“Heydrich, el verdugo de Hitler” – Robert Gerwarth

¿Cuánto hace que aquí no hablamos del Tercer Reich? Demasiado. Sí, de refilón hemos puesto algunas cosas, pero sin entrar demasiado en materia. Hora de compensar, cual regalo de Navidad y cumpleaños combinado, con una biografía de Reinhard Heydrich, uno de los nazis más nazis de todos y conocido como “la bestia rubia”, “el carnicero de Praga”, o “el verdugo de Hitler”, mote este último que le puso el premio Nobel Tomas Mann en una alocución radiofónica al día siguiente de su muerte por un atentado.

Porque esa es otra: Reinhard Heydrich fue el único dirigente nazi que fue víctima de un asesinato selectivo por parte de otra potencia beligerante. La pedestre razón es que, en 1942, por una parte, el Servicio de Operaciones Especiales británico aún tenía una hoja de servicios muy pobre, y por otra los Aliados le afeaban al gobierno checoslovaco en el exilio que la industria bélica checoslovaca estuviese produciendo a tope para la Wehrmacht sin que hubiera ninguna resistencia local digna de tal nombre, joder, que parecéis franceses (Contexto LPD: en 1942 el Reino Unido ni siquiera había repudiado los Acuerdos de Múnich, por si los necesitaban como parte de una paz con Hitler). El SOE y Beneš se juntaron como el hambre y las ganas de comer, y decidieron que un asesinato selectivo era una operación fácil, barata y capaz de mostrar que estaban “haciendo algo”. También es contrario a las leyes de la guerra, razón por la que primero intentaron que pareciera una acción espontánea de la población checa oprimida, y después pasaron a vale, lo matamos nosotros, pero eso es porque era tan monstruoso que lo merecía. Con lo cual ya hay un incentivo para pintarle de monstruo que hay que tener en cuenta en toda la historiografía.

Todo esto no quita que fuera, efectivamente, monstruoso: segundo al mando de las SS, creador de las Einsatzgruppen, “protector” de Bohemia y Moravia, y responsable técnico de planes para una reordenación racial del continente a base de desplazamientos de población, germanización y genocidios a escala industrial, de los que el Holocausto apenas iba a ser el primer capítulo. Lo peorcito de la peor casa, vamos. Pero como Heydrich ni escribió un diario, ni se conserva apenas su correspondencia personal, y cualquier retrato suyo es necesariamente incompleto y tiene que construirse a base de testimonios de terceros y documentos oficiales, pues hay mucho margen para que jueguen las fantasías más escabrosas sobre él. Gerwarth pretende meter un poco de orden con esta biografía.

 

“¡Poner orden! Si eso es lo que hacía yo, que no soy racista, que solo soy ordenado.”

 

Los comienzos

La mayor parte de los dirigentes nazis eran unos niños rata a los que no cuesta imaginarse comiendo cheetos en el sofá de mamá mientras postean que ya no quedan rubias vírgenes que quieran ser las tradwives de guerreros spartans nivel 37 del WoW y del LoL (que no es su caso, eh, lo dicen por un amigo), y la culpa es de Irene Montero. El homeless frustrado porque le rechazaron en la escuela de arte, el bajito cojo que compensa sus frustraciones incel acostándose con todo el elenco femenino de la UFA, el gordo con delirios de grandeza enganchado a la morfina, el homosexual con un serio problema de alcoholismo, el friki del ocultismo… al contrario que todos ellos, Heydrich no arrastra ninguna tara evidente. Es el proverbial oficial y caballero del nazismo.

Reinhard Tristan Eugen Heydrich nació en 1904 en Halle an der Saale. Su madre era seria, seca y de dinero viejo, mientras su padre era un extrovertido artista de orígenes bastante humildes pero que había progresado gracias a un considerable talento musical. Pese a todo, fue un matrimonio muy feliz, y montaron el primer conservatorio musical de Halle, al que acudían en masa los vástagos de la nueva clase media del Reich Guillermino, entre la que una formación musical era parte de la tarjeta de presentación. Heydrich creció en un ambiente musical y tocaba muy bien el violín. Pese a su porte atlético adulto fue un niño enclenque y para compensar se apuntó a chorrocientas clases de deportes (llegó a competir en esgrima). La familia era católica hasta las cachas en una ciudad muy protestante (Heydrich fue monaguillo – ¡como muchos otros prebostes nazis!), aunque al hereu lo mandaron a un Gymnasium aconfesional donde sacaba excelentes notas, tanto en ciencias como en idiomas. Veraneaban en la costa del Báltico, donde al parecer nacería la vocación de Heydrich por la mar. Y como curiosidad, devoraba ávidamente novelas de detectives y espías. Ríanse, pero según Gewarth estas lecturas le ayudaron a impresionar a Himmler (un completo ignorante en la materia) cuando se hizo necesario montar un servicio secreto para las SS, el SD o Sicherheitsdienst, del que fue primer dirigente.

 

Jugando a policías y ladrones con media Europa.

 

De la Primera Guerra Mundial se libró por ser niño, pero debió afectarle profundamente, como al resto de su familia. El conservatorio familiar se vio muy reducido (el padre se hizo del DNVP y escribía furiosas cartas quejándose de la putamodernidad que sustituía años de conservatorio por un puto gramófono), y durante las revoluciones de 1918-1923 hubo algún enfrentamiento violento en Halle, con decenas de muertos a apenas un par de manzanas de la casa familiar. Heydrich se acercó a algún Freikorps y alguna asociación reaccionaria… o al menos eso dijo años más tarde, quizás para crearse un pasado comprometido con la causa, porque la verdad es que apenas hay evidencias. Gerwarth estima que la cosa no debió pasar de tonteo adolescente y ganas de lucir uniforme.

En 1922, viendo que el negocio familiar iba de capa caída, Heydrich toma una decisión curiosa: alistarse en la Marina. ¿Por qué las FFAA, y por qué precisamente la Marina? Se especula con sus vacaciones en el Báltico, el glamouroso ascendiente de los barquitos sobre la clase media guillermina, que un amigo suyo ya se había alistado… pero en el fondo no lo sabemos. Allí se tiró nueve años. Puntilloso, inteligente y eficiente, sugieren los informes oficiales. Mediocre, introvertido y del montón, dijeron sus compañeros (después de 1945, claro, cuando igual ponerle por las nubes no era una jugada ganadora). Tuvo de oficial superior a Wilhelm Canaris, en cuya casa a menudo tocaba el violín. Su poco de bullying, su poco de viajes por el mundo, todo muy normal. Incluso, en eso coinciden todos, “apolítico” (lo que en el rancio ambiente conservador de los oficiales de Marina le da fama, pásmense, de “liberal” y “judío blanco”): después de sus coqueteos adolescentes con organizaciones de extrema derecha, ahora pasa mucho del tema. ¿Qué le trae de vuelta? Cherchez la femme.

