La Valla (Antena 3, 2020)
¿Qué tienen las series de Antena 3? Veámoslo así: imaginen que Albert Rivera y Rosa Díez se juntaran para escribir juntos, alternando el peyote y el Whisky DYC, una novela de ciencia ficción, con la intención de “sacar lo más profundo de sus almas y verterlo en la obra”. ¿Estaríamos ante la peor novela de la historia de la literatura? Sí: haría que “Beatriz y los cuerpos celestes” parezca “Los Buddenbrook”. ¿Estaríamos haciendo cola con el saco de dormir la noche antes de la publicación en la puerta del Corte Inglés para ser los primeros en comprarla? También. Eso son las series de Antena 3: España, hasta el culo de peyote, sacando sus obsesiones y cosmovisiones. Tan intenso, que bancamos que a veces nos pongan metadona. Hay gente que necesita años de terapia para sacar estas cosas afuera y conocerse realmente a si misma, y el centro político español, sin ideología ni complejos, lo hace en apenas 13 episodios, que nosotros les desmenuzamos como regalo de Navidad.
El caso es que Antena 3 sacó hace un año y pico una serie de ciencia ficción (un género que permite a los guionistas absoluta libertad para inventárselo todo, ¿se puede pedir más?), titulada “La Valla”. Rodada todavía en 2019, pero estrenada justo durante la primera ola de la covidia. ¿Y cuál es la premisa? Pues se supone que en el año 2020 pasaba algo muy heavy, rollo guerra mundial con armas nucleares o algo así, que tampoco nos detallan mucho; de repente el acceso a materias primas y energéticas se complica mucho, y como consecuencia el nivel de vida de los españoles decae mogollón. Se forma un “gobierno de unidad nacional”, cuyo presidente sale por la tele a los cinco minutos de su nombramiento a anunciar “esto lo sacamos entre todos, aunque no os voy a mentir, la cosa está chunga, así que voy a decretar el estado de excepción”. Y añade: “queda suspendida la monarquía parlamentaria” (de hecho, el encuadre del presidente es casi idéntico a “Vacío” Sánchez dando una rueda de prensa, pero sutilmente modificado para que del escudo nacional no se vea ni una de las cuatro coronas que en él figuran). Sí, señores: años y años hablando de desborde, de significantes vacíos y de republicanismo, y todo lo que hacía falta era que saliera el presi por la tele a decir esas cinco palabras, y a los Borbones ya no se les ve ni el pelo en la serie (aunque no dudamos que algún vástago de la dinastía estará tomando daikiris en la playa de Estoril, esperando su momento). 25 años más tarde, año 2045, la cosa no ha hecho más que ir a peor: apenas hay gasolina, ni carne para comer, hay militares armados hasta los dientes en todas partes, controles policiales para desplazarte de Asturias a Madrid, solo queda un canal de televisión emitiendo propaganda 24/7, han cambiado la bandera y el himno nacionales (en el video no sale, pero en la serie la bandera tiene ahora las tres franjas iguales, ¿dónde habré visto yo esto?), una especie de monjas les roba los niños a los que no tienen ni oficio ni beneficio, y los prebostes del régimen viven a todo tren, con chachas de uniforme y prostíbulos de alto standing, y no tienen que dar explicaciones a nadie. Los españoles normales, mientras tanto, están obligados a humillarse para conseguir un trabajo, sin el cual el régimen puede detenerlos y aplicarles la Ley de Vagos. El prota, ingeniero agrónomo, tiene que trabajar de jardinero/camarero en la casa de un ministro (a la que accede por la puerta del servicio, por supuesto).
Franquismo bien
Llegados a este punto, cualquier persona de bien que más o menos conozca nuestra historia dirá: esto es, punto por punto, lo que pasaba en la España de 1945. ¡Pero calcado! ¡Si hasta tienen una Dirección General de Seguridad del Estado y su lema es “El futuro nos pertenece”! Así que, ¿para qué irse a 2045? Porque lo cierto es que el colapso, estética- y tecnológicamente, ha dejado a este 2045 al nivel de 1945: ya no hay móviles (excepto para los ricos, los pobres hacen cola en la plaza para poder usar la cabina telefónica), ni Internet, ni apenas cámaras de seguridad. La serie mete algunos drones con CGI, pero la verdad es que nunca hacen nada. Los niños usan papel, lápiz y cuadernillos Rubio de toda la vida en vez de una Tablet, y el niño “rico” se distingue del pobre porque… tiene un Escalextric, supongo que vintage. Las casas y cocinas podrían salir perfectamente en una serie ambientada en los años 1940: desconchadas, destartaladas, sin ascensor. Casi no hay ni coches, la gente usa la bici. ¡Si hasta los uniformes de prebostes y enfermeras tienen un toque retro años 1930-40! La explicación sencilla a esto es que, con Internet y cámaras de seguridad, las tramas que se alargan una hora se resolverían en dos minutos, y Antena 3 tiene clarísimo que vale más un buen decorado que un buen guionista porque lo primero es reutilizable y ayuda con el tráiler, y lo segundo no; en cuanto a los uniformes, son reciclados de series anteriores de Antena 3, donde los malos siempre son los nazis y Franco solo pasaba por ahí, o donde se le da una bella patina victoriana a la explotación colonial. Hay, sin embargo, otra explicación más sencilla aún, pero es psicológica: a la derecha sociológica que se disfraza de centro no le gusta la idea de hacer series que “dividan a los españoles”, y a la vez le da envidia la épica del sufrimiento y resistencia que tuvieron que mostrar todos los desafectos al Franquismo. Como (por ahora) no hay suficiente propaganda para hacer creer que los que sufrían bajo Franco eran los españoles de bien, todos a una, o que el franquismo fue culpa “de los políticos”, nos inventamos un futuro distópico para disfrutar de dicha épica con personajes con los que pueda identificarse toda esa pobre gente que no podría disfrutar con una serie idéntica pero ambientada en 1945 porque saben -¡la maldición del conocimiento!- que both sides hicieron cosas malas. Quizás no un señor del PP de toda la vida y residente en el Barrio de Salamanca (ese, alabada sea su coherencia y conciencia de clase, tiene clarísimo que solo hubo un lado malo), pero sí al menos un ciudadaner de un PAU del extrarradio.
