“La Marea Humana” – Paul Morland
“The Human Tide – How population shaped the modern world”
¡Ah, la demografía! De ella ya hemos hablado por aquí, ya sea en su versión facha o en su versión “bichitos”. De todas las ciencias, es probablemente la más facha de todas, o la más susceptible de ser fachificada al grito de “la demografía es destino”. Desde los números puros y duros de ONVRES para poblar ejércitos que mueran por la patria (o al menos para poblar fábricas que nos permitan sacar pecho económico-industrial), pasando por el termómetro de virilidad que para algunos es engendrar churumbeles como churros, el rechazo a la corrosiva modernidad o a la inmigración como “invasión silenciosa”, la glorificación de la familia como pilar de la sociedad, la necesidad de que las mujeres arrimen incondicionalmente el hombro (o más bien el útero) para aumentar la Tasa de Fertilidad (TF) y el consiguiente rechazo al feminismo que cuestiona esto: todas las obsesiones fachas se cruzan ahí. Así que en un patético intento de atraer mujeres como lectoras, que los anunciantes ya no nos quieren tocar ni con un palo ponemos aquí nuestro modesto granito de arena en apoyo del feminismo comentándoles esta reciente obra de Paul Morland.
Como aquí somos como somos y nos gusta dejarlo todo pringado de partidismo y trincheras, en seguida nos preguntamos: ¿de qué pie cojea Morland? El propio Morland, de hecho, nos aclara de entrada que él solo defiende dos “valores”: el primero, que la vida es preciosa y que todas las vidas humanas valen lo mismo y han de ser protegidas por igual; el segundo, que a las mujeres hay que darles educación y acceso a anticonceptivos, y a partir de ahí dejarlas que decidan. El resto ya estaría abierto a debate.
Teoría de la Modernización reloaded
El debate, pues, se centra en la teoría presentada, que es una especie de Teoría de la Modernización para la demografía, a saber: que todos los países recorren el mismo itinerario demográfico. Empiezan en la “trampa maltusiana” de alta fecundidad y alta mortalidad, pasan por una fase de bajada de mortalidad pero la fecundidad sigue alta, posteriormente ambas caen juntas, y finalmente se instalan en la fase final, cuando mortalidad y natalidad se instalan en un nivel bajo. La caída de la mortalidad vendría dada por avances médicos y tecnológicos, y la caída de la natalidad a su vez por el mayor nivel educativo de las mujeres. Principio y final del itinerario demográfico vendrían caracterizados por sociedades estancadas o con crecimiento muy bajo, pero entre medias habría un aumento a veces explosivo de la población, una verdadera “marea humana”. Este explosivo aumento, que empezó hace unos 250 años, sería la verdadera clave de bóveda de la historia humana de lo que venimos en llamar “Edad Moderna”.
La marea humana comenzó, como no, con los anglosajones (un término históricamente incorrecto, pero elegido como alternativa a “británicos” para no herir las sensibilidades de irlandeses o norteamericanos), es decir, con los habitantes del Reino Unido de la Gran Bretaña y sus parientes del otro lado del charco, que estrenaron la modernidad hacia 1770 con el inicio de la Revolución Industrial. Una revolución que se relaciona con la demográfica como el huevo con la gallina: no podemos decir qué vino antes, pero ambas están intrínsecamente conectadas.
Los anglosajones aprovechan su marea para colonizar el Imperio Británico, o al menos las partes que pueden limpiar fácilmente de sus nativos: Canadá, Australia y Nueva Zelanda, lo que ellos mismos llaman “white settler colonies”. De ahí, especialmente de Canadá, saldrá el trigo necesario para alimentar a la sobrepoblada madre patria. En el resto del imperio, se conforman con crear una oligarquía blanca de comerciantes, latifundistas, funcionarios y militares para expoliar a gusto. La clave está en que posesiones imperiales y boom poblacional coinciden: la población de Gran Bretaña se triplica a lo largo del XIX, y eso que mientras tanto manda millones de emigrantes a las tierras conquistadas.
