The Mallorca Files (BBC, 2019-2024)
(AVISO DE EXENCIÓN DE RESPONSABILIDAD: al parecer, algunos lectores no ven bien que en nuestras críticas desvelemos aspectos importantes de las series, lo cual les quitaría atractivo. Con independencia de que nos resulte un poco sorprendente que uno busque, en una buena crítica cultural, la exclusión de casi todo lo que tiene que ver con el producto y su sustitución por verborrea expuesta con suficiencia y que carece totalmente de contenido –es increíble, en este contexto, el daño efectuado por la crítica cinematográfica al cine-, como somos gente de bien les avisamos: aunque no se lo crean, la crítica de “The Mallorca Files” desvela la trama de la serie “The Mallorca Files”).
¿Cómo es esta serie? Pues si tuviésemos que resumirla con una palabra: mala. Esto no tiene vuelta de hoja, estamos ante una chorrada para rellenar un slot de emisión de una horita para un público poco exigente al que hay que dárselo todo mascadito y sin subtítulos. A partir de este hecho incontrovertible, si deciden verla es bajo su responsabilidad. Dicho esto, ¿es lo bastante mala para ser buena? Pues esto ya va por gustos, pero nosotros sí sentimos un cierto interés en el mundo que nos recrea. Porque verán, aquí estamos ante la auténtica y verdadera cultura europea, ante la civilización occidental si me apuran. Ni Shakespeare (que nunca abandonó Gran Bretaña), ni Beethoven (que apenas se movió del Sacro Imperio), ni Molière (un señor que siempre se moría de ganas de volver a París), ni Cervantes (este sí vivió un par de años fuera de España, pero no en Europa sino en África, me suena que viajó al Adriático, pero igual no tuvo mucho tiempo para hacer turismo): todos estos señores serán epítomes de sus culturas nacionales, pero no más.
En cambio, en esta serie se funden la Europa germánica (el prota es alemán y está interpretado por un actor austriaco-neerlandés), anglosajona (produce la BBC), celta (la actriz que interpreta a la prota es galesa – sí, por los pelos eso es celta, y la pobre mujer tiene que soltar un más cornás da el hambre antes de ponerse la zamarra de los tres leones), y sobre todo la mediterráneo-románica (se rueda y actúa en Mallorca, provincia de las Islas Baleares, en ESPAÑA). Y a lo largo de la serie aparecen secundarios como un ciclista francés, oligarcas rusos, un irlandés pintor/confidente policial, farándula internacional del mundillo de la moda, un falsificador holandés… ¿Mallorca como melting pot del Viejo Mundo, como rompeolas de las Europas, como utopía, como heraldo de una futura Sacra Unión Federal de la Nación Europea? Rotundamente sí. ¿Que todos estos elementos solo se mantienen unidos por guiones chorras y paridas mentales propias de un adolescente lampando por desfasar en Magaluf? Rotundamente sí también. ¿Qué nos dice eso sobre la civilización occidental? Ahí rotundamente les dejamos proyectar a ustedes.
Planteamiento
El planteamiento es de una novedad rompedora nunca vista: una pareja de policías totalmente diferentes, obligados a trabajar juntos. Como vivimos en la posmodernidad, dichos policías tienen que jugar además contra nuestros prejuicios, así que ella es una británica a la que no le gusta ir a Mallorca y que está obsesionada con su trabajo, y él es un alemán muy pachorra y desorganizado al que destinaron a Palma por seis meses como enlace entre las policías española y alemana, y como le pilló el gusto a la cosa pues lleva cinco años allí y se ha adaptado tanto al ambiente que solo le falta apatrullar en alpargatas. Ella en principio solo vino a detener a un mafioso, pero luego resulta que este escapa y por alguna razón su jefa en Londres le dice “mira, te vas a quedar una temporada allí en la isla, que se aclare todo; quien sabe, igual pillas al malo”. ¿Y qué hace nuestra Policía Nacional? Pues meterse los fondos europeos en el bolsillo y no hacer preguntas de porqué en Londres quieren librarse de la loca pesada esa darle a cada uno de los dos una placa, y ponerlos a resolver crímenes en la comunidad extranjera residente en Ses Illes, a razón de un caso por episodio.
Como principal experto de LPD en Mallorca (es decir, escribí el artículo para las elecciones autonómicas de 2015 y repetí en 2023 -porque los redactores isleños de pro no se enteraron de los plazos- y hasta puedo decir que he estado varias veces allí, si bien debo confesar que en mis estancias el lenguaje que más usé fue el alemán), yo disfrutaba viendo sitios y diciendo “sí, estuve allí, y allí, y probablemente allí”. Esto no sirve igual para todos los espectadores, claro, aunque sí tiene un cierto atractivo la parte “España soñada e inventada desde Allende los Pirineos”.
