“El general de Stalin: la vida de Georgy Zhúkov” – Geoffrey Roberts
Antes de empezar esta biografía del hombre responsable de que la sangrienta garra de Stalin acabase llegando a orillas del Elba y al corazón de Europa, quisiera darle las gracias a Don Pablo Casado Blanco, presidente del Partido Popular, sin el cual este post no habría sido posible.
Lo digo totalmente en serio. Verán: hace ya algunos meses, un compañero mío del curro empezó a rajar de la reforma constitucional que preparaba Pedro “Vacío” Sánchez, y que el PP encima iba a ser tan tonto de apoyarla, “y otro millón de votos para VOX”. Yo era la primera vez que oía mentar dicha reforma, pero sin saber más dije con todo el aplomo del mundo: “el PP no va a votar eso, y me apuesto algo”. La cosa escaló, y total, que acordamos que el perdedor tendría que comprarle un libro al ganador. Unos meses más tarde, ¡voilà! Y es que el PP será un partido con el que no querrías ir ni a heredar, pero en estas cosas no falla y es más fiable que el curso de las estrellas: si no llegan Obama o la Comisión Europea a ponerles una pistola en la frente, ese partido del que usted me habla nunca nunca NUNCA votó ni votará una reforma constitucional. Te puede sorprender la excusa (en este caso, que Sánchez estaba metido en la cama con los catalanes), pero realmente es lo de menos. Mi compañero aceptó su derrota, aunque amagó con querer comprarme la última obra de arte y ensayo de UTBH, aka “Condón Humano”, pero me planté e impuse esta biografía. Primero por su precio (5.33€ para Kindle, tampoco es cuestión de abusar de alguien que cree que en el PP hay trazas de buenismo), y luego porque me hacía mucha ilusión poder decir que Pablo Casado y el Partido Popular me acercaron al brazo armado del estalinismo. El caso es que, por obra y gracia de un palentino licenciado en la universidad de Harvard en Aravaca/Moncloa, hoy disfrutan ustedes (o no, la verdad es que el post me ha salido muy soso, ¡pero tengo miedo que Pablo Casado y sus mencheviques azules sean purgados por sus hermanos bolcheviques si espero más!) de una biografía de Gueorgui Konstantínovich Zhúkov, mariscal de la Unión Soviética y del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos.
Zhúkov es conocido porque participó de manera decisiva en los grandes triunfos soviéticos (Moscú, Stalingrado, Kursk y Berlín). Se argumenta a veces que sus victorias las logró con inmensas bajas propias, pero él tenía que luchar con lo que tenía a mano, y en la forma que le permitía lo que tenía a mano. Ciertamente se produjeron bajas espantosas en el lado soviético (6000 muertos cada día), pero bajo Zhúkov no fueron peores que bajo Rokossovsky, que en cambio tiene fama de ser un general muy preocupado por sus tropas. Zhúkov no era un gestor de recursos humanos demasiado brillante, y descargaba mucha tensión en subordinados inmediatos… que luego contribuyeron mucho a estas leyendas negras, pero siempre se preparó muy concienzudamente para sus batallas (que además fueron las más duras de toda la guerra), y peleó para que sus hombres estuviesen todo lo bien pertrechados que era posible en cada momento.
Como favorito de Stalin, en 1945 Zhúkov lidera y preside el Desfile de la Victoria en la Plaza Roja. En 1947, cae en desgracia y es expulsado del Comité Central. Hombre práctico que es, tiene lista una bolsa con ropa interior por si vienen a arrestarle, cosa que teme pueda pasar cualquier día. En lugar de eso, en 1948 Stalin lo manda al ostracismo como jefe del distrito militar de los Urales. Pero a inicios de los años 50, se le rehabilita ligeramente, y en 1955 Jrushchov le nombra ministro de defensa. En 1957, Zhúkov resulta instrumental en impedir un golpe contra Jrushchov… pero Jrushchov ahora temerá su poder y en 1958 le jubila, y nueva caída en desgracia. Con la caída de Jrushchov en 1964, nueva rehabilitación, y la prensa del régimen empieza a publicar piezas suyas sobre las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial. Publicadas sin autorización en el bloque capitalista, le dan a conocer al público occidental. En aquel momento la derecha ya odiaba a Stalin tanto como ahora, pero aún no tenía el cuajo de afirmar que “deberíamos haber apoyado a Hitler hasta el Endsieg y los Urales, joder” (e incluso hoy, a nuestra derecha mainstream aún le queda hasta 2030 –o antes, si los fachas americanos deciden dar ejemplo- para poder decirlo abiertamente), así que se le celebró y admiró como el gran artífice de la victoria soviética sobre el nazismo, en lugar del malo malísimo de Stalin. Esta imagen nos ha llegado hasta hoy, y Roberts la intenta matizar, contextualizando su vida en la historia del Ejército Rojo.
Los comienzos
Zhúkov nació el 1 de diciembre de 1896, en un pueblecito a unos 80 kilómetros de Moscú, si bien sabemos muy poquito sobre sus orígenes. Primero, por la destrucción causada por varias guerras y revoluciones, segundo, por la variable censura, y tercero, porque el propio Zhúkov (cuyas memorias, fuente principal, se publicaron en 1969, cuando muchos de los testigos tempranos ya habían muerto) los adornó un poquito. La propaganda comunista siempre daba un plus de valor a los orígenes más humildes posibles, y Zhúkov hizo lo posible por acercarse al ideal del campesino pobrísimo (como ahora todos somos comunistas, incluso Pablo Casado tiene que hacer lo mismo). Sin embargo, su padre tenía un oficio, zapatero, si bien no siempre trabajo. Del padre, que le pegaba frecuentes palizas, heredó un carácter tendente a la ira ocasional, y de la madre, campesina, heredó el físico (levantaba sacos de trigo de 90 kilos – la madre, decimos). En sus memorias, Zhúkov los recordó nueve años mayores de lo que realmente eran. En vez de los dos años habituales en la escuela rural, Zhúkov absolvió tres, indicio de que la familia estaba situada un poco mejor que la media. Le gustaba aprender cosas y siempre fue un estudiante muy disciplinado, si bien muy práctico y alejado de fruslerías intelectuales. Con doce años, le mandaron a Moscú a aprender el oficio de peletero en el taller de un tío (que también le daba palizas), se inscribió en escuelas nocturnas, aprendió de su primo Alexander algún rudimento del idioma alemán, y para 1914 tenía su propio taller con tres aprendices.