Esta es una importante diferencia con el Imperio Español, que solo llenó de oligarquías sus colonias, ya que España, según Morland, demográficamente no daba más de sí: todo el siglo XVII es de retroceso poblacional, luego hay que recuperarse un poco, y para cuando empieza la “marea española”, que es ya en el siglo XX, ya no tenemos colonias, y nuestros emigrantes no van a fortalecer posesiones de ultramar sino el Wirtschaftswunder alemán y los treinte glorieuses franceses.
(Caso aparte es Estados Unidos, que recibe millones de inmigrantes, al principio británicos, pero luego de todo el mundo. Con toneladas de racismo acompañando a cada apertura, imponiendo a veces restricciones por zonas de origen, pero también con un talento único para convertir a esas masas de vietnamitas derrotados, irlandeses famélicos, judíos huyendo de pogromos, coreanos evangelizados, liberales alemanes exiliados o sicilianos vendetteados en estadounidenses al 110% cantando America the beautifull con lágrimas en los ojos.)
La coa es que, cuando llegan las mareas de los demás, la fertilidad anglosajona ya ha decaído bastante. Morland saca datos y datos para afirmar que una regla bastante universal es que cuanto más tarde empiece un país a generar su “marea humana”, más fuerte lo hará y menos tiempo durará. La “marea anglosajona” dura casi un siglo, pero los crecimientos apenas superan el 1.5% anual (lo que supone duplicar cada 30-40 años, pero lejísimos del 4% ahora mismo de Omán, o incluso el 5% de Sudán del Sur). Para 1880 la marea anglosajona ya está a la baja… mientras otras mareas no han hecho más que comenzar. Y con ellas las recurrentes histerias occidentales.
Histerias demográficas
Porque esa es otra: como fueron los primeros en subir y posteriormente en bajar, los anglosajones/occidentales/blancos han estado viendo cualquier nueva “marea” posterior con aprensión, si es que no con histeria. En 1900, los británicos sufren para derrotar a los Boers, lo que desata miedos a la “decadencia racial” y les hace mirar con recelo a los alemanes, cuya población explota y puebla ese nuevo Reich en el centro de Europa (Francia, en cambio, no les preocupa, porque se pasa estancada todo el XIX y parte del XX, y eso que ya empieza a recibir inmigrantes: misma población en 1945 que en 1870, no les digo más).
Los alemanes a su vez están acojonados con los rusos, que van un poco por detrás de ellos y cuya marea prontamente les adelanta, un hecho que en el verano de 1914 debió empujar a más de un dirigente alemán a decir “es ahora o nunca, si les dejamos 20 años más las mamushkas parirán hasta que haya 10 rusos por cada alemán”. El mismo razonamiento se puede ver en 1939 – y de no ser por la extraordinaria fertilidad de 1900-1920, que permitió a Stalin arrojarle un ejército tras otro a la Wehrmacht, la guerra habría podido ser muy diferente, sentencia Morland. Morland hace aquí una observación cuanto menos curiosa para ilustrarnos sobre lo imparable que puede ser la marea humana cuando se desata: todos los muertos militares de la Gran Guerra no constituyeron más que un par de meses de crecimiento en Rusia. Incluso las purgas y las hambrunas subsiguientes apenas redujeron el crecimiento total de la población – que, sin embargo, bajó con velocidad asombrosa en la posguerra.
Y lo mismo pasó con otros países, a despecho de las histerias occidentales. Japón, donde las mujeres tenían más de cinco hijos en los años 30 (y todos gritaban “¡los japoneses nos comen!”), ahora tiene la población más envejecida del mundo. China superó su Gran Hambruna y su Gran Salto Adelante sin apenas pestañear demográficamente (y todos gritaban “¡los chinos nos comen!”)… y ahora ya están viéndole las orejas al lobo demográfico. Da igual, porque la nueva histeria es que “¡los musulmanes nos comen!”, que si preguntas a cualquier facha se reproducen como conejos. En realidad, en el norte de África la fertilidad urbana está ya prácticamente en niveles europeos, la rural aguanta un poco mejor pero también está de capa caída, la total a duras penas supera los 2.1 (Egipto 2.8, Argelia 2.7, Libya 2.4, Marruecos 2.2, Túnez 2.0). En fin, histerias que en realidad parecen más religiosas que otra cosa, porque las altas tasas de natalidad de Latinoamérica nunca preocuparon.
