En Sevilla tenemos urnas y ratas
En Sevilla hay que morir, pero en la Sevilla metropolitana. Estas elecciones municipales sorprenden a la magna capital andaluza, ciudad rendida al fantasma de Fernando el Santo, perdiendo población a un ritmo que supera la lujuria de todos aquellos partidarios del “Sevilla sin sevillanos, qué maravilla”. Datos: 6.700 habitantes menos en lo que dura una legislatura, más de 25.500 menos en un periodo de 20 años. Y otro dato, de los que escuece al sevillanito orgulloso de serlo, el que saca pecho como si fuera un remedio eficaz para la tortícolis de tanto rendir el cuello ante la (ponga aquí su virgen favorita); otro dato, decíamos: Zaragoza se ha quedado con el dichoso puesto de cuarta ciudad de España. Es lo que tiene que allí se empadrone la gente.
Llega la hora de elegir alcalde y resulta que todos aquí son nuevos o seminuevos. Para el regidor actual, el socialista Antonio Muñoz, es su oportunidad para poder decir que lo ha votado alguien. Un alcalde de ‘kilómetro cero’, designado por el dedazo de poder de Juan Espadas tras animarse con la aventura de las elecciones andalusians. Tenía el candidato autonómico la esperanza de que alguien lo confundiera con el popular Juan Manuel Moreno Bonilla (Juanma para amigos, vecinos y vacas a las que pide el voto). Y casi lo consigue. Una pena que el malagueño de sonrisa forzada supiera jugar mejor que nadie el voto del miedo y se llevara esta mayoría absoluta para gobernarnos a todos y convertir Doñana en el aquapark de los agricultores y el campo de golf de los amigotes. Menos mal que pronto moriremos todos porque las citas para el resfriado nos las darán para 2056.
Alcalde de fiesta
Pero estábamos hablando de Antonio Muñoz. El delegado de Urbanismo, Turismo y Cultura reconvertido en “alcalde cultureta” para más de un aficionado a juntar letras y más de un profesor de filología. Tiene gracia lo de “cultureta” porque a este paso le tocará cerrar el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla, ese organismo que tantos proponen reformar bajo máximas vacías de que hay que volverlo más eficaz y llevar la cultura a todas partes, pero a ver quién es el valiente que explica cómo o por dónde piensa meter esa espada de fuego. Menos gracia le hará el asunto a los insensatos que tuvieron la fortuna de conseguir una subvención de la casa y ahora se apresuran a incluirlas en su testamento por si llegan a verla sus hijos o sus nietos. Para una medida que propuso Muñoz siendo candidato, cuando Espadas hacía campaña contra Zoido, que era un bono cultural del que no se sabe nada, ni tampoco llegó a explicar mucho por si acaso al final llegaba a la alcaldía. Pues ole.
A don Antonio le gusta mucho la cultura y por eso se la trae de fuera. Empezó con los Premios del Cine Europeo y de ahí no se ha bajado. Por aquí han pasado los Premios Goya (Sevilla 2-Málaga 1), los Premios Max, los Forqué, los MTV y hasta los Grammy. Mucha alfombra roja, y bien larga porque tiene que llegar a los cuartos de baño para que no se pierdan y lleguen a tiempo los amigos con problema de integridad en el tabique nasal. El señor alcalde se enorgullece, porque no deja de celebrarlo en campaña. Esto y la sede de la Agencia Espacial, que hace ruido suficiente para tapar los negocios que bajan la persiana tras tropecientos años de servicio. Más de uno se preguntará para qué quieren los turistas una mercería en la calle Sierpes y a estas alturas ya tienen razón.
Sevilla, ciudad de vacaciones
Mientras en FIBES siguen celebrando la fiesta de la espuma, ese gran parque temático que es Sevilla atrae a turistas y más turistas. Está resultando más efectivo que esa campaña de verano que se inventó Zoido para traerse a los alemanes de las playas (de verdad). El sueño húmedo de comerse un Big Mac bajo la Torre del Oro está cada vez más cerca. No podemos descartar que se trate de una trampa, claro, pues tanto guiri corre el riesgo de caer asfixiado sin un buen árbol al que arrimarse. Siguiendo el ejemplo de la sanidad andaluza, en Sevilla curan a los árboles enfermitos cortando por los tocones. Para qué queremos su sombra teniendo ya los hoteles.
Porque de eso no falta en Sevilla, claro. Por un lado, están esos hoteles de 4 y 5 estrellas ahí donde antes hubo una churrería, de los que se congratula el señor alcalde por esa manía tan socialista de confundir el turismo de calidad con el de lujo. Pero aquí ya hay oferta para todos los bolsillos, incluso los más raídos, gracias a los alojamientos turísticos. Han llegado hasta las Tres Mil Viviendas, nunca más cerca de convertirse en reclamo para el visitante. Pero donde da miedo es en Santa Cruz: una de cada dos viviendas son para visitantes extranjeros que buscan arraigo e idiosincrasia sevillana por alguna parte. La cosa buena, que esos balcones están casi a ras del suelo y no suponen amenaza alguna. Eso y que pronto podremos decir lo de cruzarte Sevilla saltando de hotel en hotel.