Era energético y ambicioso, pero en una sociedad tan cerrada como la zarista este habría sido seguramente el tope de su vida, maestro artesano y miembro de la pequeña burguesía moscovita… de no haber estallado la Primera Guerra Mundial. Fue llamado a filas en el verano de 1915 y realizó la instrucción básica en la caballería. Acabada la instrucción, como le vieron muy aplicado, le mandaron a una escuela de suboficiales (donde también le daban palizas – ¡la “extraordinaria placidez” del zarismo no se hacía sola!), y así se incorporó como sargento al Frente de Rumanía en el verano de 1916. Destacó por su valor (dos cruces de San Jorge), capturó a un oficial alemán, fue herido, y con el estallido de la Revolución Rusa fue elegido para varios soviets de soldados en representación de su unidad. Posteriormente, un brote de tifus le dejó incapacitado durante meses. Cuando se curó, la guerra había terminado para Rusia, así que hizo el petate y se fue a casa, a ver qué pasaba. Él siempre dijo que se había hecho comunista en la primera hora, pero eso era una mentira piadosa. Lo que no quita que a partir de cierto punto fuera un comunista convencido, pero más por las inmensas oportunidades que le dio el nuevo régimen que por convicciones ideológicas.
El régimen pronto necesitó soldados, y en septiembre de 1918 llamó a filas. Y Zhúkov acudió. Podría no haberlo hecho, pero pensó que aquí se abría una posibilidad de tener una carrera militar. La militancia comunista vendría después: en marzo de 1919 era miembro candidato del Partido Comunista, y en mayo de 1920 miembro de pleno derecho. Zhúkov luchó con el Ejército Rojo contra grupos de cosacos en el sur de Rusia. Varias heridas, un nuevo brote de tifus y un informe favorable de los oficiales políticos de su división le apartaron de la lucha y le lograron una plaza en la escuela de comandantes (los bolcheviques habían abolido los títulos de oficiales, y todos los rangos superiores eran “comandante”, sin más). Sacó buenas notas y participó en actividades políticas, aunque también tuvo algún altercado disciplinario. Luchó en el Cáucaso contra Wrangel y contra la rebelión de Tambov; luchas muy duras que le ganaron recomendaciones. Allí también conoció y se casó con su primera mujer, Alexandra.
La verdad es que esta parte del libro parece más un CV que una biografía. Estuvo aquí, estuvo allá… las fuentes (básicamente, sus memorias y los recuerdos de sus hijas octogenarias), claro, no dan para más. Y sus compañeros militares (en una academia en 1924 conoció a Rokossovsky; salvando las diferencias Roberts los describe como los Patton –Zhúkov- y Eisenhower –Rokossovsky- del Ejército Rojo) luego tuvieron sus enfrentamientos personales con él y no serían demasiado objetivos. Tras la guerra civil, el Ejército Rojo quedó reducido a un 10%, pero se conservó a todos los oficiales de caballería (que serían la inmensa mayoría del generalato durante las décadas venideras). Zhúkov decidió permanecer en el ejército, y ascendió de forma constante, si bien tampoco espectacular. Destacaba por su enorme disciplina y capacidad de trabajo, por poner al día unidades que otros daban por perdidas, y por ser miembro del partido, que eso siempre ayuda.
La guerra civil, y sobre todo las intervenciones extranjeras, dejaron en el régimen un poso de histeria constante, lo que fue fundamental en mantener un ejército profesional en lugar de unas milicias ciudadanas como decía el programa bolchevique. La industrialización del país estaba dirigida en primera línea a equipar un ejército moderno, como lo formuló Stalin en febrero de 1931: “estamos entre cincuenta y cien años por detrás de los países avanzados. Tenemos que recuperar esa distancia en diez años, o nos aplastarán.”
Crecimiento y purgas
A raíz de una histeria en 1927 sobre una inminente invasión anglo-polaca, el régimen volvió a aumentar el ejército. Se aumentó la mili de dos a tres años, el presupuesto se triplicó, y aquí empezaron a crear las primeras unidades mecanizadas. Zhúkov se benefició de este aumento para seguir ascendiendo, hasta subcomandante del distrito militar de Bielorrusia. Era una estrella en alza, y aunque se le daban mal el papeleo y la “gestión humana”, tenía intuición para usar los carros. La doctrina soviética, de hecho, era muy similar al Blitzkrieg alemán (solo que lo llamaban “batalla profunda”): romper el frente en un punto, y penetrar con unidades mecanizadas a la retaguardia enemiga. La diferencia, reforzada además por las lecciones de la guerra civil española, era que el Ejército Rojo no se terminaba de creer que los tanques pudiesen hacerlo todo solos, y confiaba más en unidades combinadas.
Finalmente, Zhúkov también se benefició de las purgas estalinistas del ejército. Sobre esto, Zhúkov en sus memorias pasa un poco de puntillas, diciendo, joder, que yuyu, que feo estuvo todo, y lo pasamos todos mal, eh, incluido yo, que Roberts nos pide tomar con mucho cuidado. Las purgas fueron proporcionalmente menores en las fuerzas armadas que en otros sectores, Zhúkov como miembro del partido nunca pasó demasiado peligro, y ya lo delirante es que dijera que se salvó porque lo destinaron a Mongolia. Hamigo, que te mandaron a “investigar los fallos de liderazgo de las milicias locales en los choques contra los japoneses”. Vamos: que te mandaron a realizar una purga local (aunque en defensa de Zhúkov, parece que hizo como la gran mayoría de los ciudadanos: agachar la cabeza y no moverse, y no parece haber denunciado personalmente a nadie).
Mongolia
Zhúkov llegó a Mongolia justo cuando los japoneses habían empezado ganando una guerra no declarada. Tras rajar de todos a Moscú, Moscú dijo “pues vale, demuéstranos tú como se hace”. Cosa que Zhúkov hizo, implementando con mucha energía un plan de batalla (que tampoco era demasiado brillante y ni siquiera era suyo) con el que sus 57.000 rusos lograron la victoria sobre 75.000 jap0neses, mediante un ataque envolvente. Zhúkov reunió mucha información antes del ataque, jugó muy bien al despiste, con movimientos en falso, órdenes fake por la radio, y atacando un domingo, cuando los oficiales japoneses estaban de permiso, y una vez lanzado el ataque lo mantuvo en marcha, aceptando pérdidas importantes cuando era necesario, y logrando envolver al enemigo en Khalkhin Gol. Una victoria brillante, y con importantísimas repercusiones. Derrotados en el norte, los japoneses adoptaron la “estrategia sureña” que les llevó a China y a Pearl Harbor, y a la postre hizo imposible que ayudaran a Hitler cuando este lanzó Barbarroja.