Para que todo esto no sea demasiado obvio (tengo que recordarme que para alguien como Albert Rivera igual no lo es), los guionistas añaden un par de cosillas para intentar que la trama realmente tenga un toque algo futurista y así se justifique todo el rollo “2045”. Una es que los prebostes viven en el Sector 1, una urbanización cerrada rodeada de una valla (que se supone que le da el nombre a la serie) para mantener fuera a la chusma, limitada al Sector 2. La valla es más bien un muro, y no sé por qué hay que irse al año 2045 cuando hoy en día tenemos vallas en Ceuta y Melilla para mantener fuera a la chusma global. Se dirá que eso no es lo mismo porque esos no son españoles, pero sin salirnos de la propia área metropolitana de Madrid, ya tenemos a españoles cerrando sus urbanizaciones para dejar fuera a otros españoles. La valla, la verdad, no aporta mucho a nivel de guion, unas veces la cruzan sin problemas y otras les paran y cachean cosa mala, pero ideológicamente les permite a “los buenos” decir que “todo esto lo causaron los políticos, que ahora viven tras la valla” en un barrio con recursos abundantes. Por ejemplo, agua para fuentes públicas, que la prota nos aclara: “es que ellos desalinizan agua de mar”. El comentario supongo que debe enfatizar que en realidad y en contra del discurso oficial sí hay recursos suficientes para todos, pero que “ellos” prefieren quedárselos, pero yo solo pude pensar ya, y luego bombean esa agua desalinizada a 350 kilómetros y con un desnivel de 700 metros para mantener una fuente hortera, claro que sí, guapi.
La otra cosilla futurista es un extraño virus que causa problemas respiratorios, llamado “Noravirus”, para el que no hay cura. Un resultado de todas las mierdas químico-nucleares lanzadas a la atmósfera durante la Tercera Guerra Mundial. Aquí ya podemos conectar con la covidia. De forma totalmente involuntaria, claro, porque la serie es justo anterior, pero es interesante ver como nos imaginábamos una pandemia justo antes de que empezara: sin negacionistas, con muy pocas mascarillas que además no parecen certificadas FFP2, y muchos señores con lanzas antibacterianas.
El virus causa la muerte después de varios meses de estar tosiendo mucho, o algo así (si quisiéramos rizar el rizo con 1945, aquí deberíamos hablar de la tuberculosis). Pero el Régimen ya está trabajando en ello. Concretamente, hacen pruebas a toda la población y a quienes tienen ciertos marcadores en la sangre los secuestran, para realizar en ellos ciertos experimentos que se supone van a dar con una cura. En una de estas pruebas es donde se quedan con la niña de la familia protagonista, que ahora deben buscarla mientras luchan contra el sistema y tal.
Hagamos un Régimen
El sistema, más que implacable, la verdad, es un poco errático. Es cierto que todo está lleno de hombres (y la ocasional mujer, que aquí somos modernos y además la española es de armas tomar) armados hasta arriba, con botas, casco, pasamontañas y GVN. Incluyendo a mi policía favorito: el acompañante que al parecer se pasa todo el trayecto Gijón-Madrid de pie en el pasillo del bus, con el casco, la recortada y la armadura antidisturbios al completo, mirando fieramente a los pasajeros, que, estos sí, van cómodamente sentados. Supongo que por eso han rodado en invierno, porque en verano estas FFSS van a colapsar al primer día de canícula. Unas veces, estos policías son meros robots sin sentimientos, y otras veces son unos abusones que aprovechan un registro para requisarte un saco de café. Vamos, que buenos no son, y por eso nunca van identificados con la bandera nacional, sino con el emblema del régimen sobre una versión castiza de la bandera de Blue Lives Matter, ¡que nadie trace paralelismos con nuestras FFSS actuales!
Luego, el Régimen tiene unas instalaciones mega-opacas, el CIM (¿Centro de Investigaciones Médicas?), donde hacen experimentos con niños, y las tienen en mitad del Sector La Moraleja, pero los protas logran infiltrarse y salir sin apenas problemas. Y no contentos con eso, ¡van corriendo a ver a un ministro del régimen a denunciarlo! Le hemos mentido y nos hemos colado en unas instalaciones sanitarias supersecretas, señor ministro de Sanidad, por favor saque a nuestra hija de ahí. La fe de cierta gente en el sistema es patológica. Cualquiera esperaría que los protas acabasen en una fosa anónima en un descampado de Tres Cantos antes de que salga el sol (que por cierto parece salir y ponerse varias veces al día, según convenga a los guionistas), pero no, el ministro les acompaña al centro y certifica así su existencia. Cosas veredes.
Finalmente, está la propaganda del Régimen, que no tiene el regustillo católico-marcial de otros tiempos, pero que se justifica mediante la lucha contra el virus y contra “los terroristas”. Sí señores: Antena 3 sugiere que es creíble la existencia de gobiernos en España inventándose amenazas terroristas para criminalizar a disidentes. Lo cierto es que a mi su propaganda me recuerda mucho a los cursos online de “Cambios en el Marco Normativo de la Seguridad Telemática” y “Sostenibilidad Corporativa” que me ha cascado mi empresa esta semana: mismo lenguaje de curso de autoayuda y superación, compuesto de una loca acumulación de términos positivos que hacen que te pierdas a mitad de la frase (“El Marco Normativo de la Seguridad Telemática asegura que se identifican y valoran los riesgos de seguridad a los que está expuesta la compañía, y adoptando en consecuencia, las estrategias telemáticas de securización más eficaces y coherentes alineadas estratégicamente con los objetivos de negocio, creando la confianza necesaria para el éxito y el crecimiento”; el otro curso es una magufada arcoiris de los Objetivos del Milenio de la ONU vendidos con musiqueta chipiguay como si fuésemos una ONG, que te entran ganas de votar a VOX), misma sensación de inutilidad existencial por verte obligado a dedicarle tiempo a esto, todo leído por una chica muy mona en vez de Queipo de Llano. En esto, la verdad, la serie acierta del todo, porque es una propaganda que nos tenemos que tragar todos hoy en día y la percibimos totalmente como tal.