El rodaje en sí, además, no denota un gran desafío cinematográfico: abrimos con una banda sonora propia de un James Bond años 70 de Hacendado, planteamiento en un minutito, rodamos, y si la toma no es rematadamente mala, la usamos. Escenarios, los justos, así que, si se han reunido con un sospechoso en un restaurante, luego comentarán la jugada a viva voz en el mismo restaurante. Luego ponemos algo de música cómico-marchosa en el montaje, ¡y todo parece fluir! Como rareza adicional, señalar que en esta serie (que al fin y al cabo produce la BBC) el reparto al completo -salvo la protagonista principal- no es angloparlante nativo, pero todos hacen ese esfuerzo de hablar siempre en inglés. Y bueno, en cada episodio intentan invitar a algún actor británico para que haga de malo o víctima, generalmente actores secundarios sobreactuados a los que les han pagado con el billete, la estancia, las dietas y un par de vales descuento en Magaluf. Hoygan, ¡y agradecidos que se les ve!
La serie, como es de esperar, abunda en todos los tópicos rancios. No obstante, hay que reconocer que las ranciedades sobre los españoles se acompañan con ranciedades sobre los propios británicos. Cuando Max -el alemán- defiende el toreo “porque es su cultura y hay que respetarla”, Miranda -la inglesa- le replica “pues mi cultura es tirarte del balcón tras tomarte veinte pintas de cerveza y no te veo defendiendo eso”. Estamos, pues, ante una serie que nos iguala a todos y nos trata como adultos, unidos en nuestra común ranciedad. Lo rancio como instrumento para vehicular un continente a la deriva: Eurovisión abrió el camino, The Mallorca Files sigue la vía, los sofisticados lo llaman Eurotrash, y es lo que nos salvará de una balcanización continental.
La serie, por aclararnos, es lo que saldría si ustedes se juntan con cinco colegas y un suministro ilimitado de cerveza flojita para formar el equipo de producción (suponiendo que los seis sean de seis países europeos diferentes). Es una historia de amor en una isla a la que llegan cada año diez millones de turistas con ganas de ponerse hasta el c*lo y f****r, pero los tortolitos se han conocido en el curro. Porque en este continente nuestro, tan moderno y hasta posmoderno, sigue habiendo millones de mujeres, en Hildesheim, Bielefeld, Eindhoven, Birmingham, Caen, Cracovia, Malmöe, Brno o Roskilde, soñando con que un pálido, regordete y simpático funcionario municipal con un Opel Corsa rojo se las lleve de luna de miel a Venecia. Que es tres cuartos la love story de la serie, pero cambiando el Corsa por un BMW descapotable.
Euromallorquines
Max Winter: debería llamarse Max Sommer, porque vive en una especie de verano perpetuo. Hombre, hay zonas en Alemania comparadas con las cuales incluso un invierno en Marratxí parece la antesala del Paraíso, aunque este hombre parece ser de Düsseldorf y eso no está mal del todo. Se supone que trabaja con/para la Policía Nacional, pero en vez de la furgoneta Peugeot con los colores reglamentarios conduce un BMW descapotable de hace unos 20 años, y va a todas partes con camisa guayabera y gafas de sol. Su adaptación incluso ha progresado lo suficiente para no llevar calcetines con las sandalias.
Para cubrir bien todos los tópicos, Winter está un poco fondón, come salchichas con muchas especias, y su padre (con el que se comunica en inglés, para facilitar las cosas) dirige una fábrica de componentes de automóvil en Alemania. ¿Se puede ser más alemán?
(Bueno, estrictamente le falta algo que yo les he acabado viendo a la mayoría de los alemanes que han venido a España con ideas happyflower y han estado más de un par de meses: que descubres con sorpresa que aquí, al menos si eres currito, trabajas y sudas bastante más en que la Heimat.)
Miranda Blake: la prota principal (pero la comentamos en segundo lugar, por nuestra acendrada germanofilia), una agente incapaz de relacionarse con los demás. Esto ya lo hemos explorado a nivel autista, pero Miranda no parece ser neuroatípica: simplemente es británica, londinense para más señas, y una workaholic de libro, circunstancia que intentan hacer chocar con la idiosincrasia local, ya saben “hahaha, those lazy spaniards”.
Tras unos cuantos episodios superchorras, es decir, haciendo bromas sobre el cuerpo presente del finado, meten una historia un poco más sórdida sobre drogas, trapicheos y explotación, para contarnos que Miranda trabajaba en Narcóticos y se salió porque mataron a una confidente con la que trabajaba y a la que le había cogido cariño. También tiene miedo a estar encerrada a oscuras, y perdió traumáticamente a su madre siendo muy joven, entre otras cositas que van dejando caer los guionistas para humanizarla un poco.