Aquí, solo recordar que la presencia del homo sapiens en este planeta dura ya la friolera de 100.000 años, y durante el 98% de ese tiempo nadie mató a nadie por su punto de vista sobre el Nirvana, la Transubstanciación o los Cinco Pilares. Se puede vivir perfectamente sin islam o cristianismo, y obviamente todas las personas que vivirán en 2100 (la mayoría de las cuales ni han nacido todavía) son seres racionales capaces de elegir libremente sus creencias… salvo que asumamos que las creencias de cada uno no se eligen libremente, sino que son lo que desee adoctrinarte la familia o comunidad donde te haya tocado en suerte nacer.
España, los Boomers y el “dividendo demográfico”
Como ven, la historia demográfica de todas las sociedades (con una excepción, a la que volveremos más tarde) es siempre la misma: una fase inicial de alta natalidad y alta mortalidad, que se traduce en muchos niños y pocos ancianos, una fase intermedia cuando ya muere mucha menos gente pero siguen naciendo niños a tope, y una fase final cuando ya se reduce la natalidad, y la gente vive de forma habitual hasta edades que un par de generaciones antes se habrían considerado matusalémicas. Es decir, que pasamos de una sociedad con muchísimos niños a una sociedad con muchísimos ancianos – y lo que tienen en común niños y ancianos es que hay que cuidar de ellos, y que eso ata buena parte de los recursos de la sociedad (en puridad, muchísimos ancianos viven durante décadas sin necesitar cuidados, si acaso durante los últimos 1-2 años de vida – pero sus pensiones y su sanidad hay que pagarlos, y suman entre ambos un 50% de los Presupuestos Generales del Estado).
Pero entremedias, entre ambos extremos, hay un momento, que puede durar una generación, en que ya no nacen tantos niños pero aún no hay muchos ancianos, y tanto la población en edad de trabajar como los recursos disponibles están en máximos, y el crecimiento económico potencial es enorme. Esa ventana es el “dividendo demográfico”, que sin embargo solo se puede cobrar una sola vez, y lo suyo es usarlo para algo útil. Cosa que casi nadie hace, porque no se reconoce como tal, y como puede durar muchos años en seguida se asume que es “la normalidad”.
Morland no entra demasiado en el caso español, pero aquí vamos a ampliar un poco el foco. Desde la conquista romana hasta el fin de la Edad Media, la población de España oscila de manera más o menos estable entre los 4 y los 7 millones. La caída del Imperio Romano o la peste de 1348 causan bajadas importantes, pero por lo demás la situación es de estabilidad, o de crecimiento bastante lento. Desde 1500 en adelante, sin embargo, la población va a duplicarse tres veces: entre 1500 y 1800, duplica de 5 a 10 millones, de 1800 a 1910, de 10 a 20, y de 1910 a 1990, de 20 a 40 millones. Un crecimiento asombroso… que, con las previsiones actuales, no se va a repetir nunca más. Ni los números, ni el crecimiento en si: los 7-8 millones que hemos sumados en los 35 años desde 1990 han sido todos gracias a la inmigración. La marea ya ha pasado. Nuestro dividendo demográfico fue el periodo 1980-2010. O, si lo prefieren en términos político-económicos: 1978-2008, desde la Constitución hasta la Gran Recesión. ¿Y en qué invertimos nuestro dividendo? Pues en jugar a los pisitos. Tenemos unos sistemas sociales y unas expectativas de crecimiento/déficit pensados para una era de dividendo demográfico, y reformarlo políticamente va a ser casi imposible. Sobre todo porque los beneficiarios de ese dividendo, la generación que cobra pensiones de 2000€ y se compró tres pisos sin otra base que presentarse al trabajo sin cagarse encima, no va a dar su brazo a torcer. Pero eso es historia para otro post.
