Ted Lasso (Apple TV, 2020-2023)
(AVISO DE EXENCIÓN DE RESPONSABILIDAD: al parecer, algunos lectores no ven bien que en nuestras críticas desvelemos aspectos importantes de las series, lo cual les quitaría atractivo. Con independencia de que nos resulte un poco sorprendente que uno busque, en una buena crítica cultural, la exclusión de casi todo lo que tiene que ver con el producto y su sustitución por verborrea expuesta con suficiencia y que carece totalmente de contenido –es increíble, en este contexto, el daño efectuado por la crítica cinematográfica al cine-, como somos gente de bien les avisamos: aunque no se lo crean, la crítica de “Ted Lasso” desvela la trama de la serie “Ted Lasso”).
Los europeos son de Venus y los americanos de Marte
¿De qué va esta serie? Aparentemente va de un club de fútbol que juega en la Premier League, y aparentemente también esta es solo una excusa para mostrarnos una serie de “sentirse bien” (y dirán ustedes: “¿qué fue del sentirse mal? Sois unos vendidos”, pero de vez en cuando es que apetece cambiar de aires, no todo puede ser nordic noir). Sin embargo, en sus chistes más incisivos y acertados, esta serie pretende ir de las diferencias -deportivas, sociales, filosóficas- entre los Estados Unidos de América y la Vieja Europa. Y quizás va de algo más, pero eso lo dejamos para el final.

La filosofía transmitida.
Los americanos tienen claro que el deporte es, ante todo, espectáculo: ni el baseball, ni el basket, ni (creo) el fútbol americano admiten empates. Siempre tiene que haber un vencedor (y un perdedor). Y todo tiene que estar hecho a medida de la televisión. Cuando el Mundial USA ’94, quisieron subir la duración del partido a 100 minutos, repartidos en cuartos de 25, para poder meter más anuncios. Esta gente no respeta nada. Así son, y así (un poquito) es Ted Lasso, y con su choque con la mentalidad europea empieza esta serie.
Temporada 1: la Permanencia
La premisa de la serie es, a qué negarlo, americana: un club europeo de fútbol, el AFC Richmond, hábitat natural parte baja de la Premier League, quizás comparable al Sporting de Gijón, ficha como entrenador a un coach estadounidense que no tiene ni idea de fútbol europeo, nivel ¿alguien me explica el fuera de juego?, y cuya experiencia se limita a ganar un campeonato menor de fútbol americano con un equipo universitario. Eso sí, su celebración se hizo viral en todo el mundo, y llega con su aureola de “con optimismo, espíritu, y buen rollo no hay nada que se nos resista”. Insoportable, ¿verdad?
En cuanto al origen profundo, el personaje titular, Ted Lasso, ya tenía una historia previa como personaje usado por la NBC en una serie de anuncios para promocionar el soccer, que luego decidieron usar para hacer una serie. ¿Se puede ser más americano?

La respuesta es: ¡solo llegando a la Casa Blanca se podría ser más americano!
Sin embargo, la razón para ficharle ya es más europea: la dueña del club, Rebecca Welton, le ha fichado con la secreta esperanza de que hunda del todo el club. ¿Porqué? Pues porque el club a ella le tocó como parte de un divorcio, y quiere hacer sufrir a su ex marido, el cual solo siente amor por “su club” (y por las mujeres con la mitad de su edad). Así que vamos a fichar al payaso este, vamos a decirle “adelante con tus chifladuras yankees innovadoras ideas, tienes todo mi apoyo”, y en unos años lo tenemos en segunda regional. Jódete, Rupert.
En una serie netamente americana, Ted los conquistaría a todos con su optimismo y probablemente ganaría la Liga y el Mundial because who has a better story than Ted Lasso?. Como esto resulta un poco exagerado para los europeos (e incluso para cualquier americano que haya visto un poco de mundo), el equipo lucha por evitar el descenso. Hay pequeños momentos de confort a lo largo de la temporada (derrotar a un rival histórico, acabar con una racha de 60 años…), pero llegamos al season finale y nos lo jugamos todo a suerte o verdad contra el ManCity. Ted Lasso, como siempre, sale a ganar, les meten un gol, pero entonces el rival directo pierde su encuentro y les basta con un empate, así que… ¡lo logran! Épico gol del equipo en el minuto 91, salvación, las sabias tácticas del entrenador y su buen rollito han obrado el milagro.
Y entonces llega Europa, y el ManCity marca un gol en el minuto 93 (mediante un ex jugador del AFC Richmond algo chulito que se fue un poco cabreado). Al pozo de Segunda que vais.
Temporada 2: el Ascenso
No obstante, el objetivo tedlassense principal se logró: buen rollito, basta de puñaladas y juegos sucios, todos nos queremos mucho y contribuimos a nuestro crecimiento como personas para dar lo mejor de nosotros mismos. Sobre esta base, se inicia la segunda temporada, con muy bien rollo y ganas de salir del pozo de Segunda. Y de hecho, llegan invictos a la jornada ocho – a costa de cosechar ocho empates (pero con buen rollo, por si no lo hemos mencionado). El último empate, fallando un penalti en el minuto 91 porque la mascota del equipo saltó al campo y se llevó un balonazo (mortal). Crisis mental que el club resuelve trayéndose a una psicóloga… y al jugador chulito que los condenó al pozo de Segunda. ¿Quién puede gestionar esto a un nivel humano? Evidentemente, solo Ted Lasso.