 

Lina von Osten

En 1930, Heydrich conoce a una muchacha de 19 años, Lina von Osten, estudiante de una familia noble germano-danesa venida a menos. (NOTA: von Osten, que murió en 1985 y parece ser la principal fuente sobre la vida privada de Heydrich, era antisemita hasta las cachas, maltrató a los prisioneros asignados como sirvientes a su residencia, escribía cartas describiendo gozosa los maltratos a los judíos que había presenciado, siempre intentó exculpar al “pobrecito Reinhardt”, e incluso llegó a decir que tenían lo justo para vivir de su sueldo.) Se conocen en un baile, él se queda prendado, tras la segunda cita ya le propone matrimonio, ella acepta, los suegros contentos porque la niña ha pillado a un oficial y funcionario de buena familia, se fija fecha de boda, ¡todos contentos! ¡¡Un sueño de hadas, de príncipes y princesas, de Borbones!!

Solo hay un pequeño problema: que Heydrich estaba liado también con otra.

 

¿Por qué la gente no puede ser como los príncipes y princesas de verdad? Ah, sí…

 

No sabemos el nombre de “la otra”, y la naturaleza de la relación, pues… para ella era un “estamos prometidos”, para Heydrich parece haber sido un “no te puto pilles”, y ni siquiera tuvo el detalle de decirle algo: ella se enteró cuando le llegó la invitación a la boda con von Osten. En fin, cosas que pasan, pasiones incontrolables, líos de faldas que deberían quedar en la intimidad y resolverse con un sartenazo, la verdad es que nadie salvo los dos sabe qué había allí y bla bla bla, pero el padre de ella parece haber sido un pez gordo, y le montaron a Heydrich un tribunal de honor en la Marina. Heydrich podría haberse escapado con apenas una moderada reprimenda si hubiera aceptado que no fue del todo caballeresco, pero no se le ocurrió otra cosa que encararse al tribunal con una defensa “todas putas excepto nuestras madres”, “ella fue a por mi, la muy buscona”, y en general ponerse chulo y arrogante. El tribunal elevó el caso a Erich Raeder, quien en abril de 1931 decretó la expulsión de Heydrich, quien quedó devastado anímicamente, encerrándose durante días a llorar en su habitación.

Aquí está la origin story de nuestro villano, que había pasado nueve años entre lo más rancio de Alemania sin que se le pegara nada. Heydrich se encontró en la calle en plena Gran Depresión, y con el negocio familiar lastrado por un infarto del padre. Imposible incluso casarse, en estas circunstancias. Pero cuando Dios cierra una puerta, llega el Diablo para abrir la fosa séptica: resulta que la familia von Osten eran nazis convencidos de primera hora, y su futuro cuñado Hans miembro de las SA desde 1928. Heydrich en este punto consideraba a Hitler un payaso, hablaba de él como del “cabo bohemio”, y ni siquiera conocía la existencia del Mein Kampf o de las SS, pero un allegado conjunto, Karl von Eberstein, le mandó una carta de recomendación a Himmler. La posibilidad de impresionar positivamente a su familia política, conseguir un empleo en mitad de la peor crisis económica del siglo, y trabajar en algo así como machote portando uniforme, todo se juntó y decidió presentarse a la entrevista.

 

Der treue Heinrich

Junio de 1931. Alemania está en las garras de la Gran Depresión, con millones de parados. El partido nazi está subiendo como la espuma en las elecciones… y recibiendo un influjo enorme de nuevos militantes. Los conciliábulos supremos del partido, aunque muy contentos, se huelen que ahí está entrando también mucha morralla, mucho oportunista, y algún que otro espía de partidos rivales o de las autoridades. Deciden que hace falta una “oficina de inteligencia” para filtrar, y le encargan a Heinrich Himmler que se ocupe. Himmler es el Reichsführer de las SS, una organización menor dentro del partido (en este momento tiene solo 10.000 militantes, por 100.000 de las SA) nacida como guardaespaldas de Hitler, pero que poco a poco ha ido creciendo y tomando más responsabilidades. Al contrario que las SA, más obreristas y proletarizadas, las SS se reclutan mayormente de universitarios, veteranos de los Freikorps o aristócratas venidos a menos, vamos, señoritos de toda la vida, pero ninguno de ellos con experiencia en el tema. Por eso, cuando le llega la carta de Eberstein hablándole maravillas de un oficial militar expulsado por una chorrada y que encima tiene experiencia en labores de inteligencia (una mentira piadosa de Eberstein, que sabía que Himmler buscaba precisamente eso, en realidad Heydrich se había especializado en comunicación por radio), Himmler le invita a venir.

 

“¿Es currículum o currículo?”

 

El encuentro (Lina von Osten lo calificará como “el día más importante de mi vida”) es muy cordial: Heydrich (rubio, ojos azules, metro ochenta y pico) no puede por menos que impresionar a Himmler, embebido con las mierdas racistas del partido. La mentirijilla de Eberstein sale enseguida a la luz, pero bueno, ya que has venido hasta Múnich, dime, ¿cómo organizarías una oficina de inteligencia? Heydrich se sienta a la mesa de la cocina, tira de las novelas de espía de su infancia, y en 20 minutos esboza un croquis que luego presenta con aplomo y dicción militar. Himmler queda impresionado y le contrata ahí mismo.

La relación entre ambos ha dado para mucha literatura (también de Lina von Osten, que odiaba a la esposa de Himmler). Tras la guerra, algunos han intentado vender la idea de un enfrentamiento: un Heydrich hiper-ambicioso, atado en corto por Himmler merced a “hechos vergonzosos”. Gerwarth no ve nada de eso, sino una colaboración muy cordial y leal. Eran muy distintos, pero precisamente por eso se complementaban muy bien: la fría determinación de Heydrich compensaba las ocasionales indecisiones y arrebatos místico-raciales de Himmler, que por su parte ponía el seny del que carecía su arrogante vice. Para Heydrich, Himmler siempre fue el referente, más incluso que Hitler, con quien apenas se reunió en privado antes de la guerra. Juntos fueron el ideólogo racial y su hombre de acción. O como decía el chiste: HHhH: Himmlers Hirn heisst Heydrich (“el cerebro de Himmler se llama Heydrich”).

¿Y el “hecho vergonzoso”? Pues nada y menos: en 1916, alguien publicó una Enciclopedia de la música alemana en la que salía el padre de Heydrich en dos parrafitos – con un comentario que insinuaba que era judío (un rumor nacido por un antepasado con un apellido de resonancias judías, “Süss”, pero del que no hay absolutamente ninguna evidencia de que lo fuera). Sin ser los Heydrich particularmente antisemitas (¡Reinhardt tenía un “amigo” judío!), Heydrich padre pleiteó contra la editorial (pensando, probablemente con razón, que ser visto como judío era malo para su negocio, independientemente de sus propios sentimientos hacia los judíos), que tuvo que corregirlo en ediciones posteriores, pero siempre quedó ese rumor de que los Heydrich tenían sangre judía. Heydrich tuvo que someterse a una humillante investigación dentro del partido, y aunque salió completamente exonerado, los rumores no callaron.

 

Not amused.

