Una Monarquía republicana ni de izquierdas ni de derechas
La Monarquía no tiene futuro; no lo tiene, al menos, si pretendemos combinarla con alguna forma de sistema democrático (si no es así, la monarquía es, sencillamente, una dictadura con algo de oropel, como en Marruecos). No lo tiene porque su fuente de legitimidad no le confiere credibilidad ante la población, y además es un proceso en incremento: conforme más edad tienen los ciudadanos a los que se les pregunta, más monárquicos aparecen. Entre los jóvenes el apoyo a la Monarquía se reduce a la mínima expresión.
Esto no es algo privativo de España, sino común a todos los países que aún cuentan con un régimen monárquico. Precisamente por eso se ha hecho tanto hincapié en una obviedad (la infanta Leonor es joven), como si eso ya le granjease automáticamente el apoyo de la juventud. No sólo para mirar con buenos ojos a una persona que, como ellos, es joven, para tomarse una cerveza con ella (altamente improbable) o asistir al visionado de una película de Kurosawa (improbable, pero menos), sino para apoyar su sucesión al trono y que, en fin, continuemos con una jefatura del Estado no elegida por la ciudadanía, cuya legitimidad en teoría deriva de la sangre y el parentesco y en la práctica proviene del franquismo que antecede al régimen democrático y de una Constitución votada en 1978, es decir, una Constitución en la que podía votar menos del 25% de la población actual del país. Mucha suerte, en todo caso, promocionando entre los jóvenes a una heredera que -pobrecilla- va a tener que hacer tres años de formación militar, uno por ejército (Tierra, Mar y Aire), que es algo que conecta, a buen seguro, con los anhelos e intereses de la juventud [acceso al artículo completo]
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