La trama y tal
Hacia la mitad de la serie, empiezan a cristalizar dos tramas, centrada cada una en una conspiración. Tramas, la verdad, bastante contradictorias, se nota que aquí en vez de un guionista han tenido un comité. Por un lado, “aquí sobra gente a punta pala, vamos a hacer un genocidio encubierto”. HABER: nos dejan bien claro que el régimen ha expulsado a casi todos los inmigrantes y no llegan nuevos, la gente no parece muy por la labor de traer hijos a este mundo de mierda, y además hay una pandemia en marcha que se está encargando de reducir la población todavía más deprisa. Si ya en nuestro mundo actual, que a los protas les parece “ese estupendo país que nunca debimos perder” (una frase, agárrense, que la dice un tío que lleva 30 años ocupando altos cargos del gobierno, en uno de los momentos más “política CT” de toda la serie), las proyecciones más optimistas hablaban de apenas un par de millones más, y las realistas de un desplome continuo hasta los 41 millones, cuesta creer que en la España de la serie tengan problemas de sobrepoblación. De hecho, lo corrobora la otra trama, “faltan niños, así que los tenemos que robar” (y como al parecer ya no existe la tecnología de las pruebas de paternidad, no hay forma de saber quiénes son los padres).
Cuarto y mitad de progrerío, si es tan amable
Luego está, no la trama, sino la temática de “progrerío por encargo”: intentos de meter con calzador toques y elementos culturales de izquierdas. Se ve que algún directivo antena3il ha dicho “nos ve poca gente de izquierda, señores guionistas, así que potenciad eso”, y a eso se han puesto personas que, bueno, parecen majas, lo hacen con buena intención, probablemente ni se consideren de derechas, ¡incluso tienen amigos de izquierdas!… pero aparentemente solo conocen la izquierda desde los informativos de Antena 3. Y así tenemos curiosas respuestas a: ¿qué le gusta a la izquierda? Pues odiar a la religión, así que nada más empezar vemos al prota arrancando la cruz que adorna la tumba de su mujer (HABER: si la finada no era creyente, lo de ponerle una cruz es chorrada, y si lo era, quitarla es una puñetera falta de respeto que no tiene nada que ver con la izquierda). A los rojos también les gustan las lenguas minoritarias del estado, ¿verdad?, así que, en una reunión de la resistencia/grupo activista, uno de los asistentes canta una nana en euskera (para completar el combo, es un inmigrante). ¿Les gusta Lorca, no? Pues venga versos de Lorca en el series finale, y algo de Labordeta de propina. Y en la estética, la izquierda gusta de ir así como guarra y con pelambreras no normativas sin desbrozar, ¿verdad? Pues así se construye la “masa social” de la serie, que la gente que te cruzas en la calle solo entra en dos categorías, legionario que aún no se ha sacudido el polvo de Faluyah, o personaje ciberpunk con rastas teñidas y ropa de baratillo roída y rota, en lo que debe ser la representación gráfica de las dos Españas (aunque luego los héroes siempre van limpitos y con ropa presentable, ¡la afamada Tercera España!). Y mi toque favorito, añadido además con toda la intención de hacer efecto y nada más porque es una escena que a efectos del guion se puede obviar perfectamente, el mojón de Cuelgamuros:
Guionista 1: “¿Qué es lo que la izquierda ama más que nada en el mundo?”
Guionista 2: “Odiar el Franquismo.”
Guionista 1: “Pues vamos a pintar al presidente del gobierno como un nostálgico.”
Resulta que para lo del genocidio encubierto, nos sacan al presidente del gobierno en su palacio de la Moncloa o de donde sea, firmando las órdenes pertinentes. Y para que no queden dudas (insisto: hay gente que podría tenerlas) nos muestran un mazacote de granito en su despacho. Que resulta ser “un recuerdo del Valle de los Caídos, logré salvar la pieza cuando lo demolieron”. Aquí mi pobre mente no puede dejar de pensar: pero ¿cuándo se supone que lo derribaron, en el breve periodo 2019-2020? Y con las chochocientas toneladas de escombros que eso generaría, ¿tan meritorio es salvar el mojón ese? ¿Cuántos años tiene este señor que en 2045 todavía recuerda con nostalgia el periodo anterior al advenimiento de Campechano I? Y sobre todo: ¿en serio que un régimen abiertamente neofranquista lo primero que va a hacer es desprenderse de la monarquía e inventarse un himno y bandera completamente nuevos? No, hamigos de Antena 3: podéis estar seguros que cualquier golpe de estado con la más mínima traza de autoritarismo, franquista o del tipo que sea, va a restaurar lo más rancio de nuestra historia y a poner al rey por delante, como justificación de todo y para que les blanquee.
Finales forzados, forzadísimos, y de Antena 3
La resolución de todo esto (OJO DESTRIPE) es la siguiente: ante el brote de una cepa extraordinariamente virulenta, el Régimen decide requisar a todos los niños para encontrar donantes de anticuerpos. 8 de cada 10000 niños podrían servir, el problema es que la única forma de saberlo parece ser inocularles el bicho a lo bestia y ver si sobreviven. Vamos, que se avecina una especie de holocausto infantil. Y ante eso, y avisado por el ministro de sanidad al que los muy parguelas le dejan hacer un discurso en vivo en vez de grabarlo, el populacho se rebela y los soldados deponen sus armas y se les unen. Porque resulta que a ellos también les han robado niños durante estos años. Ya hay que ser imbécil para hacer experimentos con los niños de tu guardia pretoriana, parece mentira que un Régimen así haya durado el equivalente a seis legislaturas. Este happy ending les puede a ustedes parecer forzado (y lo es), pero yo les aseguro que desde el primer fotograma toda la serie es así de forzada. ¡En eso radica su morbo, en los malabares necesarios para mantener la cosmovisión!