 

Antes de ponerse a jugar a los espías, Heydrich tuvo que hacer un poco de mili: Himmler le mandó unas semanas a Hamburgo, a fogarse con los nazis en las elecciones locales peleando con los rojos. Heydrich lo hizo muy bien, y a la vuelta se encargó del Sicherheitsdienst. Que al principio solo era él, reuniendo fichas y archivos y contratando a confidentes dentro de las asociaciones locales, aunque trabajaba por tres. Incluso se llevó trabajo a casa, pero literalmente: con la excusa de que los posibles espías intentarían infiltrar primero la Casa Parda, argumentó que el servicio de contraespionaje había que sacarlo fuera, y se llevó el material a la habitación que alquilaba. Empezaba a asomar su voluntad, no de hacerse con el cotarro entero, sino de montarse su chiringuito personal sin supervisión alguna.

Por lo demás, pues a medrar se ha dicho: un ascenso cada 10 meses (uno como regalo de boda: Himmler empieza a empujar a sus hombres a casarse y procrear ad maiorem gloriam aryan genus), y crecimiento continuo del SD. El único bache, aunque compartido con el resto del NSDAP, es a finales de 1932: el partido ha bajado en las elecciones y parece haber tocado techo. No hay fondos y al SD incluso le cortan el teléfono. Todos andan alicaídos excepto Hitler, que no se baja de la burra y le exige a Hindenburg la cancillería y medio gobierno – y triunfa.

 

¡Carguitos!

En la Machtergreifung Heydrich apenas interviene, pero unos meses más tarde Hitler depone al gobierno de Baviera, Himmler es nombrado jefe de la policía bávara, y coloca a Heydrich al frente de la “sección política”. ¡Su primer carguito! Y además su cantera, de aquí sacará a varios de sus minions cuando vaya montando su imperio, por ejemplo Heinrich Müller, un simple agente bávaro que pese a haberse resistido a la toma de poder nazi acabará de director de la Gestapo. Heydrich y Himmler purgan la policía de indeseables, y luego la usan para detener y torturar a miles de opositores, hasta diez mil.

 

También crean, muy prontito, el campo de concentración de Dachau.

 

Hasta ese momento, nunca en la historia de Alemania había habido una policía “nacional”, el orden público ha sido cosa de los Länder, aún persisten las policías bávara, sajona, prusiana… y claro, los barones regionales nazis se resisten con uñas y dientes a entregar este instrumento de poder. Pero cada policía tiene una sección dedicada a crímenes políticos, que no suele ser muy grande, y Himmler cuela en Berlín que hay que centralizar la lucha contra los pérfidos rojos, así que las policías políticas de toda Alemania se ponen bajo control de las SS, y las gestiona… pues la más exitosa de todas, la bávara, con nuestro amigo Heydrich al mando, que se encarga de que el SD también reclute de entre los nuevos responsables.

Con una excepción, eso sí: Hermann Göring es Comisario del Reich para Prusia y tiene sus propios planes para la policía política prusiana, que ya está remodelando para sus propósitos con el nombre de Geheimes Staatspolizei-Amt (cuenta la leyenda que los acrónimos “Gestapa” y “Gestapo” se los inventa por iniciativa propia la oficina de correos para facilitar las entregas). Pero Himmler se lo camela, “tú siempre serás Nummer Eins, Hermann, ni lo dudes”, y en abril de 1934 Heydrich se muda a Berlín para ser el director de la Gestapo, una organización de 700 empleados que en tres años se van a multiplicar por diez, mientras retiene el control sobre el SD y las otras policías políticas. La base de su poder no es algo estructural, sino una colección un poco random de carguitos en el partido y la administración pública.

En lo personal, empiezan ya a asomar todas las características por las que será conocido: sus padres y hermanos van cada vez peor económicamente, pero él se desentiende de ellos y deja de ir a Halle. Como jefe es cada vez más despótico, no tolera que le lleven la contraria y vapulea a sus subordinados con una memoria fotográfica y gran atención a los detalles. Es desconfiado, a veces impulsivo. Cultiva una imagen de austeridad y sobriedad, exige siempre aspecto impecable, y rara vez fuma o bebe en público. Trabaja desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche, cenando muchas veces en la oficina. Aun así, encuentra tiempo para hacer deporte… y obliga a sus funcionarios, mujeres incluidas, a secundarle.

 

De 1937 en adelante será “Inspector SS para ejercitación corporal”.

 

Eliminación de enemigos de la patria (y propios)

Hasta aquí, un ascenso vertiginoso. Claro, eso desata celos, y aquí caen las denuncias de pasado judío y la investigación. Parece difícil subir más para un tío que se apuntó al partido tan tarde como 1931, pero va a caer siempre del lado bueno en cualquier purga o limpieza. Primero, eliminación de las SA, que tras la toma del poder exigían la “revolución pendiente” y asustan a los socios conservadores de Hitler, todavía influyentes. Hitler y las SS saldrán enormemente reforzados de la noche de los cuchillos largos, las SS por entonces ya tienen 200.000 miembros y van a desplazar completamente a las SA. Heydrich pone al SD al servicio de la purga fabricando evidencias contra los dirigentes de las SA, usa a la Gestapo para la mayoría de asesinatos, y -¡mostrando iniciativa!- se encarga personalmente de que fusilen a Erich Klausener, un destacado político católico. Posteriormente, Heydrich y Himmler liderarán ataques contra las confesiones religiosas, con acusaciones de pedofilia y homosexualidad contra miembros del clero, e introducen en las SS fiestas “arias” que sirven de alternativa a los ritos cristianos, con vistas a que los adopte en un futuro todo el Volk alemán. Cría monaguillos y te sacarán los ojos. También van contra los Testigos de Jehová, pero a los masones los dejan relativamente tranquilos (porque prácticamente se disuelven solos… y quizás porque el padre de Heydrich era masón). Con 30 añitos, Heydrich es ascendido a SS-Gruppenführer.

El siguiente rival es el servicio secreto del ejército, la Abwehr. La comanda su viejo conocido Wilhelm Canaris. Con este también va a acabar muy mal, pero en estos primeros años colaboran cordialmente, pactando un acuerdo de diez puntos (“los Diez Mandamientos”) para el reparto de tareas: la Abwehr se encarga de todo lo militar y de proteger las bases, el SD del espionaje industrial y de la seguridad en las zonas fronterizas, la Gestapo de los crímenes políticos.

Luego le toca al ministerio del Interior, dirigido por Wilhelm Frick, que resultó ser un hueso duro de roer. Resulta que Frick no veía con buenos ojos toda esa organización paralegal de las SS y consideraba los campos de concentración como meras herramientas temporales para asegurar la toma de poder. Una vez estabilizado el régimen, hacia 1935, pensaba que había que volver a las vías legales y a que el gobierno lo controlara todo. La respuesta de Himmler y Heydrich fue ir a más, incluso pese a que ya no quedaban enemigos políticos internos dignos de tal nombre. Su “narrativa”: en realidad, todos los crímenes, incluso los comunes, eran causados por elementos racialmente degenerados. ¡Un alemán puro nunca cometería un crimen! El crimen común era la marca del judío, y ser judío era prácticamente un delito político, así que el papel de SS+Gestapo no debía ser reducido, sino todo lo contrario: agrandado, porque realmente todo crimen era político.

