“Filipo y Alejandro” – Adrian Goldsworthy

Desde el siglo XVII, los Borbones españoles no han logrado encadenar tres reyes seguidos. Los orígenes de nuestras repúblicas se explican, básicamente, con una sucesión de dos reyes que llevan al país hasta tal punto que la gente explota. Razón de más para analizar las relaciones paterno-filiales. Las “biografías dobles”, por otra parte, no son una novedad aquí en LPD: ya les presentamos una de Nicolás Romanov y su esposa Alexandra. Así que hoy analizamos a dos personajes que se entienden mejor juntos… pese a ser considerados siempre por separado: Filipo II de Macedonia y su hijo, un tal Alexandros.

 

No, no este. El otro.

 

El talento de Goldsworthy es su capacidad de acercar las fuentes a un público moderno, y explicarlas, darles contexto, y también apuntar a sus posibles fallos e intenciones. Las fuentes clásicas en este caso son Arriano (la fuente “oficial”), y los algo más vulgares y sensacionalistas Diodoro y Curcio. Y para los orígenes de la dinastía y del reino Macedonio, pues nuestro viejo amigo Herodoto. La dinastía de la casa real de Macedonia, los argéadas, trazaba su origen a Hércules y la ciudad de Argos, pero lo cierto es que no lo sabemos con certeza. Probablemente solo eran una banda de piratas y mercenarios que en las brumas del siglo VIII a.C. entraron a sangre y fuego en el territorio y se hicieron con él. Como eran tantos (gracias entre otras cosas a la poligamia de los reyes) que cabe describirlos como un clan más que una familia, la sucesión no siempre estaba clara y abundaban las luchas sucesorias, pero sí quedó establecido que solo un argéada podía ser rey, y ningún aristócrata intento nunca desafiar esto. Los argéadas, por su presunto origen Argólida, reclamaban la condición de “griegos” (algo que trae cola hasta hoy), y los macedonios usaban nombres griegos, hablaban una variedad del griego, adoraban a los dioses correctos (¡el Monte Olimpo estaba en su territorio!) y a veces iban a los Juegos Olímpicos, pero sobre si eran griegos o no, Goldsworthy lo resume cautamente en “depende de a quien preguntes”.

 

Filipo

Filipo nació hacia el año 382 a.C., y era el último de siete hijos del rey anterior, engendrados con tres mujeres diferentes. De su hijo Alejandro (no fue “Magno” hasta la época romana) hay descripciones de que tenía el pelo claro “como la melena del león” y la barba rala, razón por la que se la afeitaría (cambiando el canon estético del ONVRE occidental por los siglos de los siglos). De Filipo no hay descripción del color de ojos y pelo, pero por mosaicos y dibujos los macedonios eran, efectivamente, una buena macedonia étnico-racial, y había de todo, y bien pudo tener los mismos que su hijo. Como por carambolas de la Historia su tumba se preservó y los arqueólogos pudieron acceder a lo que con casi total seguridad (por inscripciones, una herida en la pierna, otra sobre el ojo derecho, y clavícula rota) eran sus restos, tenemos hasta una reconstrucción facial apañada a partir del cráneo.

 

El Millán-Astray de Macedonia.

 

Como los macedonios preferían a sus reyes ya hechos y derechos, un niño tenía pocas posibilidades mientras existiesen hermanos mayores, y Filipo tuvo que esperar a que palmaran dos hermanos suyos en el trono para poder sentarse en él. En el ínterin, vivió sus años de adolescente como rehén en Tebas, ciudad que en ese momento lo petaba en Grecia, donde aprendió mucho de la cultura y organización militar de las polis griegas. Cuando volvió, su hermano Pérdicas III le asignó un pequeño gobierno regional con algunos hombres armados bajo su mando. Hombres armados que seguramente le vinieron muy bien cuando Pérdicas murió en una batalla y hubo que elegir sucesor. Pérdicas tenía un hijo pequeño, Amintas, y no está claro si Filipo al principio solo era regente en su nombre o directamente rey (a los pocos años desde luego que lo era), pero Amintas no parece haber sufrido ninguna “desgracia”, llegando incluso a casarse con una hija de Filipo. Luego con su cuñado-primo el Magno se le acabó la suerte y fue ejecutado, ¡es lo que tienen las sucesiones!

Filipo llegó a tener un total de siete mujeres, que le dieron cinco vástagos que alcanzaron la edad adulta. La poligamia y la monarquía eran vistas con desprecio por los griegos, que las consideraban algo bárbaro y antiguo. O al menos los varones atenienses educados, a través de quienes hemos recibido el 99% de lo que sabemos del periodo, así que hay que tomarse todo con cuidado. Lo veían como un descontrol y un exceso de la libido, aunque seguramente fuese una poligamia política (matrimonios para concertar alianzas). En el resto de los macedonios no se daba.

El caso es que Filipo, con 24 años, era rey – pero de un reino muy pequeño, debilitado y bajo permanente ataque (que es por otra parte lo que le permitió ser rey, al eliminar a sus predecesores y convencer a la Asamblea de la necesidad de un rey adulto). Nada extraño en la historia de Macedonia y de los Balcanes en general, pero una generación más tarde este pequeñito reino en las montañas del norte de Grecia iba a poner un ejército en la frontera de la India tras derrotar a la megapotencia del mundo antiguo, y sentar las bases de todo el periodo helenista. Que el Nuevo Testamento se escribiera en griego es, en última instancia, mérito de F&A, lo que justifica toda esta cháchara que les voy a contar… y justifica también que ambos tengan un cameo en la Biblia (y hasta donde sé Filipo es la única persona nombrada en el Antiguo Testamento de la que tenemos sus restos identificados).

Como todos los grandes imperios (excepto el español, que no introdujo ninguna innovación tecnológica militar y por ello puede afirmar que es el único en la historia construido A Puro Huevo), el de F&A se basó en una innovación: la sarisa, una pica de varios metros de longitud, tan larga que había que manejarla con las dos manos, en detrimento de espadas o escudos (aunque llevaban uno pequeño atado al hombro y al brazo). Completamente inútil para un soldado solitario, pero brutalmente eficiente empleada en grupo. El grupo en cuestión era la falange macedonia, que parecía un erizo avanzando y que un experimentado general romano describiría como lo más terrorífico que había visto nunca. Los hoplitas griegos, en cambio, necesitaban un brazo para manejar el escudo (“hoplon”), con lo que sus lanzas eran mucho más cortas, y los macedonios los podían ensartar a distancia. El entrenamiento básico de un falangita macedonio se podía absolver en semanas, lo que permitía reclutar a casi toda la población masculina en caso de emergencia, aunque aprender maniobras más complejas llevaban más tiempo. La mayor limitación era que la falange solo podía avanzar hacia adelante y era muy vulnerable por detrás y por los lados, pero para eso estaba la afamada caballería macedonia.