Uncharted
El libro es de principios de 2019. Desde entonces, han pasado cositas. La demografía no es una ciencia demasiado dada a cambios radicales… pero precisamente eso está ocurriendo. Desde mediados de los años 10, está habiendo una bajada sin precedentes en la natalidad mundial. En 2016 nacieron 143 millones de niños en todo el mundo… y desde entonces el número no ha parado de bajar. La población sigue creciendo porque nacen más humanos que mueren, pero es muy posible que los nacidos en 2016 sean la cohorte más numerosa que la Humanidad vaya a engendrar en toda su historia, un hito en la existencia de nuestra especie que ha pasado totalmente desapercibido. La caída de la natalidad, posteriormente, se aceleró enormemente con la covidia.
Y los hitos no paran: los EEUU, la “excepción occidental” porque su sociedad tan religiosa y tradicional y bla bla bla había logrado mantener la fertilidad por encima de 2 hasta el 2008, está últimamente por los suelos. Posiblemente el planeta entero haya bajado de la tasa de reemplazo (2.174, por la mortandad infantil en áfrica y porque siguen naciendo más niños que niñas) este 2024. China alcanzó su pico de población (previsto para 2030) ya en 2022 y está perdiendo habitantes. En 2021, la tasa de fertilidad de la India cayó por debajo del nivel de reemplazo de 2.1 (y además allí dicho nivel era mayor, quizás un 2.3, debido a los abortos selectivos). Latinoamérica ya cayó por debajo de 2.1 en 2016, a fecha de hoy apenas Bolivia, Haití y un puñado de estados pequeños superan la dichosa tasa de 2.1. Y esto es algo que no está en ningún modelo: todos estos países se consideran “pobres”, cuando la teoría siempre ha sido que la natalidad no baja hasta que un país se vuelve rico, que mientras haya pobreza la gente tiene hijos como una especie de “seguro familiar” ante enfermedades o la vejez. Pero ahora tenemos países envejecidos que siguen siendo pobres. Por no hablar de Corea del Sur, donde están entrando en números nunca vistos: 0.72 hijos por mujer, y camino de ser una sociedad en la que a efectos prácticos los niños que nacen se acercan al error de redondeo. Como dijo hace poco un demógrafo: “since 2015, we are in uncharted territory.”
Feminismo y smartphones
¿A qué se debe esto? La explicación rápida (y facha) es echarle la culpa al “feminismo radical”. Acusación ante la que cierto feminismo vieja escuela reacciona indignado – porque ambos, por alguna razón caen en el mismo natalismo de “cuantos más bebés mejor”. ¿Y realmente va a ser España un lugar peor en 2124 si tiene 10 millones de habitantes en lugar de 100 millones? Sí, los sistemas socioeconómicos están pensados para una población en crecimiento – pero entonces cambiamos los sistemas socioeconómicos, y santas pascuas. Que salga el feminismo de nuevo cuño y diga “sí, es el feminismo, qué pasa”, y así nos divertimos todos un poco más.
Pero, ¿tiene algo de cierto la aseveración? Pues depende de qué consideremos “feminismo radical”: si enseñar a las mujeres a leer y escribir (algo que correlaciona muy fuerte con bajadas de natalidad) es “feminismo radical” (y para los fachas de hace 200 años lo era), pues sí. Si permitir a las mujeres tener vidas propias, trabajar, y votar es “feminismo radical” (y para los fachas de hace 100 años lo era), pues también. Si darles a las mujeres acceso a anticonceptivos que funcionan y que además pueden usar ¡sin conocimiento del marido! es “feminismo radical y criminal” (y para los fachas de hace 60 años lo era), pues ya ni les cuento. En realidad, en todas las épocas, cualquier paso en dirección a que las mujeres pudieran tener una vida idéntica a la de un varón se ha considerado “feminismo radical”. Los pasos que les hemos detallado en este párrafo ya están tan asumidos que ningún partido se atreve a cuestionarlos públicamente, solo edgelords youtubers jugando con el resentimiento sexual de los incels come-cheetos. El paso en el que estamos ahora mismo parece ser el no tener que parir nunca. Muchas mujeres no quieren tener hijos, así de fácil – y al contrario que en épocas anteriores ya no se las puede obligar ni engañar.