Con suerte, votarán las ratas
La pregunta es quién va a votar en estas elecciones. A quién le hablan los candidatos, si cada vez vive menos gente aquí. Sería tentador que dieran los mítines en inglés, o que concedieran el derecho al voto al turista que pasa por allí. No podemos descartar que voten las ratas, invitadas por esa mugre que ya cubre hasta la Plaza Nueva. Peludos amigos que se enfrentan a gatos y perros locales, que se suben a los árboles para practicar paracaidismo sobre el vecino que es el que elige al alcalde. Una victoria absoluta del PACMA, oye, antes incluso de abrirse las urnas. Ya que están, con estas ratitas podrían amenizar tanta gala o sacarse de la manga una tercera temporada de La Peste, que el ambientillo ya lo tenemos.
Otra posibilidad sería ampliar el derecho a voto a los residentes del Aljarafe, uno de los destinos principales de este éxodo urbano. Al fin y al cabo, están más cerca del centro que los sevillaestianos, por ejemplo, gracias a esa línea única de Metro (a la espera de la laureada ampliación, que cofinancian instituciones gobernadas por PSOE y PP, pero quieren atribuirse en solitario). Puede que sea allí, en el Aljarafe, por donde andan los efectivos de Lipassam, siempre comprometidos con limpiar las zonas de residencia de los sevillanos, estén donde estén. Con suerte lo habrán conseguido para la Semana Santa de 2024 y no habrá ningún problema.
Quién ha hecho el casting
Pero hablemos de los candidatos y esta hermosa campaña electoral. De la campaña sólo se puede decir que se ha hablado más de los toldos y los etarras de Bildu que de las ratas, probablemente porque los candidatos viven lo suficientemente lejos como para no verlas y claro, no es su problema. De Muñoz, hemos comprobado que su respuesta a los reproches de la oposición es ensanchar la sonrisa hasta más allá de sus límites (qué poder de mandíbula). Eso y que la suya es una Sevilla un pelín cateta (por cierto, seguramente compartida por más de un candidato), y no se puede reflejar mejor que en el nombramiento (de nuevo a dedo) como nuevo director de su festival de cine al delfín del anterior, un mozo de marketing, porque el marketing siempre por delante, aunque sea para que las ratas sean de colorinchis. De José Luis Sanz sólo podemos decir que uno puede venir muy señorito de gobernar el pueblo que sea, prometer que va a limpiar las calles y ya. En realidad, visto que la correspondencia electoral del popular la firma Feijóo, después Moreno Bonilla y en una esquina él, más de uno se pensará que se presenta el gallego, y poco importaría. La campaña la tiene hecha por su rival, con juntar cuatro frases, meterse con Sanxe y decir que el sanxismo ha puesto a Muñoz, ya le basta. La derecha siempre se ha autoexigido poco. De regalo nos quiere abrir un museo donde ahora está la Universidad, pero ni él mismo sabe todavía de qué. En fin, que para qué más.
De Aumesquet (Cs) podríamos ni tener que hablar, porque tiene menos futuro que una ferretería en la Avenida de la Constitución, pero es entrañable cómo este señor con hechuras de notario intenta recuperar el discurso originario de su partido. Por cierto, de él se decía (decían los medios de comunicación) que había insultado a una compañera de partido a través de un grupo interno de WhatsApp. Al parecer fue cosa del corrector, claro, cómo no, lo hackearía un turco.
De Vox mejor no hablar hasta que acepten el Big Bang como origen del universo, aunque tampoco dejaremos pasar la ocasión de decir que, visto cómo está el patio, su candidata parece hasta de derechas. Hornillo se presenta por Podemos y no sabemos por cuántos partidos más, pero aun así todavía le faltan coaliciones para evitar que las izquierdas se disgreguen. Ya sabemos que cada segundo se produce una escisión en el barullo progresista, pero encima la candidata no pasa de actriz aficionada que repite sonriente su ideario, aunque le pidas la hora. Le gusta decir que es profesora de ingeniería y ole por ella, tendrá un trabajo al que volver cuando se canse de cobrar y hacer lo que un edil. Y de Heredia, herediera de Teresa Rodríguez, resulta sonrojante cómo intenta parecerse a su predecesora sin la misma gracia, con consignas tan serias como el derecho al fresquito, que pronto podrá reclamar en las calles en mediados de agosto a 60 grados y sin árboles en la avenida.
En fin. Voten lo que quieran, porque estamos jodidos.
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Comentario de Juan (26/05/2023 12:23):
Como articulo gracioso cumple su cometido. Se constata con mofa y befa las cuatro clasicas quejas del sevillano promedio… limpieza, movilidad, gentrificación, etc que supongo que pueden aplicarse hoy dia en cualquier municipio medianamente interesante de la piel de toro.
Hace burla de los candidatos pero no se faja en lo interesante que son las propuestas o las previsiones de voto. En fin, interes cero pero se esboza una sonrisa y no se lamenta la inversión de tiempo.