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El otro día en Twitter @unnombrealazar colgaba este gráfico, muy interesante a mi juicio por lo que nos cuenta y por las implicaciones que tiene para la eterna discusión sobre cómo ordenar la carrera universitaria de los docentes.
¿Qué nos cuenta el gráfico? Nos dice que en general en la Universidad española, a día de hoy, los catedráticos de Universidad son profes que tienen 3 o más sexenios reconocidos, por un lado. Por otro, que los profesores titulares son personal con 1, 2 ó 3 sexenios y que pasa a ser muy extraño que haya TUs con más sexenios. Básicamente, ello se debe, como es fácil inferir, a que no es muy normal que un TU que ha demostrado capacidad investigadora suficiente (3 ó más sexenios) no acabe siendo catedrático y, en paralelo, a que en general para acabar como tal has de haber acreditado ese nivel mínimo (al menos, por lo general) de 3 sexenios. Obviamente, hay excepciones, como titulares con 6 sexenios (el máximo) y catedráticos sin tener reconocido ni uno solo. Estas anomalías suponen una evidente disonancia entre un método de evaluar méritos y valía y otro… y en general intuyo que todos tenemos claro cuál de los dos, aparentemente y desde fuera, sin conocer nada sobre cada caso concreto, es por lo general más fiable para hacernos una idea de la concreta calidad como docente universitario e investigador del profesor en cuestión: es obvio que puede haber razones históricas que tienen que ver con cómo era la Uni hace años, así como pueden darse cosas raras de perfiles muy profesionales que han pasado olímpicamente todos estos años de los sexenios a pesar de ser muy buenos, pero en general un CU sin tramos reconocidos es algo que da una imagen clara de que la razón última de esa situación fue simplemente un procedimiento de selección muy deficiente (y probablemente altamente endogámico e impresentable); en cambio, ni siquiera estas explicaciones generosas con el sistema pueden explicar fácilmente lo de que haya TUs con cinco y seis sexenios por ahí…
A partir de esta situación y de estos datos creo que podríamos y deberíamos replantear el actual sistema de acceso basado, como es sabido, en una evaluación (acreditación) muy parecida en cómo se hace (sin pruebas públicas) y en gran parte de lo que examina (investigación) a la evaluación de los sexenios, pero al que se tiene que añadir luego una posterior asignación de plaza como TU o CU por la Universidad en un concurso interno. Este sistema presenta muchos problemas, como es sabido. Básicamente, genera quejas masivas por su arbitrariedad en no pocos casos, por la diversidad de la vara de medir que se aplica muchas veces dependiendo de épocas, momentos o área de conocimiento… y además está generando una bolsa enorme de acreditados que todavía no tienen plaza acorde con esa acreditación, problema ya señalado en 2013 por el Informe del Comité para la reforma Universitaria que convocó el propio Ministerio de Educación de la mano del ministro Wert (en su p. 19 ya se hablaba, con datos de finales de 2012, de más de 5.000 acreditados sin plaza, es fácil intuir que en estos momentos debemos de tener muy probablemente en torno a 10.000).
¿Se podría plantear como solución a esta situación, para facilitar la gestión por un lado pero también, y sobre todo, para evitar evaluaciones discordantes entre sexenios y acreditaciones, eliminar el atasco de los acreditados, etc. plantear un sistema más sencillo de conversión automática del profesorado con 3 sexenios en Catedráticos de Universidad? A la luz de los datos, la situación final, la foto fija, no cambiaría demasiado. Pero ganaríamos, sin duda, en muchos aspectos con el cambio. A vuelapluma se me ocurren ventajas evidentes como que:
– el sistema primaría sin duda la investigación y además podría favorecer una reforma, para hacer más exigente, el sistema de sexenios que sin duda sería muy positiva;
– la automatización evitaría evaluaciones discordantes (TU con 5 o 6 sexenios mientras hay CU con 1 o ninguno) que normalmente, como todos intuimos, son consecuencia de anomalías que se producen en el procedimiento de acreditación y no tanto en el sexenios (más que nada porque es mucho más sencillo y difícil de remediar y controlar un sistema que permite de una sola tacada mandar al cielo o al infierno a alguien, mientras que una sucesión de evaluaciones a lo largo de años, como los sexenios, difumina los riesgos de arbitrariedad pues es más difícil que te traten varias veces seguidas, cada seis años, de forma injusta, ya sea a favor, ya sea en contra -ojo, con todo, esto es la Uni española, luego ya sabemos que imposible tampoco es-),
– esta propuesta, y no es una ventaja menor, evitaría además líos departamentales por estas cosas y las batallas por la prioridad en promocionar, que suelen ser chungos y descentran muchísimo a la gente, generando dinámicas de trabajo académico muy nocivas y problemas de todo tipo que drenan esfuerzos en mucha mayor medida de lo que mucha gente de fuera pueden creer.