Además de ingenio, Filipo también tuvo mucha suerte (y supo aprovecharla): cuando accedió al poder, los reinos vecinos estaban en disputas sucesorias, pudo apaciguar a los atenienses y enfrentarlos con Calcídica, capturó en una trifulca al único aspirante que le disputaba el trono, y cuando los ilirios se le quisieron subir a las barbas, los derrotó en una dura batalla en la que su falange mostró por primera vez su potencial. Esto le permitió recuperar la Alta Macedonia para el reino (que, según el momento histórico, pues era macedonia o “de Macedonia”). Los ilirios habían matado a Pérdicas y se dedicaban generalmente al pillaje en Macedonia, así que esto le ganó una inmensa reputación, que unida a su natural carisma le ayudó a afianzarse. Pero aún no debía estar del todo seguro en el trono, así que nada mejor que un poco de política matrimonial y patrimonial.

 

“Te tendrías que haber casado con una catalana para unir los reinos, y no tendríamos ahora este lio con tus amiguitos falangitas.” “Suegro, que estoy aquí.” “Cincuenta años follándome ecuánimemente a mujeres de todas las autonomías, y tu me llegas y te casas por amor. Anda, no me jodas.” “Que sigo aquí.” “De Esplugues de Llobregat te la tendrías que haber buscado.” “¿Hola?”

 

Mujeres y ciudades

Filipo aseguró su victoria sobre los ilirios con un matrimonio con una princesa iliria llamada Audata, y la recuperación de la Alta Macedonia con otro matrimonio con Fila, de una de las familias más top de la zona. Y además, se trajo a los nobles y a sus hijos como “acompañantes” a la corte real. Un truco que funcionó muy bien, porque toda referencia en las fuentes a las dinastías de la Alta Macedonia desaparece en esta época. Filipo incrementó su control fundando ciudades y guarniciones en la Alta Macedonia, trayendo colonos, y animando a los habitantes a abandonar su modo de vida semi-nómada y asentarse. En cuanto a sus vecinos meridionales, tomó no una sino dos mujeres de Tesalia (Nicesípolis de Feras y Filina de Lárisa), metiendo así baza en el permanente Juego de Tronos de esa zona de Grecia. En total, cuatro mujeres en menos de dos años, y pronto vendría una quinta: Olympia, hija del rey de Molosia. Plutarco afirma que su nombre real era Polyxena y Olympia/Myrtale/Stratonice sus apodos, pero todas las fuentes la llaman siempre “Olympia”. Futura madre del Magno, pero por ahora solo una entre cinco iguales. Con tanta esposa, la corte (donde ante las continuas ausencias del rey la voz cantante seguramente la llevó su madre, Eurídice, si bien desconocemos la fecha de su muerte) empezó a ser muy grande, pues Filipo se traía además a 50 nuevos pajes cada año, hijos/rehenes de los aristócratas a los que educaba junto a los suyos, y que estaban destinados a los puestos de la administración. La mitad de los generales de Alejandro se reclutaron de ahí.

Tras las mujeres, las ciudades. Macedonia era también diferente del resto de Grecia en que no tenía ciudades amuralladas, y Filipo decidió embolsarse unas cuantas que estaban en las fronteras de su reino y controlaban la costa. Primero conquistó Anfípolis, mostrándose clemente con los habitantes (nada de saqueos, solo el exilio de los dirigentes), posteriormente Potidea, y finalmente Crenides (donde le llamaron los propios habitantes para que los defendiera de los tracios). Crenides fue rebautizada como Filipos en honor del rey, futuro escenario de una batalla entre Bruto y Marco Antonio, y hogar de una comunidad temprana cristiana que mereció una carta del apóstol Pablo. En estas campañas empezó a destacar en el ejército un general llamado Parmenio. Anótenlo.

Alejandro nació en el 356 a.C., un año tras la boda de sus padres. Como griegos gonna grieguear, posteriormente se inventaron los más diversos portentos sobre el nacimiento: que ocurrió la noche en que se quemó el templo de Artemisa en Efeso (“claro, la diosa estuvo demasiado ocupada trayéndole al mundo y no pudo vigilar su templo”), que los magi persas profetizaron esa noche “el nacimiento de uno que traerá la calamidad a Asia”, y que le fue comunicado a Filipo junto a la victoria de Parmenio sobre los ilirios, y la victoria de sus caballos en los Juegos Olímpicos (en las carreras de caballo el ganador oficial de la corona de olivo no era el conductor del carro sino el dueño del carro, razón por la cual todo ricachón que se preciara se financiaba una cuadriga; Alcibíades llegó a mandar siete carros en los Juegos de 416 para asegurarse la victoria).

 

356 a.C.: la mejor añada de Filipo.

 

Las conquistas de ciudades por Filipo son aún más sorprendentes teniendo en cuenta que en esta época nadie estaba muy ducho en técnicas de asedio, más allá de “que no entre nada y se rindan por hambre”. Filipo era muy echado p’alante, pero no siempre tuvo suerte. En una ocasión, mandó quitar las escaleras de los muros durante un asalto, para que los soldados que ya hubiesen subido solo pudiesen vencer o morir – y salió mal. Y en 354 estaba asediando la polis de Methone, cuando fue herido por un proyectil. Las fuentes más tempranas hablan de una flecha, otras posteriores de jabalinas, catapultas, saetas con el nombre del arquero inscrito en ella (que hicieron que Filipo inscribiese su propio nombre antes de dispararla de vuelta)… pero seguramente fuese una flecha, y le causó la pérdida del ojo derecho, y meses de dolores agudos. Y aún así aceptó una rendición de Methone y permitió a los habitantes irse de buenas, si bien con lo puesto y poco más. La ciudad en si fue arrasada. Con apenas 28 años, Filipo había duplicado su reino, conquistado las polis cercanas, y establecido Macedonia como el actor más fuerte del norte de Grecia. Pas mal.

 

“Yoyalodije”

A partir de este punto se le acabó la suerte por un rato. Su primera incursión en Tesalia se saldó con una clara derrota, la primera en una batalla campal. Además, le engañaron como a un niño de teta, y tuvo que huir (aunque por supuesto dijo “no huyo, solo tomo impulso”).  Esto podría haber dado al traste con todo, pero Filipo se recuperó con un par de victorias en el norte, y posteriormente volvió a cobrarse la revancha. De sus pocos errores siempre aprendió.