Esta improbable alianza de soldados y obreros (echamos en falta a los campesinos, pero el campo parece destrozado por la lluvia ácida y ya no quedarán) recorre ahora las calles al grito de “¡Libertad!”. Aquí los guionistas no sé si pensaban que es una consigna de izquierdas, o si ha ido más bien en el sentido de “esto no es de izquierdas ni de derechas, esto le gusta a todo el mundo”. Por supuesto, ¿a quién no le gusta la libertad? ¡Nos gusta a todos! Pero también nos gusta el sexo y no solemos ir coreándolo por ahí. Buscando quien usa esa consigna en estos atribulados tiempos, me salen manifestantes venezolanos, independentistas catalanes, opositores cubanos, cayetanos del Barrio de Salamanca, e Isabel Díaz Ayuso (si bien el lema ya es posterior a la serie). Es decir, que hoy es una consigna transversal pero coreada principalmente por la derecha como parte de su hegemonía social. El problema no es la libertad, obviamente, sino cómo la interpretamos, y hasta qué punto podemos ejercerla sin entorpecer la de los demás, una cuestión que ya era vieja cuando la manoseaban Platón y Aristóteles, pero que ahora con la covidia se vuelve a plantear. Volviendo a la serie, en realidad yo me esperaba que gritasen “¡Manos fuera de nuestros hijos!” o algo así, que los hijos son el significante que ha amalgamado a las diversas facciones, de ahí mi sorpresa de que todo el mundo exija espontáneamente “¡Libertad!”. Porque eso vendría a decir que todos están de acuerdo en que no la tienen en el Régimen de Nueva España, ¡y eso incluye a los propios soldados y policías que han torturado y fusilado para mantener dicho Régimen!
La manifestación llega a la Valla, donde un teniente algo histérico intenta detenerles y acaba matando a un manifestante (porque este se interpuso heroicamente para salvar al ministro, y además tenía su pasado de torturador), pero en seguida es desarmado, y los manifestantes llegan bajo una lluvia torrencial al palacio del presidente. Derriban la puerta y se encuentran con los últimos leales apuntándoles en un remiendo de la escena de la escalera en el Acorazado Potemkin. Y parece que van a disparar tremenda balasera, pero entonces llega la noticia “¡el presidente ha muerto!” – y nada, pues recogen los bártulos y se van a casa, que ya les llamará el nuevo régimen. Matones siempre hacen falta, ¿no? Ni depuración ni nada, Ley de Amnistía y a correr.
La serie termina con un flash-forward de seis meses, que no sabemos si iba a servir de teaser para una segunda temporada, o simplemente se trataba de apurar la última dosis de peyote. Para empezar, curan la pandemia. Y la cura resulta ser, agárrense, ¡un microchip implantado en la nuca! Yo no sé cómo un chip te puede curar, pero sale un actor con bata blanca soltando jerga médica, así que suponemos que sí. Pero lo chanante es que las mujeres protagonistas han llevado durante 25 años implantado ese chip, que estaba ya desarrollado en 2020, pero que nadie se ha molestado en producirlo para uso y disfrute de la población, cuando ya ven, en apenas seis meses y con infraestructuras dignas de 1945 han logrado replicarlo en masa e inocular al 90% de la población con su doble dosis, qué fácil era, sin negacionistas ni nada, y eso que te dicen a la cara que te van a meter un chip. Además, Madrid ahora es una ciudad hermosa con sus árboles y todo, sin ese filtro amarillo que le ponían antes. Y finalmente, la mala malísima sigue gozando de estupenda salud… como nueva presidenta, y encima en el Palacio Real. Que se puede vivir allí y ser republicano, pero lo de saludar a las masas en la Plaza de Oriente ya tiene su aquel. Una advertencia final de Antena 3, “cuidaros de los políticos, que son taimados y solo ansían el poder”. Fale, pero si esa señora, con todo su pasado de Mengele de Hacendado y secuestradora de niños llega a presidenta, está claro que han fallado todos, pero muy especialmente los medios de comunicación, esos perros guardianes de la democracia.
Vallados
Julia Pérez Noval: la protagonista femenina, que nos introduce al Madrid de 2045, con todo cubierto de propaganda (el traveling se centra sobre todo en la Puerta del Sol y el Congreso de los Diputados, que dan pena verlos y son casualmente los lugares donde se proclamaron nuestras dos repúblicas). Vive de forrajear y conseguir cosas. Como la vida está chunga, abastece de alcohol a un prostíbulo, pero como es buena persona intenta rescatar a una de las chicas de un cliente violento. Con tan mala suerte, que se carga al cliente, que resulta ser un importante jefe militar. Julia se acojona e intenta huir (la forma favorita de huir, en estos tiempos, es cruzar el Estrecho), pero la familia como que tira más, y se queda con los papeles de Sara, su hermana gemela fallecida, para ayudar a rescatar a la sobrina.
Pero el rescate se ve constantemente interrumpido por la necesidad de hacer creíble que la Pérez-Noval hippie es realmente la Pérez-Noval pija, para lo cual se corta las rastas y se alisa un poco el pelo, aunque hacia el final de la serie vuelve a tener suficiente para unas trenzas muy apañadas.
Marta Mújica Pérez: la niña con El Don que la convierte en el Sujeto Especial. Los niños actores siempre son un riesgo, pero por suerte el resto del reparto está a la altura. La sangre de Marta lo cura todo, de modo que viene a ser una especie de Jesucristo pequeñito.
Hugo Mújica: el prota masculino. Cuñado de Julia, y padre de Marta. Viudo reciente, tiene que simular que está casado con su cuñada, con quien inevitablemente empieza a haber química, porque un hombre es un hombre y está programado biológicamente para ciertas cosas, aunque su mujer no lleve ni tres semanas muerta y su única hija esté secuestrada en una especie de campo de experimentación biológica y no sepa si la va a ver con vida de nuevo. Se le dan bien las máquinas y te arregla un coche antiguo en un pis pas, porque claro, es ingeniero (aunque él sea agrónomo, pero da igual, son todos muy listos y hábiles).
Alex Mújica: si hubiera un premio Razzi para Peor Guerrillero/Miembro de la Resistencia, Alex se lo llevaba de calle. Se las arregla para ser capturado dos veces en un solo capítulo, la segunda por una chavala adolescente y su padre con muletas. En otro, pelea y pierde contra un jubilado. Sale a pegar carteles, y también le pillan. Su supervivencia más allá del episodio 4 denota que el Régimen no es tan fiero como lo pintan. Tiene que decir cada capítulo un par de veces que Madrid es una puta mierda y ojalá estuviera en Asturias. No logro determinar si le hacen decirlo para marcarle como paleto o para satisfacer al target no madrileño, aunque para el final de la serie ya se declara fan de la ciudad.