Las negociaciones posteriores se alargaron seis meses, lo que le libró de estar en el oeste cuando el Ejército Rojo la cagó por todo lo alto en la invasión de Finlandia. ¡Otro punto más a su favor! Stalin le recibió en persona, en lo que fue el primer encuentro entre ambos:
En la versión de sus memorias publicadas durante la era soviética, Zhúkov escribió de su primera impresión de Stalin: “su apariencia, su voz suave, la profundidad y concreción de su pensamiento, su conocimiento de los asuntos militares, la atención con la que me escuchó – todo eso me impresionó mucho.” En las versiones post-soviéticas de sus memorias publicadas en los años 1990, había una coda: “Si era así con todo el mundo, ¿por qué se hablaba tanto de lo mala persona que era?”
Stalin despidió a su ministro de Defensa Voroshilov por lo de Finlandia, y a cambio puso a Timoshenko (ayudó que su hija estuviera casada con el hijo de Stalin), que dejaba así libre el puesto de comandante del distrito militar de Kiev – el cual fue ocupado por la estrella de Mongolia, Zhúkov. Como tal, supervisó la ocupación de Besarabia. En Kiev conoció también a Nikita Jrushchov, a Aleksandr Vasilevsky, y a Mikhail Kalashnikov (a quien mandó a la Escuela Superior de Tanquistas, impresionado por sus habilidades técnicas), y participó en los preparativos contra un ataque alemán. Fue elegido para el Comité Central del Partido, como jefe del estado mayor, y le dieron un apartamento enfrente del Kremlin, su casa por casi 20 años.
Barbarroja
Con esto llegamos a la Gran Pregunta: ¿hasta qué punto fue Zhúkov responsable de la debacle en el verano de 1941, cuando los alemanes lo barren todo y llegan hasta las puertas de Moscú? Roberts aquí retrata una responsabilidad colectiva: creencia generalizada que los alemanes no abrirían una guerra en dos frentes, que no atacarían antes de derrotar a Gran Bretaña, que tenían un potencial de 300 divisiones y por tanto no atacarían solo con las 120 estimadas (unas 150-180 en la realidad) que habían trasladado al este, y sobre todo que el frente no colapsaría. Pero el Ejército Rojo tenía una doctrina muy ofensiva, y no estaba preparado para una guerra defensiva. Zhúkov trabajó un plan de movilización para el año 41 (el MP-41, que preveía movilizar a 8 millones de soldados, la mayoría en el suroeste, esperando que el ataque principal cayese sobre Ucrania), y en las posteriores revisiones de marzo y mayo. En esta última, Zhúkov y Timoshenko proponían considerar un ataque preventivo. Esta propuesta ha sido agua de mayo para todos los “both sides”, que argumentan que claro, el ataque nazi (una guerra de exterminio decidida ya medio año antes) estaría justificado en defensa propia, y que el colapso ruso lo demuestra: ¡no tenían defensas porque preparaban un ataque! Lo cierto es que, en una organización de varios millones de personas como el Ejército Rojo, sería raro que no hubiese una facción proponiendo algo así. El comentario nunca pasó de propuesta, hay incluso dudas de que Stalin lo leyera, y desde luego no se aceleró el proceso de movilización, que continuó al ritmo anterior y sin temer todavía un ataque alemán. Stalin ciertamente no quería una guerra en 1941 (otra cosa es lo que hubiese hecho en 1942, con la movilización completada), e intentó por todos los medios no darle razones a Hitler para iniciarla.
Pero junto a los fallos de inteligencia, la mayor cagada de los soviéticos fue seguramente creer que –incluso si Hitler les atacaba- el frente solo se hundiría algunos kilómetros, y que en seguida podrían empezar con contraataques. Cuando los alemanes entraron con todo el 22 de junio de 1941, nadie lo vio venir. Posteriormente, Stalin (y Zhúkov y bastantes más) intentaron reinterpretar el fallo echándoles la culpa a los comandantes del frente, muchos fusilados por incompetencia. Encima, las narrativas fueron cambiando sutilmente durante los siguientes 50 años, siempre en línea con la dirección del partido. Por ejemplo, cuando los alemanes se detuvieron en el avance a Moscú y mandaron los panzers al sur para tomar Kiev: aquello fue probablemente la mayor debacle de la guerra, y como el jefe político en Ucrania en ese momento era Nikita Jrushchov, la “interpretación” del hecho daría mucho jugo a partir de 1955. Zhúkov por su parte se lavó las manos: como en julio de 1941 fue sustituido como jefe del estado mayor, posteriormente intentó retratarlo como “yo advertí sobre lo de Kiev antes de que pasara, pero no me hicieron caso y por eso dimití”. Seguramente no fue tan dramático, pero lo cierto es que no estaba al mando cuando ocurrió. En su lugar, le pidió a Stalin un comando operativo, y este le encomendó la ofensiva de Yelnia, la primera victoria importante del Ejército Rojo. Las cuatro divisiones de Zhúkov fueron las primeras divisiones de guardia nombradas.
Aquí, Zhúkov empezó realmente a ganarse la confianza de Stalin. Ambos se entrevistaron oficialmente 120 veces a lo largo de la guerra, y bastantes más de manera no oficial o por teléfono. Ambos tenían mucho en común: venían del campo, eran hijos de padres zapateros y violentos, con madres que se preocuparon por su educación, estaban marcados por la guerra civil, y se veían como hombres prácticos y de acción, capaces de perseguir sus objetivos con determinación y –si era necesario- de forma despiadada. Y ambos eran comunistas convencidos, comprometidos al mismo tiempo con la patria nacional. Quizás por ello, Zhúkov sobrevivió a las purgas pese a ser bastante más franco con Stalin que el resto de militares… y posteriormente fue bastante menos crítico con él después de su muerte, cuando todos se volvieron jrushchovitas de toda la vida. Roberts pinta una imagen de Stalin como líder competente, que trabajaba muchas horas y no tomaba decisiones de calado sin consultar al Comité Central o a la Stavka, aunque siempre se reservara la última palabra. (Y siempre me sorprende que Stalin ni siquiera fuese el jefe de estado de la URSS.)
