Take back control
Take back control. Ese fue el exitoso eslogan de los partidarios del Brexit en el referéndum de 2016. Una pléyade de políticos oportunistas emanados del Partido Conservador, entonces (y ahora) en el poder, que le hicieron la oposición a su propio primer ministro para adquirir popularidad y, también ellos, “take back control”, en este caso el control del Partido Conservador. Al frente de todos ellos, Boris Johnson, exalcalde de Londres y enfant terrible de los conservadores, simpático, divertido, caótico y sin escrúpulos.
La jugada les salió muy bien. Una mayoría no aplastante, pero sí clara, de británicos, votó a favor de huir de la asfixiante burocracia de la Unión Europea para que el Reino Unido recuperase su lugar en el mundo. Y a ciencia cierta lo está recuperando a marchas forzadas… Pero no es el lugar que ellos pensaban. Efectivamente, no tiene mucho que ver con los delirios imperiales que animaban esa visión idílica de un Reino Unido libre de las ataduras de la UE, que tenía que consumarse rompiendo o debilitando los lazos comerciales con el continente europeo y sustituyéndolos con otros socios; visión que tenía mucho de voluntarismo y wishful thinking y casi nada de realismo económico [acceso al artículo completo]
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