Emilia Noval: la abuela del clan, madre de Julia/Sara. Una científica que hacía cosas relacionadas con la sanidad antes de 2020. Cuando todo se viene abajo, el Régimen va y secuestra a su marido, dejándola sola con las niñas (y, suponemos, con los planos para el chip prodigioso). No queda muy claro lo que hace en los 25 años posteriores, pero parece que está metida en algún tipo de resistencia. Dada la imagen “pelo sin teñir + arrugas + estética de progre”, combinada con el inconfundible estilo de “propaganda sindical” con el que se anuncia la resistencia, concluimos que representa el progrerío en su estado superior, la liberada sindical – lo que no quita que conozca al ministro y le pida favores. O más bien, ¡es casi obligado en la cosmovisión de algunos!
Alma López-Durán: esposa de un ministro del régimen, empleadora de Hugo y Julia, y jefa secreta del instituto donde intentan encontrar una cura al virus mediante niños que parecen tener una inmunidad natural. Protagonizado por una actriz argentina (estoy poco puesto en acentos latinoamericanos, en el primer momento pensé que era venezolana, aunque puede que estuviese proyectando algo), lo que nos indica que aún hay comunicaciones entre España y los países de su esfera cultural. Alma es un poco desalmada, por decirlo suavemente, y se casca un discursito purito nazi para dejarlo claro: yo y mis hijos valemos más que tú y los tuyos. Y es una tirana cuando trata a sus sirvientes. De nuevo, Antena 3 intenta presentar la mera existencia de lacayos como una deshonra, y de nuevo no podemos evitar pensar: eso mismo también existe en la realidad actual, solo que para mujeres filipinas porque los españoles aún no están lo bastante mal para aceptar estos trabajos, que parece que es lo que realmente os cabrea.
Alma termina la serie de presidenta del gobierno, porque aquí no somos xenófobos y admitimos con los brazos abiertos a nuestros hermanos de ultramar (siempre que sean blancos y bien parecidos, que una cosa es la Hispanidad y otra el Hispanizaje). Tremendo fracaso de los medios de comunicación, incapaces de encontrar, no ya el cadáver sino la fosa común tamaño estadio de fútbol chileno que esta señora tiene en el armario. Cuando Marta Sánchez incluyó la frasecita “y no pido perdón” en su letra para el himno de España, dio en toda la tecla del facherío patrio e incluso del rioplatense.
Luis Covarrubias: el ministro de sanidad, marido de Alma. Uno de los personajes más surreales: nos lo presentan como “bueno”, a él y a su amigo Álvaro, el ministro de asuntos exteriores. Todo lo malo que ocurre en ese país donde ambos dos son ministros, ya saben, los escuadrones de la muerte, las detenciones arbitrarias, la militarización del espacio público, el toque de queda, el racionamiento, la miseria… todo eso, o lo consideran necesario, o se acaban de enterar. HABER: que la serie deja claro que ya erais altos cargos antes de la guerra. Que lleváis 25 años ahí metidos. En 25 años, 1936-1961, a Franco le dio tiempo a llenar el gobierno de militares, pasarse luego a los falangistas, volver con los militares, y apostar finalmente por los tecnócratas del Opus; de propina, participó en un par de genocidios, pudo hacerse sucesivamente amigo de Hitler, Mussolini, el Vaticano y Eisenhower, y ganó cinco copas de Europa seguidas con el Real Madrid. ¿Y vosotros dos lleváis 25 años con “uf, es que no es buen momento para dimitir”? ¿Y no va a acabar Luis asistiendo a mítines de la oposición siendo ministro y todo? Andáh ar caraho, tíos.
Porque tampoco es que veamos a Luis muy ocupado: ni una vez en el ministerio, apenas una reunión con dos asesores (y porque hay una pandemia), todo el rato en casa, o yendo de aquí para allá en coche mientras otro conduce. Y ni un miserable informe le vemos leer. Ya en lo personal. Luis, además, tiene un pasado con Emilia, y no ha superado bien el hecho de que ella le dejara para casarse con otro (“otro” que fue recogido por el Régimen a los cinco minutos de proclamarse el estado de emergencia, sin que Luis haya encontrado tiempo en estos 25 años de averiguar qué le ha pasado). Faltaba aún un tercio de la serie, y yo ya pensaba que este va a acabar de ministro en el primer gabinete tras derrocar al Régimen, sin saltarse la cotización a la Seguridad Social ni un día y respetando la antigüedad. Al tiempo.
Iván Covarrubias: hijo de Luis y de Alma. Un niño pijo que se divierte en las orgías de los prebostes (entiendo que realmente es algo así como un relaciones públicas del prostíbulo, un toque muy realista porque los niños pijos de Madrid tienen todos una breve fase de ser relaciones públicas de alguna discoteca megapija rollo Joy Eslava o Pachá, y a eso lo llaman “trabajo real” en sus CVs, y realmente se creen que es eso, y no el hecho de que papuchi conozca al director, lo que les ha logrado su puesto de gerente mediano en Andersen Consulting), hasta que muere asesinado un comandante en el lupanar. La cosa trae vergüenza sobre la familia, pero nada más; sinceramente, estoy decepcionado con que la DGS realmente intente resolver el crimen, en vez de cargárselo a Iván para luego presionar al ministro. Qué poco ha aprendido esta gente de sus semejantes anteriores: ¡si los juegos de tronos son la salsa de las dictaduras! Posteriormente, la serie le ofrece la posibilidad de redimirse mediante el combo HAMOR+paternidad (resulta que se acostó con la criada y la dejó preñada; se puede ser más rancio que esto, pero es difícil).
Daniela Covarrubias: hermana de Iván. La podemita. Porque claro, si eres hija de un ministro, pero te dedicas a ayudar a los pobres, eso es hipócrita. Este argumento tiene la misma consistencia que llamar hipócrita a quien dona al Banco de Alimentos teniendo un Índice de Masa Corporal superior a 30, pero ha hecho fortuna igualmente entre gente que seguramente encuentra que Iván es mejor persona ya que al menos es coherente (“nazco rico, luego lo suyo es que me comporte como un cabronazo consentido”) porque en un contexto de hambre y miseria se come el jamón dejando lo blanco (pero luego se lo ofrece al servicio antes de tirarlo a la basura, en lo que debe ser la afamada caridad cristiana de la que presumen tantos ricos hispanos). Pero dado que el padre de Daniela es ministro del Régimen desde hace años, y la madre es literalmente una nazi, que la hija sea una persona medio decente es más de lo que podemos esperar.