Por lo demás: ni Japón, ni Arabia Saudí, ni Corea la Vacía son precisamente sociedades conocidas por su feminismo, y en todas ellas también están cayendo los nacimientos. De hecho, incluso con la que está cayendo los coreanos siguen negándoles tratamientos de fertilidad a las mujeres solteras, ¡antes vacíos que comunistas! El siguiente paso será hacer como en Rusia (TF: 1.41) y directamente criminalizar ciertas cosas (SPOILER: a ellos tampoco les funcionará).
Los nacimientos caen en sociedades capitalistas y sociedades socialistas, en países pobres y ricos, en sociedades urbanas y rurales, religiosas y laicas, en las que escuchan a Estopa y las que son más de la Oreja de Van Gogh. En todas partes, y a una velocidad e intensidad sin precedentes. Todavía no hay una explicación universalmente aceptada. Por los foros donde deambulan los cuñaos y aficionados, pero también en algunos círculos académicos, se maneja la “hipótesis smartphone”: lo único que tienen en común todas esas sociedades es la adopción masiva, en los últimos 10 años, de teléfonos móviles. De repente, todo el mundo tiene acceso a toda la información del mundo desde la palma de su mano, y el efecto parece ser una bajada de la natalidad. Probablemente ni siquiera sea por la propaganda feminista (hay la misma propaganda machista ahí fuera): la gente ahora puede comparar mucho mejor como su vida con otros países, otras personas, otras épocas. Y la conclusión parece ser en todas partes la misma: que el mundo es una p*ta mierda que se va al carajo, y que para eso pues mejor disfrutar lo que podamos y no traer a más niños, porque total, para que sufran y se deslomen para acabar entregándole media nómina a algún chupóptero rentista, mejor no tenerlos (y como el chupóptero en un 90% de los casos es un Boomer cascado, tampoco los va a tener él).
Perspectivas
¿Y qué hay de las bravatas fachas de reanimar la natalidad? Pues podemos decir con bastante seguridad que son eso, bravatas. Imaginen un grupo de diez mujeres: una no tiene hijos, tres solo un churumbel cada una, otras dos tienen dos, otras dos tienen tres, y las últimas dos tienen cuatro cada una. No está mal, ¿verdad? El 90% tiene hijos (en la media histórica, BTW: en todas las épocas, incluso en la más medieval de las Edades Medias, entre un 10 y un 15% de mujeres nunca tenían hijos), un 60% tiene al menos dos, y un impresionante 40% tiene tres o más. Y sin embargo, todas juntas tienen 21, lo que hace… 2.1 por barba/útero. Las gallinas que entran por las que salen, lo justito para mantenerse. Y ahora una mirada a la demografía española realmente existente: un 27% de las mujeres menores de 25 no quiere tener ningún hijo (un 32% de los hombres en la misma edad). Apenas un 25% querría tener tres. De las que tienen entre 45 y 49, un 18% no ha tenido ninguno (que sí, que la mitad querrían haberlos tenido, pero que no los han tenido). El 95% de hombres menores de 30 no tiene hijos. ¿La TF? En un 1.16. Sic transit gloria fertilitatis hispanicae.
En general, sobre dirigir las poblaciones, Morland en el libro se muestra escéptico. Es cierto que a veces la “regla general” se rompe: tras la Segunda Guerra Mundial, hubo un boom sostenido y muy largo en países como EEUU, Reino Unido o Francia. En Estados Unidos, se llegó incluso a rozar los 3.8 hijos por mujer (hijos que hoy son los boomers que nos joden a los demás, así que ojalá las mujeres de la época hubiesen aprendido a poner condones igual de bien que a hacer la tarta de manzana), pero apenas 15 años más tarde ya estaban por debajo del 2.1. La política de “un solo hijo” del gobierno chino tuvo un impacto más bien limitado… y cuando la natalidad bajó a plomo en el nuevo milenio la subieron a “solo dos hijos”, luego a “solo tres hijos”, y finalmente quitaron cualquier limitación o penalización, “pero por favor, animaros y procread un poquito, que se nos viene encima una buena con las pensiones”. Sin mucho éxito, como dijimos: la población china ya pasó su pico natural.