Los entrenamientos con Ted Lasso.
La construcción del Buen Rollo lleva al éxito (deportivo en este caso, pero mitad y tres cuartos del Evangelio Según Los Estados Unidos de América es que esto se aplica a absolutamente todo en la vida), el equipo empieza a ganar, y además con buen juego. Y en la Copa FA llegan a semis eliminando a un equipo de la Premier. Por eso Europa tiene que intervenir brevemente con un sabroso 5-0 en la semifinal. (La Copa FA es una de esas cosas tan inconfundiblemente británicas que la mente estadounidense no las puede comprender -y la europea ya tal-: un campeonato PARA TODOS, han llegado a competir más de 700 clubes, a eliminatoria simple y sorteo puro y duro, organizado desde 1871.)
Y todo este buen rollo se lo deben al estadounidense. Ah, pero… ¿quién se encarga del buen rollo del estadounidense? Porque mientras su equipo está ascendiendo como la espuma, Ted Lasso está teniendo flashbacks de Vietnam del suicidio de su padre. Bueno, pues de esto se encarga la psicóloga (una británica que odia el té), y gracias a ella Ted saca afuera las toxinas, y el equipo empata el último partido (gracias a un penalty logrado tras un fuera de juego clamoroso) y logra el puntito necesario para volver a la Premier. Algo que nos queda claro desde el inicio del episodio porque esta vez la salvación viene de la mano de la redención del malo de la primera temporada. ¡Crecimiento personal y a nivel de club!
Temporada 3: Puestos UEFA
¿Se sigue llamando UEFA al Trofeo Consolación? Da igual, el caso es que han vuelto a la Premier y se enfrentan a nuevos retos/demonios personales. En este caso, se incorpora al club una estrellita internacional, “Zava”, una primadonna de origen así como eslavo, capaz de robarle el protagonismo al mismísimo Ted Lasso (y con éxito, hoygan: marca a los 5 segundos de su debut y encadena una racha de seis victorias que pone al club en tercera posición). El otro nuevo reto es que el ex de la presidenta ahora se ha comprado otro club, el WestHam United, y hay ahí una rivalidad deportiva exacerbada por lo personal, especialmente porque el ex ha fichado a un Judas del AFC Richmond.
De modo que media temporada es montar tensión de cara al inevitable encuentro entre el Richmond y el WestHam, exacerbado además porque se juegan el liderato al final de la primera vuelta. No está mal para un Richmond que en todas las porras de pretemporada quedaba último. Pero como esto no va de fútbol sino de “desarrollo personal en una producción dramática”, todos tenemos claro lo que va a pasar: en vez de satisfacción con lo logrado, hay inquinas personales, y el WestHam le mete un 4-1 al Richmond, que además queda como el culo. ¿Porqué? Pues porque no están personalmente lo bastante evolucionados y maduros, joder, ¿qué creían, que esto va de méritos futbolísticos? Bueno, eso, y porque aún queda media temporada, y esto sienta las bases para una recuperación, la emoción del resto de la temporada, y la catarsis final en el partido de vuelta contra el WestHam.

Buenas personas.
Es decir, la moraleja aparente es “si eres buena persona te pasarán cosas buenas”. Una actitud que, nos gustaría decir, es muy respetable y hasta recomendable… para un público de 8-10 años. Más allá de esa edad, está el peligro de caer en el “si me pasan cosas buenas, es que soy buena persona”. Sin ir más lejos, Eloncio Muskonio y sus criptolays han caído allí. Pero bueno, esto no debería invalidar la premisa de que debes ser buena persona. Como tras el espectacular inicio de temporada el equipo renquea un poco, nos vamos todos a Ámsterdam y tenemos (bueno: tiene Ted Lasso, yo fui a Ámsterdam y creo que no tomé ni una triste cerveza, que debe ser el equivalente a volver de Mallorca con más condones de los que llevaste, que también me ha pasado) una experiencia psicotrópica en la que se nos revela la clave para petarlo: el Fútbol Total, esa cosa inventada en los años 70 y que solo funciona cuando tienes un equipazo que actúa como una máquina. El Richmond puede que no sea un equipazo, pero Lasso los ha convertido en una máquina, una orqueta de sentimientos perfectamente sincronizados, y empiezan a ponerse las botas, y llegan a la penúltima jornada a 4 puntos del líder, el ManCity, al que además visitan.
A estas alturas la idea oficial es ir cerrando la serie, así que asistimos a una interminable secuencia de arcos de personaje culminando en la mejor versión de si mismos. Como esta serie es más previsible que una peli porno, las evoluciones de los personajes se ven venir de cinco episodios atrás, y también que inefablemente le ganen al ManCity. Pero logran mantener la suficiente ambigüedad (al menos para un sufrido profesional que se pone la serie a cachos antes de irse a la cama) de cara al episodio final, que también es la última jornada, y el Richmond no depende de si mismo pero está a un punto del líder. Y además juegan contra el WestHam ¿Ganará la Premier? Por un lado, dices, son tan buenazos que deberían ganar, por otro, ¿acaso no es el mensaje de Ted Lasso que lo importante es participar? ¿Y que la verdadera victoria ha sido ser mejores personas, y no los goles que nos encontramos en el camino? En fin, SPOILER, la cosa es que no ganan, pero están igual de felices porque le han remontado un 2-0 al WestHam y el Club ahora está firmemente en manos de sus fans mediante la oportuna propaganda del capitalismo popular venta de acciones al público (que es más simbólica que otra cosa porque Welton mantiene el 51%, pero bien que ha hecho caja la buena señora, embolsándose un billón con B de Barça). Con lo cual Ted Lasso ha cumplido su tarea, y puede volverse a casa con su hijo.
Temporada 4: We are the Championettes
Pues no tenía yo terminada la crónica cuando han renovado la serie para una cuarta temporada. El mundo, conspirando contra nuestra sagrada misión. Parece que esta vez Ted Lasso entrenará a un equipo femenino. Pero esto ya parece excesivo, después de cerrar todas las historias, y además llevamos ya un tiempo sin publicar aquí, así que esto sale sí o sí.
Tedlassenses
Ted Lasso: el prota. El entrenador de un equipo universitario estadounidense que acepta la invitación para cruzar el charco y jugar en una de las grandes ligas europeas y bla bla bla. Solo que no lo hizo por el desafío, sino porque su mujer le pidió “espacio”, y este era el máximo que podía darle. Que la mujer le pida espacio, la verdad es que todos lo entendemos: Ted Lasso será buenísima persona, pero convivir con él debe ser un puto infierno porque no te deja ni respirar con su bondad. O en sus propias palabras: “soy como un cosplay de Ned Flanders hecho por el propio Ned Flanders”.
Para la segunda temporada, le damos un giro “europeo” a su personaje: su padre se suicidó, casi delante de sus narices, y toda la alegría y buenrollismo que vende en realidad es para tapar ese oscuro pozo en su interior. Dado que Lasso es la personificación de AMERICA, habrá que preguntarse que yace en el fondo del oscuro pozo de la psique estadounidense. Probablemente un par de genocidios.