 

Curiosamente, contra los separatistas no hicieron nada. ¡Así les fue, haber aprendido del Caudillo!

 

Nueva ronda de Juego de Tronos interno, y en junio de 1936 Himmler es nombrado jefe de la policía alemana. Nominalmente bajo Frick, pero realmente bajo Hitler, Himmler y Heydrich empiezan a fusionar a las SS con la administración pública por el probado procedimiento de acumular carguitos en ambas ramas.

 

Judíos y operaciones

Curiosamente, hasta ese momento las SS apenas habían actuado contra los judíos. Los ataques y discriminaciones que hubo desde el primer momento corrieron a cargo de las SA, las Juventudes Hitlerianas, el ministerio del Interior (donde idearon las primeras leyes raciales) y algún Gauleiter entusiasta. Las SS estaban a otra cosa, ampliando su influencia y deteniendo a socialdemócratas y comunistas. Heydrich y Himmler deploraban las algaradas públicas antijudías, porque daban mala imagen ante los conservadores y ante el extranjero. Heydrich por esta época escribió una serie de artículos muy ilustrativos en revistas del régimen, en los que decía “a las ratas no se las mata con pistola, sino con gas y veneno”, y trabajaba en estimular la emigración judía (para lo que llegó a mandar a Adolf Eichmann a Haifa para negociar bajo cuerda con la Haganá). Pero a partir de 1936, con una pausa para los JJOO de Berlín, las SS empezaron a considerar al “judaísmo internacional” como su principal enemigo. Un enemigo que no estaba derrotado, al contrario, ¡estaba más fuerte que nunca!, y con ello justificaba el permanente estado de excepción en el que las SS se movían como pez en el agua.

Desde 1936, fue creada una nueva generación de campos de concentración: Dachau sirvió de modelo para Buchenwald, Sachsenhausen, Ravensbrück y -tras el Anschluss- Mauthausen. Al contrario que Himmler, curiosamente, Heydrich apenas visitó estos campos. Solo hay una única visita documentada a Dachau. Según Gerwarth, esto se debió, al menos en parte, a que su autoridad terminaba en la puerta: Heydrich te podía mandar a un campo, pero cruzado el umbral estabas bajo la jurisdicción de Theodor Eicke. Himmler aquí seguía a rajatabla la política del propio Hitler, el divide y vencerás.

El siguiente desafío fue el Anschluss: Himmler y Heydrich (que llegaron en avión a Viena antes incluso que las tropas de la Wehrmacht) se encargaron de la Gleichschaltung de la policía austriaca. Esto no costó mucho: el 80% del personal de la Gestapo en Austria serían antiguos agentes. El problema fue otro: nada más producirse la anexión, los nazis austriacos se entregaron a una orgía de violencia contra los judíos, y las SS traídas desde Alemania se unieron al entusiasmo (y a la posibilidad de robar alguna que otra cosita). Heydrich sufrió una pequeña reprimenda por no lograr contener a sus hombres, y publicó artículos afirmando que eso eran agitadores comunistas disfrazados.

 

“¡Comunistas todos, si se ve a la legua!”

 

Siguiente parada: la Noche de los Cristales Rotos. Que la organiza básicamente Goebbels, creyendo que aumentará su poder, pero la reacción internacional de espanto juega a favor de la política antijudía “seria y a la chita callando” que Heydrich y Himmler quieren imponer. Aquí propone por primera vez obligar a los judíos alemanes a coserse estrellas amarillas en la ropa: Hitler lo rechazó por excesivo, pero Heydrich se quedó con la idea y la aplicó en los futuros territorios conquistados.

Luego, Checoslovaquia. En los Sudetes, Heydrich organiza por primera vez Einsatzgruppen: unidades compuestas por miembros de las SS, las SD y la Gestapo, reunidas para la tarea específica de asegurar el control civil de un territorio recién conquistado. Heydrich considera que los seleccionados se lo deberían tomar como un honor. Se elaboran de antemano listas de opositores y potenciales elementos enemigos, y se va directo contra ellos. Entre 10.000 y 20.000 personas fueron detenidas y metidas en campos, y aunque muchas salieron a los pocos meses, todos los comunistas y antifascistas se quedaron, aunque Heydrich insiste mucho en una estricta disciplina y que no haya robos, abusos, o asesinatos innecesarios. Que todo se haga con orden. Heydrich era muchas cosas, pero nunca fue populista. Les dejamos a ustedes especular con el partido español en el que hubiese militado de haber nacido en el país favorito de la Divina Providencia.

 

Polonia

En mayo de 1939 Heydrich ya está planificando el asalto a Polonia. Su oficina elabora planes de “germanización” y una lista de 61.000 polacos que deben ser detenidos o asesinados lo antes posible, y Heydrich pedirá informes diarios del progreso. Las Einsatzgruppen estarán asociadas a unidades de la Wehrmacht, en cuya retaguardia se ocuparán de “neutralizar cualquier amenaza” – una formulación vaga y poco definida, que iba a animar a las SS a superarse cada vez más en atrocidades, como había sido la intención de Heydrich. El SD por su parte organiza la charada que justifica la invasión, y va a montar redes de informantes, apoyándose especialmente en miembros de minorías germanas. Aunque sobre el papel son instrucciones similares a las dadas en Checoslovaquia, se añade una orden que ya prohíbe relaciones sexuales “que constituyan ofensa a la raza” – y el propio Heydrich da instrucciones verbales extremadamente duras, dejando claro que todo estará permitido.

(Bueno, no todo: Heydrich deja clarísimo -e incluso castigará para dejarlo aún más claro- que los miembros de las SS no podrán robar nada a los judíos. A nadie se le investiga por pegarle un tiro a un prisionero indefenso, pero quedarte así sea con un reloj o un “recuerdo” está penado. Heydrich sostiene que todas las posesiones de los judíos están confiscadas de iure, y por tanto se está robando al pueblo alemán, y que además el robo es un motivo de baja estofa, impropio de los “caballeros” de las SS.)

 

Lamentablemente Heydrich no aprendió del maestro: ¡si dejas robar a tus matones, luego tienes una base social que te apoyará durante décadas para no tener que devolver lo robado!

 

Tres horas antes de que empiece la guerra, Heydrich termina de redactar su testamento en forma de carta a Lina, en la que le deja todos sus bienes, le pide perdón si no fue siempre un marido fiel (sí, parece que hubo rollitos por parte de ambos), menciona que aún siente “el ardiente apretón de manos del Führer de hace unas horas” y la conmina a que, si él cae en la guerra, ella vuelva a casarse para que los tres niños tengan un padre, pero por favor, “con un hombre de verdad, como el que yo intenté ser”. A estas alturas está totalmente embebido de la ideología nazi… pero el proceso no nos queda muy claro. La falta de fuentes, ya saben.