El caso es que Daniela posa de día como niña pija en el Sector 1, y cuando nadie mira sale al Sector 2 a ayudar como abogada a quienes se enfrentan a la administración. Sí, se beneficia de un sistema basado en la violencia, pero no lo combate AK-47 en mano sino agitando papelitos y gritando habeas corpus. Una revi en estado puro. Finalmente, lleva su podemismo a la máxima expresión liándose con Alex.
Enrique Jiménez: coronel de la DGS. Se supone que muy despiadado y todo eso, pero yo me intento imaginar a un agente de la Stasi viendo esta serie y creo que no para de alucinar. En una ocasión se llevan a los protas a comisaría… y los sueltan al cabo de un par de horas. En otra, les paran en un control y ven que obviamente les han engañado… y tampoco pasa nada. Y en ningún momento les practican escuchas en la casa. La Stasi te tendría años en detención preventiva y te plantaría micros hasta en el retrete. Claro que, si la DGS usara micros, la serie no pasaría del capítulo tres y ganarían los malos. El Coronel, en cambio, es más de llevarse a la gente a un rincón oscuro, ponerle una pistola en la sien, y reclutarla como informadores… para luego dejarles sueltos y con armas, y claro, acaban traicionándote.
Begoña Sánchez: un Sánchez de malo, ¡qué sutil! Begoña es la vecina fisgona de Emilia e informa a la DGS a modo de Blockwart. Una true believer del régimen porque este “ha limpiado las calles de terroristas, ¿no te acuerdas hace 25 años?, no podías salir sin encontrarlo todo lleno de morenitos” Se ve que Begoña (que habla con un castellano claramente no madrileño) es “no racista, ordenada, cada uno en su casa”. Como vive sin marido o hijos, y es una señora tirando a mayorcita que tampoco parece ciclarse mucho, lo normal sería que alguna de sus víctimas le hubiera metido hace tiempo un navajazo en los riñones seguido de patadas en la cabeza para rematar, y la cosa quedara sin resolver por exceso de sospechosos. Porque encima la señora no se corta un pelo y va por ahí con el pin del Régimen en la solapa. Nuestro agente de la Stasi, con sus 600.000 colaboradores informales tan secretos que no lo sabían ni sus parejas, ya se habría caído del sofá de la risa. Mala malísima junto al coronel Jiménez: hasta al niño pijo e inútil de Iván Covarrubias le conceden una redención, o al menos una escena de autocrítica, pero claro, ¡él es de buena familia y Begoña poco menos que una pordiosera!
Jacobo Martínez de los Ríos: el presidente de la Nueva España. En su primera aparición, ya lleva un pin con lo que será el emblema del régimen, una especie de esvástica de tres patas.
En realidad, el emblema está copiado del Movimiento de Resistencia Afrikáner. Sí, los africanistas, siempre dando por culo, pero no creo que los guionistas de Antena 3 lo hayan puesto por eso. El caso es que el presidente de los Ríos debe ser un político lo más genérico posible (Datos Inútiles LPD: ha habido seis jefes de gobierno apellidados Martínez), para hacer creíble esa premisa de “esto es como el franquismo, pero causado por la chusma política, los españoles no necesitan políticos porque siempre la lían, tú les das libertad y ya se organizan solos con el sentido común”. Premisa que es más facha que los uniformes negros de las SS, perdón, de la DGS. ¡Si el propio franquismo se justificaba a si mismo como “reacción a la chusma política, frente a la que traemos libertad y sentido común”!
Al final de la serie contrae el virus, e intenta escapar al extranjero con un helicóptero y con la Niña Milagro, pero una one-man-milicia-obrera le pilla y ajusticia. Y con eso se termina el régimen, ¡qué cosas! Muerto el perro, se acabó la rabia, nada más que ver, circulen. La misma fórmula que en 1975.
Valoración
Resumir políticamente nuestro mundo en cuatro palabras es complicado, pero una buena aproximación sería: la Derecha ha ganado. (Por poner una nota de esperanza: este estado de total destrucción de cualquier opción transformadora progresista es el estado históricamente normal de la cosa. Cualquier añoranza de una “izquierda fuerte” [sí, tankies, os estoy mirando a vosotros] es intrínsecamente reaccionaria. Una opción política que se propone luchar por los aplastados, los olvidados, los perseguidos, los desahuciados y los débiles, casi necesariamente estará aplastada, olvidada, perseguida, desahuciada y débil. Así que no desesperemos más de lo normal, porque esto es lo normal.) Ha ganado, decíamos, pero a lo grande: la guerra de clases mundial y la batalla cultural; tiene a los jueces, a la monarquía, al mercado inmobiliario y a las finanzas, controla los grandes medios, coloca a sus propagandistas en las listas de los más leídos, tiene bots y bots para envenenar las redes sociales, y preferimos no saber por dónde tirarán las FCSE si la cosa se pone fea. Y evidentemente han ganado en las Grandes Teleseries de la Posmodernidad.
Porque es muy transparente de lo que va esta serie: de crear un franquismo, pero sin Franco, causado “por los políticos” (a los que no ha votado nadie, suponemos: ¡no como a Franco!) y en el que están reprimidos todos los españoles de bien a la vez, y que así el espectador medio de Antena 3 se pueda poner del lado del perseguido sin sentirse culpable. Lo cual ignora absolutamente todo lo que las dictaduras nos han enseñado: que no se basan (solo) en represión, propaganda y brutalidad, sino también en dar ventajas materiales muy claras a una parte de la población. Un dictador no se mantiene 20, 30 o 40 años en el machito si no reparte un poco el poder, creando pequeños dictadorcillos de andar por casa, encantados con la perruna sumisión de los que están bajo ellos: los padres de familia con autoridad absoluta sobre sus mujeres e hijos, los curas expidiendo Certificados de Buena Conducta, los empresarios que solo tienen que hacer una llamadita para que se lleven al cuartelillo al obrero reivindicativo para “hablar” con él… gente que está a tope con el dictador porque el fin del régimen es también el fin de sus privilegios, por cutres que sean, y ya solo será cuestión de tiempo que los resentidos te expropien, que la gente deje de ir a misa porque no tiene que estar a buenas contigo, o que la mujer se harte y te diga ahí te quedas, plánchate tú las camisas, tío guarro. Entre un quinto y un cuarto de la población, por lo menos, debería estar a muerte contigo. Nada de eso asoma aquí: cuatro funcionarios de la DGS, y una difusa claque de “políticos” que tampoco deben de superar el millar, esa es toda la base social del régimen. No hay una clase terrateniente, ni rentista-inmobiliaria, ni una petit bourgeoisie que cual hidalgo semimuerto de hambre desprecia a los que tienen aún menos. Sí, está el personaje de Begoña Sánchez, pero no parece tener ninguna ventaja material (aunque nunca faltará gente dispuesta a hacer estas cosas gratis, pero incluso en la Alemania nazi no eran más que un 0.5% de la población), viste incluso más andrajosa que sus vecinos, y la propia DGS la trata con desprecio. En cuanto a “los políticos”, viven muy bien en esa especie de Moraleja Futurista, con sus chaletazos horteras, sus sirvientes de uniforme y sus coches caros, pero tampoco muy diferente de los ricos de hoy en día, enchufados al presupuesto público mediante algún arreglo neoliberal mientras nos aseguran vía unos medios que les comen de la mano que ellos en realidad se lo han currado y además crean riqueza, así que no hay nada que ver.