Which were good for business!! Man, you have to say it all.
Finalmente, en la tercera temporada, logra verbalizar sus demonios, darse cuenta de que el fantasma de su padre le mantiene alejado de su hijo, y decide volverse a casa “sin haberlo ganado todo”.
Rebecca Welton: la presi del AFC Richmond. Es un poco raro que el muchimillonetis de su marido haya permitido que ella se quedara el club, y más raro aún que ella no se dé cuenta que la mayor humillación para él sería que ella ahora lograse ganar algo con el club, en vez de salir a aspirar con suerte a plazas europeas y luego conformarse con mantener la categoría, que parece ser la normalidad histórica del AFC Richmond. Pero bueno, aceptamos pulpo como premisa y p’alante.
Como parte de su plan para hundir el club, manda a un paparazzi a seguir a Lasso, a ver si logra sacarle en poses comprometidas con la novia del jugador estrella, para ir sembrando mal rollo. Very european. Luego no publica las fotos, arrepentimiento y tal, pero la cosa se descubre, y ella va y se confiesa con Ted Lasso. Y él… ¡va y la perdona! Pero además sin pensárselo mucho, sin conflicto ni leches, así sin más, tan buena persona es Ted Lasso. Very american. Luego encima ella se lo cuenta a otro europeo y la conversación es tal que así: “¿me perdonó sin más, te lo puedes creer?” “¡Menudo bastardo!” “Cierto, ¿verdad?”

Para mi, este fue el Peak Europe de la serie.
(Tengan en cuenta que, pese a no esperar un perdón, Welton confesó. Hacer lo correcto, aunque no esperes recibir nada a cambio, es moralmente superior a hacer cosas buenas porque crees que Dios/el Karma/llámalo X te lo va a devolver.)
Lasso perdona sin pensárselo mucho porque, oche, los divorcios son duros. El de Rebecca Welton (bautizada por los tabloides como “Old Rebecca”, cuando su ex se casa con otra Rebecca) es particularmente duro porque su ex es uno de esos cabronazos que además cae bien a todo el mundo. Por suerte está Ted para echarle del estadio para el resto de la temporada (pero con buen rollito).
Aun así, la serie la verdad es que exagera un poco lo de la “pobre” Rebecca: parte del personaje es que tiene mala suerte/poca confianza con los hombres. Sí, claro, una mujer como una carreta, rubia, delgada y con tipazo, más alta que la mitad del reparto masculino, forrada de pasta gracias a un divorcio, que nunca repite modelito, que se mueve por la ciudad en un Rolls Royce blanco con chofer, y encima dueña de un club de fútbol. ¡Una mujer así tendría que quitarse a los tíos de encima con un palo! Y efectivamente, los lloros de “no encuentro el HAMOR” se suceden mientras la selección más excelsa de amantes jóvenes, atentos y apolíneos pasan por su cama. Definitivamente, la serie lleva el concepto “los ricos también lloran” (poque la gente que sale en la serie, no nos engañemos, no tiene ningún problema para llegar a fin de mes) demasiado lejos.

Bien dice el refranero que los problemas de la fea, la guapa los quisiera, pero joder, ¡los problemas de los ricos ya los quisiéramos todos los demás!
No obstante, la vida le depara todavía una sorpresa a Welton: resulta que su gran sueño incumplido es ser madre. Su ex era “nah, no me apetece” – para luego tener una niña con New Rebecca. Sobre lo de casarte con alguien sin acordar antes una serie de cosas fundamentales hablamos otro día, el caso es que Welton terminará embarazada. Pero no de alguno de sus jóvenes y apolíneos amantes, sino de un KALBO fetichista de pies que la sacó de un canal en Ámsterdam. Y dado que ella -merced al vino- no recuerda haber realizado el acto físico del amor, hasta cierto punto podríamos hablar de una violación, no nos lo dejan claro.