Sin embargo, desde la publicación del libro Morland parece haber virado un poco, apuntándose al “la demografía es destino”, y sacó otro libro titulado “No One Left”, que no es una crítica a la izquierda “porque ya no quedan izquierdistas de verdad, sois todos unos vendidos, todos menos yo, que te vendo este libro a 18.95 para explicarte que no soy un vendido”, sino un aviso: en el siglo XX la población mundial creció de 2000 a 7000 millones, pero en los 200 años que vienen podría volver a caer hasta los 2000, e incluso los 1000. Y todo el furibundo debate sobre la inmigración que tenemos en Occidente es, en el fondo, solo un debate sobre un parche temporal: los países de origen de la inmigración a Europa ya se están “secando”, y en 20 años van a necesitar ellos mismos inmigración para mantenerse. Y no hay suficiente migración en el mundo para que China cubra las vacantes que va a tener. Así que cualquier debate sobre los sistemas sociales y económicos tiene que incluir al menos el darle algunas vueltas a porqué la gente no quiere tener hijos, y como quitarles el miedo (porque en las encuestas, lo cierto es que el número de hijos deseados sí sigue siendo un poco más alto que el realmente existente). Que es básicamente hacer que la vida sea un poco más alegre, a pesar de que el programa facha es “no podemos tener cosas bonitas”.
Morland también ha enunciado el “trilema de Morland” al que se enfrentan todas las sociedades avanzadas del próximo siglo: crecimiento económico, justicia social, sociedades étnicamente homogéneas. Tres cosas que para mucha gente son deseables – y que ya nadie va a tener. Hay que elegir, como mucho podrás tener dos. Japón por ejemplo eligió los dos últimos, y el resultado es una sociedad sin inmigración y con una enorme deuda pública para financiar una cierta equidad social, pero que lleva 30 años sin crecimiento económico. El Reino Unido en cambio pasó de los dos últimos, abrió bastante la espita con la inmigración (en su caso ayuda mucho el que los académicos y élites de todo el mundo hablen inglés y así puedan hacerse con la crème de lo disponible en el mercado, claro), y lleva desde Thatcher con un crecimiento económico cachas – a costa de desigualdades crecientes que han desembocado en el Brexit y en una sociedad que cada vez está más escorada a la derecha para todo.
La excepción que se viene
Pero hay una excepción, que nos hemos dejado para el final. Una sociedad que ha combinado crecimiento económico potente con crecimiento demográfico, una sociedad “moderna” con población mayormente urbana y mucha tecnología, una cierta equidad social (al menos para los insiders), y homogeneidad étnica. Y ese estado se llama… Israel.
Israel mantiene desde hace décadas una tasa de fertilidad de alrededor de 3 hijos por mujer. Sí, ayuda que haya subsidios y cosas de esas, pero Victor Orban se está gastando un 4-5% del PIB húngaro en ayudas para familias (y exención de todos los impuestos a partir del cuarto hijo), y la natalidad húngara a duras penas supera la raquítica media de la UE. Como que las húngaras no se animan. Le dan sus votos, pero no sus ovarios.
Pero en algunos países hay un factor especial, que es la existencia de minorías con unas demografías absolutamente desbocadas. Ya hay gente especulando con que los menonitas serán mayoría en varios estados latinoamericanos allá por el siglo XXII. Va a ser gracioso cuando Honduras pida su ingreso en la Confederación Helvética en 2340. En el caso de Israel, están los judíos haredi, una variante ultra de los ortodoxos, que tienen unos 6.6 hijos por mujer (ayuda mucho que no tengan que hacer el servicio militar y que se ofrezcan a vivir en asentamientos ilegales en Cisjordania). Sin ellos, la fertilidad media de las mujeres israelíes sería de “solo” 2.47.