A cambio, un modelo así tiene también inconvenientes que habría que analizar. Aunque, la verdad, son desventajas más teóricas que reales, pues confrontadas con la práctica actual española no lo son, en realidad, pues en nada empeoran la situación (como mucho, la empeorarían desde algún modelo alternativo ideal y mejor). Así:
-es evidente que en este modelo promocionar dependería sólo de la investigación, de modo que no incendiaría la docencia bien hecha (lo que ocurre es que hay que ser conscientes de que lo que ahora tenemos ahora tampoco lo hace más allá de computar la mera acumulación de años de docencia como mérito, pues es sabido que nuestro sistema ha tenido y mantiene un total desinterés por evaluar de manera mínimamente real la efectiva calidad de la docencia y los efectos que tiene, en positivo o negativo, sobre los estudiantes la labor que hacemos con ellos),
– el modelo, analizado más en general, es cierto que introduce cierta rigidez, pues nos «ataría» a un sistema de carrera profesional bastante mecánico (nadie podría llegar a la cúspide jovencísimo por buenísimo que fuera, por ejemplo, lo que impide primar a los fueras de serie) y en el que se perdería también la posibilidad de valorar, no sólo la docencia sino también otras cosas (o una valoración de conjunto sobre el perfil de cada candidato, que es algo muy subjetivo pero que si pudiéramos hacerlo de modo fiable es verdad que sería muy chulo… lo que pasa es que, ¿de quién nos fiamos para hacer algo así?). Ocurre, de nuevo, que este problema tampoco es, a mi juicio, tan grave, pues el hecho es que de facto esas otras cosas se evalúen ya por otras vías (prestigio y visibilidad social, para algunas de ellas; capacidad de rentabilizar económicamente en el mercado las otras, como la manida «transferencia», para otras) hace que este inconveniente no (me) parezca tan dramático y que no desaparezcan los incentivos, sino al contrario, para ser un gran profesional en el campo donde enseñas o para ser un gran divulgador o participar activamente en otros ámbitos de la vida social y política.
Por último, y desde la perspectiva de ordenación de la carrera del profesorado, creo que conviene no quitar mérito al valor que una automatización de este tipo tendría para la propia Administración a la hora de ordenar sus recursos humanos, tenerlos contentos, con incentivos adecuados y, además, hacerlo de un modo que le permite realizar fácilmente previsiones de carrera, gasto y estructura de personal que ayudarían a facilitar la ordenación de las actividades de docencia e investigación a las que se dedican nuestras Universidades. Por ejemplo, serían ventajas evidentes e inmediatas que:
– el sistema permitiría plantear también un modelo de inmediata y automática conversión de los contratados doctores que así lo deseen y que tengan, por ejemplo, reconocido un tramo de investigación, a profesores titulares funcionarios, evitando uno de los grandes problemas que tienen en la actualidad las Universidades públicas (recambio generacional, modelo de carrera que dificulta mucho a los profesores jóvenes el acceso y se lo retarda de manera absurda, incentivos muy diversos y peculiares para que este personal joven haga muchas cosas bastante locoides en lugar de centrarse, como sería mucho mejor, en la investigación de calidad);
– asimismo, con este modelo, se podría modular el punto de acceso óptimo a la condición de catedrático (a la vista de las gráficas parece que son los 3 sexenios, pero quizás podría pretenderse que fueran 4, a fin de exigir más para llegar a ese punto y evitar eso que obsesiona a mucha gente de que «haya departamentos donde todos los profesores sean catedráticos», que es algo que preocupa a mucho docente y gestor y que, aunque yo nunca he entendido bien del todo por qué, puedo asumir que tenga sentido si se me escapa algo… o incluso, si se quiere, en plan mezquino, por una cuestión de mera ordenación del gasto y consideraciones de tipo presupuestario de las Administraciones públicas… ¡aunque lo inteligente sería tratar lo mejor posible al personal y no putearlo gratuitamente!).