Aquí también empieza a ser necesario hablar un poco más detenidamente de las fuentes que tenemos para esta época y lugar. Ya saben: al 90% atenienses educados de clase alta. Visto desde su perspectiva, la historia de F&A es la de una ominosa amenaza, siempre creciente, permanentemente acechante, que desde el principio tiene la aviesa intención de conquistar lo mah mejoh der mundo, es decir, Atenas. Y que los valientes que denuncian esto son ignorados por una ciudadanía woke perdida, incapaz de enfrentarse al tirano porque solo quieren la comodidad del trigo barato que viene del Eúxeinos Póntos. Mutadis mutandis, recuerda a las narrativas de la Segunda Guerra Mundial que hablan como desde el principio Mussolini/Hitler querían conquistar lo mah mejor, es decir, Londres/Paris, pero que Churchill es ignorado porque la gente, tan pusilánime, tiene miedo a una buena guerra; o a lo que nos sirven ahora de que Putin desde hace 25 años maquina para destruir lo mah mejor, es decir, Europa Occidental, pero que hemos ignorado las amenazas porque nos gusta el gas ruso barato. Ignorando que Churchill, brioso él, visitó a Mussolini y dijo que había hecho una gran labor domesticando a la clase trabajadora, o que Putin hasta ayer era potencial aliado contra China, y anteayer contra la morisma, y quizás se habría conformado con los Acuerdos de Minsk y con una Ucrania finlandizada y fuera de la OTAN.

En realidad, a Filipo Atenas le pillaba lejos. Sus preocupaciones eran los ilirios, los tracios y los molosianos, y una vez pacificada esa parte pues Tesalia. Cuando encontraba atenienses al conquistar una ciudad, siempre los trataba exquisitamente. Sí hubo un choque temprano sobre Anfípolis, que ambos consideraban parte de su “esfera de influencia” (pero que Filipo tenía como quien dice en la puerta de casa, mientras Atenas estaba a 250 millas en barco), pero todo indica que estaba dispuesto a llegar a acuerdos razonables con Atenas. Y Atenas seguramente podría haber pasado por alto la pérdida de Anfípolis (¡que ni siquiera fue “pérdida” porque no la tenían!), pero la idea de “somos un imperio” flotaba en el subconsciente ateniense y permitió a un demagogo llamado Demóstenes ganar influencia rajando con su pico de oro contra Filipo en unos discursos llamados Filipicas: que era un tirano que quería acabar con todo lo que es bueno y hermoso y que la grandeza de Atenas exigía ponerle coto y bla bla bla.

 

El antecesor clásico de todos los yoyalodije. También, otro clásico, mucha advertencia sin una estrategia de cómo ganar.

 

Demóstenes formó parte de una delegación a la capital macedonia, Pella, pero parece que su discurso se le atragantó un poco en presencia de Filipo. En casa, no obstante, sirvió para que prevaleciera la “facción imperio” – sin querer darse cuenta de que Atenas no tenía la fuerza para ser un imperio y solo podía enfrentarse a Filipo aliándose con las otras polis. Pero la soberbia ateniense (¡alimentada precisamente por la “facción imperio” para imponerse en la Asamblea, acusando a los demás de anti-atenienses!) no lo permitió, y en 346, al final de la tercera guerra sagrada, Filipo y sus aliados habían derrotado a la Fócida, destruido su poder (las ciudades fueron arrasadas pero la población respetada y reasentada en pequeñas aldeas sin muralla – bastante clemente para el mundo antiguo, aunque para un griego la insignificancia política que esto representaba posiblemente era peor que la muerte), y Macedonia se había sentado a la mesa del consejo de administración del santuario de Delphi.

 

El Hereu

¿Y Alejandro? Pues muy bien. Pese a sus cinco mujeres (a las que sumaría otras dos), Filipo solo tuvo dos hijos varones legítimos que llegaron a la edad adulta (hay una leyenda de que Ptolomeo I también era hijo suyo – seguramente esparcida por el propio Ptolomeo para prestigiarse como hermanastro de Alejandro), y el otro, Arrideo, pronto fue desechado para el trono por débil mental. Alejandro era bajito, pero bien proporcionado, con una llamativa heterocromía. Tras conquistar el mundo, surgieron todo tipo de leyendas para indicar que ya apuntaba maneras de niño. Por ejemplo, aunque ya descendía de Hércules por parte de padre y de Aquiles por parte de madre, él alimentó el rumor de que su verdadero padre era Zeus (y que Filipo había espiado la unión de Zeus con Olympia a través de una cerradura, y que por eso había perdido ese indiscreto ojo). Exageraciones, claro, pero sí parece que era un chaval apañado. Además, su padre contrató a un tutor de cuidado, Aristóteles nada menos, que le enseñó entre los 13 y los 16 años, y que le dejó como regalo una copia comentada de la Ilíada, que Alejandro guardó (junto con una daga) bajo su almohada al dormir en sus campañas.

 

“La tabla del tres, Alejandro, concéntrate.” “Jolines, si esto luego nadie me lo va a pedir.”

 

Desde temprano se comentaba su falta de interés por las mujeres (más tarde dijo que odiaba el sexo y el dormir “porque le recordaban que era mortal”). Sin embargo, su “amigo” Hefestión, aunque muy íntimo, apenas es nombrado hasta que Alejandro lo promovió a cargos elevados. Más alto que Alejandro y -según dicen- más buenorro, tenía sin embargo una personalidad muy abrasiva que le ganó muchos enemigos. Y sobre su relación, pues todos hablan, pero con seguridad no podemos decir nada.

A su padre, constantemente de campaña en campaña, Alejandro le vería poco. Apreciaba la música, los caballos, y hacía mucho ejercicio: bromeaba que para su tutor Leónidas “el mejor desayuno era una marcha nocturna”. Entrenaba también con soldados y llegó a tener un gran conocimiento de tácticas y estrategias, pero su padre no consideró prudente llevarlo a campañas. Pero Alejandro, ni corto ni perezoso, se montó su propia campaña: en 350, con su padre asediando alguna ciudad en Tracia, llegó la noticia de una invasión maedi. Alejandro reunió un par de tropas, atacó por sorpresa, derrotó a los invasores, y refundó su asentamiento como “Alexandrópolis”. 16 añitos tenía. Posteriormente, hubo un agrio enfrentamiento en la corte, a causa de unos improperios durante la boda de Filipo con Cleopatra Eurícide (una adolescente macedonia, y como el motivo político no está claro algún autor especuló… ¡que el cuarentón de Filipo lo hizo por HAMOR!), y que se saldó con el exilio temporal de Alejandro. Pero Filipo pronto le llamó de vuelta. Los tiranos, que tienen debilidad por sus vástagos.

 

Alejandro suele ser asociado al rey de tréboles de la baraja francesa. Suerte desde luego no le faltó.

 

Las campañas de Filipo habían extendido el territorio macedonio casi hasta la costa de Tracia (en una batalla por esa zona una lanza enemiga le atravesó la pierna, matándole el caballo y dejándole cojo de por vida), lo que le ponía inquietantemente cerca de poder cerrar el Helesponto a los barcos de trigo ateniense. Demóstenes inmediatamente soltó unas cuantas filípicas diciendo que Atenas había sido traicionada por sus líderes, todos ellos corruptos y en el bolsillo de Filipo, pero que bastaría con un verdadero patriotismo en el corazón de todos para derrotarle y Make Athens Great Again. Cualquier mediación, cualquier compromiso -y Filipo ofreció unos cuantos- eran traición porque rendir una cosa era rendirlo todo. Un embajador macedonio fue capturado y maltratado. Demóstenes simplemente dijo que la guerra realmente ya estaba en marcha, declarada o no, y que en caso de ataque macedonio toda Grecia acudiría en ayuda de Atenas, la gloriosa vencedora de los malvados persas. Acto seguido, propuso mandar una embajada a Persia a pedir dinero.