Hacia el final de la serie, ya está tan integrada que la tenemos donde la queríamos: odiando a los putos guiris (que son unos mimados caprichosos), a los de Tierra Firme (que solo vienen a liarla y a quitarles casos – pero bueno, con el agente guapo ese de Barcelona pues sí quedo un par de veces a ver si surge algo), e incluso a los de la Part Forana (que son unos paletos, indignos de recibir algo desde Palma). De hecho, media tercera temporada consiste en “vamos a disfrazar a Miranda para infiltrarla en situaciones raras para que tenga que actuar con evidente incomodidad (con humorístico resultado)”, como trabajadora en un hotel, pareja de un millonario, o invitada en una colonia de amazonas feministas (que tienen a Sa Dragonera como refugio privado).
Inés Villegas: la comisaria de la Policía Nacional bajo cuya autoridad la extraña pareja va a trabajar. La primera vez que salió en pantalla yo dije “parece la mala de V”, y ya no me lo pude quitar de la cabeza. La pintan como una figura con autoridad natural, con el necesario puntito “mujer de armas tomar made in Spain”. Por la misma, también la visten siempre con prendas de cuero o intenso color rojo, y a veces la peinan con rizos.
Carmen Lorenzo: Max empieza la serie con una novia española, Carmen, que por supuesto cumple el topicazo “mujer morena y pasional”, en lo que parece una relación que funciona razonablemente bien. (INCISO: LPD anunciaba las parejas mujer española/varón germánico -o asimilablemente centroeuropeo- como tremendamente felices y fructíferas hace ya 20 años.) Siguiendo con el tópico, Carmen trabaja en la hostelería (concretamente en el bar de su padre) y su padre cumple al 110% como “bonvivant sureño y patriarca de Hacendado”. El apellido lo interpreto como un homenaje a otro palmeño de pro. Tras rechazar la oferta de matrimonio de Max en el segundo season finale, Carmen le sale con una contrapropuesta: vámonos a vivir juntos, lejos del sol y del mar, pagándole ¾ de una nómina a algún votante de Ayuso, y a ver qué pasa. Pues qué va a pasar, xiqueta, que the spanish dream no puede competir con the european dream.
Desarrollo
Las tramas pican un poco de todo (extorsión, secuestros…) pero principalmente asesinatos, con sus dos o tres sospechosos usuales y una explicación chorra para la resolución. Estamos, quizás, ante un intento británico de fusionar a Agatha Christie con un “Corrupción en Miami” europeo, pero en posmoderno (sí, ya sé que esta palabra está ya tan usada que no significa nada, ¡por eso es ideal para LPD!). Dado que en el último año pre-pandemia, 2019, hubo 34 homicidios en Ses Iles, parece que la entente anglo-teutona resuelve casi un tercio del total.
Para que no se diga que rehúyen temas “fuertes”, en la segunda temporada empiezan con la muerte de un abusador sexual – y no pueden resolver el caso porque, mira, se han auto-incriminado 27 mujeres. Sororidad al poder. Pero el plato fuerte es el episodio siguiente, que gira en torno a la apertura de una fosa común de represaliados de la Guerra de España. Y aquí hay que decir una cosa: esta serie ha logrado, quizás no resolver, pero sí señalar el camino para la superación de nuestra “guerra entre hermanos” y “las dos Españas”. Concretamente, convertirla en folclore, como hace la serie, con una familia ridículamente facha, una exhumadora ridículamente progre, y un anarquista ridículamente anárquico. España, el país de los toros, la paella, y las sanguinarias guerras ideológico-civiles con matanzas indiscriminadas (lo cual además permitirá poner en valor el lore previo), todo en uno cual paquete de turoperador. Meliá Hoteles, Amadeus e Iberia deberían apadrinar a políticos extremistas por la cuenta que les trae.
Piénsenlo: ustedes y yo seguramente ya no lo veamos, pero para dentro de 100 años podríamos convertirlo en atractivo turístico, usando como plantilla las Fiestas de Moros y Cristianos, tan propias del Levante español. Fiestas de Rojos y Fachas, y la gente formaría peñas asociadas bien con los rojos (peña de comunistas, peña de socialistas, peña de anarcosindicalistas, peña de maestros rurales y sufragistas…) bien con los fachas (peña de falangistas, peña de la Legión Condor, peña de curas y monjas, peña de nazis… hoygan, ¡que existen por ahí peñas de “judíos”, “negros”, “zulúes”, “cruzados” y “aragoneses”!), todos con sus cuarteles, sus uniformes currados, sus embajadas haciendo amplio planteamiento ideológico con el lenguaje de los años 30, sus luchas simuladas, cada uno asalta el cuartel/castillo del otro, algún fusilamiento (con paintballs) contra la tapia del cementerio, y el último día en vez de al Santo/Cristo del pueblo, sacamos en procesión a la Santa Constitución y todos desfilan tras ella, unidos como hermanos. Diversión para todos, UNIDAD, y encima, turísticamente lo petaría. Gracias, “The Mallorca Files”, por mostrarnos el camino.