En Ted Lasso, esto habría acabado en boda.
Welton completa su arco de personaje superando su ruptura y rechazando la oferta de un billonario para montar una SuperLiga entre los equipos más top y así forrarse, a lo que ella replica “no, esto sería una traición a los fans tradicionales, que no podrían permitirse las entradas”. Los mayores fans del Richmond son tres muchachos (que encima insisten en invitar a Welton) que tienen que ver los partidos en el pub porque no les da para un abono mientras los amiguitos millonetis entran de gratis, pero bueno, señora, no se lo vamos a tener en cuenta que bastante ha hecho ya.
Rupert Mannion: el ex de Rebecca Welton. Al parecer, no hay nada en el mundo que ame más que al AFC Richmond (incluyendo a sus amantes y a la legítima) – pero permite que Welton se lo quede en el divorcio. Y en la tercera temporada se compra el West Ham United. Algo así como si Miguel Angel Gil Marín tiene un mal divorcio, pierde el club, y se compra el Rayo Vallecano, total, Club is Club. Aquí humildemente discrepamos: un hombre renegará de su mujer, de su partido político, incluso de su religión, antes que de su equipo de fútbol. De mujeres que se lían/casan con hombres con un conocido historial de engañar a la legítima también hablamos otro día.
Total, que le tienen dos temporadas haciendo cameos para dejar claro que es un ser ruin, y en la tercera, merced a la compra del WHU y al fichaje de un Judas del Richmond, se convierte en el malo malote principal. Y como es mala persona, le pasan cosas malas, como que le abandonan sus esposas/amantes y todo el estadio le corea “pajillero”.
Willis Beard: el asistente de Ted Lasso. También viene del fútbol americano, pero al menos se ha leído un par de manuales. No huye de ningún divorcio (básicamente porque es incapaz de comprometerse muy allá, lo cual es bueno dado que le da por quedar con mujeres muy borderline), pero le gusta trabajar con Lasso porque se complementan bien. También es productor de la serie. Secundario durante temporada y media, a finales de la segunda de repente protagoniza en solitario un episodio que parece una película de David Lynch, con cameos de Gary Lineker y Thierry Henry. (Según la Wikipedia, es porque AppleTV extendió la temporada de 10 a 12 episodios cuando los guionistas ya habían terminado su trabajo, así que para no complicarse la vida optaron por extravagancias de relleno que no afectaran a la trama.)

Pareja que cultiva vello facial unida, permanece unida.
Roy Kent: capitán del equipo. Vieja gloria venida a menos, perpetuamente cabreado con el mundo. En USA, tendría una amplia colección de armas en casa y se redimiría con el mensaje de Jesucristo. Aquí simplemente se enrolla con una chavala, salva in extremis un par de veces al equipo, y luego busca su lugar en el mundo. Primero, entrenando a un equipo de chicas de 8 años, luego como comentarista. Lo de comentarista supuestamente es gracioso porque se limita a decir “ese equipo es una mierda, no sé a qué coño juegan”, y todo el mundillo se escandaliza por su lenguaje. Tendría que venirse a España y quizás el escandalizado sería él. Finalmente, encuentra su sitio como entrenador tercero, y en el season finale asciende a entrenador titular para el Richmond post-Lasso.
Keeley Jones: la chavala de Roy Kent. Metida un poco con calzador para aumentar el elenco femenino y hacer la serie más atractiva para un público que vaya más allá del “sí, bueno, ¿no?”. Al comienzo, ella misma se describe como: “con 18 años salía con un futbolista de 23, y ahora con 30 sigo saliendo con un futbolista de 23, ¿me habré quedado atascada?” Buena gente, pese a todo, se reinventa como directora de marketing. También rompe con el futbolista de 23… para en seguida liarse con el futbolista de 33. La tienen como amiga de Rebecca Welton, y posteriormente como mujer empoderadíssima y jefa de su propia empresa de Marketing. Empresa que le financia una inversora con la que Jones acaba liada, explorando su lado lésbico, pero lo acaba dejando porque la otra está más preocupada por su inversión que por su relación. Por suerte, eso no es un problema si tienes amigas ricas. La serie vende más girl power que los anuncios de TEMU cuando el algoritmo cree que eres mujer.
Jamie Tartt: la estrellita (si bien no el capitán) del AFC Richmond. Joven, guapo, y totalmente desvergonzado. Está cedido por el ManCity, así que se comporta como si todo fueran unas vacaciones siempre y cuando él pueda meter goles. Lo que en los patios de colegio se dice un chupón. Cuando Ted Lasso le sienta en el banquillo para enseñarle la virtud de la humildad, se pilla un rebote de mil pares y actúa como lo que es: un niñato que se cree Dios. Como pese a todo sigue marcando goles, Mz. Welton le devuelve al ManCity, no sea que el equipo se salve, y Tartt se lo agradece marcando el gol que condena al Richmond al pozo.
En la segunda temporada, Tartt se ha hartado de todo y deja plantado al ManCity para enrolarse en un concurso televisivo, una especie de Gran Hermano Jacuzzi, donde se liga a una concursante mientras se acuesta con todo lo que se mueve porque -¡hey!- él es Jamie Tartt. Error: resulta que el público en general -y la directiva del ManCity en particular- no aprecian tamaña chulería, y el tío se encuentra en la calle, con una mano delante y otra detrás. Impagable la escena en que su agente escenifica una llamada al Real Madrid para mostrarle que no, que nadie le quiere.