Es algo cultural, parece, y aunque sin duda los fachas envidian la “cultura” israelí (ya saben: servicio militar para todos, mujeres pariendo como conejos, la izquierda política totalmente aniquilada, religión oficial del estado…), quizás los demás prefiramos algo menos marcial. Parece también que este va a ser el debate que planteen los fachas durante los próximos años: que tenemos que ser más como Israel, con el Opus Dei como nuestros haredi nacionales. Probablemente lo único que nos salve es lo de siempre: el 92% de los impuestos que recauda el estado de Israel los paga un 25% de la población, los technobros del Silicon Wadi de Tel Aviv generando pasta con exportaciones tecnológicas. Y dudo que nuestros fachas pasen por ahí, impuestos altos y una economía en manos de gente que trabaja, habla idiomas extranjero-masónicos y no vive de las rentas del patrimonio fundado en 1940, vade retro Satanás. El resto del mundo ya ha pasado página del neoliberalismo, pero nuestros rancios locales siempre van 10 años por detrás, lo de eximir de todos los impuestos a las familias numerosas à la Orban ya les debe hacer el culo pepsicola y caerá en su próximo acceso al gobierno. Pero sobre todo: esa “cultura” les permite decir que los moros (y los herejes internos) son el enemigo, como en los viejos tiempos. Bueno, como lo de la religión hoy en día ya no prende tanto como antes, los fachas más modernos te salen con mierdas pseudocientíficas de los nazis del misterio.
En fin, que por sacar algún tipo de conclusión de este libro/post, enunciamos tres: primero, el futuro que nos espera es o Japón, o Reino Unido, o Israel. O Albania, quien sabe. Segundo, nos van a joder hagamos lo que hagamos, así que tengan los hijos que quieran, como si quieren freírse las gónadas/los úteros con las microondas de un radar meteorológico de la AEMET. Y, sobre todo, tercero: que cualquiera que use la palabra “biología” en una discusión política, es o un nazi, o un idiota (o ambos).
Compartir:
Tweet
Comentario de el guru (25/12/2024 20:20):
Feliz Navidad!
*1. “la demografía es destino”
100% cierto. Primera vez que escucho que es una afirmación fachificable. Pensaba que esta web estaba llena de materialistas dialécticos.
*2.feminismo y fertilidad
La principal correlación con la bajada de la natalidad es el nivel de educación de las mujeres. Es un tema bastante estudiado.
https://ourworldindata.org/grapher/womens-educational-attainment-vs-fertility
Incluso hay tipos como ¡el propio Doctor Maligno! (aka Klaus Schwab) que afirman que hay una relación causal.
https://www.weforum.org/stories/2015/11/the-relationship-between-womens-education-and-fertility/
*3. “Corea la Vacía no es precisamente una sociedad conocida por su feminismo”
jojojojojojojajajaojojojojojojojo
Me divierte recordar que hace unos pocos años, Corea del Sur era *literalmente* un país controlado por un aquelarre de brujas lesbianas. Literalmente.
https://en.wikipedia.org/wiki/2016_South_Korean_political_scandal
https://en.wikipedia.org/wiki/Choi_Soon-sil
*4.Israel y UK
No se puede poner a Israel como ejemplo de natalidad cuando es un país que existe por ser subvencionado por EEUU. Y no se puede poner de ejemplo a los Technobros de Tel Aviv como ejemplo de trabajadores cuando su principal actividad es timar y esquilmar a inversores americanos.
¿Sabe que país ha aumentado la natalidad en los últimos 20 años (y me sorprende que no se mencione en el libro)? Kazajistán.
Reino Unido tampoco es el ejemplo de futuro que busca. El ejemplo que busca es Arabia Saudí. Un país que importa a millones de hombres entre 18 y 60 años de Bangladesh, India y Pakistán (el 40% de la población) para que sean la clase baja de pseudoesclavos. Esa es la idea detrás de usar la inmigración para paliar la baja natalidad. Y ni siquiera es solución a largo plazo (apenas un amortiguador) pues las familias inmigrantes no tardan en alcanzar la baja natalidad del país de origen tras pocas generaciones.
*Bola extra:
No tengo DATOS pero tampoco dudas de que el aumento de la natalidad del siglo XX se debió al aumento de la extracción de petróleo y carbón. Es decir, “tener más energía lleva a tener más humanos”, en lugar de “hay que extraer más energía porque hay más humanos”. Al fin y al cabo la mitad del nitrógeno de nuestro cuerpo se lo debemos a Fritz Haber.
*Bola extra 2:
Me abstengo de hacer grandes comentarios sobre la influencia de ciertas intervenciones farmacéuticas en el número de abortos.
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/aji.13934
https://europepmc.org/article/PPR/PPR591421