrito por Súbdito de su Graciosa — 02 de mayo de 2017 a las 10:58 am

  8. 8

    #3 Muchas gracias, Mictter, por el comentario y la información de los enlaces, que es muy interesante. Por lo que veo, y lo que cuenta además el Súbdito de Su Graciosa en #5 y #7, en efecto, el modelo algo más «liberal» que sí tiene en cuenta más o menos de verdad lo de que uno cobre según cotiza cumple con lo que todos podemos sospechar y es lo que de forma ponderada podríamos denominar «no demasiado generoso» (y de modo más abrupto, «una mierda»).

    Respecto de algunas de las objeciones planteadas, Teodoredo en #6 tiene toda la razón en que la diferencia entre tener vivienda o no es esencial. Pero justamente por eso creo que una persona jubilada con una pensión idéntica a un salario mínimo, dado que en el primero de los casos ha dispuesto de más años para lograr ir haciendo acopio de bienes que le permitan poder tener vivienda, en comparación con un trabajador joven, que normalmente no dispondrá de ella aún, tendía pocas razones para quejarse.

    En cuanto a la objeción del Súbdito en #7, es cierto que la defraudación es un problema, pero lo es siempre y en todo caso. Un modelo como el propuesto no agrava esta cuestión, pues en última instancia depende todo de que los impuestos se estén recaudando de modo eficiente. SI no es así y los ricos se escapan y no pagan lo que les toca, como es evidente, el sistema funcionará mal y será incluso regresivo. Pero no sólo en cuanto a las pensiones, lo será respecto de la financiación de cualquier servicio público. Con todo, si es el caso, no puedo evitar pensar que puestos a que los ricos defrauden, que lo hagan sin recibir a cambio pensiones más generosas que las de los demás (como pasa ahora, que defraudan y se ajustan los sueldos en no pocas ocasiones para que no se vayan mucho más de los límites «topeados» mientras se retribuyen en todo lo demás por otras vías, en especie o con transferencias patrimoniales, etc)

    Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 02 de mayo de 2017 a las 9:26 pm

  9. 9

    Sobre el tema de la vivienda, me temo que es el factor que lo desequilibra todo, y no sólo a los pensionistas. Mientras cualquier trabajador/a tenga que desembolsar la mitad de sus ingresos para pagar un simple alquiler, ¿cómo va a poder «hacer acopio de bienes que le permitan tener vivienda» y no morir en el intento?
    Y lo de ahorrar para la jubilación, ya de traca. Suponiendo que un trabajador normal pueda ahorrar una cantidad significativa (risas enlatadas), si ahorrar más=consumir menos, la economía en general funcionará menos, por lo que habrá más paro, más problemas, y…
    No, ciertamente la solución no es sencilla.
    En todo caso es bueno que se planteen iniciativas, gracias por el artículo.

    Comentario escrito por Borratxo i fí. — 03 de mayo de 2017 a las 5:49 am

  10. 10

    Serbidor dijkrepa.

    Un amiguete muy de podemos, pero muy muy de podemos. De los que no ven mal que Su Pablitud coloque a sus chochetes de forma que haría sonrojar a Alejandro VI. Este amigo que les decía, durante una discusión sobre la renta básica, decía que el cree que no sirve para España porque aquí todo cristo se dedicaría a cobrarla y trabajar en negro.

    El cambio de escenario y el riesgo moral asociado no son poca cosa. Quicir, a día de hoy, el único incentivo que alguna gente encuentra para no defraudar a saco y cortarse un poquito es «que me quede algo de pensión».
    En el texto se plantea un escenario digamos «ceteris paribus» que no se da. Por no hablar del detalle ese de decicir cual sería la pensión a la hora de la verdad.

    Lo de repartir café para todos lleva a que las clases medias paganinis abracen el discurso de cada uno el café que paga. Vamos que el sistema actual de tope mínimo y tope máximo con progresividad de mientras, me parece mas mejormente asumible por esta gente que quiere que les retiren las ayudas a los inmigrantes porque vienen aquí a chupar del bote. Otra cosa es que no haya que darle chapa y pintura al mismo.

    Comentario escrito por Otto von Bismarck — 03 de mayo de 2017 a las 6:18 pm

  11. 11

    La verdad, Otto, es que no lo había pensado así. Pero, por otro lado, sinceramente, ¿en serio la única forma de controlar el fraude es ésa? Me resulta difícil de creer en una economía como la actual, donde casi todos los intercambios, a la postre, están ya más que controladísimos.

    Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 06 de mayo de 2017 a las 9:04 pm

  12. 12

    Onvre, le estoy dando mi opinión de enteraomierda, no de hexperto.