¿Pero esta gente no sabe lo que representa el Madrid? ¡Jamie Tartt estaría en su salsa en Chamartín!
Así que a Jamie solo se queda encomendarse a Jesucristo y su infinito perdón – o a lo más parecido que hay en la serie, que es Ted Lasso, y así vuelve al AFC Richmond. Para la tercera temporada, ya ha evolucionado lo bastante como para ascender a la categoría “personaje con sentimientos”, y le enfrentan a una primadonna aún mayor que él, Zava – que además es mejor jugador, hay que joderse. Pero Tartt crece como persona, y eso le permite ser mejor jugador, o algo así, y estrenar la zamarra de los tres leones y todo.
Leslie Higgins: el director técnico del club, quizás el más británico de todo el reparto. Cara de mosquita muerta y sin embargo tiene cinco hijos en casa y toca el violoncello. También cubría al ex de Rebecca Welton en sus aventuras extramaritales.
Sam Obisanya: joven promesa del fútbol africano, y lo más parecido a una conciencia social en el equipo. Primero, por renunciar al patrocinio de una gran petrolífera que está contaminando el Golfo de Nigeria, y luego por criticar en Twitter a la Ministra de Interior, Racismo y Mandar A La Royal Navy Para Cañonear Cayucos. Esto le gana un ataque a su restaurante, pero el resto del club le ayuda a remontarlo. Entre medias le da para ser amante de la Welton.
Dani Rojas: delantero centro mexicano, todo entusiasmo y alegría por el fútbol. Cosa que tampoco es difícil en un equipo donde el jugador tipo es un postadolescente holandés mestizo más preocupado por pillar que por la gloria balonpípeda. Un pedazo de pan, salvo cuando viste la zamarra de la selección mexicana, que entonces le metería miedo incluso a la selección argentina de los años 90.
Pep Guardiola: tras ser mentado en la primera temporada, y aparecer en un montaje en la segunda, finalmente hace un cameo en la tercera, en un partido ManCity – Richmond. Y gana el Richmond a domicilio, pero Pep le puede decir a Ted Lasso en la lengua del imperio (británico) que “enhorabuena, lo importante es ayudar a los jugadores a ser la mejor versión de si mismos”.

Tiki-taka and the power of friendship.
Nathan “Nate” Shelley: el utillero. Bajito, moreno, inmigrante y pringado, con lo que los chulitos de los jugadores están todo el día puteándole. Como el Servicio hoy en día ya tiene acceso a anticonceptivos, el clasismo británico de toda la vida ahora tiene que importarse a su working class desde Ultramar.

Britain as God intended it.
Como es el único que parece saber algo de fútbol, acaban ascendiéndole a entrenador tercero (posteriormente degradado a cuarto cuando fichan a Roy Kent). Con el correspondiente aumento de sueldo, se supone, ¡no puede ser que alguien de los Buenos tenga que preocuparse por cosas mundanas como el alquiler, la gente guay solo se preocupa de relaciones y realizaciones y cosas así! Logrado esto, “Nate” ya solo tiene que preocuparse por realizarse como persona, primero para que le den una mesa buena en el restaurante, y luego -en un giro totalmente forzado para convertirle en el malo oficial de la tercera temporada, para lo cual además le tiñen el pelo de blanco cual villano de 007- yéndose a entrenar al West Ham United, club que para más INRI ha comprado el ex de Rebecca Welton.
Pero vuelve. Vuelve porque se da cuenta de que el jefe y dueño del club es un pieza (cosa que la serie nos vende como gran epifanía, en serio, ¿qué parte de “EL DUEÑO es por definición una persona no limitada por ética o moral sino solamente por el Código Penal, e incluso eso es negociable con un buen abogado” no ha entendido esta gente?), pero sobre todo porque lo que le realiza -¡como a todos!- no es ganar fama, reconocimiento y dinero, no, lo que nos realiza a todos es estar cerca de Ted Lasso. O incluso -la Transubstanciación en el balompié- convertirnos en Ted Lasso, que yo pensé que sería la culminación del arco de Nathan, pero nada, se queda de asistente, y aún tiene que dar las gracias por no acabar de camarero, que encima le gusta, si es que a la gente hay que obligarla a patadas a ser feliz.

Redimiendo a bajitos mediante el fútbol. Since 1 AD.
Valoración
La cultura popular es un toma y daca entre amagar con lo que la gente quiere, y recordarle que no puede tenerlo. Por eso Luigi Mangione desapareció de los titulares a los 5 minutos de que alguien se pispara de que, oche, hay mucha gente que “entiende”, y por eso Ted Lasso es cultura popular como la copa de un pino. Pero, muy significativamente, cultura popular del otro lado del Charco, para gente que flipa con un equipo tan multicultural que todos hablan así como tres idiomas (excepto los anglos y los americanos, claro, que no lo necesitan ¡porque ya hablan inglés!).
La diferencia entre useños y europeos, dijo alguien, es la misma que entre sus series. Las series americanas suelen ser 100% Ted Lasso: alegres, optimistas, up-lifting, y con final feliz. Los europeos, en cambio, son OSCUROS: situaciones de desesperación, suicidios (que sin embargo ¡son más comunes allí que aquí!), Weltschmerz, y querencia por el humor más negro posible. Como dijo ese alguien (lo leí hace siglos, pero no recuerdo donde), esto realmente es el reverso de los noticieros: un noticiero useño es “inflación crimen sangre asesinatos en directo ¡¡VAMOS A MORIR TODOS!!”.