 

Los persas

Con esto llegamos a los malos de la pantalla final. Pese a sus derrotas siglo y medio antes, los persas había decidido que Grecia no valía la pena, y que la podían controlar subsidiando al segundo más fuerte y así entretener al primero. Así, mediante pagos a Atenas, Esparta y Tebas, eliminaron cualquier peligro para sus propias satrapías. Macedonia, con su propio pasado de socio (o vasallo, según interpretaciones) de Persia, como el nuevo Number One en Grecia, ahora tenía que sufrir como desde Persépolis se subvencionaba a sus enemigos. Por suerte, una oportuna crisis sucesoria (asesinato de Artajerjes III, reinado de dos años del niño Artajerjes IV y subida al trono del débil Darío III) redujo al mínimo las subvenciones, y Filipo pudo dedicarse a asediar las ciudades del Helesponto. Antiguas aliadas suyas (cuando Macedonia aún era un reino débil al otro lado de Tracia), ahora miraron a Atenas para que los defendiera, pero fuera de ellas, Demóstenes y su tropa no lograron grandes apoyos.

Lo que sí había, en Atenas y en toda Grecia, era gente desesperada con las luchas entre griegos, que habían permitido a los sucios bárbaros hacerse con toda Asia y sus riquezas. Estos idealistas predicaban una unión panhelénica que hiciese la guerra al persa para vengar la afrenta de 480 a.C. y ganar Lebensraum para los griegos, y visto que nadie estaba por la labor, suspiraban por un “cirujano de hierro” capaz de forzar dicha unificación. El principal ideólogo de los panhelenos era un ateniense, Isócrates, enfrentado a Demóstenes, que a sus 90 tacos le escribió un par de cartas a Filipo pidiéndole que fuera él ese cirujano, “que en el fondo todos los griegos estarán encantados con que tú los lideres”.

 

Esto último quizás era una exageración, pero sí es cierto que en todas partes había facciones pro-macedonias, con una ideología más o menos unificadora a la que Demóstenes no podía oponer nada excepto “por el imperio hacia Atenea”.

 

Aún así, en 340 la guerra se reanudó, y esta vez Atenas logró una alianza con su anterior rival Tebas. Filipo, ya harto de Atenas, bajó con su ejército al sur, y tras unos meses jugando al gato y al ratón, los macedonios se enfrentaron a la alianza tebano-ateniense en el llano de Queronea. Esta batalla significó para siempre el final de las ciudades-estado griegas, que ya nunca tendrían verdadera independencia, y fue el principio de 20 años de victorias ininterrumpidas para los macedonios, pero eso lo sabemos nosotros. En ese momento, era una apuesta, calculada pero arriesgada, por parte de Filipo, que solo se había enfrentado dos veces a hoplitas griegos en campo abierto, con una derrota clara y una victoria a los puntos. Y parece que su estrategia fue más bien defensiva, con un alargamiento de la lucha que sus veteranos endurecidos aguantaron mejor que los civiles atenienses y tebanos. Una vez cundió el cansancio, los macedonios rompieron las formaciones enemigas e hicieron una escabechina. Demóstenes, vaya sorpresa, huyó, cubierto por el batallón sagrado de Tebas (habrán oído hablar de él: 300 amantes guerreros – Goldsworthy lo considera un mito), que fue masacrado hasta el último hombre por la caballería macedonia, dirigida por Alejandro.

Filipo fue muy inteligente al aprovechar su vitoria: Atenas no sufrió demasiado, aunque tuvo que renunciar a su “esfera de influencia” en el norte. Tebas en cambio tuvo que exiliar a sus líderes y aceptar una guarnición en la Cadmea. Y todas las polis griegas (Esparta se negó – pero para entonces ya apenas contaba, y Filipo los ignoró) tuvieron que unirse a la Liga De Corinto, una alianza destinada explícitamente a luchar contra los persas (Tebas había pactado con los persas en 480, lo que “justificaba” su castigo más duro). Y casi inmediatamente, en el 336, Filipo ya mandó los primeros contingentes a Asia. Dirigidos por Parmenio, avanzaron rápidamente, ocupando lo que sería la cabeza de puente del ataque principal. No encontraron oposición, ya que los sátrapas persas apenas tenían tropas (por decisión del gobierno central, para que no se rebelaran). Con esto ya parecía todo listo para la Gran Aventura de Filipo en Asia… y justo aquí es donde Filipo fue asesinado, en el atentado más comentado y analizado de la Edad Antigua.

 

El magnicidio

En la peli de Oliver Stone (que cuanto más he leído este libro más infame me parece), la autoría se le atribuye a Olympia, celosa de Cleopatra Eurídice, que le había dado un hijo a Filipo, amenazando la sucesión de Alejandro. Lo que la peli calla es que Filipo no tenía dos sino siete esposas, y que Cleopatra Eurídice no le dio un hijo sino una hija. Sí es cierto que madre e hija fueron asesinadas; según algunos, asándolas a la barbacoa, lo que suena a resentimiento, pero de nuevo: no lo sabemos, y a Filipo le había dado tiempo a pisarle los callos a mucha gente en 20 años.

 

Estatua de Filipo en Macedonia del Norte. “A mucho enemigo, mucha honra”, pensaría.

 

Los hechos, hasta donde sabemos, son: Filipo tenía un amante varón, llamado Pausanias, y le dejó por otro, también llamado Pausanias. Pausanias I, comprensiblemente cabreado, raja públicamente del II, diciendo básicamente que no tiene decencia, que ni siquiera ha intentado hacerse el duro antes de saltar a la cama con Filipo, que es más mujer que hombre, y que jo tía, si eres más puta que yo. Pausanias II se lo toma a pecho y manifiesta a sus amigos que está dispuesto a “darlo todo” en la siguiente batalla para demostrar que él sí es un ONVRE. Dicho y hecho, en la enésima batalla contra los ilirios Filipo es derribado al suelo con la clavícula rota, y ese habría sido su final si Pausanias II no hubiese intervenido, salvándole la vida pero perdiendo la suya. Un amigo de Pausanias II, Átalo, culpa a Pausanias I de la muerte del II, y jura venganza. Atalo es el tío/tutor de Cleopatra Eurídice, y cuando esta se casa con Filipo Atalo se siente lo bastante fuerte para actuar: emborracha a Pausanias I, y cuando está indefenso él y su séquito lo apalizan, y luego lo entregan a sus muleros para una violación colectiva. Todo esto, ojo, en público, en plan “soy el suegro del rey y nadie puede tocarme”. Pausanias va a quejarse a Filipo, pero este no quiere reprobar a Atalo e intenta compensar a Pausanias con un carguito como uno de sus guardaespaldas personales. Pues bien, es este Pausanias I el que, pocos meses después, durante una boda a la que acudieron representantes de toda Grecia, le mete a Filipo su daga entre las costillas delante de todo el mundo. Filipo murió prácticamente en el acto.