Como coda final, es necesario recordar que, puestos a introducir este cambio, que haría a los sexenios más importantes aún de lo que ya lo son, no estaría mal aprovecharlo para reforzar las exigencias, controles y garantías del modelo de sexenios. Que en principio no sea tan peligroso en materia de arbitrariedad como el de acreditaciones (más que nada porque te evalúan varias veces, a lo largo de tu carrera, personas y comisiones que van cambiando) no significa que no haya a día de hoy riesgos, que los hay, ni problemas con distintas varas de medir y exigencias (o, en ocasiones, criterios absurdos de base sobre lo que es la investigación universitaria y cómo imputársela a sus autores). Pero ello no quita para que la mera automatización supusiera ya, a día de hoy, y desde el primer día en que se aplicara, una evidente mejora para todos.
10 comentarios en La ordenación de la carrera de los profes universitarios y las acreditaciones
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Es verdad que el capítulo I del título IX de la LOU (el que regula el acceso y promoción del PDI de las unis públicas) no tiene rango orgánico, y puede cambiarse con menos dificultades políticas (de hecho, se ha hecho con RD-L hace un par de meses), pero un cambio a un sistema de promoción automática tropieza con las dificultades económicas (el impacto en capítulo I no es asumible en las actuales circunstancias) y las desconfianzas sindicales. Habría que equilibrar los sexenios con los quinquenios docentes, haciendo la promoción previsible y reglada. Los sexenios, por otra parte, no son concedidos de manera similar en las distintas ramas de conocimiento, cuyas disparidades son públicas y notorias. En particular, los sexenios en el campo 09, el nuestro, siguen siendo profundamente discrecionales. Cualquier intento de utilizacion de criterios automáticos de promoción vertical debe potenciar los aspectos reglados y minimizar los márgenes discrecionales, para que la cabra legionaria que anida en la academia española no se tire al monte. Sigo sin entender muy bien por qué en una cosa tan importante para las condiciones de trabajo como es el reconocimiento de sexenios no contempla representación sindical en la CNEAI, como tampoco entiendo que a estas alturas de siglo la evaluación de la actividad investigadora tenga que seguir centralizada en Madrid. Muchas cosas habría que replantearse, pero en política de profesorado los tiros parece que van por otro sitio: desalentar a los que están dentro, y sacar la chequera para fichar gente de relumbrón. O sea, Champions vs. cantera.
Comentario escrito por Carlos (from Facebook) — 09 de noviembre de 2015 a las 5:06 pm
Pues sí que estamos bien. Por un lado el artículo ve normal retrasar hasta tener 3 sexenios (45 años o así si todo va bien) el ser catedrática. Pero incluso dice que oye, mira, si la Administración quiere ahorrar… ¿por qué no 4? ¡Fiesta! Oye, no te cortes. 5, joder. O 6. Que si no es muy caro. Y 2 sexenios… ¡o incluso 3 ya que estamos! para ser TU. Y todos contentos y todo automático, eh. Pero más contento el Estado que nadie, sin hacer catedrática a la gente hasta que no cumpla los 50 o más, si eso. ¡¡¡Que encima hay que endurecer el sistema!!!