    Pero hay una cosa puramente psicológica que creo que juega en contra de su propuesta. Somos animales sociales, y la jerarquía que ocupamos en el grupo es importante. En la actualidad la forma en que demostramos eso es con pasta (otras sociedades primitivas usan demostraciones de fuerza o habilidad) y llevamos metido en nuestro ADN hacer ostentación de que tenemos más dinero que los demás en cuanto las normas sociales nos lo permiten. Quiero decir que el tema igualitario se va a encontrar con unas resistencias intrínsecas. Esto no es cuidados médicos iguales para todos, esto es que de verdad todos tenemos el mismo estatus independientemente de lo que nos lo hemos currado. En mi opinión los que lo tienen que pagar lo considerarían moralmente injusto y eso hace su propuesta irrealizable.

    Pero incluso salvando ese punto, la pensión media es de 900 pavos y las nuevas de 1300 (más o menos, acabo de mirarlo).
    (http://economia.elpais.com/economia/2016/03/22/actualidad/1458644632_840364.html)
    (http://economia.elpais.com/economia/2017/02/05/actualidad/1486292661_595302.html)
    El sistema actual es perfectamente viable si las reduces para que la media sean los 600-700 del salario mínimo de su propuesta. Quicir, bajando las pensiones un huevo (que es lo que implica su propuesta) el sistema actual es perfectamente viable y no hace falta cambiar nada. Para ese viaje no hacen falta alforjas ni calentarse los sesos. El problema aquí es que yo creo que usted piensa en pensión mínima igual para todos de esos 1000 o mil y pico que dan para ir tirando con dignidad. Para hacer eso nuestro problema no es el sistema de pensiones, es que tenemos que aumentar la productividad como sea para tener recursos. Y por lo que yo he visto hasta ahora, y ningun rojomalvado me ha enseñado cuentas que lo desmientan, la única forma de hacerlo es desregulaciones y liberalizaciones a saco para buscar eficiencia.

    Me jode reconocerlo pero lo mas viable que yo veo a día de hoy es un modelo socioliberal. Resumiendo. Estamos jodidos tires por donde tires.

    Comentario escrito por Otto von Bismarck — 07 de mayo de 2017 a las 5:43 pm

  13. 13

    Creo no equivocarme si interpreto este artículo como la defensa de la sustitución del actual sistema contributivo de pensiones español por uno asistencial. En si misma, es la idea que parece que pueda tener más sentido para el futuro y, de hecho, así lo veo yo personalmente.
    En este país de demagogia a quintales y aplauso fácil a más de uno le sorprendería saber que la escandinava Islandia gasta 3 veces menos en pensiones públicas respecto de su PIB que Estados Unidos, el teórico paraíso neoliberal. Es más, es que en Islandia, la parte pública del sistema de pensiones cubre menos del 10% del ingreso medio.
    La gente verdaderamente no se da cuenta del altísimo nivel de generosidad y redistribución del sistema español.
    Ahora bien, veo difícil que a corto plazo que reformas en el sentido de artículo avancen (la que llevaba en su programa el PNV sería la más parecida) bajo acusación sumaria de privatización del sistema (la cual tendría su parte de razón).
    Y, lo que si tengo claro, es que las medidas a día de hoy de la izquierda (PSOE y Podemos) son todavía peores que lo existente. El copy-paste del engendro francés no es más que una patada hacia delante que, en el caso de Podemos, se agrava con la idea de eliminar toda contributividad del sistema (como pide el artículo) pero manteniendo o incluso subiendo los niveles de gasto del sistema, ya bastante altos.
    Francamente, en un país en el que el 40% de los PGE va a pensiones y seguirá subiendo, proponer complementar con impuestos y subir cotizaciones sociales sin subir la pensión máxima me parece una canallada de tal calibre que todavía no me explico como puede gozar de tan buena prensa entre los medios y los electores potenciales de izquierdas. Es decir, se nos va a pedir, grosso modo, a los menores de 40 que paguemos aún más de nuestro salario para sufragar las crecientes pensiones de una generación que cobró unos sueldos distorsionados, en términos nominales, por un modelo de burbuja inmobiliaria instigado desde los dos grandes partidos y tolerado con el voto por una gran masa social durante los años de vino y rosas. Y todo a cambio de sólo dos escenarios: el de PP-C’s de pensiones futuras muchísimo más precarias o el de Podemos-radical leftists de avanzar hacia un modelo de país de economía centralizada comunista (no se puede deducir otra cosa mirando sus proyectos de gasto e impuestos a largo plazo y conociendo sus backgrounds ideológicos). Porque es esto y no otra cosa lo que esconde Podemos con lo de destopar cotizaciones sin hacerlo con las pensiones máximas.
    Resumiendo: básicamente, hay dos modelos de pensiones razonables: el asistencialista con prestaciones igualitarias y escuetas (cercanas al salario mínimo, rentas básicas o mínimas, etc) o el actual contributivo español si tuviésemos la suerte de tener un mercado laboral no digo ya europeo sino no tercermundista.
    El problema es que se planteando medias o bien en pos de la precarización masiva o de patada hacia delante (creando asistencialismo en una partida que nos puede costar la friolera de más del 15% del PIB) para evitar contar a la gente que vendrán años y medidas duras.