Casi inmediatamente, las Einsatzgruppen chocan con la Wehrmacht. No tanto por los asesinatos, como dirán en 1945 los defensores de la “Wehrmacht limpia”, sino por invasión de competencias y porque las ejecuciones sin juicio (que los generales las conocen, e incluso Hitler ya les había advertido antes que habría limpieza étnica) les hacen quedar mal. La Wehrmacht fusila igual a espías y francotiradores, pero al menos con juicio. Heydrich pelea por su autonomía, y cuando tiene que darse por vencido ordena bajo cuerda a las Einsatzgruppen que atiborren de casos a los tribunales militares, para poder decir “veis, la justicia militar es demasiado lenta, nos tenéis que dar mano libre”. Más de 40.000 personas serán fusiladas por las Einsatzgruppen y las milicias polaco-alemanas en los primeros tres meses, y cientos de miles enviados a campos de nueva creación: visto que en Alemania el ministerio del Interior siempre pone pegas (¡insiste en que los campos tienen que cumplir con la Inspección Técnica de Edificaciones y todo!), los campos nuevos se montan en territorio polaco, donde no llega la ley alemana. Así nace el campo de Auschwitz (de nuevo, bajo Eicke, Heydrich ni pincha ni corta).

Sobre los judíos, Heydrich y Himmler de repente se encuentran con casi dos millones, diez veces más de los que estaban “gestionando” antes de la guerra. En este momento aún no hay planes de exterminio, la idea es meterlos en una especie de Bantustán en la frontera con la URSS y que sirvan de tapón. Primero en Cracovia, luego por la zona de Lublin, y mientras esto se decide y como solución provisional, Heydrich ordena que se meta a los judíos en guetos, preferiblemente en ciudades y cerca de estaciones de tren. Al mismo tiempo, Himmler ya pone en marcha el proceso de germanización de las zonas conquistadas: se evalúa “racialmente” a la población, se expulsa a los no asimilables, y se dan sus granjas a alemanes, generalmente a minorías alemanas en los Balcanes o en la propia URSS, que se repatrian con tal fin (aunque los soviéticos amenazan con parar la salida de ruso-alemanes si los nazis no dejan de enviar a judíos de vuelta). Toda esta gente expulsada también tiene que ir a algún sitio, y Himmler y Heydrich quieren mandarlos al Gobierno General, pero chocan con el gobernador Hans Frank, que hace valer su cercanía a Hitler para pararlo. En realidad, todo es muy improvisado, y continuamente hay modificaciones y reorganizaciones, mientras se aprende sobre la marcha.

 

Digan lo que quieran de él, ¡pero nos dio a todos un masterclass de uso de metodología Agile/Kaizen!

 

Finalmente, se decide estructurar todo un poco mejor, y el 27 de septiembre de 1939 todas las competencias de Heydrich, del partido y de la administración, se funden en una nueva oficina, el Reichssicherheitshauptamt o RSHA, que va a ser el principal instrumento de represión en los territorios ocupados. Un cuerpo de “guerreros políticos”, no de abogados, muy flexible y adaptable, que unificaba en sí mismo la investigación, planificación y ejecución de las políticas raciales y de seguridad.

 

Del Oeste al Este

La Wehrmacht estaba lo suficientemente chinada para exigir que en el Oeste la administración fuese puramente militar y no se diese pábulo a las SS. Hitler aceptó, y Himmler tragó – de todas formas, su ideología racial tenía planes y usos para las poblaciones de Europa occidental que no exigían exterminios. Heydrich, capaz de apuntarse a un bombardeo, se apuntó, efectivamente, a un bombardeo y voló veinte misiones de combate en Noruega como voluntario en la Luftwaffe. Sobrevivió casi ileso a un siniestro total en un despegue, y volvió a casa con una cruz de hierro de segunda clase. Curioso: pese a ser alemán, vivir las dos guerras mundiales y haber sido nueve años oficial en la Marina, esta fue -casi- su única experiencia de combate. Su actividad en las SS técnicamente lo convertía en parte de la administración civil, y von Osten tuvo que pleitear diez años por una pensión de viuda de guerra (que la consiguió, natürlich).

Heydrich también elaboró listas para detención/fusilamiento en caso de una posible invasión de Gran Bretaña, y colaboró en la propaganda con que se regó al pueblo inglés, pero de nuevo, la cosa no se concretó. Por eso, cuando empezaron los preparativos para Barbarroja, Heydrich y Himmler estaban determinados a que esta vez no los dejarían de lado. Las Einsatzgruppen en Barbarroja, unos 3200 hombres, tenían instrucciones muy claras – y Heydrich y Himmler, mediante frecuentes visitas al frente durante los primeros meses, se encargaron de que quedaran claras. Los documentos internos muestran un mayor “entusiasmo” después de que los capos se pasaran a saludar. En los conciliábulos de las SS se hablaba de matar a treinta millones de personas para dejar sitio a la raza aria, y el consenso era que los judíos debían ser los primeros, por más peligrosos.

Si bien no participó con las Einsatzgruppen, Heydrich no se cortó de servir otro breve periodo en el frente, aunque derribaron su avión el 22 de julio de 1941 cerca de Olszanka. Se salvó (el primer informe de la patrulla rescatadora decía que el piloto tenía una conmoción cerebral “porque no para de afirmar que es el jefe del RSHA”), y apenas 9 días después estaba en Berlín, sonsacándole a Göring (su teórico jefe vía la Gestapo) una firma para un aparentemente inocuo documento que le autorizaba a llevar a cabo “todos los preparativos necesarios” para una “solución total de la cuestión judía en la esfera de influencia alemana en Europa”, con poderes especiales.

 

Y aún tuvo tiempo, en agosto de 1941, de quedar quinto en el campeonato alemán de esgrima.

 

Otra razón para acelerar al máximo las ejecuciones: Hitler había asegurado que tras la guerra habría una administración civil, bajo el ministro de los Territorios Ocupados del Este, Alfred Rosenberg, que era partidario de alianzas con nacionalistas locales anti-rusos. Heydrich, que quería vía libre y consideraba que una guerra racial no podía ganarse con ayuda de razas inferiores, apremió a sus hombres a aprovechar al máximo el periodo “excepcional” de la guerra para completar su “excepcional” trabajo, en vez de esperar a la victoria, como había sido la planificación original.

Con esto ya tocamos el hueso: es evidente que Heydrich y sus hombres eran conscientes de que hacían algo inhumano (por eso disimularon los fusilamientos como “actividades antipartisanas”). Se justificaron en que era una tarea necesaria, a realizar tan solo una vez, para asegurar a generaciones y generaciones de alemanes un futuro en paz y seguridad. Era esta una guerra a vida o muerte, y Heydrich y sus compinches se veían como caballeros medievales. Nada en Heydrich sugiere que tuviese ningún reparo moral. Por eso también prohibió los robos: quería dejar claro que esto se hacía por una causa superior, y no por el vil metal. Y sentía un profundo desprecio por los “faisanes dorados”, nazis que ocupaban altos cargos de la administración sin más mérito que llevar en el partido desde 1925, y que solo pensaban en el lujo y en llenarse los bolsillos.