Tras Yelnia, Stalin mandó a Zhúkov a preparar la defensa de Leningrado. Algunos se quejaron por lo bajo que Zhúkov llegó y recorrió las defensas pegando muchos gritos, pero sin hacer nada efectivo, pero el caso es que Leningrado resistió el primer asalto importante de los nazis, y se le atribuyó un importante “milagro en el Neva”, también por parte de expertos como David Glantz. Zhúkov se convirtió en el talismán de Stalin para situaciones desesperadas. Y la más desesperada del momento era Moscú, así que a los pocos meses se fue para allá. Tan importante era ya su prestigio que el Krasnaya Zvezda y el Pravda publicaron una foto suya en portada, la primera de un comandante de frente, en plan “tranqui todos, que llega Zhúkov al rescate”.
Zhúkov organizó la defensa de Moscú como la de Leningrado: férrea disciplina, ni un paso atrás, frecuentes contraataques. Muy al gusto de Stalin, ciertamente. En sus ratos libres, leía Guerra y Paz. Sus orígenes campesinos le hicieron popular entre los soldados rasos, que también venían en su mayoría del campo. El milagro se produjo, y Moscú resistió.
Stalingrado
En 1942, un nuevo desastre volvió a asomar. Esta vez, los alemanes fueron con todo en el sur, hacia el Caspio y su petróleo. Stalin respondió con la misma disciplina de siempre, pero añadiéndole algo de zanahoria: creación de nuevas medallas, y mimando mucho a los oficiales, a quienes les autorizó nuevos uniformes con charreteras de hilo dorado (las tuvieron que importar de Gran Bretaña). En lo militar, y previendo una batalla decisiva en Stalingrado, nombró a Zhúkov vicecomandante supremo para todo el frente sur.
La lucha urbana en Stalingrado se alargó semanas, luego meses, y Hitler empezó a comprometer más y más tropas, mientras sus flancos los guardaban unidades rumanas e italianas. Viendo esto, Zhúkov y Vasilevsky empezaron a elaborar un plan para lo que acabaría siendo la Operación Urano. De nuevo, los intríngulis del sistema soviético: cuando Zhúkov fue exiliado en 1946, la acusación era que había reclamado inmerecidamente el mérito de esa ofensiva. Lo mismo cuando fue exiliado en 1957 por Jrushchov, que como comisario político en Stalingrado reclamó el mérito para si mismo. Roberts aquí cita nuevamente a Glantz, quien señala que Urano se vio acompañado de otra ofensiva, la Operación Marte, ambas dos igual de importantes en términos de hombres, material y relevancia en la propaganda oficial. Pero Marte (donde coordinaba Zhúkov) pronto se vio atascada, mientras Urano fue un éxito enorme, así que rápidamente Marte fue “reinterpretada” como una maniobra de distracción para atar tropas de la Wehrmacht e impedir que acudieran a Stalingrado. Una mentira piadosa, y cuya ejecución no deja tan bien a Zhúkov, pero todos los planes originales llevaban su firma, eso sí es cierto.
Tras la rendición del Sexto Ejército de von Paulus, Zhúkov acudió otra vez al norte, a Leningrado, y logró romper parcialmente el cerco, lo suficiente para poder abastecer nuevamente a la ciudad. En recompensa, Stalin nombró a Zhúkov mariscal de la Unión Soviética (dos meses antes de auto-otorgarse el mismo rango), y luego le encargó un informe de la situación general. Zhúkov redactó una larga nota indicando que los alemanes solo podrían lanzar una única ofensiva en 1943, que esta seguramente estaría dirigida contra el saliente de Kursk, y que lo mejor que se podía hacer era preparar unas defensas en profundidad para que se dejaran los dientes. Acertó punto por punto, y efectivamente el ataque alemán se perdió en unas defensas de cien o más kilómetros de profundidad. Aquella fue la última ofensiva importante alemana; a partir de aquí, la apisonadora soviética no iba a parar hasta Berlín.
Lo personal
Durante estos años, la familia de Zhúkov le vio bastante poco, y aunque él escribía frecuentes cartas, tuvo mucho cuidado de no poner nada que llamase la atención de la censura militar. Y como tantos otros militares, se echó un par de amantes en el frente, una práctica ampliamente tolerada (lo que ya no se toleraba era que las amantes te hicieran perder el foco, y el propio Zhúkov amenazó a más de un general con despedirle si no dejaba de perder el tiempo con las mozas). Las cuatro hijas de Zhúkov (con tres mujeres diferentes) solo aparecieron juntas en público en su funeral. Hay que decir, sin embargo, que ninguna de sus esposas, amantes o hijas habló nunca mal de él, a pesar de que les dejó claro a todas que su carrera/servicio al estado siempre iban primero. Cuando tras la guerra fue destinado a Crimea, Zhúkov dejó atrás a sus hijas, pero se llevó a su mujer Alexandra… y a su amante, Lida Zakharova. Y para completar el combo, allí se enamoró de su médico, una joven llamada Galina Semenova (Lida, cabreada, le dejó). Alexandra no se enteró de Galina hasta 1957, cuando Zhúkov -60 añitos a esas alturas- tuvo una hija con ella.
Por suerte Roberts no pierde demasiado el tiempo con esto y vuelve rápidamente a “la Segunda Guerra Mundial, narrada a través de los ojos de Zhúkov”. Zhúkov empuja el frente a través de Ucrania hasta Rumanía, en principio en comandita con Jrushchov, aunque en sus memorias solo le mencionó para decir que siempre podías encontrar una buena comida allá donde estuviera Jrushchov.
Por cosas como estas, memorias contradictorias y registros que no encajan con recuerdos, a veces resulta difícil determinar quién ideó qué. Sobre todo, porque todos los grandes mariscales (Zhúkov y Kónev, particularmente, pero también Rokossovsky y los demás) acabaron chocando a lo largo de la guerra y se la quedaron jurada. Y Stalin, cuya autoridad podría sacarnos de dudas, no era de dejar diarios o memorias. Así, por ejemplo, con la toma de Varsovia, donde por un lado todos se intentan pasar el muerto de “no, si yo quería llegar a tiempo para ayudar al levantamiento polaco, pero los otros lo sabotearon”, y luego todos aclaran “pero a ver, que la culpa la tienen los polacos, que es eso de levantarse sin avisar, joder”, incluyendo a Rokossovsky (polaco de nacimiento). Pero vamos, que Stalin no movió un dedo hasta que vio que le daba mala prensa. Roberts no lo oculta, aunque indica que había también razones militares. Zhúkov por su parte apenas lo menciona, porque Stalin le saca del frente y le encarga la conquista de Bulgaria, cosa que Zhúkov resuelve en apenas un par de días. Para el asalto final a Berlín, Stalin otorgó los tres frentes implicados a Rokossovsky, Zhúkov y Kónev… y luego se nombró coordinador de los tres, seguramente para poder decir que él había ejercido el control directo sobre las tropas que habían ocupado la capital nazi.