Para rematar la faena, Carlos nos comenta amablemente que incluso algo así es muy malo y ni de coña porque no hay dinero que gastar en pagar dignamente a los profes. ¡Acabáramos! Y, además, que a ver para cuándo acreditan las CCAA y así la fiesta y la chapuza es más completa.
Comentario escrito por Cantarina — 09 de noviembre de 2015 a las 7:15 pm
Entrada pro domo sua. Confiésalo, Andrés. ¡No quieres hacer los papeles de la acreditación!
Comentario escrito por Gabriel Doménech Pascual — 09 de noviembre de 2015 a las 8:00 pm
No está mal reflexionar buscando soluciones imaginativas para solventar problemas, y esta propuesta es un buen ejemplo. No sé si el autor la hace pro domo sua, pero eso tampoco la deslegitima, aunque supongo que no va por ahí el comentario creo que amistoso de Gabriel Doménech. La variante que se me ocurre al hilo de la lectura sí puede leerse como formulada pro domo mea, pues adelanto que soy TU con cuatro sexenios; me parece razonable, a pesar de todo, y por eso me atrevo a escribirla aquí.
Pueden combinarse acreditación y sexenios para lograr el mismo objetivo de eliminación de los concursos e instauración de un sistema de promoción. Puesto que la acreditación valora (o tiene en cuenta, más bien, porque ir más allá es realmente difícil) docencia y gestión, y formación también en el caso de la acreditación a TU, no habría por qué renunciar a ella. Podría acceder a TU quien estuviera acreditado como tal y hubiese obtenido uno o dos sexenios, y a CU quien se acreditara como tal y hubiera obtenido 3 o 4. En realidad, en el actual sistema de acreditación hay un cierto apunte de lo que digo, pues, como bien se sabe, si se justifican 4 sexenios no es necesario cumplimentar la parte relativa a investigación de la aplicación informática, ya que se computa automáticamente el máximo de puntos a los que puede llegarse en ese apartado.
Inevitablemente, según me parece, un tal sistema tendería, si es que no se establece así desde el principio, a que los interesados presentasen su solicitud de acreditación en el momento en que obtuvieran el número requerido de sexenios, y no antes. Tanto mejor: irían con la investigación ya evaluada, y someterían a examen las otras vertientes de su actividad académica.
Comentario escrito por Jesús — 10 de noviembre de 2015 a las 10:42 am
#3 y #4
¡Por supuesto que no quiero presentar los papeles esos! Esos papeles son la muerte en vida. Yo estaría dispuesta a aceptar cualquier sistema, incluso que una comisión maléfica me evaluara sin publicidad y sin saber quiénes son… ¡con tal de no tener que recopilar papeles y que fueran ellos los que se buscaran la vida indagando sobre mí y mi quehacer académico!
Por otro lado, Jesús, y en relación a lo que comentas de la docencia, de verdad, no le veo el problema a pasar de tenerla en cuenta dado que ahora, simplemente, la computamos en plan cualitativo: tantos años, tantos puntos (más los puntos por papelajos que todos sabemos cómo se obtienen sobre actividades innovativas y demás). En todo caso, si nos ponemos a evaluar la docencia en serio, que creo que habría que hacerlo y cuanto antes, tenemos para ello los quinquenios. Si los quinquenios fueran una evaluación sería, podríamos perfectamente hacer un modelo de «automatización» que tuvieran en cuenta ambos, quinquenios y sexenios, y problema resuelto (es más, de hecho, y en línea con lo que propones, en plan cínico podría aceptar ya mismo que mira, vamos a contar también la docencia y que para ser CU sean necesarios ya mismo 3 sexenios y 3 quinquenios: salvo excepciones muy contadas de gente que no ha estado en la Uni y se incorpora desde fuera eso equivale a estar exigiendo 3 sexenios y punto, ergo no cambia nada).
