Otra exaltación ultranacionalista que sale mal
Llevamos dos semanas de bombardeo mediático sin compasión, por tierra, mar y aire, a propósito del fallecimiento de Isabel II. Una reina cuya principal virtud consistió en su capacidad para durar y que quizás justamente por ello, en desafortunada correspondencia, ahora también se ha pensado que su funeral, exequias y panegíricos deberían durar semanas y semanas. Se trata de un festival de exaltación nacionalista británico-inglés que llega a extremos tan ridículos como sacar pecho por la disciplina, el orden, el savoir faire de los ingleses para formar y asumir deportivamente larguísimas colas para presentar sus últimos respetos a la reina, cuestión esta a la que Televisión Española ha dedicado noticias específicas (también lo hizo, claro está, cuando murió Franco, pues también entonces hubo colas muy largas; ¡y había qué ver con qué respeto, con qué donaire, con qué sentido de Estado guardaron cola los españoles que por ahí se acercaron, parecían ingleses!).
Aunque pocas cosas más ridículas que el papanatismo entusiasta de la mayoría de los medios de comunicación españoles con la reina Isabel II y la monarquía británica. Alguien debería avisarles de que la Monarquía a la que hay que alabar hasta extremos ridículos es la nuestra, que con eso ya basta; no es necesario hacer extensivo tanto entusiasmo propagandístico a otros monarcas. Sobre todo, si regentan Imperios venidos a menos cuyas principales colonias son territorio arrancado a España hace 300 años (Gibraltar), que es un factor que hasta los medios más conservadores están obviando, en su frenesí monárquico [acceso al artículo completo]
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