Este asalto final fue controvertido y costó decenas de miles de muertos, impulsado además por el rumor de que los aliados occidentales pensaban llegar a Berlín antes. Stalin y Zhúkov se lo tomaron como una cuestión de honor (apoyados en esto por casi todos los soldados del Ejército Rojo, por otra parte), y lanzaron asaltos frontales. Stalin midió con cuidado la carrera entre Kónev y Zhúkov, y finalmente ordenó a las tropas de Kónev pararse. Fueron las de Zhúkov las que llegaron a la Cancillería del Reich y alzaron la bandera sobre el Reichstag.
Fue Zhúkov también quien recibió la rendición incondicional de la Wehrmacht, y quien dirigió el Desfile de la Victoria en Moscú. Stalin ofreció un brindis por los “millones de personas comunes” que habían hecho posible la victoria, felicitó efusivamente a sus mariscales… y a los cuatro días se concedió a si mismo el título de Generalísimo, dejando claro que seguía siendo el boss. Zhúkov quedó al mando de la zona de ocupación soviética, y como tal actuó de anfitrión en la Conferencia de Potsdam, donde en una recepción hizo muy buenas migas con Churchill, contando batallitas. A la hora de los brindis, Churchill inesperadamente le dedicó uno a Zhúkov, a lo que Zhúkov sorprendido replicó con otro “al camarada Churchill” – “y a todos mis camaradas de armas, que es lo que quería decir”. Stalin le tomó bastante el pelo al día siguiente. También se llevó muy bien con Eisenhower (algo peor con Patton), e intentó contener en lo posible los abusos de las tropas soviéticas contra la población alemana. Tarde y mal, porque los mayores abusos se produjeron durante la guerra, y allí ni él ni Stalin habían hecho gran cosa. De hecho, pillaron a Zhúkov enviando joyas y vajilla de plata a casa.
La primera Caída
Estos envíos sirvieron de pretexto a Stalin para purgarle en 1946 (las razones reales parecen haber sido el temor ante su enorme popularidad, y la necesidad de Stalin de mostrar quién estaba al mando). Entiéndase por “purgar” el mandarle al ostracismo a un puesto militar en Crimea, no picar piedra en un campo en Siberia. El 29 de abril fue la última vez que Stalin y Zhúkov se entrevistaron en persona, posteriormente una comisión (ante la que declararon todos los mariscales que habían chocado con él) le quitó el puesto de comandante en jefe. Curiosamente, Zhúkov no sentiría rencor por Stalin (o en todo caso bastante menos que contra Jrushchov cuando este le purgó en 1957), sino que le echó la culpa a Lavrenti Beria, y en menor medida a Bulganin. Y su rehabilitación ya empezó con Stalin todavía vivo, en parte por mediación de Vasilevsky (cuyo hijo se casó con la hija de Zhúkov en 1948): le permitieron firmar manifiestos, y fue parte de delegaciones al extranjero. ¡Hasta reconocieron su papel en la guerra “realizando los planes de Stalin”!
A Stalin no le quedaba muchos años más, y cuando murió en 1953 el Politburó se trajo a Zhúkov a Moscú, donde resultó esencial en arrestar y ejecutar a Lavrenti Beria (“no soy un especialista en arrestos y nunca antes hice esto, pero no dudaré”). De hecho, cuando mucho más tarde le preguntaron qué era lo más importante que había hecho en la vida, dijo que “arrestar a Beria”. Usar a Zhúkov fue una inteligente jugada de la camarilla post-Stalin, que así se aseguraban del apoyo del Ejército Rojo, la institución más respetada del país, cuyo prestigio debía servir para mantener al régimen y a la camarilla. Por ello promocionaron a Zhúkov a ministro de defensa. Pero pronto Jrushchov se hizo con el control, y en 1956, mediante una clara ruptura con el estalinismo, ya estaba firmemente montado en el machito. Acabó con los gulags, redujo el gasto militar, y aflojó considerablemente la censura. Zhúkov le ayudó con muchos viajes por el mundo, propagando la buena nueva de “no queremos agredir a nadie, por eso reducimos nuestras fuerzas armadas” (combinado con “cuando hay tantas armas nucleares, la guerra ya no tiene sentido, ¿sabeh?”) También se entrevistó con Eisenhower, intentando recuperar el buen rollito de los tiempos de la guerra, solo para descubrir ambos del otro que jo, tío, has cambiado, como militar molabas pero ahora eres político.
Pero en el fondo Jrushchov era una persona insegura, y tener a una estrella como Zhúkov a su lado lo potenció aún más. Reconoció en Zhúkov a alguien muy leal y eficiente, pero insistió en microgestionarle y chocaron. Zhúkov se mantuvo siempre leal a Jrushchov y al partido, por ejemplo, durante la intervención en Hungría en 1956 (que consideraba justificada por el ataque anglofrancés contra Egipto, aliado soviético en aquel momento). Para más inri, Zhúkov le salvó el pellejo a Jrushchov cuando la viaja guardia estalinista de Molotov, Kaganovich y Malenkov intentó echarle y volver a un gobierno colegiado. Zhúkov usó aviones militares para traer rápidamente a los miembros del Comité Central dispersos por la URSS, y luego lideró el contraataque en el pleno, basado en que los tres habían participado en todos los crímenes de Stalin (aunque sin insistir demasiado, ¡no fuera alguien a preguntar qué hacía Jrushchov en aquellos años!). En sintonía con el buen rollo que Jrushchov propagaba, en vez de ser fusilados Molotov acabó de embajador en Mongolia, Malenkov dirigiendo una central eléctrica en Kazajistán, y Kaganovich se vio procesando potasa en los Urales.
La segunda Caída
La segunda caída de Zhúkov vino incluso más sorprendentemente que la primera. En 1957, apenas regresado de un viaje oficial, se airearon las viejas acusaciones de haber intentado agenciarse méritos que no le correspondían. Jrushchov en sus memorias le acusaría de “bonapartismo”. También fue acusado de intentar aislar al ejército del partido, y de ir por libre en la política internacional.