Volviendo a la serie, no le basta con agitar los fantasmas de nuestro pasado, sino que también se mete con las vacas sagradas de nuestro presente: futbolistas y cocineros. El resto de la temporada ya parece haberla rodado la oficina de turismo, para mostrar planos y más planos de la prístina naturaleza isleña, donde al parecer te puedes subir a un caballo y cabalgar durante un día entero hacia lo salvaje (hoygan, y tiene mérito lograr tres planos abiertos distintos en Mallorca sin enfocar una urbanización). Se non è vero è ben trovato.
Y en cuanto a los protas, ¿hay tema? Pues eso va por fases. Al principio, como dijimos, el alemán trae novia. El propósito de Carmen, entendemos, es desactivar cualquier posible tensión sexual entre Alemania y UK, para mantener su relación en lo puramente platónico-profesional. Aunque al final de la primera temporada ya se insinúa algo y queda claro que la “integración europea” es tarea (¡y deseo!) de Alemania, todo eso desaparece casi del todo en la segunda. El Brexit, se ve, que hace que lo que hay entre Alemania y UK solo pueda ser platónico. La integración europea, la verdadera-profunda que borrará los muros que separan los corazones de los hombres sin menguar un ápice sus idiosincrasias nacionales, al principio solo es una sombra en una pared.
Pero a los que no perdimos la fe, nos recompensaron con el season finale de la segunda temporada: el alemán le propone matrimonio a la española, y ella replica, “Uy, que chupi – me lo pensaré muy bien”. Con esa duda nos quieren torturar los guionistas: si volverá el Reino Unido al redil de la Gran Familia Europea, o si Alemania se hará más fuerte que nunca mientras España lleva en secreto los pantalones. Así arranca la tercera temporada, con un par de episodios para que los protas se empiecen a mirar con ojos distintos porque tienen que posar como pareja… y entonces llega Carmen de vuelta y le plantea al alemán the spanish dream: ¡que le han ofrecido un trabajo en Madrid como diseñadora de joyas!
(En el mismo capítulo, la serie nos ofrece una perlita in-su-pe-ra-ble de antimadridismo y, si me apuran, antiespañolismo: llega un inspector desde Madrid para usar a los protas como cebo para atrapar a un timador internacional, pero -SPOILER- en un giro inesperado ese inspector madrileño era el timador intentando levantarle a la Policía Nacional “dinero para aparentar” – y la inspectora jefa de Mallorca, al contrario que la Entente Cordiale germano-británica, se da cuenta desde el minuto cero, porque ¡cómo va a venir un oficial madrileño a emplear agentes locales y limitarse a supervisar, pudiendo traerse a su propia gente para colgarse la medalla! Es en sutilezas como estas que uno empieza a leer el mensaje profundo de esta serie: que the spanish dream y the european dream, por alguna razón, son antagónicos.)
¿Punto y final?
La tercera temporada es, por ahora, la última. Y la han terminado de tal forma que podría servir de series finale.
Los secundarios están aparcados en nuevas vidas, los protas parecen haber roto el muro que los separaba (o al menos lo han verbalizado), y la británica parece estar lo bastante a gusto como para comprar alfarería local. Pero, sobre todo -OJO FINAL SPOILER- el alemán declara que prefiere romper con la novia antes que dejar esta isla de reyes, esta tierra de majestad, esta sede de Afrodita, esta fortaleza del dolce far niente, esta perla suprema execrada por el Mediterráneo, esta verde majestad, esta feliz cría de humanes, este universo, este paréntesis de la modernidad, esta piedra preciosa engarzada en la plata de la mar, ese caldero en el que fluyen los sueños de un continente entero, este bendito lugar, esta tierra, este reino, esta MALLORCA. ¿Para qué queremos más?
Compartir:
Tweet
Comentario de UnoQuePasabaPorAqui (11/12/2024 13:56):
He de decir que de todas las series de resolver crímenes que me trago con mi madre cuando voy a su casa a comer, esta es la que nos hace mas gracia cuando nos reimos de ella.
Los anglosajones, que en esto del espectáculo generan léxico a patadas, tienen la expresión “polished turd” (algo así como cagarruta abrillantada) que le viene como un anillo.
En mis fantasías insustanciales, me gusta pensar que en la cuarta temporada se marcarán un volantazo con los personajes, como en esa serie ficticia de los Simpsons en el que un guapo policia (que por casualidades también se llamaba Homer Simpson) pasa de elegante y eficiente protagonista en el capítulo piloto a patán ridículo en los siguientes, para jolgorio de todos los amigos de su tocayo.
Pues lo mismo, que le pongan a los protagonistas sombreros estúpidos, calcetines y chanclas , veran que jajas.