Pausanias huyó a unos caballos que le esperaban, así que no actuó en un arrebato, pero tropezó con unas raíces y sus perseguidores le alcanzaron… y mataron, lo que levantó sospechas de que lo hicieron para que no testificara que había más gente metida. Olympia y Alejandro habían mostrado simpatía por él, puede que con aviesas intenciones, puede que por odio a Atalo, puede que simplemente porque le habían puteado mucho (sí, incluso entre griegos antiguos esto puede darse). El cliché de la mujer vengativa y manipuladora era un favorito de los griegos, y no costó mucho popularizarlo. Y el oro persa estaba presente en la mitad de las conspiraciones griegas. Pero, de nuevo, no lo sabemos. Nos gusta pensar que los imperios se alzan y caen por un motivo racional, no porque fulano y mengano tenían problemas personales.

 

Porque en nuestra racional época eso no pasa, claro.

 

A diferencia de la película, tardaron un par de horas en proclamar rey a Alejandro, aunque lo cierto es que no había muchas alternativas. El principal valedero de Alejandro fue Antípatro, general bajo Filipo y figura de gran autoridad, ya entrando en los 60 (y sobreviviría al propio Alejandro, que en este momento tenía 20), que recibió unos cuantos ascensos. Y luego, en las próximas semanas, empezó a morir mucha gente: un adivino real por haber predicho que aquel iba a ser “un día muy propicio”; Amintas, el primo-cuñado de Alejandro; otros parientes oscuros que las fuentes no revelan, quizás algún hijo ilegítimo. Cleopatra Eurídice y su hija, como dijimos. Y el propio Atalo, por supuesto, que en ese momento se encontraba con Parmenio en Asia: Parmenio, quizás el más influyente de los lugartenientes de Filipo, optó por Alejandro, pese a que Atalo estaba casado con una hija suya, y lo entregó. Una purga en toda regla.

La muerte del experimentado rey que había repartido yoyah por toda la Hélade, y el ascenso de un mocoso de 20 años, fueron la chispa para un montón de rebeliones. Primero en el norte, en Tracia, a donde Alejandro acudió primero, realizando una exhibición de fuerza. También dejó ya destellos de su personalidad, siendo el primero griego en llevar un ejército más allá del Danubio: su obsesión con ir siempre más allá ya asomaba la patita. La verdad, con el peazo ejército que Filipo había montado, cualquiera lo podría haber apañado, pero Alejandro lo hizo muy bien y se ganó la confianza de sus hombres. Pero mientras estaba en Tracia surgió el rumor de que había muerto. Demóstenes, siempre dispuesto a liarla (cuando Filipo fue asesinado, se quitó el luto que guardaba por su hija muerta e hizo sacrificios de alegría), apareció ante la Asamblea con un hombre cubierto de vendas, afirmando que era un macedonio superviviente de una terrible derrota en la que Alejandro había muerto. Atenas y Tebas se declararon en rebeldía.

Alejandro bajó corriendo desde el norte, y los tebanos primero no se lo creyeron, luego se envalentonaron, y finalmente pidieron a las demás polis que se unieran a Tebas ¡y a Persia! para derrotar a los macedonios. Alejandro, viendo peligrar toda la Liga de Corinto, sitió la ciudad y con ayuda de los macedonios en la Cadmea (sí, los tebanos se habían rebelado con una guarnición metida dentro) rápidamente entró en la ciudad y la arrasó. 6000 tebanos murieron, y decenas de miles fueron vendidos como esclavos. Actuar así contra griegos no estaba bien visto, pero peor era aliarse con Persia (“estás a sueldo de los persas” era el “facha”/”comunista” de los griegos), y la parte más chunga del saqueo parece haberse debido a aliados de Macedonia que tenían cuentas pendientes con Tebas. Además, cumplió su efecto: nadie más se rebeló, y Atenas hizo un donde dije digo, digo Diego. La Liga se sostuvo, y se sostendría 20 años más. Y ya al fin, año 334 a.C., Alejandro y Hefestión pudieron hacer su cosplay de Aquiles y Patroclo.

 

Contra Persia

Literalmente: cruzaron a Asia donde lo habían hecho los protas homéricos, e hicieron sacrificios y “juegos atléticos” (correr desnudos) ante las tumbas de sus héroes. Luego, ya pudieron dedicarse a la guerra. Parmenio había mantenido la cabeza de puente durante dos años, pero los persas aguardaban al sur. Alejandro, al que nunca le gustó perder el tiempo, cogió a sus mejores tropas y se acercó a saludar. Los persas estaban en terreno elevado, al otro lado del río Gránico, y debieron ver esto como la previa del boxeo: pesaje, rueda de prensa, y encararse al otro hasta que se toquen las narices mientras le mentas a la madre, pero dejando las yoyah para el día siguiente. Alejandro ordenó cruzar inmediatamente, pillándolos por sorpresa. Nadie tenía un plan, pero cuando la lucha degeneró en una melé hombre contra hombre, la calidad de los macedonios se impuso. Primera gran victoria. Alejandro dio ejemplo cruzando de los primeros y dirigiendo una carga. Casi se lo cargan, pero Clito el Negro, el jefe de su guardia, le salvó. Con esto toda Asia Menor era suya, e incluso se permitió el lujo de mandar de vuelta la mayoría de la flota.

(Se lo resumo así de rápido, pero hubo toda una serie de escaramuzas, marchas, asedios y rendiciones, que como caen 2300 años en el pasado y las fuentes son escasas, pues tenemos menos material que de la Ostfront, pero seguramente se podrían escribir tochos similares.)

Al año siguiente, el propio Darío III llegó con el ejército principal. Alejandro le enfrentó en Issos. La batalla, 40.000 contra 100.000, ocurrió porque los ejércitos se cruzaron sin darse cuenta, Darío acabó “detrás” de los macedonios y ofreció batalla, y Alejandro la aceptó. En la estrecha planicie de Issos, entre los montes y el mar, Darío no pudo desplegar su superioridad numérica, pero seguramente pensó que le bastaba con aguantar y no perder, mientras a Alejandro solo le valía la victoria. Como en el fútbol, salir a por el empate es casi garantía de perder, y aunque los griegos sufrieron un poco en el flanco izquierdo (donde Parmenio resistió a la caballería persa) y en el centro, el ala derecha bajo Alejandro cargó con éxito contra las tropas más débiles allí situadas, y luego viró al centro, buscando al rey. Quizás los persas podrían haber resistido, pero Darío se acojonó y salió corriendo, dejando atrás incluso a su madre, a la legítima y a las hijas, y viendo eso su ejército perdió el poco nervio que le quedaba.

 

“Seguid vosotros, que yo, hmmm, me he dejado abierto el gas en Persépolis.”