Abatido, Zhúkov se metió en su casa y pasó una quincena comiendo y durmiendo a base de pastillazos. Luego rehízo su vida, tuvo a su cuarta hija, y en 1966 se casó con Galina. También empezó a escribir sus memorias, aunque todo el mundo le decía que jamás las podría publicar. Pero los tiempos cambian y el Politburó ni te cuento: Jrushchov cayó en 1964, y al nuevo jefe, Leonid Brezhnev, le interesaba desmontar las afirmaciones de Jrushchov de que Stalingrado lo había ganado él solito. Así que Zhúkov pudo al fin publicar sus memorias (convenientemente supervisadas y purgadas; por ejemplo, se añadió un párrafo donde Zhúkov afirmaba que le hubiese gustado consultar su estrategia con Brezhnev durante una visita al Cáucaso en 1943, pero que no había podido – porque claro, los mariscales se mueren de ganas de consultar con coroneles). Se publicaron en 1969, fueron un éxito enorme, con el tiempo han salido ediciones cada vez más completas, y Zhúkov pudo disfrutar un par de años de aclamaciones públicas hasta su muerte en 1974. Su funeral fue el mayor desde el de Stalin.
Cuanto surgió la Rusia post-soviética, Zhúkov rellenó perfectamente la necesidad de héroes: una vez que su lealtad a Stalin y al régimen comunista fueron convenientemente barridos bajo la alfombra, quedaba el veterano de una guerra que para la mayoría de los rusos tenía y tiene un carácter casi sacro, un patriota que había luchado para liberar a su país de un pérfido invasor, obediente y leal a sus superiores, y a la vez inconfundiblemente ruso de la cabeza a los pies. Todo características altamente deseables en el nuevo régimen, que reemplazó el socialismo con el nacionalismo y ya en 1994 creó una Orden de Zhúkov, una Medalla de Zhúkov, y un monumento suyo aplastando un águila alemana. En 1999 fue oficialmente exonerado de las acusaciones de 1957, y salen libros y documentales prácticamente cada año.
Valoración
¿Qué clase de persona era Zhúkov? Troyanovsky afirmó que se lo encontró a la salida del cine tras ver El puente sobre el rio Kwai, y que Zhúkov dijo que le había parecido “demasiado pacifista”, que prefería algo más como Los cañones de Navarone. Le gustaba mucho el ejército y lo militar, y también ejercer la autoridad. Por eso se movió como un pez en el agua en un sistema tan autoritario. Militarmente, no fue tampoco un gran innovador, sino más modestamente un gran implementador, con talento para controlar ejércitos enormes a lo largo de cientos de kilómetros, y olfato para las oportunidades que se abrían. No fue el mejor siempre, pero sí fue siempre de los mejores. Al contrario que sus teóricos pares, él estuvo presente en casi todos los escenarios clave, y en todos los niveles. Pero lo que le hizo y hace destacar hasta hoy es su firme voluntad de ganar: cuando incluso Stalin sufrió un colapso nervioso, él nunca mostró dudas (e impuso su voluntad con mano de hierro: el Ejército Rojo ejecutó a 158.000 de sus propios soldados). Una voluntad que le llevó a superar también sus dos caídas en desgracia tras la guerra. Roberts concluye que por todo ello cabe calificarle de héroe – no solo para los rusos, sino para todos aquellos que valoran su contribución a la derrota de los nazis. Incluso pese a su comunismo. En cuanto a nosotros, ya conocen nuestra postura: la misma que el camarada Winston Churchill.
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Comentario de Pucelano (24/01/2022 18:04):
¡Al fin después de tantos años un libro que me he leído!
Me llamó mucho la atención la cacho depresión que se cogió Don Jorge cuando perdió su ministerio. Uno diría que un hombre que ha visto pilas de cadáveres y aldeas incendiadas unas cuantas veces relativiza más las dificultades de la vida
Por lo demás un buen libro, aunque no se extiende apenas sobre la pérdida excesiva de vidas en las ofensivas soviéticas, o el trato a puñetazos a los subordinados
Comentario de Irrelevante (24/01/2022 20:05):
Según dicen, a Zhukov le encantaba la Coca Cola desde que la probó en Berlín y le llegó a decir a Eisenhower si podrían hacerla transparente, para que al beberla en público pareciera vodka.
Comentario de Cas (25/01/2022 10:38):
¿Pero cómo es posible? no ha salido ni una sola vez la palabra “vodka” ! Estos eran hombres de verdad y no los Abascales que se disfrazan de señoritos camperos para pasear el Land Rover por la finca del suegro… poca masculinidad frágil veo yo aquí.
Por otro lado, ahora entre el revisionismo occidental está de moda criticar a Zukov por la ofensiva Marte, que parece que fué su mayor cagada.
Comentario de el guru (27/01/2022 16:41):
Me ha decepcionado entrar en este artículo y no encontrar una comparación entre Zhukov y las elecciones castellanoleonesas.
Después del artículo de la revolución mexicana y la guerra civil española, que se parecen como un huevo a una castaña… todo va a ser un poco bajona.
Comentario de Bellver (28/01/2022 07:56):
Por lo que tengo entendido, Eisenhower era realmente un gran admirador de Zhukov y se caían mutuamente muy bien. Según el hijo de Ike, de vez en cuando, entre partida y partida de golf, le daba por contar anécdotas de su “amigo” soviético.
Impagable, por cierto, Jon Hamm haciendo de Zhukov en ese peliculón que es La muerte de Stalin.
Y bueno, no pudo con Model en la Operación Marte (pero también Model era mucho Model, probablemente el mejor jefe militar alemán de la II Guerra Mundial, por encima de Rommel, aunque se ha tenido a no reconocerlo a posteriori, porque era mucho más nazi y bastante más criminal de guerra), pero la cantidad de aciertos que tuvo durante el conflicto es impresionante, y probablemente merece el título más grande comandante del bando aliado. Que sus victorias costaron muchas vidas, bueno, eso es cierto, pero también las de Grant en la Guerra Civil norteamericana. Y el caso es que ambos ganaron la guerra.
Comentario de Latro (28/01/2022 10:36):
#4 – Jason Isaacs, no Hamm.
Comentario de emigrante (28/01/2022 15:25):
#4, tiene razón, Castilla y León no es la estepa rusa pero da el pego. Por eso la peli del Dr. Zhivago (la buena, la de David Lean) fue rodada en Soria y en Salamanca.