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 12 de noviembre de 2015 a las 6:47 pm
Creo que no soy el único que espera de usted un análisis del carajal que se ha formado a raiz de los últimos acontecimientos en Cataluña. Me gustaría leer una opinión más desapasionada de lo que está pasando y qué mejor que un experto!
Comentario escrito por Rafa — 10 de noviembre de 2015 a las 11:42 am
#1 y #2
Muy de acuerdo con casi todo lo que comentas, Carlos, pero no creo que nada invalide la propuesta ni sus ventajas, como mínimo, en tanto que solución para ir tirando mientras nos inventemos algo mejor. Porque, y de momento, esta es una propuesta que se puede aplicar mañana mismo de modo sencillo y sin grandes trastornos. Más allá, en su caso, del económico que comentas, pero que en realidad no es un argumento demasiado potente, pues no estamos hablando, ni mucho menos, de tanto dinero (unos 6.000 euros brutos de coste adicional por acreditado para las arcas del Estado, asumiendo que estemos hablando de unos 10.000 acreditados y todos ellos y con plaza en las Unis públicas que podrían ser automáticamente mejorados, son unos 60 millones de euros anuales, esto es, unos 5 km de AVE menos cada año… o medio tren nuevo, de los que el Estado ha anunciado que va a comprar en 2016 al módico precio de 1.600 millones de euros).
Como es evidente, eso sí, una propuesta que avance en la dirección que comento debería, como bien señalas, y explicaba yo en mi texto, tener muy en cuenta cómo funciona la CNEAI y adaptar mejor su procedimiento, garantías y modos de evaluar. Pero a mi juicio, incluso así, tal y como funciona ahora, es claro para todo el mundo (y lo demuestra bien el gráfico que encabeza mi entrada) que funciona mejor que las aún más opacas y aún más discrecionales comisiones de acreditación. ¿O no?
Por último, ¡muy de acuerdo en la necesidad de descentralizar el sistema! (aunque sólo sea porque su descentralización conducirá inexorable a su destrucción, dado que un modelo como este sólo funciona si es una estructura rígida y de hierro, controlada por unas elites muy concretas, de modo que en cuento se abre un poco… patapúm, te la cargas)
Por lo demás, Cantarina, verás que no justifico en los ahorros la conveniencia de retrasar la automatización, al contrario. Sí digo, en cambio, que puede ser un instrumento de «ordenación» a tener en cuenta.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 12 de noviembre de 2015 a las 6:17 pm
Por lo que sé, en la reunión de la coordinadora de acreditados a cátedras con el Ministro se plantearon distintas fórmulas de «conversión» automática de los acreditados a CU, desde la consciencia de que el embalse que se ha creado no va a poder salir por el portillo que se ha abierto con la reciente reforma de la LOU (promociones apócrifas por el turno desdoblado + tasa de reposición al 100%). Ese embalse va camino de ser endémico, por varias razones. Las económicas: las administraciones que financian el capítulo I de las unis públicas son las CCAA, no la AGE. Y ahí el margen de maniobra es muy limitado por lo menos hasta 2017, cuando acabe el período de consolidación fiscal. Lo que apuntas sobre el coste del AVE suena muy bonito, pero lo de pasar inversiones a gasto corriente está prohibido y requeteprohibido por la Ley 47/2003 y la de estabilidad financiera. Las políticas: esta legislatura está ya acabada, y en la siguiente no se sabe qué va a pasar. Dependerá de la correlación de fuerzas, pero todo apunta a un gobierno bipartito o tripartito, vaya usted a saber, en el cual probablemente la fuerza mayoritaria tendrá el Ministerio de Hacienda (desde el que tendrá a todo el resto del gobierno pillado por los huevos), y a la muleta le tocará educación, cultura y festejos. ¿Habrá quien sea capaz de elaborar, y defender, desde ahí un pensamiento contrahegemónico sobre las universidades, teniendo presente que el pensamiento hegemónico es el de las élites del IBEX 35 y sus medios de comunicación, cuya idea sobre la universidad española es que somos una panda de vagos que no nos merecemos lo que cobramos a fin de mes? Permíteme que sea escéptico.