Siempre en todo lo alto de tu feed.
En cambio, en Europa, los noticieros respetables (aún) suelen ser los de las teles públicas, y están hechos por funcionarios que van a cobrar lo mismo, sean líderes en audiencia o no. El objetivo de un Telediario público es que estés informado, no que te escondas debajo de la cama abrazado a tu AR15. De modo que tras ver las noticias en FOX News, los useños necesitan desesperadamente un chute de optimismo azucarado en forma de un Friends, un Como Conocí a Vuestra Madre, un Sensación de Vivir, y si tienes ganas de marcha incluso un Equipo A (una serie con tiros y explosiones pero sin sangre ni muertos, tan woke que hoy no podría hacerse por la incorporación forzada de un afroamericano y un tío con problemas de salud mental, y porque los malos eran siempre caseros, terratenientes o grandes corporaciones). En cambio, en Europa, tras ver un aséptico Telediario público, el cuerpo te pide algo de vida, algo de realidad, incluso algo hiperrealista, un Forbrydelsen, un Bordertown, un Ófærð. Y -belleza de un sistema público y de una sociedad que respeta los Derechos Humanos- lo mejor de todo es que estas series ¡también te las ofrecen las teles públicas de esos países!

Europa est in televisionem optima.
Supongo que la vida tiene que ser muy bonita si al despertarte no te duele nada y tu primer pensamiento es “¿Qué voy a hacer hoy en pos de realizarme?” La clase de vida reservada a los artistas y a los ricos, y a la que todos aspiramos un poquito. Por eso de vez en cuando nos echan una serie como esta, para soñar. Y para que no montemos barricadas en la calle, claro. Pero bajo todo este buenrollismo, esta serie además trae enormes cargas ideológicas de profundidad que tenemos que comentar en una coda dedicada.
(La siguiente coda está dedicada a San David Graeber, quenpazdescanse.)
Coda: antropología anarquista de la landed gentry
La landed gentry es una clase social histórica inglesa que podríamos traducir como “baja nobleza terrateniente” (¿y esto qué tiene que ver con Ted Lasso? Paciencia, amigue lectore). En el siglo XVII, esta clase partía totalmente el bacalao, era capaz de ejecutar a un rey, y nos daba a personajes como Oliver Cromwell. Dos siglos y pico más tarde se habían visto reducidos a un arquetipo de novela de Jane Austen: la Revolución Industrial había transferido el poder efectivo a la burguesía urbana, y la abolición de las Corn Laws destruyó su fuerza económica. A cambio, se creó un nicho socioeconómico en el que la gentry pudo vivir de las rentas con relativamente poco esfuerzo, arrendando tierras o cortando cupones de acciones de la East India Company, y pasarse el día de sarao en sarao cuchicheando sobre con quién iba a casarse Mr Darcy. Y si alguno caía por debajo del nivel necesario para mantener las apariencias, ya se encargaba la burocracia del Imperio Británico de darles algún puestecillo en Ultramar donde también sestear con relativamente poco esfuerzo, siempre que lo hicieran con un inconfundible sabor british. JRR Tolkien venía de ese mundillo por parte de madre, y lo plasmó magistralmente en Bilbo y Frodo Bolsón, unos señores sin oficio conocido, pero que viven de rentas heredades en un casoplón (pero sin lujos ni pretensiones, eh) y aman profundamente ese campo por el que pasean sin cesar y al que aspiran a defender de la horrorosa modernidad y sus sucias fábricas: eso es la gentry en su forma decimonónica idealizada.
Nos vamos acercando a Ted Lasso, pero antes un dato curioso: en algún sitio leí (¿puede que aquí?) que los pueblos catalanes más recalcitrantemente carlistas en 1836, para 1936 eran los focos y feudos más recalcitrantes del anarquismo. Algo que parece absurdo, pero no lo es tanto, porque, ¿qué tienen en común la landed gentry, los carlistas, los hobbits, los anarquistas, los artistas, los profesores universitarios, y los héroes griegos del periodo micénico? Pues que -desde bases muy diferentes- todos ellos desarrollaron un ethos vital muy similar: amor por la libertad y dignidad personal y por las pequeñas excentricidades, en ocasiones bastante liberalismo sexual, un desprecio por los valores materiales (porque mayormente ya los tienen), la dedicación de la mayor parte de su tiempo a las relaciones y al desarrollo personales… y un cierto rechazo al trabajo. No necesariamente al “esfuerzo”, cuando este se justifica (Frodo, Merry y Pippin se van a Mordor o cabalgan espada en ristre contra un Nazgûl sin dudarlo, pero créanme: una vez vueltos a la Comarca, esos tres -no así Sam Gamyi- no han puesto el despertador ni un solo día de su vida), pero sí al “trabajo remunerado”, al que ven como una tumba del alma y una derrota ante el vil materialismo. Una actitud vital de lo más simpática, y hoygan, que tiene toda la razón en lo que respecta al trabajo asalariado– ¡pero joder, al final alguien en alguna parte tiene que hacer “algo”!
Este es el punto (sí, sí, enseguida llegamos a Ted Lasso, pero todo esto es necesario, créanme), en el “¿cómo organizamos el trabajo que pese a todo hay que hacer?”, en el que divergen los diferentes grupos antes mencionados. Los anarquistas más realistas hablan de reducir la jornada laboral lo máximo posible. Y, punto crucial: hacerlo para todo el mundo. Pas mal, pero por desgracia no es la actitud generalizada. La actitud generalizada entre la gentry, los artistas y los hobbits es ignorar completamente la parte del trabajo, o montarte movidas mentales/culturales en virtud de las cuales quienes realizan ese trabajo son “gente como tu”, gente “libre” que lo hace “porque quiere ayudar a los demás” (los héroes micénicos y los profes universitarios, en cambio, saben perfectamente que lo suyo se basa en el poder puro y duro – sea con la espada o con la nota al TFG). Un marco cultural donde la sociedad en la que viven es una especie de Comarca Hobbit idealizada (es increíble lo bien que plasmó Tolkien las pajas mentales de la derecha), donde todo el mundo disfruta de la misma vida y el único problema viene de fuera en forma de la izquierda los orcos, pero que se resuelve con un genocidio de nada. Si se fijan, la gente que ha conocido a un aristócrata o a un monarca siempre te suelta “en el fondo son como nosotros” – ¡claro, porque su tinglado solo se sustenta en creerse eso o al menos actuar como tal! En realidad, la gente que trabaja porque tiene que pagar alquileres y para no morirse de hambre y todo eso, para la gentry pues no existe. Caen como en una especie de punto ciego del alma gentryficada.
Y con esto llegamos a Ted Lasso: Lasso y todos los que están alrededor suyo son una gentry versión siglo XXI, y los han hecho así porque para el público americano, que es el que paga, eso somos los europeos: unos figurantes de Jane Austen, o mejor, una pandilla de hobbits, irrelevantes política, económica y militarmente pero tremendamente adorables, que dedicamos nuestro tiempo a pasear, a formarnos, y a cultivar el espíritu. Ted Lasso va andando al curro (¡¡¡un estadounidense sin coche!!!). Beard siempre está leyendo un libro, incluso en lo que supuestamente es su despacho de trabajo y su jornada laboral. Roy Kent abandona su curro en mitad de la retransmisión porque ha decidido que hay otra cosa que le llena más, y Trent Crimm abandona su curro de periodista porque le ha dado por escribir un libro, ¿qué importa el dinero? Keeley Jones y Rebecca Welton siempre paran como dos horas seguidas para comer juntas (dicen que “trabajan mucho” – pero siempre fuera de plano, no las ves, ¡eso sería vulgar!). Keeley Jones vive en un chaletazo del trece siempre impoluto cuya limpieza y mantenimiento debe costar como cuatro horas al día, pero a ella nunca se la ve pasando la mopa, para eso hay alguien (convenientemente invisibilizado, of course). Cuando le preguntan “oye, ¿cómo es liarte con tu jefa/inversora?”, ella replica un bellísimo “no, pero ella no es mi jefa/inversora, simplemente es la persona que financia mis sueños”. El KALBO que insemina a Welton era médico militar (al final resulta ser también piloto o algo así), lo cual por supuesto tampoco es un trabajo, es “servir a tu país” y lamentarte desde la cubierta de tu casa flotante amarrada en Ámsterdam que ya no hay patriotismo en los jóvenes. Y Higgins, cuando lo despiden, se dedica a tocar el violonchello en vez de buscar un trabajo nuevo, que, si yo tuviera un chalet con hipoteca, cinco hijos y un perro supongo que estaría desesperado por tener ingresos, pero Higgins no. ¿Porqué? Pues porque a Higgins no le han despedido de un “trabajo”, sino de una vocación, una ocupación, una afición. Cualquier cosa, pero no un “trabajo remunerado”. Eso es para gente materialista, gris, muerta por dentro. Y con esto llegamos al Gran Cisma: Nathan Shelley.