Por lo demás, lo que más me sorprende de este señor es que llegara a viejo habiendo luchado en tantas guerras y habiendo pasado tanto tiempo tan cerca de Stalin. Otros generales se estrellan con el avión nada más empezar la guerra.
Comentario de Bellver (28/01/2022 18:27):
7-Bueno, la respuesta creo que es fácil: durante la guerra, lo necesitó para ganarla. Y después, era tan tremendamente popular -no sé cuántas pelis y series habrán hecho ya los rusos sobre Zhukov- que supongo que hasta el padrecito Stalin pensó que cargárselo podía ser un poco excesivo.
Comentario de tabalet i dolçaina (28/01/2022 19:14):
# 7 hay una historia, que desconozco si es verdad o un muto, que durante las escenas de la revolución cuando se entonaban la internacional, la policía se infiltró entre los actores para reconocer aquellos extras que se sabían la letra, para imagino pedir un bis en el cuertelillo más próximo una vez terminado el rodaje. Otra anécdota al respecto es que en un pueblo cercano una noche de rodaje oyeron de fondo la Internacional y pensaron que Franco había muerto.
#8 a lo mejor a parte de ser eficiente en lo suyo y leal a Stalin tampoco parece que tuviera apetencias de ser “califa en vez de califa” o lo que es más importante a Stalin no le pareció que las tuviera.
Comentario de Bellver (29/01/2022 09:51):
9-Creo que está bastante reconocido que, tras la guerra, Stalin acabó muy molesto con él, porque se le atribuían más méritos de la victoria, en lugar de alabar su, ejem, gran capacidad estratégica. Además, que se llevara bien con Eisenhower y otros jefes aliados también contribuyó a que lo tuviera en la mira. Y diría que se cargó a mucha peña por mucho menos.
Comentario de Lluís (29/01/2022 11:27):
Hay algunas anécdotas sobre Stalin i Zhukov al final de la guerra.
Según una, el desfile de la victoria en Moscú lo tenía que encabezar Stalin, a caballo. Pero la equitación no era lo suyo, el caballo no era un percherón manso y corría el riesgo de caerse o que el caballo le tirase. Y por eso, optó por quedarse en el palco y que delante de la tropa fuese Zhukov, que “era oficial de caballería”.
En otra, se dice que en uno de las celebraciones que dio Zhukov en su dacha, a la hora de las copas, el primer brindios se propuso por el camarada Zhukov, y este lo aceptó complacido. Se supone que el primer brindis tenía que haber sido en honor del camadara Stalin. Éste no estaba presente, pero alguien se fue con el cuento y no le gustó que le relegaran.
Comentario de emigrante (03/02/2022 10:10):
El actual conflicto entre la Rusia Grande y la Rusia Chica explicado con trozos de pizza
https://www.youtube.com/watch?v=sAomsgtEJP4&t=10s
La conclusión es que si estalla el conflicto además del gas nos vamos a quedar sin pan y la avalancha de refugiados podría doblar la de 2015.
Comentario de emigrante (03/02/2022 11:24):
Por otro lado, en su versión de los hechos los rusos dicen que todo es propaganda y que no va a haber guerra, prueba de ello es que las armas que occidente ha enviado a Ucrania son poco más que de juguete y no sirven para una guerra contra Rusia.
https://www.youtube.com/watch?v=qrk2bNnZoTU
Y qué vela se le ha perdido a España en este entierro para mandar a Blas de Lezo a darse un garbeo por el Mar Negro?
España está castigada desde lo de Irak y cada vez que un presidente USA se cruza con el homólogo español lo trata como si fuera aire, qué digo menos que aire, como Vacío. Da igual quien esté en la Casa Blanca o en Moncloa. Y como el tío Sam se enfade de verdad Marruecos se quedará con Ceuta, Melilla, Canarias, las Chafarinas y la Alhambra de Granada. Por otro lado, la administración Biden está organizando el subministro de gas a Europa por vías alternativas y ahí España podría jugar un papel importante a través de sus puertos y plantas regasificadoras. Catalunya no será la Dinamarka del Mediterraneo pero España bien que podría ser la Ucrania del Mediterraneo con los beneficios económicos que ello conlleva.
Comentario de Lluís (03/02/2022 14:54):
#13
Ya me dispensará, pero para llevar gas al norte de Europa hay mejores alternativas que los puertos españoles. Tendrá que construir gasoductos de miles de kilómetros, algo que no se hace en un día, y las plantas regasificadoras, digo yo, estarán dimensionadas para satisfacer la demanda española de antes que Argelia dejase de suministrar vía Marruecos. Si hay que enviar gas licuado a Alemania o Dinamarca, lo suyo sería llegar a los puertos de esos países, la infraestructura será menor. Antes, en el Reich igual les da por ponerse chulos con EEUU y decir que van a abrir del Nord Stream 2. O llegan a la conclusión que las nucleares no son tan malas, y los residuos siempre se pueden mandar a la España Vaciada.
Los gobiernos españoles tendrán que estar a lo que diga EEUU, pero tampoco pueden ignorar a Bruselas o Berlín, por lo menos mientras no sea Biden el que proporcione los distintos fondos que ahora llegan de la UE o la Reserva Federal empiece a comprar deuda pública española cuando no consiguen colocarla ni a peso. ¿Ceuta y Melilla? Excepto para los que sienten nostalgias imperiales y de cruzada contra el infiel, sale muy caro para lo que aporta. Lo siento por sus residentes, pero tarde o temprano tendrá que seguir el camino de Hong Kong.
Comentario de Sgt. Kabukiman (03/02/2022 17:59):
Igual no es para tanto lo de del gas -en españa- pero los ucranianos han hecho un mal negocio acercandose tanto a usalandia.
https://www.niusdiario.es/economia/consumo/quien-sufre-mas-rusia-corta-gas-conflicto-ucrania-sanciones_18_3274173475.html
Comentario de Ceutí (04/02/2022 14:34):
@emigrante
Ceuta y Melilla serán marroquís más pronto que tarde por muchos motivos, entre otros ser un pozo sin fondo de gastos y un vivero de dolores de cabeza. Viendo la cantidad de españoles que viven en Tánger no será traumático excepto en la propaganda de ese partido que usted sabe.