    Comentario escrito por Gallifante — 07 de mayo de 2017 a las 6:24 pm

  14. 14

    A todo esto, es verdaderamente de traca lo que hacen Garzón&Co en el artículo para Attac enlazado. Mirando sus propuestas vienen a confirmar lo que decía en mi anterior comentario. Pero es que además hacen un cherry-picking de Hacendado. Dicen que no pasa nada por las previsiones de subida masiva del gasto público en pensiones a décadas vista arguyendo que en países de «nuestro entorno» como Italia (gran ejemplo, sí) aún puede ser mayor pero luego ponen de ejemplo de buen nivel de bienestar a los nórdicos cuando sólo Finlandia tiene un gasto público en pensiones actual similar al español (el resto están por debajo).
    Unos trileros de manual. Todo para no decir a la cara lo que verdaderamente pretenden, así que es más fácil decir qué hacen los neoliberales mal que mostrar sus propias cartas.

    Comentario escrito por Gallifante — 07 de mayo de 2017 a las 6:36 pm

  15. 15

    Aunque parezca un of topic no lo es. En esos países del norte está bastante avanzada la idea de eliminar el dinero físico. Todo serían transacciones electrónicas sin circulante físico. No entro a valorar si es positivo o negativo pero desde luego si que reduciría de forma notable el dinero b.

    Y no era un of topic porque en relación a las pensiones, pienso que la RBA es la menos mala de las soluciones pero hasta sus mismos defensores reconocen como limitaciones las distorsiones que ello crearía en el mercado de la vivienda y la otra gran limitación sería la economía sumergida.

    Quizás haya que enfocar el problema de una manera más global. ¿Que suena utópico? Por supuesto, pero es lo razonable. Y entre la mejora de la esperanza de vida y las menguantes horas de trabajo (no caigamos en la trampa de las personas ocupadas) como dice Andrés, la tostá nos la comemos la generación X.

    Comentario escrito por Ocnos — 09 de mayo de 2017 a las 2:27 pm

  16. 16

    Muy interesante, desde luego parece una solución aunque no sería nada popular y políticamente no habría quien se la comiese (menos estando el PP imparable y sabiendo de que pié cojea).

    Mi opinión al respecto es que la economía actual es una mentira en la que solo chutamos el balón a nuestros yos del futuro, esto sumado a una crisis energética mundial (peak oil) real me hace ver el futuro como algo que da mucho coco con nuestros yos del futuro teniendo cabras y gallinas o algo así para ir pasando (la verdad es que ni puta idea de como puedan evolucionar las cosas).

    Tb cada vez que comento este punto de vista la gente me pone de loco de la colina y la verdad es que no se lo suficiente como para decir que tengo razón.

    Un saludo.

    Comentario escrito por Djiaux — 27 de mayo de 2017 a las 12:48 pm

  17. 17

    El sistema, como teoría, me gusta, pero veo problemas para llevarlo a la práctica.
    El primero, determinar el importe que se considera «suficiente» para una pensión. El coste de la vida es distinto por provincias y ciudades. Tener una vivienda en propiedad, ya pagada, conlleva menos gastos que vivir de alquiler. La salud también interviene, hay personas de 80 años que todavía se valen razonablemente por si mismos y otros que necesitan asistencia, y no siempre son suficientes los servicios asistenciales públicos, sobretodo ahora en tiempos de recortes, que pueden pasar años entre que uno solicita las ayudas de la «ley de dependencia» y le llega el primer pago (a veces, el beneficiario ya cría malvas, que estamos hablando normalmente de gente mayor, no de adolescentes).

    La idea en si me gusta, pero veo muy complicado llevarla satisfactoriamente a la práctica, incluso sin que los «liberales» la recibiesen a tiros.

    Comentario escrito por Lluís — 20 de julio de 2017 a las 4:02 pm

  18. 18

    piénsese que una 600.000 personas cobran en España pensiones de más de 2.000 euros al mes, mientras que en toda Alemania son sólo unas 60.000

    Me cuesta creerlo. ¿Puede citar la fuente, por favor?

    Comentario escrito por Andayá — 23 de agosto de 2017 a las 1:10 pm

  19. 19

    Sí, claro. Tienes la información detallada en el especial sobre las pensiones que publicó la revista Alternativas Económicas. ¡Un abrazo!

    Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 31 de agosto de 2017 a las 7:58 pm

  20. 20

    […] que unas 600.000 personas cobran en España pensiones de más de 2.000 euros al mes, mientras que en toda Alemania son solo unas 60.000. Claro que eso significaría quitar derechos de cotizaciones precedentes a retirados de hoy (lo […]

    Pingback escrito por La pelea por las pensiones es generacional: así estamos transfiriendo rentas de jóvenes a mayores | Hoy Actual — 28 de febrero de 2018 a las 7:05 pm

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