Enter Nathan.
(Que Nathan sea tan bajito, BTW, me recordó los orígenes del fútbol. Allá a finales del XIX las reglas aún eran muy fluidas, sin distinción clara entre fútbol y rugby. Y el fútbol se jugaba de manera muy física, pillabas el balón y corrías para adelante, de cabeza contra el defensa. Este estilo beneficiaba muchísimo a los equipos burgueses sobre los obreros, ya que por obra y gracia de la sociedad de clases y su desigual acceso a la comida el burgués medio le sacaba una cabeza y 20 kilos de peso a los mal alimentados proletarios. Los burgueses solían ganar… y entonces los obreros se inventaron el fútbol de combinación. ¡Se pasaban el balón entre ellos! Los burgueses se vieron relegados, porque por mucho que corrieran no llegaban nunca al balón, y reaccionaron de una manera totalmente previsible: retirándose al rugby, donde la superioridad física aún les servía -modificando las reglas para hacerla aún más decisiva-, y convirtiendo ese deporte en el sello distintivo de la upper class mientras el fútbol se convertía, ts ts, en ese campo de las bajas pasiones de las clases igualmente bajas. Y nada, simplemente quería compartir esto con ustedes.)
Casi nadie ha entendido la movida con Nathan Shelley: su personaje, que empieza como utillero pringado y asciende a entrenador asistente, se acaba peleando con Ted Lasso y sale pitando al club rival, para ser jefazo y desde allí enfrentarse al AFC Richmond. Y no se ha entendido porque humanamente no tiene mucho sentido, así que la mayoría lo explica en términos de guion: había que crear un malo convincente, los mejores malos son aquellos que antes eran amigos, doblemente si es personal, así que nos montamos toda esta movida absurda con Nathan para tener a ese malo perfecto. Pero aquí es donde entra la gentry internáutica de LPD a darles las claves secretas. Porque, puestos a crear un malo “personal”, también podrían haber tirado con Roy Kent, o con Beard, o incluso con Higgins, pero por alguna razón han elegido a Nathan Shelley. Y probablemente ni siquiera se dan cuenta, simplemente les pareció “sí, este pega”. Pura ideología, doblemente deliciosa por cuanto aquí la estamos viendo en acción sin que los guionistas se pispen siquiera: no lo saben, pero lo hacen.
Esa razón profunda es la que les viene a explicar LPD: Nathan es el anti-gentry. Frente al amor por la libertad personal, Nathan trabaja como utillero por dinero. Frente a la dignidad como valor fundamental, Nathan acepta sumisamente que le humillen una y otra vez los abusones del equipo en vez de irse (que sí, que amor por los colores, pero igual es que necesita la pasta para dejar de vivir en el sótano de sus padres, amics). En lugar de adorables excentricidades personales, Nathan solo tiene tics nerviosos por exceso de bullying. En una serie donde los “buenos” follan casi sin quererlo un par de veces por temporada, Nathan no logra ni rematar a puerta con una modelo rusa de Instagram que le sirven en bandeja, y que le desprecia y humilla (para compensar le lían con una camarera que al principio le despreciaba y humillaba igual, pero al final el amor triunfa… ¡porque ella es camarera, de la misma extracción social y migrante como él!). La gentry tiene un cierto desprecio por los valores materiales, pero Nathan se emociona con el cochazo que le regala su jefe para sustituir al destartalado Mini de 1993 que tenía antes (Rebecca Welton tiene un Rolls Royce blanco con chofer -al que, significativamente, nunca le vemos la cara- pero no se pavonea con él, ¡pavonearse sería vulgar y materialista!, ella simplemente lo tiene con la misma pasmosa naturalidad de la aristocracia de nacimiento con la que renuncia al jet privado). La gentry dedica su tiempo a las relaciones personales y al desarrollo vital, pero Nathan solo tiene ojos para el móvil para ver qué dicen de él en Twitter. Y finalmente: la gentry rechaza el trabajo, pero Nathan trabaja como una mula para poner al WestHam de líder. Viendo partidos, ideando tácticas, metiendo caña en los entrenamientos. Es el primero en llegar por la mañana y el último en irse por la noche. Y ahí Nathan está exponiendo a todos los demás como lo que son: chupópteros que en el fondo no se han currado nada, que lo tienen todo por tejemanejes personales, por herencias, o por suerte (incluyendo a Ted Lasso – ascender a la Premier sin saber explicar el fuera de juego solo se explica con suerte… o con la explotación de algún Nathan Shelley). Nadie se lo ha currado; la gentry entera es un fraude.