 

Alejandro podría haber perseguido a Darío hacia el interior de Asia, pero en lugar de eso viró al sur y bajó por la costa de Levante, aceptando las rendiciones de las ciudades fenicias (que proveían los barcos de la flota persa, y sin ellos Darío ya no podría malmeter por Grecia o crear inseguridades en la retaguardia macedonia). Sidón le abrió las puertas, pero Tiro se negó, intentó jugar a ser “neutral”, ni persas ni macedonios, y ante la insistencia macedonia acabó subiendo a los embajadores al muro para degollarlos y tirarlos al mar. Tiro estaba en una isla, poco menos que inexpugnable, a media milla de la costa, pero con pozos de agua dulce, y pensó que estaba a salvo. Error: Alejandro invirtió medio año en el asedio, construyendo un dique para cruzar hasta la isla (que desde entonces está unida a tierra firme), asaltó la ciudad y realizó una escabechina. La lección al parecer no bastó, porque unos meses después Gaza requirió de otro asedio de dos meses. En este, a Alejandro le hirieron en el hombro con una flecha, y ordenó arrastrar hasta la muerte al gobernador, Batis, por su resistencia enconada en nombre de un rey -Darío- que ciertamente no lo merecía.

Tras Gaza, Alejandro entró en Egipto. Aquí le recibieron con los brazos abiertos como “liberador” del yugo persa. Alejandro solo estuvo cuatro meses, pero le bastó para visitar el oasis de Siwah (una visita que siempre ha despertado la imaginación de novelistas y esotéricos, porque supuestamente ahí Alejandro recibió la revelación de que Ammón-Zeus era su verdadero padre), fundar una ciudad que acabaría siendo la más importante del Mediterráneo oriental (Alejandría), y llevar consigo a todas partes a su compañero, el macedonio Ptolomeo, que seguramente ya empezaría a tomar medidas para los muebles. Resuelto esto, el ejército volvió a marchar, y con la retaguardia bien cubierta, subió hacia los pasos superiores del Éufrates y del Tigris.

 

Gaugamela

En algún momento de ese año, Darío intentó negociar. Su oferta: todas las tierras al oeste del Éufrates, reconocimiento como igual, y la mano de su hija en matrimonio. “No me ofreces nada que no tenga ya, enfréntame si tienes huevos”, replicó Alejandro, y siguió avanzando. Los macedonios cruzaron Éufrates y Tigris, y encontraron a Darío cerca de la ciudad de Gaugamela. Esta vez, Darío no había reparado en gastos, montando un ejército enorme y esperando en una planicie donde poder desplegar todo su potencial, pero Alejandro vio a la legua sus intenciones (aguardar a los macedonios y entonces tirarles encima sus contingentes de caballería y carros armados), y encontró la solución: los macedonios se acercaron poco a poco… y empezaron a virar hacia la derecha, alejándose de los carros y del terreno que los persas habían preparado con tanto mimo. Presionado, Darío lanzó su ataque demasiado pronto, y a partir de aquí nadie sabe muy bien qué pasa porque se levanta tremenda polvareda, pero parece ser que los carros no lograron quebrar a la falange, y que la caballería persa se encontró con tropas auxiliares guardando flanco y retaguardia de la falange. Quizás no habrían aguantado mucho pero aguantaron lo suficiente mientras en el centro la falange chocaba con los persas y abría huecos en los que se metió Alejandro como un loco, buscando a Darío. Y Darío, el Gran Rey, Rey de Reyes, Rey ante el que se arrodillan otros reyes, favorito de Ahura Mazda y Señor de las Cuatro Esquinas del Mundo, tomó las de Villadiego. Fue asesinado en la huida por sus propios hombres.

Tras aquello, el imperio persa se derrumbó: Babilonia, Susa, Persépolis y Ecbatana le abrieron las puertas a Alejandro, que las trató bien, excepto a Persépolis, donde permitió un día de saqueo, luego mandó sacar todo lo valioso, y finalmente la quemó hasta los cimientos, ayudado por mujeres griegas (para humillar aún más a los persas) y como venganza por la quema de los templos griegos en 480 a.C. Tras esto, empezaron a oírse voces diciendo que “pues ya estaría, ¿no? a esto vinimos”, y Alejandro, que aún controlaba un poco su megalomanía, dijo que por supuesto, licenciando a todas las tropas auxiliares de las polis griegas con una buena prima. Con las riquezas que habían caído en sus manos, contratar mercenarios ya no era un problema, aunque el núcleo del ejército siguieron siendo sus veteranos macedonios, reforzados en Ecbatana por un contingente de 15.000 nuevos reclutas enviados por Antípatro.

Con este ejército, Alejandro empezó a hacer limpieza: un sátrapa se había proclamado sucesor, pues a la guerra contra él. Otros le juraron lealtad y luego le traicionaron, lo mismo. Sin librar ninguna gran batalla, pero aplastando rebeliones en cada valle de las montañas centroasiáticas, masacrando cada vez más a menudo, y moviendo poblaciones y colonos que ni Stalin en sus mejores días. Entre 330 y 327, Alejandro y sus tropas están constantemente de campaña por Bactria (donde la ISAF perdió el mechero, más o menos). Y en esa zona el botín, si no eres una compañía energética deseosa de sacar los hidrocarburos del Caspio al Índico y abastecer a un mercado alcista, pues es un poco mierdas comparado con Egipto, Babilonia o Persépolis. En un asedio, Alejandro recibe una piedra en la cabeza que le deja medio ido, y la posible conmoción cerebral ha dado para mucha especulación. La herida, la frustración generalizada, la incomodidad de los macedonios con la progresiva adopción por Alejandro de usos y ropajes asiáticos, el estrés postraumático y mucho alcohol, todo se combina en una noche en los cuarteles de invierno en Samarkanda, en la que Alejandro acaba matando con sus propias manos a Clito el Negro, quien le salvó la vida en el Gránico, por decirle “tío, antes molabas, ahora no te distingo de un persa”. Por la misma época, es descubierta también una supuesta conspiración de la que Filotas estaba enterado pero no reportó. Filotas es ejecutado, y como es hijo de Parmenio, también hay que matar a este. Poco a poco la vieja guardia de Filipo es eliminada, y sustituida por Ptolomeos, Hefestiones, y otros compañeros de pupitre, que alimentan los delirios de grandeza de Alejandro.

 

“Eres el salvador de la patria, lo más de lo más, el mejor amante.”

 

Hasta el infinito y más allá

Rodeado de aduladores, nadie se opuso cuando Alejandro propuso avanzar al fin del mundo. El fin del mundo, para un griego, estaba más o menos en el río Indo, más allá del cual muy pronto se llegaría al Okeanos. Hacia allá fueron los macedonios, entrando en el reino del rey Poros, al que derrotaron en la cuarta y última gran batalla de Alejandro. Poros tenía elefantes y estaba protegido por el río Hidaspes, pero los macedonios no tuvieron gran problema en vencer, si bien pagaron un precio más elevado del habitual. Allí murió también el caballo favorito de Alejandro, Bucéfalo, y le montaron una ciudad.