 

Wannsee

Normalmente se data en estas fechas, finales de 1941, el giro dentro del régimen desde la expulsión hacia una política de exterminio, con la construcción de proto-campos en Belzec y Mogilev, donde se experimenta con vagones de gas. Hoy, más bien se considera a esos campos como soluciones locales a problemas locales, dentro de un programa que aún estaba centrado en expulsar a los judíos del Grossdeutsches Reich. Pero se empezaron a amontonar las “situaciones imposibles” (creadas aposta por Heydrich para justificar soluciones radicales), se juntaron la declaración de guerra a Estados Unidos y el fracaso ante Moscú, y todo cambió. El 12 de diciembre, Hitler dio una charla a sus prebostes, anunció una vez más que ahora la lucha sí era a vida o muerte, y recordó su profecía de hacía años de que, si los judíos desataban una nueva guerra contra Alemania, sería su aniquilación. El mindset con el que salieron todos es imaginable.

El 20 de enero de 1942, Heydrich, Eichmann y otra docena de funcionarios, secretarios de estado, y oficiales del partido y de las SS se reunieron en una villa en el suburbio berlinés de Wannsee para encontrar una “solución final al problema judío”. Heydrich era el de más alto rango y empezó recordando que Göring le había encomendado a él la tarea, que aquí estaban para coordinarse y ayudarle, nada más, y se arrogó la gestión final, sin injerencias por parte de nadie. Resumió lo ya realizado, mostró confianza en que tras el Endsieg los neutrales pudiesen ser presionados para entregar a sus judíos, y esbozó un plan para usar a los judíos aptos para construir carreteras. “Sin duda, la inmensa mayoría será eliminada por causas naturales”. Ni siquiera se habló de los no aptos: estaba claro lo que les esperaba. Los representantes del Gobierno General en Polonia sugirieron que se empezara en su territorio, pues estaban “saturados” de judíos, la mayoría de los cuales eran “no aptos”. Y se dedicó bastante tiempo a discutir qué constituía un judío a efectos legales, y cómo proceder con mestizos y matrimonios mixtos.

 

Una ocupación muy apropiada para gente bien formada, la mitad de ellos con doctorados en Derecho.

 

En hora y media habían terminado.

Wannsee siempre ha sido señalizado como un punto de no retorno, el nacimiento del Holocausto. Gerwarth en cambio cree que en el régimen nazi nada tan grande podía aprobarse sin el consentimiento de Hitler, que aún faltaba, aunque este ya había abandonado su anterior postura de “esperamos al final de la guerra para deportar judíos del corazón del Reich”. Pero Wannsee sí encumbró a Heydrich y las SS y les dio la preeminencia en la “cuestión judía”, con las demás instituciones aceptando su papel de palanganeros. Y comprando su propaganda, que consistía en pintar una imagen exagerada del poder de la oposición al régimen: la amenaza del KPD había servido para establecer al SD, la amenaza del “enemigo interno” justificó el ascenso de las SS y su fusión con el aparato policial, los partisanos surgidos tras el estallido de la guerra justificaron las Einsatzgruppen, y ahora era la creciente resistencia en los territorios ocupados la que exigía “soluciones radicales”.

El placet de Hitler, especula Gerwarth, debió venir en la primavera de 1942. El 30 de enero, H&H se entrevistaron con él, inmediatamente se aceleraron las deportaciones, en marzo se construyeron las cámaras de gas de Auschwitz, y entre abril y mayo hubo en rápida sucesión otra serie de intensas reuniones entre los tres, de las que no quedó ningún registro, pero la cronología de los acontecimientos posteriores sugiere fuertemente que allí se tomaron las decisiones que desde mayo de 1942 significaron la muerte de millones de personas.

 

Bohemia y Moravia

Toda esta eficiencia homicida tuvo su recompensa: en septiembre de 1941, Hitler, nombró a Heydrich Reichsprotektor de Bohemia y Moravia, con lo que entramos en el “capítulo final”, por así decir (“final” porque allí le mataron, aunque en línea con lo habitual acumuló este con todos los carguitos anteriores, y aquí ya se empiezan a sobreponer muchas tramas, por así decirlo, que a Gerwarth -y a cualquiera- le cuesta separar de manera limpia). Sobre el nombramiento ha habido las especulaciones habituales, como que si le separó de Himmler. Ciertamente, esa puede haber sido la idea de Hitler, al darle un cargo que le tenía que reportar a él directamente, pero no parece haber afectado a la colaboración con su mentor. Además, casi todos los gerifaltes Nazis tenían su terruño/baronía: Göring era Reichsstatthalter de Prusia, Goebbels era Gauleiter de Berlín, Baldur von Schirach de Viena, Robert Wagner tenía Baden, Julius Streicher Frankonia… Esta baronía, junto con un ascenso a Obergruppenführer de las SS, el rango más alto en ese momento, certificaban la elevación de Heydrich al escalón superior del régimen.

 

La coronación final fue que la serie “El hombre en el castillo” le pintara como candidato a suceder a Hitler en 1962.

 

¿Las razones concretas para este cargo territorial? Pues que las actividades de la resistencia checa estaban aumentando desde el comienzo de Barbarossa, y además Hitler quería que Praga fuese una de las primeras ciudades judenfrei del Reich. ¿Y quién mejor para la tarea que el “hombre con el corazón de hierro”? En menos de un mes ya estaba deportando a mil judíos al día camino de Theresienstadt. Si antes todavía habían estado jugando con la idea de un bantustán, o de mandar a todos los judíos europeos a Madagascar, para finales 1941 ya estaba a otras (algo que sabemos gracias al Ministerio de Asuntos Exteriores español, que en ese año servicialmente se ofreció a deportar a Marruecos a los judíos españoles que viviesen en Francia, y Heydrich se opuso con el argumento de “allí no estarán vigilados”).

En cuanto a la población, la política fue de bastante palo, pero con la ocasional zanahoria, que Heydrich solo tenía 1841 hombres de la Gestapo para controlar a siete millones de personas, y además necesitaba una economía funcional capaz de abastecer al frente. Astutamente, el palo más grande se aplicó al principio (cuatrocientos fusilados y miles de detenidos en los primeros dos meses), para luego ir remitiendo poco a poco y pintarse de majete. ¡Grandes caudillos españoles han logrado estirar este truco durante cuarenta años! Era lo bastante realista para entender que había un descontento con los suministros y que no se puede currar con el estómago vacío, y se esforzó mucho por echarle la culpa a los especuladores y estraperlistas del mercado negro, llegando incluso a fusilar a alemanes por ello. Como la industria bélica checa era esencial (Göring le llegó a dar un toque para decirle en petit comite que “en algunos aspectos incluso superior a la alemana”), escuchó las demandas de los obreros, e incluso les aumentó las raciones a los trabajadores esenciales. Sin ser una ocupación light como en los países “racialmente hermanos”, tampoco se llegó a los extremos de Polonia o Bielorrusia. No obstante, Heydrich, aunque aquí sacó su lado más pragmático (Albert Speer quedó agradablemente sorprendido tras visitarle en Praga – había esperado un monstruo), nunca aparcó la ideología, y siempre recordó a sus ayudantes que “el eslavo nunca es de fiar y confunde la amabilidad con debilidad”. El objetivo final era el de siempre:

 

Me gustaría subrayar claramente la germanziación como el principio interno que perseguimos, pero solo para aquellos genuinamente germanizables. Esto requiere que procedamos de manera encubierta para llevar a cabo un inventario racial. […] Todavía cuento con una cifra entre el cuarenta y el sesenta por ciento. [Heydrich en un memorando interno]

 

El gobierno de Heydrich sobre Bohemia y Moravia resulta muy interesante porque da una idea muy clara de los planes nazis para el resto de Europa – planes, además, que en este territorio se pudieron desarrollar de manera más intensa que en ninguna otra parte: por estar ocupado ya desde 1938, por ser relativamente pequeño, por estar rodeado en tres de sus cuatro costados por tierras germanas (y en el cuarto, los cristonazis del Estado Eslovaco), y porque la Wehrmacht estaba muy lejos y por ello la administración recayó de manera completa en las SS, que así pudieron dar rienda suelta a sus fantasías, con el único límite de mantener la producción de armamento.

 

Por las mismas, el periodo más clarificador -por sincero- del franquismo no es el Desarrollismo, sino los años hasta 1943.

 

Políticamente, aplastó sin piedad cualquier conato de resistencia, desmontó a casi todos los grupos clandestinos salvo a los comunistas, y redujo al gobierno nominal checo de Emil Hácha a la categoría de mamporreros de las órdenes nazis. Les dejó solo siete ministerios y encima les cascó a un ministro alemán, que pretendía no entender el checo y con ellos les obligaba a conducir los consejos en lengua alemana. Y paralelamente, se desarrolló una intensa tarea germanizadora. Gerwarth cita de los informes internos, que ponen los pelos de punta: más o menos la mitad de la población eran “asimilables”, el resto tendría que “dejar sitio”. Médicos nazis hacían las evaluaciones (a veces en unidades de reclutamiento, a veces como parte de una campaña contra la tuberculosis) siguiendo instrucciones de Heydrich, que consideraba que las marcas arias eran “cuerpos agradables”, “cabezas bien formadas” (tiene gracia viniendo de un cabezapepino como él), “altos, rubios con ojos azules”, y si lo demás no aclaraba, pues cosas como tener las casas limpias y contención sexual.

Económicamente, Heydrich estaba en línea con los planes nazis de crear un gran espacio económico capaz de competir con EEUU o con Japón, y de hecho logró mantener e incluso aumentar la productividad y reducir los sabotajes (fusilando a gente de la zona si se saboteaba algo). Su visión para Bohemia/Moravia era de puente del Reich hacia los Balcanes (aquí chocó con von Schirach, que quería lo mismo para Viena), y suministrador de materias primas, para lo que había que “esterilizar intelectualmente” a la población checa, destruyendo su cultura, dejándoles lo justo para arar y para trabajar en fábricas. Sin embargo, su plan de “plantar” a 150.000 colonos germanos en el agro checo (para lo que se expropiaron numerosas granjas) fracasó: apenas 6.000 voluntarios. Y el fracaso de Barbarroja implicó la necesidad de mandar más alemanes al frente. Heydrich primero contribuyó mandando a trabajadores checos al Reich para que liberaran a alemanes, y luego simplificando la administración del Reich en Bohemia, para necesitar menos funcionarios. Así, liberó a unos 50.000 hombres para la Ostfront. En Berlín daban palmas con las orejas.

 

El final

Pero hacia mayo de 1942, los sabotajes volvieron a aumentar, y la producción declinó. Heydrich hizo auténticos malabares administrativos para que nada de esto saliera a la luz, asegurándole a Berlín que todo iba como la seda. Al mismo tiempo, SS gonna SSar, y como este aumento se estaba dando en todos los territorios ocupados, H&H intentaron colar que, primero, en la Wehrmacht eran unos blandos que no sabían controlar sus feudos, y, segundo, que todos estos movimientos partisanos estaba conectados y por ello hacía falta una respuesta centralizada, ¿y quién mejor para eso que las SS? Incluso, Heydrich autorizó al SD a incendiar siete sinagogas en Paris en octubre de 1941, para venderlo como “han sido nacionalistas franceses, joder, si es que nos lo ponen a huevo para ir a por los judíos, nadie los quiere” – y cuando la Wehrmacht descubrió el pastel dijo “sí, fuimos nosotros, ¿qué pasa?” Unos meses más tarde, de hecho, Hitler autorizó la instalación de un alto mando de las SS en Paris, aunque los rumores de que iba a nombrar a Heydrich Reichsprotektor de la Francia ocupada parecen ser solo eso, rumores.

No hubo tiempo para mucho más: su último acto público, la víspera del atentado, fue otro acto de imperialismo y apropiación cultural: en el palacio Wallenstein (un warlord de la Guerra de los Treinta Años que le fascinaba y al que intentó vender como “eslavo ‘bueno’ que se dio cuenta de que el futuro de Bohemia estaba con el Reich”), una orquesta alemana interpretó obras de su padre. El día de autos, iba a tomar un avión a Berlín. Los dos agentes checos, Jozef Gabčík y Jan Kubiš, le esperaron en una curva muy cerrada, donde el coche de Heydrich (un descapotable sin escolta, Heydrich insistía en esto porque lo contrario “sería afirmar ante los checos que les tengo miedo”) tendría que frenar. Incluso así, a Gabčík se le atascó el fusil – pero el chuloplayas de Heydrich, en vez de ordenar zapatilla y para adelante, le dijo al conductor que parara mientras sacaba su pistola. Eso permitió a Kubiš lanzar una granada cuya metralla hirió gravemente a Heydrich y le acabó causando la muerte ocho días más tarde.

Heydrich fue el nazi de más alto rango muerto en el zenit del imperio, y su muerte fue explotada a fondo: un funeral de estado en Praga y Berlín, con toda la plana mayor asistiendo bajo esta tonadilla de Wagner y discurso de Himmler. Y una venganza brutal: primero, una caza despiadada de los agentes, y una matanza indiscriminada de miles de civiles, coronada con el exterminio de un pueblo entero de unos 500 habitantes, Lídice, orgullosamente comunicada al resto del mundo. Por un lado, la venganza, recordada como Heydrichiáda en Checoslovaquia, arrasó con toda oposición organizada en el Protectorado hasta el final de la guerra, y la industria checa de armamento funcionó como un reloj hasta 1945. Por otro, fue un tiro en el pie alemán, precisamente por publicitarlo: “si esto lo dicen abiertamente, imaginaros lo que hacen a escondidas”. Surgieron homenajes a Lídice en todo el mundo (bueno: en España no he encontrado ninguno, por alguna razón), y Anthony Eden le comunicó a Beneš que vale, que repudiamos los Acuerdos de Múnich y que “entendemos” que tras la guerra habrá que buscarle algún tipo de solución a la minoría alemana en Checoslovaquia.