Añado otra información: en el Consejo de Universidades de anteayer, los rectores le pidieron al Ministro que corriguieran la redacción dada al art. 62.2 LOU, para que las promociones a CU no se vinculen a la oferta de turno libre de funcionarios, en la linea de lo que algunos pedimos desde el día siguiente a la publicación del RD-L 10/2015. El Ministro dijo «que lo estudiaría», que es una elegante forma de salir del paso y decir «hasta luego Lucas»…
Comentario escrito por Carlos (from Facebook) — 13 de noviembre de 2015 a las 1:42 pm
Me llama la atención que las prioridades que plantean los rectores al consejo de universidades sea sólo desvincular las promociones a CU del turno libre de funcionarios. Es curioso, o no, que no sean más ambiciosos y planteen simplemente esa regla para cualquier promoción (también las promociones a TU, por ejemplo, donde el «embalse», como lo llamas tú, es mucho más dañino para la institución y la vida y carrera profesional de mucha gente). Pero bueno, supongo que tenemos la Universidad que tenemos y tampoco le podemos pedir peras a nuestros rectores.
En cuanto a las limitaciones de las que hablas, las económicas no son tales. De acuerdo, no podemos pasar dinero de inversiones a gasto presupuestado como corriente… pues cambiemos la distribución presupuestaria. Yo ponía el ejemplo simplemente para dejar claro hasta qué punto es un error de redondeo en un presupuesto enorme el dinero necesario para poder hacer algo así. La clave es si hay voluntad política o no. El problema es que para haber voluntad política tiene que haber cierta claridad de ideas respecto del modelo y ahí es donde entra el problema de la inexistencia de ese pensamiento contrahegemónico en la materia del que hablas. Ocurre, sin embargo, que yo veo un problema aún mayor: ¡tampoco existe pensamiento hegemónico sobre cómo actuar con esa panda de vagos poco eficientes! Tienen más o menos clara la evaluación (pero también que tan ineficientes no somos y que por eso hay que dejarlo en marcha sin tocarlo mucho, dado que no saben cómo, en tanto que mal menor) pero no tienen ni puñetera idea respecto de hacia dónde querrían orientar el modelo de futuro o, si al respecto tienen ciertas intuiciones, no tienen ni puñetera idea de qué habrían de tocar o cómo habrían de mover ciertas palancas para ir en la dirección que desean. De modo que si gana el PP seguiremos más o menos igual, supongo (pero «igual» incluye que son conscientes de que hay que «desembalsar» de la forma menos conflictiva posible dentro de lo que les parezca razonable) y si gana C’s pues también, dado que las veleidades anglófilas de Garicano y compañía por un lado no pasan el filtro de la realidad y por otro no se las creen ni ellos mismos y se les nota. El PSOE es un misterio, pues parece que sobre todo ha decidido que lo mejor es ponerse de perfil y que escampe. Podemos, por su parte, pinta que aplicaría el modelo clásico de la izquierda anumérica española a esta materia: regar de pasta todo, canalizada de modo que llegue sobre todo a ciertos ámbitos, pero provocando un efecto más o menos previsible, a medio plazo al menos, de «todos p’adentro!!!!». Es decir, como lo que hizo el PSOE cuando llegó en el 82 y no sabía muy bien ni qué quería hacer ni tenía muy claro si quería en verdad cambiar el modelo franquista que tantas satisfacciones les estaba ya empezando a dar, más allá de ir sustituyendo unas elites académicas (en lo organizativo y económico, en lo demás, pues ya tal y dependiendo mucho de quién y cómo) por otras.
Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 16 de noviembre de 2015 a las 8:52 am
A raíz de tu magnífico artículo se me han ocurrido algunas elucubraciones:
http://blogs.uab.cat/estelasenlamaramenos/2015/11/23/elucubraciones-sobre-carrera-docente-y-modelos-universitarios/
Comentario escrito por J.Amenós — 23 de noviembre de 2015 a las 9:35 am