Es decir, que las dictaduras, en la “cosmovisión Antena 3”, ni dividieron ni dividen a los españoles sino todo lo contrario: ¡las dictaduras unen porque estamos todos juntos contra el dictador! El 25% a tope con el Régimen no existe. Hasta los aparentes malos, el chupóptero inútil de Iván Covarrubias, o un policía de la DGS llamado Navarro, incluso esos tienen su momento de redención. Malos malísimos solo quedan Begoña, la Mengele, el Coronel, y el presidente del gobierno, y de los cuatro solo vemos que uno reciba su merecido. Y así, con series como esta y su cosmovisión a lo Mr. Wonderful de lo que es una dictadura, se alimenta, probablemente de forma inconsciente pero no por ello menos real, que políticos como Abascal o Ayuso luego adopten esa misma pose de “somos la resistencia”, los pobrecillos perseguidos y oprimidos sin culpa ni pecado, al tiempo que defienden a la monarquía, a los espadones, a la Conferencia Episcopal, a los terratenientes, y en general a todos los que llevan viviendo del presupuesto público desde los Reyes Católicos tirando por lo bajo. Defender todo eso desde las instituciones y tras haber mamado cargo público desde que saliste del instituto es, al parecer, lo mismito que haber estado 18 años en un penal por repartir octavillas a favor de la democracia. Una “Resistencia” en la que está metida toda la población, sometida por un Pedro Sánchez que debió caer del cielo o algo así. Así son los fachas: además de ganarlo todo, quieren disfrutar también de la épica del perdedor, de la estética de la resistencia, del glamur del underdog. Ni eso nos dejan. Esta gente es la hostia.
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Comentario de tabalet i dolçaina (27/12/2021 16:26):
Como siempre maravillosa su crítica Don Carlos, gracias a Marx no vi un sólo segundo de este engendro, cuya calificación podría ser, un cagarro como la catedral Burgos?. Pregunta toda España se reduce a Madrid o explican como estan las cosas en provincias y sobre todo en tierra hostil vascongadas y catalanas.
Comentario de el guru (28/12/2021 11:14):
¿Pero esta serie existe de verdad o es un sueño esquizofrénico de los redactores de LPD?
Comentario de Bellver (28/12/2021 18:04):
Gracias por sacrificarse por los demás. Seguro que se divierten más con Succesion, por ejemplo, viendo a unos cuantos cleptócratas despedazándose e intrigando entre sí.
Comentario de P.F.A. Le Mesurier (30/12/2021 04:29):
Si os parece todo muy surrealista y sin sentido, se debe a q la serie esta plagiada/saqueada de otra serie :
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Leila_(TV_series)
Y que a su vez se basa en una serie de relatos.
Algunas cosas como la falta de agua, sistema de castas, gobierno super nazi, etc, tienen ya mas sentido.
La recomiendo fervientemente, asi podran apreciar la mediocridad de la española en todo su esplendor…
Comentario de Asturchale (08/01/2022 19:23):
#4 Dios le bendiga a usted si de verdad se piensa que la escasez de agua en España, en un futuro cercano, es poco verosímil.
Lo llevamos claro.
Comentario de Lluís (09/01/2022 12:25):
#5
Si, mire, pero ya ve la que le ha caído al ministro Garzón por decir algo que es verdad. Para cuando quieran volver a sacar el Plan Hidrológico, lo primero será buscar algún sitio del que puedan sacar agua.
Comentario de l.g. (09/01/2022 16:28):
#5
Estoooo… yo diria que en su comentario #4 indica que eso sí que lo ve verosímil…
Comentario de emigrante (11/01/2022 15:47):
#6, que sea verdad no deja de ser un error descomunal del ministro y una cuñadez. Postureo animalista para quedar bien. Ahora van por ahí diciendo que si es un bulo o está sacado de contexto pero ya es tarde, el PP tiene con ese tema la campaña hecha.
La ganadería extensiva ni contamina ni gasta más agua de la que llueve. Incluso bien planeada puede regenerar el medio y es el mejor cortafuegos. En la mitad occidental de la Península la dehesa es una forma de explotación en equilibrio con el medio que lleva usándose de manera sostenibe al menos desde la Edad de Bronce. Es un paisaje creado por el hombre que alberga más biodiversidad que el campo silvestre. En el departamento de Ecología de la USAL solo sacan “papers” sobre el tema y no se cansan de alabarlo.
En España el conflicto del agua está entre tomates, pimientos y fresas, en el sudeste donde se concentra la huerta (productos de exportación para los veganos y no tan veganos de media Europa y territorio Vox), en el coto de Doñana y las Tablas de Daimiel.
Otra cosa son las macrogranjas y por lo visto ahí también tenemos toda la culpa los castellanos porque somos unos fachas. Mapa de las emisiones de amoniaco producto de la ganadería industrial en la península ibérica https://stopganaderiaindustrial.org/mapa-de-puntos-calientes-de-amoniaco-en-el-estado-espanol
Comentario de Sgt. Kabukiman (12/01/2022 13:06):
Garzón ha dicho que la carne procedente de la ganadería intensiva es de peor calidad que la extensiva, tremenda obviedad, y de menor precio, añado yo, que es lo que permite exportar a saco. Pasa que en una sociedad infantilizada hasta la náusea, mostrar al rey desnudo es un escándalazo.