Heydrich por su parte disfrutó de unos añitos de culto extremo, especialmente por parte de las SS, pero también de Goebbels, que lo vendió como “el mejor nazi (salvando al Führer)”. Pese a que su historial militar era un poco pobre, lo enterraron en el Cementerio de los Inválidos junto a Moltke y Scharnhorst (aunque la ubicación exacta se perdió en 1945), a los dos meses crearon una fundación con su nombre para el estudio racial de Bohemia, y la sexta División de infantería de la Waffen-SS le puso su nombre a un regimiento. Finalmente, pusieron su máscara mortuoria en un sello.

 

Para que todos tuviesen que lamerle el culo, vamos.

 

Pero quizás la consecuencia más horrible fue la radicalización de los dirigentes nazis, que según Gerwarth recibieron aquí el impulso final para poner en marcha el Holocausto: de los seis millones de judíos asesinados, la mitad lo serían en los nueve meses posteriores al atentado. Ya en julio se comenzó a deportar a los judíos del gueto de Varsovia a Treblinka. Estas operaciones antijudías en el Gobierno General recibieron, además, el nombre de “Aktion Reinhard” – solo en ella murieron casi dos millones de personas.

 

El homenaje apropiado al monstruo que fue.

 

Valoración

El libro se detiene religiosamente en cada parada de la escalada, aunque yo echo un poco de menos algunos detalles más de lo que pasaba entre hito e hito. Ahora bien, la duda de “¿cómo un tío que en 1932 era descrito como “apolítico”, en apenas 10 años estaba abogando por genocidios?”, el libro no termina de responderla – ni falta que hace, lo vemos a nuestro alrededor. Tíos apolíticos que tuvieron un mal divorcio y que 10 años más tarde piensan que la Armada debería parar las pateras a cañonazos para garantizar un futuro a los niños blancos, el musical. Una persona que en una vida normal se habría limitado a ser un gestor de hoja Excel, de esos que tienen por filosofía “tu reduce gastos a cero, que algún ingreso ya tendrás”, en las desbocadas circunstancias de la Gran Depresión, combinadas con las postrimerías de una Primera Guerra Mundial cerrada en falso, se convirtió en un asesino de escritorio. Por el carguito, por lucir uniforme, por querer metel.la. Sí, eso pasa de vez en cuando… pero pocas veces pasa de una forma tan pura, tan paradigmática, y tan monstruosa como con Reinhardt Heydrich. Por eso su biografía resulta tan digna de interés.


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  1. Comentario de Roberto (27/12/2023 21:34):

    Javier Cercas en El País, cayéndose del caballo.

    “Yo he visto cosas que nunca creí que vería. He visto cómo un partido progresista, a quien voté durante décadas, ha hecho justo después de unas elecciones lo que siempre dijo que nunca haría. He visto cómo ese engaño colosal suprimía a millones de personas, que políticamente ya no existimos o sólo existimos como papel higiénico: la prueba es que, en el acuerdo firmado por el PSOE y JxCat, Cataluña se identifica sólo con los secesionistas, lo que quiere decir que los no secesionistas, que ya sobrábamos en Cataluña, también sobramos ahora en España. He visto cómo primero nos engañaron los otros, ahora nos engañan estos y ya no queda nadie que nos pueda engañar. He visto cómo el Gobierno pactaba su continuidad con un prófugo de la justicia a cambio de la impunidad de éste. He visto cómo políticos amnistiaban a políticos acusados de delitos gravísimos (de los que ahora se enorgullecen más que nunca), por una parte ínfima de los cuales usted y yo estaríamos en la cárcel. He visto cómo se intentaba disfrazar de concordia el aumento exponencial de la discordia, y de perdón el hecho de pedir perdón; la amnistía es lo opuesto al perdón (que presupone arrepentimiento, inexistente en este caso): si el delito se borra, nunca fue delito: fue un invento. He visto cómo el PSOE acataba en un pacto las trolas completas acuñadas por un partido reaccionario, supremacista y xenófobo; y, por Dios santo, si el fundamento de un pacto es falso, ¿cómo quieren que sea el propio pacto? He visto que el Gobierno hacía lo peor que puede hacerse en política: en vez de intentar resolver un problema, legárselo multiplicado a tus descendientes. He visto que, en privado, todos los políticos progresistas con quienes me cruzo están contra la amnistía, aunque en público todos estén a favor. He oído asegurar que, con la amnistía, los secesionistas han renunciado a la llamada unilateralidad y vuelto a la Constitución, y he visto que a quien lo decía no se le caía la cara de vergüenza. He visto que contra la derecha todo está permitido, que quien protesta se convierte en agente del PP y que, para no parecerlo, se aplauden o se ignoran desmanes que provocarían una ira justísima si los hubiera perpetrado la derecha. Y he visto que el PSOE y un partido con el 1,6% de los votos dirimen el futuro de todos en secreto, en Suiza y con un mediador internacional (como si dialogaran Rusia y Ucrania), mientras el resto aguardamos temblando el veredicto de la superioridad… En fin, no queda más remedio que afrontarlo: tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo.

    Llegados aquí, yo sólo veo dos opciones: una es fingir que la realidad no es la que es y que no sabemos lo que sabemos —”disonancia cognitiva” llaman los psicólogos a este fenómeno apasionante—; la otra es la insumisión. No tengo nada que reprochar a quienes opten por lo primero, siempre y cuando sean indigentes, sin papeles o analfabetos; yo opto por lo segundo.”

  2. Comentario de el guru (01/01/2024 21:28):

    Increíble personaje y maravillosa reseña!

  3. Comentario de Casio (02/01/2024 14:46):

    Si, gran reseña. Una de las virtudes muy poco reconocidas al nazismo es que proporcionó oportunidades imprevistas a “las nuevas clases medias aspiracionales” alemanas. Cuantos menos escrupulos, mas posibilidades de “crecimiento personal y profesional, ¿eres ambicioso, automotivado, proactivo?, de mente abierta, te gusta romper reglas? las SS te ofrecen una carrera abierta a un un futuro memorable”

  4. Comentario de Lee Diota (07/01/2024 23:06):

    Quién firma la reseña? Guillermo López o Carlos Jenal?

  5. Comentario de Carlos Jenal (09/01/2024 07:53):

    #3 Creía que la extensión a todas luces excesiva lo dejaba claro… En cualquier caso, viendo la página como “sitio de escritorio” en el móvil, sale con el viejo formato y se puede ver el autor.

  6. Comentario de Lee Diota (10/01/2024 14:36):

    Ah, vale. No sabía yo ese truco, gracias.

  7. Comentario de Antonio (31/03/2024 18:39):

    Aún a riesgo de quedar como fascista peligroso (a estas alturas eso ya no tiene mérito, pues cualquiera puede ser acusado de ello), debo indicar que no se hace en el artículo más que una mención superficial al principal motivo del atentado: La zanahoria de Heydrich. Inglaterra estaba particularmente interesada en que Alemania no hiciera bien las cosas en los territorios ocupados y Heydrich, pese a ser un monstruo abominable, se estaba ganando el favor de los checos.
    Aún así, una magnífica y amena reseña, como siempre, que casi hace innecesario leer el libro.

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