Aquello ya era el límite de lo que podía considerarse “esfera de influencia persa”. Y hay que recordar que el núcleo del ejército, los macedonios, no eran soldados profesionales sin otra carrera que la milicia, sino aún los civiles formados y encuadrados por Filipo, que tenían una vida a la que volver. Los más veteranos llevaban ocho años de campaña, 12.000 millas andadas, y batallas sin fin. De alguna unidad se decía que sus soldados tenían más de sesenta años. Y ahora en la India se encontraron con el monzón: 70 días de lluvias ininterrumpidas. El botín ya era tan pesado que no podían llevar más, y la gloria no sirve de nada si no vuelves a casa para disfrutarla. Vamos, que estaban hartos, y se lo hicieron saber mediante una sentada. Apropiadamente, los sacerdotes interpretaron que los dioses mandaban augurios nefastos.

Alejandro tuvo una rabieta, pero cedió y ordenó bajar por los ríos al Océano Índico para volver a Mesopotamia, lo que llevó la mayor parte de 325 y 324. Y se siguió sometiendo a toda población en el camino, con Alejandro cada vez más suelto a la hora de comandar masacres. En uno de estos asaltos, por avergonzar a sus soldados, saltó el primero el muro – y se quedó aislado unos minutos dentro del recinto cuando sus soldados, desesperados por seguirle, sobrecargaron la escalera. Aquí recibió una flecha en las costillas que le perforó el pulmón y estuvo a punto de matarlo. Tardó meses en recuperarse. El viaje de vuelta llevó a los macedonios por tierras y mares nunca vistos. El ejército se dividió en tres, y Alejandro lideró al tercio que atravesó el desierto de Gedrosia, donde el calor y la falta de agua resultaron más mortíferos que cualquier batalla (si bien la mayor parte de soldados logró sobrevivir).

 

El final

Alejandro llegó a Babilonia, y enseguida ordenó preparar una expedición a la península Arábiga para el año 323. También, organizó una serie de bodas entre griegos y persas: Alejandro era consciente de que los griegos no eran suficientes para gobernar el imperio solos y necesitaban alianzas, pero de ahí a concluir que buscaba una “fusión entre las razas”, como predican muchos apologetas modernos (entre ellos Oliver Stone y otra gente que las masacres, pues como que las menciona pero sin mostrarlas demasiado), hay un trecho: 10.000 griegos se casaron con mujeres asiáticas, pero a ningún persa se le permitió casarse con una mujer griega. Y todo el rato una celebración tras otra.

Las celebraciones macedonias eran grandes festejos donde se competía a ver quién era capaz de beber más vino (sin diluir), algo que probablemente no era demasiado bueno para la salud. Hefestión enfermó, el médico le recomendó dieta – y el chaval se la saltó, metiéndose un pollo asado entre pecho y espalda, acompañado de un cubo de vino. Y se quedó pajarito. Alejandro se quedó hecho polvo, llorando y lamentando la pérdida de su mejor amigo (Goldsworthy insiste una vez más que no sabemos los detalles), y organizando unos funerales calcados a los de Patroclo en la Ilíada. Ah, y el azotamiento del médico.

Y como en la Ilíada, Aquiles siguió pronto a su “amigo”: un par de meses más tarde, Alejandro caía enfermo después de meterse varias juergas en una noche. Y como nadie escarmenta en cabeza ajena, volvió a más celebraciones hasta que ya colapsó y no pudo ni levantarse. Agonizó un par de semanas con fiebres altas, y el 10 de junio de 323 expiró.

 

“Dinos, o divino Alejandro, ¿quién ha de ser tu sucesor?” “El más fuerte.”

 

Dado lo goloso de la herencia y la -relativa- juventud del finado (33 años), ha habido especulaciones varias a lo largo de la historia sobre si fue asesinado. Goldsworthy no les da mucho crédito: aunque hubo numerosas conspiraciones anteriores, y morir asesinado era estadísticamente lo más probable para un argéada, en ese momento tenía el poder bastante bien encauzado. No hay veneno que concuerde con los síntomas transmitidos en las fuentes, y el caos tras su muerte no parece sugerir una conspiración bien ideada: todos los familiares estaban muertos al cabo de pocos años, y el imperio acabó dividido entre sus cuatro generales más fuertes (los llamados diádocos, “sucesores”: Ptolomeo en Egipto, Seleuco en Persia, Lisímaco en Asia Menor, Casandro hijo de Antípatro en Macedonia). Todos ellos, eso sí, elevando a su difunto rey a la categoría de Dios para justificar sus dinastías.

 

Valoración

F & A marcan con sus vidas el paso desde la Grecia Clásica al periodo Helenístico. Las polis perdieron su rol político para siempre (Esparta intentó una revuelta cuando Alejandro estaba por Persia; era ya un pueblo tan insignificante que fue aplastada sin problemas y ni siquiera hubo represalias como en Tebas), pero la cultura griega se pudo expandir por los reinos de los diádocos, convirtiéndose en el pegamento internacional de todo el Mediterráneo Oriental. Incluso en la parte más oriental del imperio, Bactria/Afganistán, hubo un reino de cultura griega que duró más de un siglo. Y de toda esta cultura griega es de donde nacería el cristianismo – o al menos las partes que lo hicieron crecer más allá de ser la enésima secta judía. Pero eso ya se sale del ámbito de este libro, por lo demás excelente, que hace accesibles las algo difusas fuentes, y sobre todo da el contexto necesario para entenderlas.

Filipo se encontró un reino echo polvo, y lo convirtió en la potencia hegemónica de Grecia. Alejandro tomó ese reino, y lo llevó a la guerra contra Persia, derrotando a todo aquel que se le pusiera en su camino. La historia de ambos solo tiene sentido contada junta. Además, pese a las diferencias en escala, los imperativos fueron siempre los mismos: la guerra era la justificación del poder real, y por eso ambos siempre estaban en campaña. Cualquier derrota lo habría interrumpido todo. Que esta no se presentara, da fe de su habilidad. Que a pesar de todas las masacres hoy sea tan admirado y se le asocie uno de los reyes de la baraja… pues eso ya es la naturaleza humana. A lo largo de su historia, los pintores de la corte y la Real Fábrica de Tapices han hecho innumerables obras representando a Alejandro, o a Jerjes I, o a Ciro el Grande, para su exposición en los palacios y pasillos del poder. A mi no me consta que haya uno solo representando a los atenienses en Salamina o Maratón.

 

“Hombre, es que los tebanos se lo habían buscado.”