Lo que no estoy de acuerdo es con el rollo de la sostenibilidad. La ganadería extensiva es sostenible porque es minoritaria, y cada vez más minoritaria si queremos comer carne todos los días, pero ese es otro melón no apto para mentes sensibles.
El otro coco: el problema de las macrogranjas es que hacen inviables economicamentes las granjas familiares, no olvidemos, tan industriales, intensivas e insostenibles como las macros. O más, si nos atenemos al daño ambiental por kilo de carnaza. Si hay voluntad política -esa es otra, no toquemos las narices al empresario rural por tonterías medioambientales de pijos- es más sencillo vigilar una macrogranja con 20000 bichos que 100 de 200. En fin, otro clavo en el ataúd de la España vacia.
Bonus: García Page después de llamar populista barato a Garzón.
https://www.eldiario.es/castilla-la-mancha/gobierno-page-pide-no-demonizar-ganaderia-intensiva-defiende-moratoria-macrogranjas_1_8645656.html
Comentario de Lluís (13/01/2022 19:46):
#6
Compro lo que dice sobre la ganadería extensiva. Pero no deja de ser algo incoherente que los pequeños y medianos ganaderos salgan abucheando a Sánchez por eso. Desconozco cómo están las cosas en León, pero en la Cataluña profunda, las principales amenazas para la continuidad de las explotaciones ganaderas de toda la vida no son los veganos, los animalistas o el ministro de consumo, sino Tarradellas, Área de Guissona y similares. Cuando el capo se levanta de mal humor, igual le da bajar los precios a base de inundar el mercado, proceso que acaba con unos cuantos pequeños arruinados y teniendo que cerrar o ponerse a trabajar para él.
A nivel de España vaciada, tampoco es que las macrogranjas sean la solución. Reducen empleo, consumen recursos que no abundan (agua), y contaminan el suelo y los acuíferos. Y desde luego, el pestazo que sueltan esas granjas y sus resuduos (mención especial a los purines que generan los cerdos) no es la mejor carta para atraer turistas o neorrurales.
¿Y la calidad? Se trata de maximizar la producción, en la alimentación de ganado se mete cualquier cosa, sin importar que eso afecte a largo plazo al cuerpo humano. Pero por suerte, somos más resistentes de lo que podría parecer, y lo que no mata engorda, aunque sean trazas de antibióticos o metales pesados.
Comentario de emigrante (14/01/2022 16:20):
#10, toda la razón. El problema es que ahora mismo lo que ha quedado en mente en que Garzón no está solo en contra de las macrogranjas sino en contra de todos los ganaderos. Y si al PP le ha funcionado tan bien esta manipulación es también por culpa de la izquierda. Y no solo por la reacción tan vehemente del PSOE desmarcándose de Garzón y dejándolo solo. También porque en UP llevan mucho tiempo tratandose de arrimar a los animalistas y otros grupos identitarios similares a ver si les cae algo. Han permitido demasiadas campañas contra las corridas de toros, donde se junta el animalismo con la hispanofobia, para que ahora alguien se crea que ellos están a favor de la ganadería extensiva. Porque las corridas serán un espectáculo poco edificante pero la cría del toro de lidia se da en condiciones idílilcas. Cinco años (más del doble que el ganado de engorde) y en condiciones de semilibertad. Se van a poner ahora en UP a decir que ellos están a favor de los cortijos y los señoritos? Ni de coña, además dudo que el ministro pueda encontrar un ganadero que se preste a hacerse el selfi.
Las macrogranjas son a los pequeños agricultores lo que Zara o el Corte Inglés son a las mercerías, o Mercadona a las tiendas de untramarinos. Los gigantes del sector dictan las condiciones e imponen los precios, y si no producen ellos la carne la traerán de fuera. Así que con o sin macrogranjas los pequeños productores están jodidos. Lo peor es que no se pierde solo el negocio sino que con él se acaba con todo el territorio. Con la depoblación se pierden el folklore, los dialectos y las tradiciones ancestrales. La gente del campo son nuestros indígenas y están sufriendo un genocidio a cámara lenta.
En cuanto a la calidad, mientras se produzca dentro de las fronteras de la UE tiene que cumplir unas normas y no se permiten antibióticos, hormonas un otros mejunjes. Como ya he dicho, si no se produce aquí la traerán de China o de otro sitio y entonces ya no sabes lo que te comes. Otra contradicción que tiene que cabalgar la izquierda es que más calidad significa un producto más caro. Será mejor carne pero solo para ricos y si a la gente le pones el choped a precio de jabugo no se hace vegetariana sino que se te llena la calle de chalecos amarillos.
Comentario de Lluís (14/01/2022 17:24):
#11
La gracia es que, dentro de la UE, las macrogranjas tienden a instalarse en países como Polonia, Rumanía o España, donde los controles son bastante más laxos y a nadie le preocupa lo que se pueda contaminar. Es posible que, precisamente, por eso nos ponen las macrogranjas aquí.
No sé qué meten en el alimento de los animales, pero desde luego en circunstancias normales, un pollo necesita más de 56 días para pasar del huevo al Mercadona. Entiendo que han hecho sus estudios para optimizar las condiciones de crecimiento, pero lo que no es de recibo es que un pollo de esos, si lo dejas 2 semanas más, muera porque lo que le han dado para engordar en tiempo récord le destroza el hígado y los riñones. Digo yo que ahi habrá algo más que maíz. Y no sé, conozco bastante gente que tiene granjas de esas medianas, nunca me han dicho que vaya un inspector a sacar muestras de comida en los comederos. Y en el caso de los cerdos, a los 3 o 4 cerdos que reservan para el autoconsumo familiar no los alimentan de la misma forma que al resto.
Como anécdota, a finales del siglo pasado prestaba servicios para la sucursal española de una empresa europea que, entre otraas cosas, vendía compuestos para alimentación de ganado, y no precisamente baratos, se suponía que eran de calidad y garantia constrastada (y por eso, las ventas eran bajas). Pues cuando había rotura de stock -pongamos- de pienso para cerdos, cogían un palet de pienso para vacas, les cambiaban las etiquetas y se servía al cliente. Si eso hacia una empresa con fama de seria, me da miedo pensar en lo que hacen las otras, incluso a días de hoy.
Y si no traen de China es porque no sale a cuenta (cadenas de frío y cosas semejantes) y porque los chinos también han de comer.