Ese USA nos ignora que tanto dice la derecha cuando está en la oposición es verdad en tanto en cuanto estratégicamente a los USA España no les sirve de nada (uséase, un señor de Valladolid en las Azores). A mí no me parece mal porque ese apoyo es vacío si los intereses de los americanos van por otro lado (y van a ir por otro lado en todo conflicto directo real que pueda existir: Marruecos es más interesante que España a día de hoy a nivel geoestratégico, aceptémoslo). Si España fuera lista, que se haga fuerte en Europa: un bloque latino en la UE caiga quien caiga (Francia encantada) y ser por lo menos aliados de primera de una potencia con poder de veto en la ONU que se una más de un imperio que empieza a desmoronarse.
Comentario de Bellver (04/02/2022 16:04):
16-No le falta razón, pero, vamos, eso es un imposible: el pp desde Aznar es atlantista a tope y el PSOE, bueno, es que llegó al poder financiado por la CIA a través de la Fundación Brandt.
Por otro lado, cuando en el futuro se estudie, si es que hay algún futuro en el que se puedan estudiar cosas, el declive de Estados Unidos, habrá sin duda quien se fije en cómo estúpidamente han ido arrinconando a Rusia hacia la zona de influencia China, cuando China y Rusia son enemigos naturales.
Si China ahora es una potencia militar digna de ese nombre es gracias a la tecnología rusa, heredera de la URSS, porque hace unas pocas décads tenían un ejército de chiste que trató de invadir Vietnam y fue vapuleado por milicias locales. Sus tanques, cazas y submarinos son versiones maden in China de modelos rusos. Si tienen gas para su industria es porque los rusos se lo bombean desde Siberia.
La política exterior desde Nixon y Kissinger, que serían unos hijos de puta, pero eran muy inteligentes, eran separar y enfrentar China y Rusia. Bueno, ahora están haciendo todo lo contrario.
Comentario de Casio (04/02/2022 18:59):
Lo que habria sido fascinante es haber vivido esta crisis con Trump al mando. Soy incapaz de imaginar cómo habria evolucionado la cosa ¿alguien habria sacado a la luz los lazos entre el rubio y Putin?¿ habria reaccionado hostilmente o habria entregado la partida? Tampoco se entiende que Putin teniendo la mano que tenia con Trump no intentara la actual jugada con este hombre en la Casa Blanca.
En todo caso, lo que da pavor es pensar que nos estemos acercando a un “momento Tucidides”, con EEUU en el papel de Esparta ¿o era Atenas ?
Comentario de Bellver (05/02/2022 09:51):
18-Supongo que habría llegado a algún acuerdo con Vladimiro para neutralizar Ucrania. Trump era un aislacionista y un pragmático en política exterior, como han sido muchos presidentes norteamericanos (casi siempre republicanos), aunque probablemente fuera el primero desde la II Guerra Mundial. Apuesto a que Ucrania se la habría traído floja ampliamente.
Comentario de el guru (06/02/2022 14:15):
#19 – Beliver
Ocurrió al revés, fue Trump quién intentó frenar la construcción del gaseoducto Nordstream2 entre Alemania y Rusia, estableciendo multas a las compañías que trabajaban en ello, frenando la expansión rusa.
La llave de que la invasión oficial no se haya producido es el gaseoducto.
Y fue Biden quién acordó con Merkel levantar las sanciones el pasado julio. El gaseoducto todavía no está abierto por problemas de certificación desde el lado alemán, pero parece claro que Rusia está esperando a la apertura para atacar Donbass. Scholz parece bastante dispuesto a pasar de Ucrania y Biden en el fondo también, si no fuera otra enorme muestra de debilidad tras Afganistán (y quizá en el futuro cercano, se repita con Taiwan).
Comentario de Ceutí (06/02/2022 15:18):
#20 yo creo que es precisamente al revés: gasoducto abierto, amenaza retirada. Creo que la victoria que se encontró Putín fue inesperada: una OTAN en mínimos de apoyo en el núcleo de la UE, con un topo húngaro y EE.UU. dejando con el culo al aire a sus socios europeos. Ahora bien, el gaseoducto es clave, ya que la ruta alternativa es por Ucrania.
Ucrania creo que sale reforzada en esto: apoyo de la mayoría (excepto la hizkierda autentika europea) social en Europa y acercamiento a Turquía. Ni tan mal.
Comentario de Ceutí (06/02/2022 15:22):
#19 y una pregunta, por si alguien sabe de estrategia militar: ¿se puede Rusia arriesgar a una guerra en Ucrania si la OTAN la apoya abriendo un frente báltico y entrenando además en Kaliningrado? (Y con Georgia aprovechando y entrenando en Abjasia) El apoyo bielorruso sería para actuar en ese frente pero me parece mucho riesgo para tan poco premio…
Comentario de Bellver (06/02/2022 20:35):
22-yo fui objetor de conciencia, pero suelo escuchar podcast y leer sobre temas militares, y por lo que aseguran en uno llamado Casus Belli que me parece bastante recomendable, dedicado a la historia bélica del siglo XX y a los conflictos actuales, la capacidad defensiva de Ucrania es algo cercano a 0, su ejército está en un estado de descomposición interna semejante al de Rusia en los 90 y, probablemente, los rusos les pasarían por encima sin dificultades y entrarían en Kiev en el primer arreón, y lo sabe tanto la OTAN, como los propios ucranianos. Y también que los georgianos pasan del asunto, y no quieren líos.
Nadie en la OTAN ha dicho que vaya a haber respuesta armada convencional, diría que eso está descartadísimo, sólo sanciones, nadie va a empezar la Tercera Guerra Mundial por Ucrania contra uno de los dos países del mundo en condiciones de convertir en planeta en un cementerio radiactivo.
Comentario de Morcillero (08/02/2022 12:36):
Yo tampoco he hecho ni la mili, pero es foros de frikis del tema bélico se menciona otra opción para Rusia, en lugar de una invasión total-brutal a la antigua (En la que hay muchas bajas) …una invasión más a la americana: misilazos y bombardeos hasta que no haya un ejército y un estado dignos de tal nombre, ocupación de zonas muy limitadas y negociación en posición de fuerza con lo más parecido que haya a un poder fuerte en Ucrania.
…por supuesto, se basa en que la OTAN haga lo que ha dicho que hará: Cero respuesta militar y todo sanciones económicas. Que no es poco. (A pesar de que China esté dispuesta a comprar gas ruso como sólo China puede hacerlo…)
Lo malo de estos cálculos… es que pueden fallar. La historia está llena de guerras que no tenían porque darse, pero se dieron.