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  1. Comentario de emigrante (13/03/2023 13:17):

    Sólo he leído la mitad pero le está quedando magnífico, dejo el resto para disfrutarlo más tarde cuado tenga tiempo. Las objeciones, las de siempre:

    “Como todos los grandes imperios (excepto el español, que no introdujo ninguna innovación tecnológica militar y por ello puede afirmar que es el único en la historia construido A Puro Huevo), el de F&A se basó en una innovación” Perdone pero estoy harto de oír que la innovación que introdujo el ejército castellano a comienzos de la Edad Moderna fue el Tercio y la formación de la infantería en cuadro que convirtió a los caballeros medievales en algo obsoleto. Se le atribuye esta invención a Gonzalo Fernández de Córdoba que la utilizó por primera vez en Italia defendiendo los intereses aragoneses (y catalanes) contra los franceses. También se atribuye al Gran Capitán la invención de las minas con explosivos. Hacer un túnel (mina) hasta los cimientos de la muralla, llenar el final con barriles de pólvora y encender la mecha. Algo que acortó mucho los asedios y con el tiempo dió lugar a un nuevo tipo de fortificaciones en forma de estrella.

    “Te tendrías que haber casado con una catalana para unir los reinos, y no tendríamos ahora este lio con tus amiguitos falangitas.” Insisto de nuevo en que la monarquía hispánica tiene su origen en una dinastía de condes catalanes que fue ampliando territorio a base de braguetazos, Ramón Berenguer y Petronila, Fernando e Isabel, etc. Además del caso del Puigmoltejo. Los catalanes unieron los reinos y reinan sobre la península desde hace 800 años.

    Si Alejandro es el rey de tréboles de la baraja francesa entonces Filipo es el rey de bastos de la baraja española.

    La imagen número diez es para quitarse el sombrero. Seguiremos cuando me lea el resto.

  2. Comentario de el guru (15/03/2023 11:39):

    Hace años que no veo la película de Oliver Stone, pero la violación grupal de Pausanias ESTÁ en la película, durante la escena de la boda de Filipo.

  3. Comentario de Lluís (18/03/2023 20:08):

    #1

    Perdone, pero las formaciones de infantería en cuadro para hacer que una carga de caballería acabara mal llevaba inventada por lo menos 200 años, las comunas flamencas ya le habían causado algún percance a los franceses en época de Felipe el Hermoso (el de Francia). El Gran Capitán atinó a incluir ballesteros y arcabuces para convertir el Tercio en algo mucho más formidable y lograr que pudiese operar en más terrenos y no sólo en llanuras. Pero lo mejor era que se trataba de cuerpos profesionales, y más numerosos que los de la mayoría de los estados rivales.

  4. Comentario de emigrante (20/03/2023 16:21):

    #3. A menudo la innovación no consiste en inventar algo nuevo sino en combinar cosas ya inventadas como no se había hecho antes. Como usted ha dicho no inventó la formación en cuadro pero dividiendo la tropa en tercios de piqueros, ballesteros y fusileros la hizo mucho más eficiente. Tampoco inventó las minas como tales pero fue el primero que combinó su uso con los explosivos. Anteriormente al final del túnel retiraban los cimientos de la muralla piedra a piedra y los sustituían por un entibado de madera al que luego prendían fuego.

    Los españoles de entonces tampoco inventaron el acero pero el de Toledo era el de mejor calidad que se podía encontrar. Volviendo al uso de túneles en los asedios, es algo que no se puede hacer si el castillo está en lo alto de una peña y hay que excavar a través de roca viva. Sin embargo en Flandes, donde se centraban la mayoría de conflictos, sería coser y cantar pues el país es llano y se asienta sobre limos y arenas. Allí el problema principal sería el agua y supongo que entraría en acción la máquina de vapor de Jerónimo de Ayanz para bombearla. La ingeniería minera española también era la más avanzada de la época. https://es.wikipedia.org/wiki/Jer%C3%B3nimo_de_Ayanz_y_Beaumont

  5. Comentario de Lluís (21/03/2023 19:09):

    #4

    Hombre, además de castillos, había ciudades, que solian estar en llano, y al final interesaba más tomar una ciudad que un castillo encima de una peña. Construir túneles para socavar murallas no era del todo desconocido, otra cosa es que el atacante hubiese reclutado personal experto en la materia, principalmente mineros.

    No le discuto las otras cosas. Pero a principios del siglo XVI, la superioridad de imperios como el de Castilla o el otomano se basaba en la capacidad de mantener un elevado número de soldados profesionales. El reino de Hungría había conseguido mantener a raya a los otomanos mientras dispuso de algo semejante (véase el Ejército Negro de Matías Corvino), se disolvió y Solimán el Magnífico les dio lo suyo.

  6. Comentario de Casio (22/03/2023 22:33):

    Excelente resumen, como siempre. De algún modo Alejandro inicia la serie de grandes generales ( y asesinos de masas) admirados e imitados por la cultura occidental , el mito del “gran hombre providencial” , Julio Cesar se miró en Alejandro, quien fué admirado por la cadena de condottieros y generales de la sangrienta edad moderna, tambien admirado por Napoleón , a su vez adorado secretamente por Adolf… Y hasta ahora, con Putin intentando reconstruir el imperio de los padrecitos zares…En fin, el narcisismo del ego del hombre occidental y sus estragos, lo mismo te funda un imperio que haces de viejo payaso reteñido en una estrambótica moción de censura…..

  7. Comentario de Lluís (26/03/2023 16:52):

    #6

    Perdone, pero creo que los occidentales no somos los únicos culpables de imperialismo. Sin hacer ruído, los chinos han expandido su influencia por muchos sitios, en particular África. Hace un siglo, empezó el imperialismo japonés en Asia, que no trató mejor que ingleses o franceses a las gentes a las que llevaba las ventajas de la civilización. Eso si, imaginación le echaban, el término ese de “esfera de coprosperidad” pondría cachondo/a a cualquier neoliberal actual.

    Respecto a imperios, Alejandro ni siquiera fue el primero. En todo caso, sería el primero domicilio social en el continente europeo. En la zona del actual Iraq, un tal Sargón de Acad ya fundó el suyo, unos 1800 años antes del nacimiento de Alejandro. Y otros vendrían luego, fuesen árabes, turcos, mongoles,…, ninguno de ellos europeo. Fuera de la nefasta influencia europea, aztecas o incas tuvieron los suyos. Desconozco la historia de Extremo Oriente, pero me suenan estados de corte imperial en China, la India, Camboya,… Vamos, es que incluso en una zona con la fragmentación política del África Subsahariana aparecieron algunos.

    No es por disculpar a los europeos, pero no es algo exclusivo de aquí.

  8. Comentario de Casio (27/03/2023 18:30):

    #7 Bueno, no estoy diciendo que no haya imperios e ideales imperiales en otras culturas. p.e. además de los que dice, un aterrado recuerdo para Qin Shi Huang, el unificaor de China, menudo pájarraco..
    Digo que la genealogia cultural del “gran conquistador”, del “genio militar que rompe con los nudos gordianos de su tiempo, etc” en Occidente tiene un hilo de continuidad que parte en Alejandro y que ha pasado en el imaginario de los grandes generales que han sido o han creido ser, de una imagen especular a la siguiente.

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