Y por ahí ya no pasamos.
La gentry es un fraude en tanto el sueño anarco-comunista de que todos podamos vivir esa vida sin preocupaciones materiales (una vida para la que cabe usar esa gloriosa palabra tan manoseada y sobada: LIBERTAD) solo se cumple si, efectivamente, TODOS la vivimos, si es un derecho fundamental. Solo somos libres si todos somos libres. Si solo unos pocos pueden vivir así, eso no es un derecho: es un detestable privilegio. La táctica gentry (que se cuela en gran parte de la cosmovisión del electorado de derechas, con los caseros como núcleo irradiador, y también, por qué no decirlo, en cierto activismo pijo-progre) de que “en el fondo todos somos iguales y vivimos la misma vida” no es más que un engaño para no admitir que lo suyo es un privilegio, basado en herencias (PERRODISMO DE INBESTIGAZION a su servicio: por curiosidad me he ido a la web del Real Madrid, y me he enterado que solo puede hacerse socio nuevo quien sea hijo o nieto de socios, ¡el feudalismo ha llegado al fútbol!) y mantenido con contactos personales y haciendo piña contra los de fuera. Y Nathan es “el de fuera”, en todos los sentidos: clase obrera inmigrante, no conectado, sin amigos. En el siglo XIX es quien hubiese inventado el fútbol de combinación para derrotar a los burgueses.
Pero hay una vuelta de tuerca más, my friends: la gentry es tremendamente generosa en el cara a cara mientras sostiene injusticias sistémicas. Exempli gratia: siempre dan propina/limosna generosa (mientras rechazan impuestos a las fortunas heredadas). Nicolas II de Rusia, cuando se encontraba con campesinos que le contaban sus penas, siempre mostraba compasión, les daba todo el dinero que llevara encima, e incluso lloraba en los casos más sangrantes – lo cual no era óbice para mandar a cientos de miles de ellos a la muerte en guerras estúpidas e innecesarias. Y esto convierte lo de Nathan Shelley en casus belli para la filosofía de la serie: ¡a él sí le ofrecieron ser parte de la gentry! ¡Le elevaron de simple utillero, le dieron un puesto como entrenador (tercero, inmediatamente rebajado a cuarto cuando llega un amiguito y hay que colocarle), le dejaron diseñar tácticas para el equipo! ¡Y él lo rechazó, les escupió a la cara, pretendió que le apreciaran por sus méritos, no por sus conexiones personales! ¡¡No respetó su origen campesino que exigía que diera las gracias por todo!! Por eso debe ser castigado: por ser un Sam Gamyi que piensa que El Amo No Es Necesariamente Bueno Y Francamente Me La Suda. Que nos lo intentan presentar como que se le castiga por ser un inmaduro social que aún tiene que aprender, pero en el fondo es por traicionar a la gentry y por ser un vulgar materialista que ha vendido su alma por cuatro perras, y carecer del savoir faire de la verdadera aristocracia. Y los señoritos no pagan traidores (excepto en esta serie, y porque está Ted Lasso, el hombre que hace que Jesucristo parezca un incel manosférico). Por eso la conclusión de cualquier persona no-gentry a esta serie solo puede ser una: con los tacos por delante, Nathan.
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Comentario de Cividanes (18/03/2025 00:03):
Por entradas como ésta amamos LPD. Esperábamos referencias a las andanzas y penalidades del Real Zaragoza o del Valencia; puede que al hecho de que el Burnley, equipo que apoya el rey Carlos III de Inglaterra, está fuera de los puestos de ascenso a la Premier pese a solo llevar encajados 11 goles en 38 partidos (viva Maguregui)… pero siempren nos sorprenden. Al final del camino (del tocho, si se prefiere), nos espera oro.